El Poder de los Elementos: La Nada

Capítulo 36

—¿Qué es lo que te sucede realmente? —Skaitlis le preguntó sin tapujos a Arma, puesto que llevaban dos días de haber salido de aquel pueblo y este solo le dirigía la palabra para cosas esenciales.

Es que la arrogancia del joven Arma, era un asunto que la misma Gaia, con otro nombre en ese mundo que revelaré más adelante, debía tratar en él. Y ese es el punto de toda esta travesía y aventura que ellos vivieron y que nosotros ahora vivimos, aprender para desarrollarnos y ser perfectos.

Arma se detuvo, bajó el rostro al suelo, y suspirando respondió:

—Hace tiempo he querido pedirte que me enseñes a pelear como tú lo haces. Me di cuenta que dependo demasiado de mis poderes. En esa batalla contra esa criatura, tu pudiste evitar la mayoría de sus ataques usando solamente tu rendimiento físico, yo apenas salí vivo de eso. Y de no ser por ti, creo que...

—Te la hubieras ingeniado para salir de ello —respondió Skaitlis, queriendo subirle los ánimos. Arma le miró directo a los ojos, por primera vez en días—. Yo te respeto Arma, por la capacidad resiliente que tienes para enfrentar los problemas. Por eso, estoy convencida de que en situaciones como esas, sabrás como dominarlo aunque tus métodos no funcionen.

El chico sonrió. Y Skaitlis se dio cuenta que era también la primera vez que le lograba ver una sonrisa sincera.

Viendo eso, Skaitlis soltó su mochila al suelo, y un segundo más tarde, había estampado a Arma contra un tronco con un puñetazo directo al pecho. Por supuesto, el chillido de Arma no fue tan varonil como creen.

—¡Oye! ¡¿Qué haces?! —Le gritó sin entender nada, pero no había terminado de decirlo cuando Skaitlis se abalanzo hacia él, con una sonrisa maliciosa.

—Me dijiste que te ayudara a pelear, pues eso hago. Y la forma más rápida, es presionándote como si fuera en una batalla real —respondió ella, enviando otro golpe directo a la cara, pero que Arma esquivó por poco a su derecha, enviando aire a sus pies.

—¡No uses tu don! —Le reprendió ella, ahora enviando una patada que le volvió a mandar lejos.

Arma cayó, esta vez no chilló, sino que agunató el golpe. Se quitó la mochila, y esta vez se colocó en posición de ataque. Skaitlis asintió, ahora si se lo iba a tomar en serio.

Claro, como sería evidente, Arma no quedó del todo tan bien en esa práctica. De hecho, la pasó muy mal. En esa oportunidad, Skaitlis solo quería demostrarle cuales eran sus debilidades y sus propias fallas, algo que descubrieron después, cuando las cosas se habían calmado y tomaban un descanso. Seguido de ese primer paso, comenzó a explicarle el estilo de lucha que esta realizaba. Eran artes marciales mezcladas con acrobacia y bloqueo de la energía que poseían los seres humanos conocido como Chi. Al bloquear el chi de una persona, los músculos de sus víctimas se vuelven inútiles e inhabilita su capacidad de Control por tiempo limitado.

Por supuetso, esto significaba que Arma debía pasar mucho tiempo de entrenamiento con la que ahora sería su maestra.

Pasado unos días y estando todavía en el bosque, Arma no dudó en preguntarle a Skaitlis algo que se le había formulado desde hace mucho tiempo:

—¿Por qué si siempre has tenido esas habilidades, no pudiste ayudar al pueblo y a mi padre? No me imagino que alguien pueda tener oportunidad contra ti.

—¡No te hagas ideas de lo que no sabes! —La amargura de Skaitlis por esa pregunta, fue notoria en ese momento.

—Lo siento, no quise...

—La verdad es que acabé con una centena de ese ejército —le interrumpió ella, mirando hacia la nada, recordando—. Claramente debía contenerme, porque nuestro pueblo no soportaría el poder de mis explosiones, y eso me llevó a no poder hacer más de lo que pudiera haber dañado. Sin embargo, ese general que el viejo Ichibi mencionaba, en realidad es un monstruo.

Arma le miró con curiosidad, no sabía que ella le había enfrentado. Ahora que lo meditaba bien, no le había pedido detalles de lo que sucedió en ese momento.

