El Poder de los Elementos: Rosa del Desierto
Capítulo 37
No lo habían notado, pero el cielo despejado estaba comenzando a caer en donde Lance, Yami, Kimiko, Dani y el reptiliano Cris se encontraban.
Lance, hace mucho había dejado de tener fiebre y dormía plácidamente para ese momento. Era seguro que estaba mejorando. Yami estaba sentado entre la piernas de Dani; es decir, Dani tenía las piernas abiertas, ella se encontraba en medio, como si fuera abrazada por esta. El pecho de Dani, era el espaldar para ella.
—¿Qué te sucede, amor? —Preguntó Dani, susurrándole al oído.
Yami, que sonrojó un poco por la cercanía de este y el susurro de su voz sobre su oído, le miró con una sonrisa tierna, y señaló hacia donde estaba Kimiko. La chica estaba de pie, mirando directamente hacia el cielo que daba señales de que pronto anochecería.
Kimiko se volvió para verlos, en su rostro había notoria preocupación, y señaló con una de sus manos hacia el cielo. Evidentemente, todos los que estaban allí, miraron hacia donde esta apuntaba, y se dieron cuenta de que estaba ocurriendo un fénomeno inusual que había dejado pasar por alto.
—Los planetas se están alineando —una voz que desconocían, se escuchó a un lado. Se trataba de una chica con muchas telas, turbante, y cabellera platinada, con una mirada intensa y radiante. Era una mujer del desierto—.Ese fenómeno le llamamos, Fazeka.
—¿Fazeka? —Preguntó kimiko, curiosa.
—Ese nombre... —Yami no dudó en levantarse, y miró fijamente a aquella mujer. Duraron así unos segundos, y Yami lo descubrió—... Tú eres una...
—Elfa Oscura como tú —respondió la mujer, con una sonrisa, quitándose el turbante que llevaba, dejando revelar las orejas puntiagudas—. Mi nombre es Mina, soy la cuidadora del desierto. La corte real del reino Rubí me han enviado a buscarles. Todos les estamos esperando, aunque... creímos que serían muchás más personas.
—¿Esperándonos? —Preguntó Dani, sin entender. Para ese momento, él estaba a un lado de Yami, por sí debía protegerla.
—Si, el reino Rubí es un reino creado entre las alianzas humanas y los elfos —señaló ella.
—Mientes —vociferó Yami—. Los Elfos son criaturas que detestan a los humanos. Incluso, es imposible que convivan con nuestra especie, pues nos consideran criaturas impuras y malignas. Además, nuestro reino esta en el hemisferio Sur de este mundo.
—Se nota que llevas muchos años fuera del mundo élfico —dijo Mina—. Los elfos y los humanos hicieron tratos hace más de una década. Debías ser una niña cuando saliste de nuestro reino, puesto que llevan décadas viviendo de esa forma. Humanos y elfos conviven juntamente, y elfos de oscuridad y las demás clases élficas, vivimos en paz.
—¿Cómo es posible? —Yami no podía creerlo.
—Fue algo que supéramos cuando nos enterámos de la profecía que Gaia había traído a este mundo, cuando el Nihilismo aparezca. Ustedes son el Amanecer de las Especies.
—Y no va haber Amanecer si morimos —ironizó Dani—. Hemos estado más cerca de la muerte, que de llegar a una victoria real.
—Pero hasta han logrado llegar hasta aquí y cumplir con mucho de los objetivos que se ameritan —Le corrigió Mina—. En ese caso, por más vicisitudes que vivan parece que vale la pena, tomando en cuenta lo que está en juego realmente.
—Sí, ella perfectamente es de tu clase, tiene una forma oscura de ver la vida —respondió Dani, pero Yami le pisó el pie.
Obviamente, este chilló como un perro en ese momento.
—De cualquier forma —continuó Mina—. Es mi deber llevarlo al reino Rubí, sanos y salvos, no hay nadie como yo para conocer este desierto a la perfección.
—No podemos —respondió Yami—. Nuestro amigo, él...
Mina miró a Lance, acostado en el suelo, y se acercó a él. Yami detuvo sus palabras, al ver lo que hacía. Dani iba acercarse, con el hacha en su mano por sí tenía que decapitar a Mina si intentaba hacer algo, pero Yami le detuvo.
Mina recorrió todo el cuerpo de Lance, sin tocarlo, y dijo:
—Así que ha sido envenenado... Pero, algo está contrarrestando el veneno...
—Le di un brebaje a base del veneno de ese hombre —dijo Yami, explicando, señalando a Cris.
—Eso significa que tú has sido quien le ha envenenado —respondió Mina, mirando directamente a Cris—. Pero el efecto de este veneno, es demasiado lento y no podemos esperar mucho más. Debemos llegar al reino, antes de que Fazeka ocurra.
—Eso será imposible...
Yami se calló, pues en ese momento, Mina parecía formular un rezo con lenguaje élfico que Yami nunca había escuchado. Entonces, de la nada, comenzaron a crecer plantas alrededor de ellos.
—¡Adenium obesum! —chilló Yami.
Aquellos arboles se caracterizaban por tener un extremo grosor en su tronco, sobretodo a la altura de su base, y en la medida que tomaba altura, el tronco se adelgaza hasta ramificarse en pequeñas ramas, donde crecían un par de hojas verdozas, pero lo más notorio, eran las flores rosa, o blancas, he incluso bicolores. Algunas eran de un metro de alto, pero había variaciones hasta de cinco metros de altura.
—También se le conoce comúnmente como Rosa del desierto. Esto se debe a su floración espectacular que se produce de forma continuada durante todo el verano, y debido, también, al lugar donde acostumbra a crecer de forma natural: las zonas costeras desérticas —explicó Mina.
La elfa pronunció otras palabras en el mismo idioma, y de esta brotó la savia que poseían. Por supuesto, alguna de ellas, sobre todo las más pequeñas, murieron por el proceso. Un liquido viscoso y traslucido flotó sobre ellos, y se adentró por la boca de Lance. Este comenzó a convulsionar al instante, Dani iba acercarse decidio cortarle la cabeza a esa mujer, pero nuevamente Yami lo detuvo.
Lance chilló en un momento de dolor, y al otro, el mismo liquido que había entrado, salió otra vez por su boca y se derramó sobre la arena. Al siguiente minuto, Lance abrió los ojos.
—¡Lance!
Girtaron todos, excepto Cris que miraba avergonzado a donde estaba el hombre, sentándose, un poco desorientado. Por supuesto, Mina tuvo que apartarse pues Dani, Kimiko y Yami estaban abalanzados sobre él, alegres de que estuviera vivo.
—Van aplastarme si continúan —dijo Lance, quejándose un poco.
A nadie le importó.
Claramente, aunque Lance estaba despertando, no le fue difícil orientarse en lo que había sucedido, pero si tuvo que preguntar sobre el sitio en el que estaban y cuales eran las ultimas noticias. Kimiko se encargó de explicarle todo desde que se había desmayado. Incluso, presentó a Mina y le comentó todo lo que esta había mencionado.
—Entonces, ¿eso significa que debemos partir desde este momento?
—Sí, señor —dijo Mina, sonrojada al ver que Lance era un hombre que se veía bien a la vista.
—Bueno, no veo motivo para perder tiempo. Además, la noche es el mejor momento para recorrer un desierto —dijo Lance—. Aunque se atribuyen que salen criaturas peligrosas, también.
—Por eso no se preocupe señor —dijo Mina, soltando la capa que llevaba detrás de ella.
Aquella tela se extendió, tomó metros suficientes para que todos cupieran sin problema.
—Suban abordo —dijo ella, alegre de que estos aceptaran venir con ella.
—¿Esto es? —La cara de Kimiko era de extrema alegría.
—No puedo creerlo... —soltó Yami, mientras corrió para sentar sobre aquella tela. Kimiko le siguió.
—¿Qué sucede? —dijo Dani sin entender, viendo como todos se sentaban sobre la tela.
—Sube grandulón —dijo Mina, guiñándole un ojo.
Este obedeció, pero en el momento que uno de sus pies tocó la tela, aquella se removió con brusquedad como si cobrara vida. Por supuesto, Dani cayó hacia atrás, asustado. Por un momento creyó que tenía que ser una broma, peor cuando la tela soltó un suspiro abrumador, se dio cuenta de que si estaba viva.
—¡¿Pero qué diablos?! —Chilló asustado.
—Es una alfombra mágica, Dani. Había escuchado de esto en libros, peor es la primera vez que veo y me monto en una —dijo Kimiko fascinada.
—¡Por las faldas de Saya! —Gritó Dani—. ¡Nunca en mi vida había escuchado hablar de semejante locura!
—Sube de una vez, bribón —añadió Lance, burlándose de este—. Vamos, que nunca es tarde para descubrir los secretos que aguarda este mundo.