—El general que comanda al ejército, uno que estoy segura que eran más de mil, no solo creaba criaturas como esa con cada muerte que ocurría, sino que tiene el poder de llevar a sus victimas a mundos infernales que nadie conoce. En el momento en el que tu padre quiso infrentarlo, sumergió a todo el pueblo en un mundo distinto. Todo el lugar, se llenó de fuego y lava, cada persona asesinada por el ejército, se convertía en crituaras tan horripilantes como la bestia a la que enfrentamos.

—Los gritos de los niños asesinados, las mujeres y algunos hombres, es algo con el que sueño en cada noche, Arma. Me asusté tanto, que cuando vi a tu padre caer, quise enfrentarlo yo misma, pero mi padre se obstaculizó y presionó mi punto de presión cerebral, tocando mi frente, y caí desmayada. Él me impidió luchar. Él sabía que iba a morir si le enfrentaba y prefirió hacerme pasar por uno de los muertos, de hecho, llevaba rato haciéndolo con la mayoría de las personas, para hacerle creer al enemigo que había cavado con todos.

—¿Eso quiere decir que todos los sobrevivientes siguieron con vida por tu padre? —Preguntó él, sin poder creerlo.

Ella asintió.

—Mi padre los desmayó, y antes tantos muertos, estos no percibieron que quedaron sobrevivientes.

—Lo siento mucho —se disculpó Arma, al creer que ella se había quedado de brazos cruzados. Si alguien había sido realmente un héroe, ese había sido el padre de Skaitlis.

—No creas que fuiste el único que perdiste a alguien allí. Tú perdiste a tu padre, yo perdí a ambos. Mi madre murió intentando salvar a los heridos y mi padre, al intentar enfrentar al general como el tuyo. Y todavía así, no veo a la venganza como una opción.

—¿¡Qué haces aquí entonces!? —no se contuvo a Arma, al ver que le recriminaba ahora sus motivos.

—Vine ayudar a un amigo —respondió ella, con toda sinceridad.

Como deben saber, esa respuesta fue suficiente para sumergir a Arma otra vez en su silencio. Y de hecho, los entrenamientos después de ese momento, fueron mucho más duros, pues para ambos, era la forma de drenar todas las frustraciones que ambos sentían.

Un día, encontraron una pequeña aldea en el interior de aquel bosque. Claro, como estaban fuera de la región Blizzard —de hecho, ya no sabían donde se hallaban—, los árboles de aquel sitio ya no era pinos, sino enormes samanes que desplegaban sus ramas como tratando de cubrir la tierra del sol o de la luna, y aunque hacía del lugar un área densa, en realidad, los candelabros de fuego que estaban en la aldea los iluminaban como si fueran los vigilantes de todos ellos. Eran enorme luciérnagas de fuego esos candelabros. Pero la aldea era tan pequeña, como lo había sido Blizzard.

No había llegado a la entrada de la aldea, cuando siete flechas encendidas en sus puntas, habían sido enviadas hacia su dirección.

Naturalmente, Arma usó su campo de aire para cubrirlos y desviar las flechas hacia la dirección en la que habían sido enviadas. De esa forma, descubrió que el chico que las había enviado, estaba solo a varios metros, sobre las ramas de unos de los árboles. Lo impresionante fue ver, que este con un solo movimientos, atrapó con sus manos las sietes flechas, en un movimiento elegante y danzarino.

—¡Es bueno! —dijo Skaitlis, viendo sus movimientos.

Arma se dio cuenta, por eso, no podía permitirse acercársele, pues él todavía no era bueno con el combate cuerpo a cuerpo. La mirada de aquel chico era altiva. Su cabello era castaño y, tal vez, de la misma altura que Arma. Su piel era mucho más acanelada que los que vivían en la región Blizzard, y era tan delgado como ellos.

Con un movimiento, este hizo que las siete flechas se consumieran con fuego, y de ellas, creó varias bolas de fuego que las arrojó hacia ellos, pero de una forma que, obligaba a los dos defenderse por su propia cuenta. Skaitlis que desde hace unos segundos había tomado su pergamino y la tinta, dibujó un enorme escudo que la cubría por completo, en donde recibió los primero impactos de aquellas bolas de fuego, sin recibir daño. Por su parte, Arma no solo envió repitadas ondas de aire que consumieron el fuego, sino que envió otras hacia el chico en su defensa.