Una vez Dani subió, un poco malhumorado por la vergüenza de hace un momento, el viaje había iniciado. Por supuesto, la mirada de Yami se perdió en un instante en las flores del desierto que Mina había creado, pues resulta que añoraba el poder para hacer uso de la naturaleza misma.
—Y hablando de secretos —dijo Mina—. Me temo que tendrán que escuchar una larga historia que requiere de su atención. Les aseguro que acabará, mucho antes de atravesar las puertas del reino Rubí.
Como deben suponer ustedes, Mina comenzó a contarle la misma historia que Jezabael, Aland y Urasue contaban:
...Habían pasado dos días desde que habían tenido el encuentro con el Nihilismo. Cuando Arma huyó de aquel encuentro con sus amigos, ese fue el tiempo que se demoró para que estos despertaran. Como deben saber, él se encargó de cuidarlos durante ese tiempo, y de hacer todo lo necesario para sobrevivir. No le fue mal para ello, pues si alguna ventaja tenía de venir de un lugar con pocos recursos, es que aprender a buscarlos hasta debajo de las piedras de ser necesario.
Pero, cuando llegaron a un desierto, tal cual como el que estamos atravesando —recuerden que Mina está narrando—, en una noche no tan distinta como esta, Skaitlis y Roderick despertaron.
—¿Están bien? —Fue la primera pregunta que se le vino, al verlos confundidos en donde se hallaban.
—¿Qué sucedió con ese hombre? —Skaitlis, preguntó conmocionada por los recuerdos que abatían su mente.
—Decidí huir con ustedes —dijo Arma, avergonzado—. Aproveché que Roderick ocasionó aquel enorme incendio y lo usé como excusa para escapar. Yo... no creí que pudiera ganar, asi que...
—No tienes porqué avergonzarte —contestó Roderick—. La verdad es que yo hubiera hecho lo mismo. Supe que no podríamos ganar, en el momento que me enfrenté directamente con él, mis técnicas, él...
—Sí, era como luchar contra el viento —dijo Skaitlis—, mis golpes no impactaban a nada. ¿Era real?
—No lo sé —contetó Roderick.
Naturalmente, ninguno de los dos podía juzgar a Arma. Ellos, quiénes si habían enfrentado de forma directa al Nihilismo, se dieron cuenta que no se trataba de un ser común. Había algo en él que, precisamente no le hacía ver ni sentir como un humano.
—Tengo sed —comentó entonces Skaitlis, ardida de beber algo.
—Oh —dijo Arma, corriendo, trayendo una pequeña cantimplora que, como sabrán, no fue del todo suficiente para Skaitlis y Roderick.
—Lo lamento, llevo medio día en este lugar, y me he acabado todo el agua —se disculpó Arma, aunque un poco fastidiado de no prever el tema del agua.
—Ni modo, tendremos que buscarla nosotros mismos —dijo Roderick, suspirando.
—Dudo mucho que tenga la suerte de encontrar un oasis —señaló Arma.
—No se necesita hallar un oasis, para encontrar agua, Arma —dijo Skaitlis.
—¿A qué te refieres? —El joven chico le miró, sin conocer excatamente a lo que se refería.
—Los desiertos son áreas de tierra extremadamente secas y con escasas precipitaciones. Es uno de los biomas más importantes del mundo dada la variedad de plantas y animales adaptados a vivir en tales condiciones. También, se caracterizan por recibir escasas lluvias, lo que dificulta la supervivencia de los seres vivos. Sin embargo, en los ecosistemas que lo conforman, viven diversas especies de plantas y animales adaptados a las zonas de extrema sequía y aridez, empleando técnicas que les permiten superar la agresividad del medio.
—Eso significa que, si hay seres vivos capaces de vivir en este medio, por mucha adaptación que posean, necesitan de agua —Arma, parecía un niño descubriendo algo nuevo.
—El cactus, el escarabajo y las hierbas del desierto recogen agua condensada de la niebla nocturna, recogiendo gotitas del aire y filtrándolas a las raíces o reservorios —añadió Roderick, pensativo—. Las gotas de agua se acumulan en protuberancias repelentes al agua sin cera en la espalda de un escarabajo, luego se deslizan hacia la boca del escarabajo en la superficie plana entre las protuberancias, mientras que las hierbas del desierto recogen el agua en sus puntas, luego canalizan el agua hacia sus sistemas de raíces a través de los canales en cada hoja. Un cactus recolecta agua de las puntas de sus púas antes de guiar las gotitas por las espinas cónicas hasta la base de la planta.