Y aunque este esquivó todas ellas usando las ramas del mismo árbol, para correr y moverse, no se percató que Skaitlis había dibujado dos serpientes que se colaron por el terreno hasta el árbol, los cuales, en un momento de descuido —puesto que estaba evitando los ataque de Arma—, tales serpriente le sujetaron y le amarraron. El chico cayó al suelo.

Lo que Arma no percibió, es que Skaitlis había sido rodeada por más de cinco sujetos, todos armados. Sabía que, si estos no tuvieran la distancia que tenían, Skaitlis habría podido safarze, peor habían sido cuidadosos.

—¿¡Ustedes pertenecen al ejércitos del rey Zunubi!? —Gritó uno de ellos.

Arma y Skaitlis se miraron, y se dieron cuenta que solo estaba siendo precavidos.

—No, nosotros venimos de la Aldea Blizzard.

Los hombres se miraron,y de pronto un hombre fuerte, pero que su cabello pintaba algunas canas, apareció desde otro punto. ¿Cuántos eran lo que les observaban en realidad?

—Bajen sus armas, son aliados —dijo el hombre.

—Señor, ¿pero cómo está seguro de ello? —Preguntó uno de estos.

—Si vinieran por parte de Zunubi, ya estaríamos muertos —dijo el hombre.

Dicho eso, los hombres bajaron las armas, y Arma se dio cuenta que al menos cien hombres más, habían salido de sus escodites. Habría sido imposible ganar de esa forma. Pero, lo que llamó realmente su atención era el chico que gritaba cosas sobre el suelo, pidiendo ser liberado. Algo que Skaitlis hizo de inmediato.

—Lamento mucho sus pérdidas —dijo el que parecía ser el líder—. Sabemos todo lo que el rey Zunubi hizo a su aldea. De hecho, se corre el rumor de que está cazando a todas las aldeas pobres de este mundo. Por eso, tenemos métodos para defendernos.

—Pero, ¿cómo es que luchan sabiendo que van a perder? —Preguntó Skaitlis.

—Porque es preferible morir luchando que morir sin hacerlo —respondió el hombre—. Me presento, soy Rick Vulkanieski, el líder de esta aldea. Y él es...

—...su hijo —añadió Arma, mirando fijamente al chico del don, que se había acercado.

—¿Cómo lo sabes? —Cuestionó el chico.

—Por qué has sido el único que ha hecho uso de un don... y uno elemental —contestó Arma.

Arma descubrió en ese momento que, posiblemente todos conocían las intenciones del rey Zunubi. De ser así, tenía lógica porque su padre le ocultó del ejército. Algo sabían ellos que él y Skaitlis no conocían.

—Me llamo Arma Blizzard...

—Y yo soy Skaitlis Nice...

Dijeron los dos chicos presentándose a ellos, con una amplia sonrisa.

—Me llamo Roderick Vulkanieski —confirmó el chico, mirando a su padre.

Como ya deben de saber, ese inicio permitió que Rick invitara a los chicos a su hogar. Lo interesante para los chicos de aquella aldea, no solo eran los faroles y candelabros que tenían todo el lugar, debido a la misma oscuridad que proporcionaban los árboles, sino que parecía que a cualquier hora del día, era de noche, aunque notaban la diferencia del tiempo, por la oscuridad se cernía más, en la medida que pasaban las horas. Lo otro, es que las casas a diferencia de la Aldea Blizzard que eran construida de bambues y rocas, estaban hechas de madera por completo. Y las vestimentas en vez de ser de lana como la de ellos y el pueblo Dinamo que habían visitado, eran de pieles parduscas y más rigidas.

Estaban sobre la mesa, con la esposa de Rick sirviéndoles comida, cuando el líder decidió preguntar:

—¿Cúal es el motivo de su viaje?

Skaitlis y Arma se vieron, y la chica decidió disfrutar de la comida. No tenía intención de explicarles los motivos reales. Creyó que Arma no lo comentaría, pero se sorprendió al darse cuenta como estaba contando todo lo que habían vivido hasta ahora, omitiendo, claramente sus conversaciones entre ellos, aunque si contó la que tuvo con Ichibi.

—¿Hacer justicia, eh? —Meditó un momento Rick. Roderick, aunque no parecía atento a la conversación, en realidad si lo estaba. Su esposa, estaba horrorizada de lo que ellos habían vivido—. ¿Y cuando tienes pensado partir de este lugar?

—Mañana mismo, si nos permiten quedarnos hoy —respondó Arma.

—Son bienvenidos quedarse el tiempo que gusten —dijo la señora Vulkanieski, y su esposo lo confirmó.

La comida no pasó a más hasta ese momento. Una vez terminaron, fueron a descansar todos.

Y como Arma lo había dicho, la mañana siguiente se habían preparado para salir nuevamente. Pero, se sorprendieron de ver como la señora Vulkanieski se las arregló para que estos se llevaran provisiones para su viaje. Era demasiado, Arma y Skaitlis sabían que, al menos necesitaban un tercero para poder llevarlo. Era una pena que no pudieran tomar todo lo que le ofrecían.

Sin embargo, no entendieron cuando vieron a Roderick, el hijo de Rick, con una mochila de viaje iguales a las de ellos. Incluso, tomó la provisión restante que iban a dejar.

—¿Qué haces? —Preguntó Arma, sin entender.

—Iré con ustedes —dijo él—. Ayer mi padre y yo meditamos lo que comentaste, y creemos que es buena idea que les acompañe en su viaje.

El chico habló, pero no parecía tan convencido, pues soltaba miradas hacia su padre, como si le cuestionara esa decisión.

—No queremos que hagas algo de lo que no estas seguro. Nuestro viaje no será sencillo y puede que lleve mucho tiempo para volver, ¿estás seguro? —Skaitlis se compadeció de él, pero debía ser sincera.

—Solo sé que tengo que cumplir con mi destino —dijo, Roderick mirando entristecido a su padre.

—¿Y quién va a cuidar de este pueblo sin ti? —Preguntó Arma, alarmado.

—No me consideres tan inútil, Arma —dijo Rick, y juntando sus palmas, hizo que los árboles que cubrían la aldea sotaran hojas que, se movían a voluntad de Rick.

Por un momento, parecía un espectáculo ver como danzaban en el aire y se movían de forma hipnótica, pero cuando una de las hojas rosó la mejilla de Arma, se dio cuenta de la letalidad de esta, pues un corte se formó sobre este.

—¿Es un don elemental? —Preguntó Skaitlis, sin entenderlo...

—No —le corrigió él—. Los dones elementales crean las cosas de la nada. Yo, solo controlo las hojas de algo que ya ha sido creado. Es la diferencia entre tú, Arma, y mi hijo Roderick. Ambos crean cosas de la nada.

—Igualmente podría no ser suficiente, ustedes necesitan toda la ayuda posible para....

—No sigas —dijo Rick, interrumpiendo a Arma—. Es necesario que mi hijo les acompañe. Es necesario que ustedes busquen la paz que requiere este mundo...

***

—¿Qué haremos exactamente? —Iris susurró a la cucaracha mientras el relato continuaba y todos parecían absorto a la historia. Ella también estaba interesada en conocerla, pero... debía admitir que Sybil le urgía más.

—Veo que eres tan perceptiva como yo —dijo la cucaracha, ruisueña—. Huiremos en este momento, y ellos no sabrán tan siquiera.

Iris asintió. Lo que nadie percibió, incluyendo la Jezabel misma, es que Urasue, en su forma de insecto, forjó una película invisible a través de las bacterias que segregaba para formar un caparazón arcilloso que tuviera la misma forma, y postura de Iris. De esa forma, al crear un portal, nadie se dio cuenta de la desaparición de esta.

A dónde llegaron estas, fue en el mismo punto donde estaba la cabaña de Urasue destruida. Naturalmente, no solo estaba la cabaña destruida. Había un símbolo mágico quemado en el suelo que, cuando Urasue volvió a su forma natural y al ver el mismo símbolo, sonrió. Eso explicaba el monton de cuerpos arcillosos y de cadáveres que estaban en la zona. No había ni uno levantado, pero los jadeos en el fondo se escucharon.