—¡Pero eso signfica que tenemos que esperar toda la noche para recolectar agua! —Chilló Arma—. ¡Morirán de sed!
—¡Nadia va a morir! —respondió Skaitlis, en gritos.
—¡Cálmense los dos! —Rugió Roderick.
Como deben saber, los tres pasaron un par de minutos entre gritos, solo porque ninguno de ellos quería callarse.
—En fin... —dijo finalmente, Skaitlis—. Hay una forma de conseguir agua, pero no será tan sencilla.
Roderick y Arma le miraorn fijamente.
—Se dice que hay agua subterránea debajo de las capas de arena del desierto. Agua que se filtra cada vez que llueve. Pero se dice que está a muchos metros de profundidad.
—¿Y de que forma lo lograremos? No veo ni picos ni palas en este lugar —ironizó Arma, sin entender.
—No seas idiota —dijo Roderick, sin poder creer lo que escuchaba—. Solo debemos usar nuestros poderes —afirmó él—. El aire siempre ha tenido la capacidad de aumentar las llamas y potenciarla, debido a la presencia de oxigeno que este posee. Si unimos tu don, con el mío, crearemos una llamarada que será capaz de derretir la mismísima arena.
—Correcto —confirmó Skaitlis, con una amplia sonrisa.
Entonces, alejados un poco del campamento, Roderick inició:
—¡Fotovolída! —Llamas salieron de su mano, en dirección al suelo, impactando la arena.
—¡Anemostróvilos! —Le siguió Arma, y de inmediato el tornado de aire que se formó desde sus manos, se unió a las llamas de Roderick, lo que provocó una llamarada tal, que iluminó gran parte de la fría y oscura noche del desierto.
Al principio creyeron que no funcionaría, pero fue en cuestión de minutos que, entonces, el agua resurgió como un volcán. No solo se alegraron de que tuvieran agua para beber, sino que el agua fue suficiente para convertir ese espacio en un poso en el que pudieron bañar y tomar provisiones para el resto de su viaje.
Cuando comían junto a la fogata, Roderick interrumpió el silencio de los chicos, que degustaban del pequeño caldo de lagarto que Skaitlis había preparado.
—Debo confesarles algo —argumentó. Arma y Skaitlis se observaron por un momento—. La verdadera razón por la que estoy con ustedes es debido a que he venido a rescatar a mis dos hermanos. Hace años, el rey Zunubi los arrebató de la mano de mi padre.
***
—Ya estamos casi listos, majestad Iris —la voz carrasposa de Urasue, se pronunció en aquel sótano polvoriento.
Todo el lugar estaba abarrotado de estánteres con recipientes de cristal, lleno de ingredientes raros y extraños. Iris había dejado de detallar el lugar, en el momento en el que se encontró alas de hadas por un lado, ojos de trolls por otro, y no estaba segura, pero creía que uno de los recipientes tenía manos humanas cortadas.
—Los seres humanos son seres tripartitos, joven reina —dijo Urasue.
—No me llame así, hasta que no haya una ceremonia real, no puedo asumir mi propia cabeza como si tuviera una corona —argumentó Iris, quién en ese momento se sentía realmente alterada y conmocionada por lo que estaba a punto de hacer.
—Como desee, Iris, princesa de Fairyland —corrigió la vieja Bruja—. Como sea, el cuerpo humano está compuesto de alma, cuerpo y espíritu —tres cosas que conforman a un mismo ser. Muchas veces nos hemos preguntado, cómo es posible que un mismo ser sean tres cosas, pero la verdad es que no sabemos tal respuesta, solo sabemos que es así. La misma Gaia, se dice, que posee una trinidad que conforman un mismo ser. Este cuerpo, por ejemplo... —Urasue señaló la base de arcilla que tenía sobre lo que parecía ser una cama de piedra. Era el molde de una mujer joven, que a pequeños rasgos no se distinguián detalles, pero si que no era el cuerpo de una mujer adulta—... posee 35 litros de agua, 20 kilogramos de carbono, 4 litros de amoniaco, 1.5 kilogramos de Lima, 800 gramos de fósforo, 250 gramos de sal, 100 gramos de Nitrógeno, 80 gramos de azufre, 7.5 gramos de flúor, 5 gramos de hierro, 3 gramos de silicio y otros quince elementos; pero sin los dos elementos no físicos faltantes, este cuerpo no sería más que un simple muñeco.
—Los hombres de arcillas que suelo crear, no son más que homúnculos, que fueron determinado por un brujo primitivo llamado paracelso. Él, fue un hombre sabio que utilizó el uso de la ciencia como la alquimia, junto a la magia, creando estos "diminutos hombres".
—Parecelso afirmó haber creado un homúnculo al intentar encontrar la piedra filosofal, uno de cuyos beneficios era la "juventud eterna". Pero, la criatura no habría medido más de 30 centímetros de alto y hacía el trabajo normalmente asociado con los golems. Sin embargo, tras poco tiempo, el homúnculo se volvió contra su creador y huyó. Ese fue el fin de Paracelso. La receta para crearlo consistía en una bolsa de carbón, mercurio, fragmentos de piel o pelo de cualquier humano o animal del que el homúnculo sería un híbrido. Todo esto había de enterrarse rodeado de estiércol de caballo durante cuarenta días, tiempo en el cual el embrión estaría formado en el seno de la Tierra.
—Sin embargo, fueron otros brujos que siguieron con sus estudios, creando nuevas variantes. Una de ellas implicaba usar mandrágora. Se sabía que esta planta crecía donde caía al suelo el semen que los ahorcados que emitían durante las últimas convulsiones antes de la muerte. Además, sus raíces tienen una forma vagamente parecida hasta cierto punto a un ser humano. La raíz había de ser recogida antes del amanecer de una mañana de viernes por un perro negro, siendo entonces lavada y «alimentada» con leche y miel, y en algunas recetas, sangre, con lo cual se terminaría de desarrollar en un humano en miniatura que guardaría y protegería a su dueño.
—Flavia, una híbrido bruja-hada, consiguió un tercer método tomando un huevo puesto por una gallina negra, practicar un pequeño agujero en la cáscara, reemplazar una porción de clara del tamaño de una alubia por esperma humano, sellar la abertura con un pergamino virgen, y enterrar el huevo en estiércol el primer día del ciclo lunar de marzo. Tras treinta días surgiría del huevo un humanoide en miniatura que ayudaría y protegería a su creador a cambio de una dieta regular de semillas de lavanda y lombrices.
—Lo que nunca fueron capaz, es de llevar la magia alquímica hasta lo último de su potencial como yo lo hice. Ninguno de ellos conocía el concepto del espíritu y el alma, como yo lo hacía. Claro, ellos nunca habían viajado por los mundos, o habían reencarnado como otros seres, pero yo sí sabía de ello. De modo que, al conocer la magia alquímica, decidí proporcionar una mente a partir de mi propio espíritu, de esta forma, todos tendría una mente como la mía, y me obedecerían. Y el alma, era algo que no podía crear, de modo que decidí usar almas de seres que estaban luchando contra la muerte que, antes de dar su último aliento, me apropiaba de sus almas para usarlas.
—Suena terrible —afirmó Iris—. Es un método completamente impuro y págano.
—Lo es —contestó Urasue, con una sonrisa—. No voy a negártelo, pero es la única forma para que funcione.
—No podría ser capaz de robar el alma de otra persona, cuando se supone que una vez deja este mundo, debe volver a Gaia —confesó Iris, angustiada.
—Entonces, estamos de suerte —respondió la vieja Bruja—. En ese collar, el alma y el espíritu de Sybil están intactos.
—¿Eso quiere decir que solo necesita de un cuerpo? —La esperanza le volvió en el rostro, a la joven hada.
—Es correcto —dijo ella—. Pero nos llevará un par de tiempo conseguirlo...
Iris asintió, quitó su collar del cuello y se lo entregó a Urasue, cuando esta extendió su arrugada mano hacia ella. Urasue colocó el collar sobre el pecho del cuerpo de arcilla de la chica, y comenzó a recitar unas palabras que Iris sabía muy bien que se trataba de lenguaje antiguo.
Pero a su vez, una visión se presentó a sus ojos, y la voz de Urasue retumbó en su mente:
—Me temo que nos llevaremos un par de horas en terminar este asunto, así que continuaremos nuestro relato, princesa de Fairyland...
Arma, Skaitlis y Roderick, no estaba seguro de cuanto tiempo habían estado atravesando el desierto, pero sabían que habían pasado muchos días. La verdad, es que los chicos llevaban un mes, exactamente, desde que lo habían comenzado atravesar. Por suerte, la estrategia que la joven Skaitlis había dicho para conseguir agua, les permitió sobrevivir bajo tales condiciones, en relación al agua. No solo excavando sobre la arena, sino usando el roció de la noche, a través de los captus, y las sabias de los troncos de árboles que poseían las flores del desierto.
Además, transportarse ya no era un problema tortuoso. Skaitlis se la ingenió para crear pájaros gigantes que servían de medio de transporte para los chicos. Eso no solo permitiía que estuvieran menos cansados, sino que el equipaje no era problema llevarlo. Y debido a que los dibujos eran la clave de aquellos animales voladores, estos poseían, incluso, techos que proporcionaba sombra bajo el sol birllante de aquel mundo.
Una chica brillante, con un poder codiciable a ojos de cualquiera, si me permites decirlo —la voz de Urasue riéndose en ese momento, resonó en la cabeza de Iris—, lo siento... continuemos.
Pasada unas horas, cuando creyeron visualizar lo que parecían ser unas construcciones, pero que, a lo lejos parecían en ruinas, un enorme muro de tierra se levantó, irrumpiendo la arena. No estaban seguros, pero casi podían creer que aquellos muros medían alrededor de veinte metros de altura; su anchura, básicamente no se podía determinar a dónde terminaba, pues se curvaba. Lo que no sabía, es que en realidad se trataba de una muralla circular. Facilmente podía tratarse de un fuerte de combate, si se necesitaba.
Seguían volando, cuando sin previo aviso, estalactitas filosas fueron arrojados hacia ellos. Naturalmente, por el descuido, tales proyectiles impactaron sobre los pájaros, que no tardaron mucho en convertirse en tinta.
Cada uno, a su manera y usando su don, amortiguaron la caída. Y se dieron cuenta que, desde el suelo, las murallas se veían muchos más altas de lo que parecían verse en el cielo.
—Creo que alguien no quiere que avancemos —dijo Arma.
—Me parece que es la misma bienvenida que nos dio la aldea Vulkanieski —señaló Skaitlis, mirando de reojo a Roderick.
—Todo aquel que sepa del peligro que corre este mundo, no se atrevería a estar tranquilo si unos forasteros se acercan a donde habitan —contestó el chico, en su defensa.
—¿Aunque el primer ataque es el inicio de una guerra? —Cuestionó Skaitlis su argumento—. Que poca inteligencia para tratar asuntos de emergencias, entonces.
Roderick iba a continuar la discusión, pues comenzaba a creer que Skaitlis era demasiado soberbia, cuando de pronto la vio dibujar en el pergamino a gran velocidad a un elefante que, en cuestión de segundos, se transformó en una enorme criatura que, estaba seguro que medía dos veces el tamaño usual de estos.
—¡¿Y eso qué es?! —Chilló Roderick.
—Un elefante, idiota —contestó Arma.
—Lo sé, pero me refiero al lazo que tiene ese elefante —señaló Roderick, la cabeza de la criatura, que poseía un lazo muy femenino a la altura de sus orejas.
—Es una elefanta, así que le quise poner lazos ¿algún problema? —Skaitlis, estaba al borde da darle una cachetada a Roderick.
—Eres demasiado infantil...
—No me importa —contestó ella, respirando profundamente para no descontrolarse.
Unos segundos más tarde, la elefanta comenzó a correr hacia la pared, y cuando embistió con fuerza hacia esta, una enorme explosión ocurrió. Los chicos aprovecharon el humo y la capa de polvo que se había levantado, para correr en aquella dirección.
Atravesaron el muro, y se encontraron que, al salir de la cortina de humo, enormes rocas eran dirigidos hacia ellos.
—¡Yo me encargo! —Gritó Roderick, enviando bolas de fuego en dirección a aquellas rocas.
Por supuesto, el inútil chico no comprendía las leyes de la naturaleza. Aquellas rocas se incendiaron, y pasaron de ser piedras comunes a pequeños meteoritos que buscaban asesinarlos.
—¡Idiota! —Gritaron Arma y Skaitlis a la vez, al ver la estupidez del joven Vulkanieski.
—Si vas hacer algo, debes hacerlo bien, no tienes porque aumentarnos el peligro —dijo Arma, dando paso al frente, enviando poderosas cuchillas de aire, a cada roca, que las cortaron en dos.
—Es posible que crean que somos enemigos, si están usando la misma táctica que el pueblo Vulkanieski —dijo Skaitilis—. Tenemos que buscar una forma de acercarnos hasta ellos.
—Suena fácil decirlo, pero ¿alguna idea? —Preguntó Arma, pensativo.
—¡Claro! —Sonrió Skaitlis—. De la misma forma en la que hallamos agua, unan sus poderes y derritan esas rocas.
Arma y Roderick se miraron por un momento, y ambos sonrieron con malicia.
A partir de ese momento, cada roca que les era enviada, estos atacaban en conjunto para derretirlas en segundos. De modo que acercarse al pueblo no fue problema, bajo esa táctica. Entonces, cuando estaban a punto de llegar, observaron a una chica de piel blanca, ojos achinados, y cabello crespo, con muchas telas sobre su cuerpo que aprecían protegerle del sol. Algo típico de los hombres y mujeres que viven en el desierto.
—No permitiré que pasen más de aquí —la voz era tranquila, pero decisiva. Parecía confiada.
—No somos enemigos —señaló Skaitlis.
—¿Y cómo saberlo? —Ironizó ella.
—Yo soy el hijo de Rick Vulkanieski —se presentó Roderick.
—Y yo de Plucky Blizzard —añadió Arma.
La chica, por primera vez mostró una emoción: estaba impresionada al oir esos nombres, y contestó:
—¿Realmente son los hijos de los líderes de las aldeas de la región Blizzard y Vulkanieski? ¿Cómo es cierto eso? Si muchos forasteros y algunos aldeanos han dicho que es imposible atravesar esas tierras desde hace años, debido a un bosque oscuro que rodea la región.
—¿Te refieres a los árboles son patas? —Preguntó Roderick—. Me temo que los incendie —se avergonzó este.
—Debo confirmar que es cierto —agregó Arma, con la misma vergüenza.
—No puedo creerlo... ¿Eran árboles oscuros? Creí que era alguien quien producía dicha oscuridad —dijo la chica.
—¿Todavía crees que somos el enemigo? —Preguntó Skaitlis.
Ella lo negó.
—Síganme... Como deben haberse dado cuenta, eso que se muestra detrás de mí, no es un pueblo real, es solo una ilusión que óptica para hacer perder a los viajeros con malas intenciones hacia nuestra aldea —explicó la chica.
—¿Ilusión? —Preguntó Skaitlis, confundida.
—Sí, es común que existan espejismo en lugares de mucho calor como este desierto —comentó la chica—. Por eso, mi padre ha usado su poder para crear ilusiones que confundan a aquellos que buscan el origen de nuestras tierras.
En eso, la chica junta sus manos, y una enorme roca se removió entre la arena y se apartó a un costado, revelando una entrada subterránea, con unas largas escaleras que eran devoradas por la oscuridad.
—Esta es la entrada secreta a la Aldea Akmens.
Los tres chicos se miraron ansiosos. Lo menos que podían creer es que debajo de toda esa arena, había una aldea subterránea. Pero, la impresión fue mayor cuando, luego de minutos de descender por unas escaleras que parecían nunca acabar, no se encontraron con una aldea pequeña como lo eran Blizzard y Vulkanieski, sino que era mucho más grande que el pueblo Dinamo al que Skaitlis y Arma visitaron al inicio de su viaje. Se veía rica y próspera. Sus casas, a diferencia de lo que habían visto, eran de arcillas, con distintas formas extrañas como Tazas, téteras, jarrones, incluso piramidales. Todo el lugar podría ser oscuro por estar bajo tierra, pero era iluminado por faroles de aceite y fuego.
—Esto es...
—Impresionante —completó Roderick la frase de Arma.
—Es un sitio que no podría ser encontrado —dijo Skaitlis.
—Quisiera decir eso, pero lamentablemente el rey Zunubi tiene sus métodos para conseguir todo lo que habite en este mundo —respondió la otra chica.
—¿Cómo es eso posible? —Preguntó Arma, sin entenderlo.
—No lo sabemos, pero por eso me encargo de custodiar yo mismo la entrada del pueblo —contestó ella.
—¿Cuál es tu nombre? —Preguntó Skaitlis, esta finalmente a la jovencita.
—Mi nombre es María Akmens, hija del líder de este lugar —respondió orgullosamente.
Skaitlis, como era la única sin presentarse, lo hizo en ese momento. Por supuesto, ellos reconocieron que la chica no solo era importante por ser la hija del pueblo, sino que tenía poderes elementales como Roderick y Arma. Los mismos que Ichibi señaló como poderes especiales y únicos.
Llegar hasta la casa del líder, fue todo un espectáculo, no solo atravesaron calles abarrotadas de gente, comerciantes, tiendas y niños que jugaban feliz por todo el lugar, sino que visualizaron la riqueza de estos con piedras preciosas que adornaban los rostros y cuerpos de muchas doncellas, solteras y casadas, incluso habían hombres con oro sobre sus brazos.
—Ellos son ricos —murmuró Arma, boquiabierto.
—Al vivir en el subterraneo del mundo, podemos inspeccionar la tierra y hacer uso de la minería como fuente principal de trabajo. Por supuesto, eso nos permite tener riquezas que, tal vez, otras aldeas no pueden. Claro, este tipo de asuntos se manejas de forma interna, y evitamos que otras aldeas sepas sobre nuestros negocios —añadió María.
—¿Cómo es que el rey Zunubi no sabe de esto? —Preguntó Skaitlis sin entender.
—Tenemos razones para creer que sí lo sabe, pero creemos que alguien filtra la información —dijo María.
—¿Filtrar? ¿De qué manera? —Preguntó Arma.
—Es posible que alguien de informes sobre nuestra aldea en secreto al rey, pero que oculta la verdad sobre nuestra riqueza y se apropia de una comisión para ello —contestó.
Lo que María no sabía, es que la chica que filtraba tal información, era la misma Jezabel. Desde pequeña, esa pobre desgraciada tenía el corazón tan oscuro, como la mugre de mis uñas.
Encontraron al líder sentado en una enorme habitación, rodeado de telas y lujos, con doncellas a su alrededor, y a diferencia de María, su piel no era tan blanca, de hecho, todos en el pueblo eran de téz morena, solo ella era la distinta.
Claramente, María se encargó de presentar a los chicos delante del líder del pueblo. Y contó la forma en la que se habían conocido, incluso, les permitió que contara la versión de su historia y el motivo por el que viajaban.
—Es bueno conocer a los hijos de grandes amigos —dijo el líder—. Bueno, es un honor que hayan venido a mi casa. Llámenme, Smilsu Akmens. Lamento mucho lo que ocurrió en la región norte, en la Aldea Blizzard, muchacho —se sinceró el enorme hombre que, a diferencia de Plucky y Rick, no era musculoso, más bien era barrigón y flácido, aunque no por eso se veía poco intimidante. La verdad, es que era su altura, la que este imponía, pues medía mucha más de dos metros de altura.
—Pero supongo que no solo vinieron por vista, ¿no? —Arma, Roderick y Skaitlis se miraron, confundidos— Ustedes dos, son los chicos de la naturaleza, son la encarnación viviente de la profecía, junto a mi amada hija, María —dijo el hombre. En eso, una ilusión los arropó a todos ellos, y supieron que era obra de Smilsu—. Cuenta la leyenda que siete niños nacieron en una época oscura del Reino Elemental, de la capítal Ágape, los cuales traerán paz a este mundo y lo liberarán de las desgracias. Sus dones fueron dadas por la misma madre de todas las cosas, pero... de estos sietes chicos, los últimos cuatros serían la base real de este mundo: Fuego, Aire, Agua y Tierra. Tanto, Plucky, Rick y yo, sabíamos quiénes eran ustedes, cuando fueron entregados en nuestras manos. La orden era, "que debíamos entregarlos a las familias más pobres para que murieran de hambre", pero veo que Plucky y Rick se conmovieron de ustedes, cuando erán criaturas frágiles. Al final, yo adopté a María, como sus padres lo hicieron con ustedes.
—¿Nosotros traéremos paz? —Arma no podía entender aquello.
—Deben hacerlo —dijo Smilsu—. Es parte de su destino, y mi hija debe cumplir ese deber junto a ustedes.
—¿¡De qué estás hablando padre!? —Chilló María—. ¿Quién protegería el pueblo?
—El mismo que lo ha protegido siempre, antes de que tú llegaras a este lugar —respondió con brusquedad el hombre. Era obvio que, en sus ojos, no había perdón para aquel que le considerara un inútil—. No se te olvide que, el legado de proteger esta aldea me corresponde a mí, no a ti. Yo solo te he dado la liberad de hacer mi trabajo estos años, pero no significa que te corresponda.
—Papá, yo... no quiero dejarte, no quiero...
—Lamento que no puedes decidir en este momento —dijo el hombre, entristecido—. Pero definitivamente deben conseguir al cuarto integrante, aquel con el poder del agua, en la región Udens. Y solo asi, estarán en el paso real para cumplir con su destino.
Sí, definitivamente era una carga muy pesada la que esos niños llevarían. Pero sí algo es cierto en todos los mundos, es que nadie puede huir de lo que su destino le traza. Podrá este escoger diferentes caminos y distintas formas de atravesarlo, pero el final será el mismo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top