—¿Qué ha sucedido aquí? —Preguntó Iris horrorizada, al ver aquella escena tan devastadora.

—Parece que algunos lograron escapar, pero cumpliendo con el cometido que les he pedido —dijo la Bruja, con una amplia sonrisa. Arrastando sus pies hacia los jadeos.

—¿A qué te refieres? —Preguntó Iris, sin entender. Detallando con precisión, con la yema de sus dedos, el círculo mágico.

—Estos hombres que han muerto hoy, era lo que quedaba del ejercito del reino Diamante que cazaba a criaturas como nosotras.

—¿Qué les pasó? —Iris estaba asqueada del olor, de los desmembramientos que habían de un lugar a otros, y de los que murieron con el pavor sobre sus miradas emblanquecidas y rostros pálidos.

—Tuvieron el infortunio de visitarme —dijo Urasue—. Hace unas horas, tal vez, antes de irte a buscar, conocí a varios de tus amigos... Lance el valiente, Yami la engañadora, Kimiko la inteligente y Dani el fuerte...

Iris la miró preocupada.

—¿Le has hecho algo?

—Claro que no —dijo Urasue—. ¿Quién podría contra ellos? Soy una bruja anciana que no tiene el poder para enfrentar a los elegidos, como esa bruja de Jezabel.

—¿La conoces? —Preguntó Iris, sin entender.

—Claro que la conozco —dijo Urasue—. Pero de otros mundos. En otro lugar, me llamaban la reina Sharia. Tuve el infortunio de creer en un hombre muy malo, de una gran amiga que me sucedió en el trono, pero el problema real no era ese hombre o mi amiga; de hecho, ella gobernaba como nunca nadie lo había hecho, el problema era la hija de su tío, Zunubi...

—Jezabel... —completó Iris, impresionada—. ¿Ella proviene de tu mismo mundo?

—Sí, y la historia que narra me la sé mejor de lo que ella pudiera contarte. De hecho, yo misma te la narraré para que no te pierdas de esa información tan valiosa...

Urasue en ese momento, miró a los ojos de los tres caballeros moribundos que jadeaban desde hace rato en el suelo —naturalemnte se trataban de Dord, Hier y Bron—, y agrachándose, colocó uno a uno la punta de sus dedos sobre la frente de esto, y murieron. Pero antes de hacerlo, desprendieron una energía blanquecina que brillaba con fuerza.

—¿Los asesinaste? —Preguntó Iris, asustada. ¿En qué se había metido?

—De igual forma iban a morir. Además, no están muertos del todo —explicó ella—, es como lo que hiciste con Sybil... son sus almas, las mismas que puedo usar para crear hocumunculos perfectos.

—¿Hocumunculos? ¡Eso es magia infernal! —chilló Iris, escandalizada.

—Lo sé, y es la misma que usaremos para resucitar a Sybil, si es que realmente estás dispuesta a pagar el precio por la única persona que ha demostrado amor hacia a ti, como el cabellero que te acompña, su nombre es... ¿Fierce?

Iris asintió.

—¿Qué precio es ese? —Preguntó, entristecida.

—La verdad no tengo idea del precio que debe pagar un hada... Nadie lo sabe —respondió Ursaue.

—¿Y tú que pagaste?

—Perdí la oportunidad de tener hijos —dijo ella, con una amplia sonrisa—. Lo bueno de eso, es que solo vivo por mí y para mí, como siempre. Bueno no, antes fui una persona buena —añadió.

—Entonces no perdiste nada más que tu útero —le recriminó Iris.

—¿Y estás dispuesta en perder algo por tu amiga? —Preguntó Urasue, riéndose de la ironía de esta.

—¿Qué ganas tú con esto?

Iris estaba mortificada. Quería ayudar a Sybil, pero estaba la duda de qué tanto podía perder. ¿Acaso, perdería a Ferce? ¿Perdería su conexión y su amor? ¿O sería su magia?

—Yo ganaré el poder para derrotar de una vez por todas a Jezabel. Consumiré su alma y su magia.

Iris se pasmó de ese hecho. No conocía a la bruja que estaba delante de ella. No creía que fuera confiable pues, revisando el símbolo mágico, encontró rastros de que la magia de Kimiko y Yami. Era seguro que ellas usaron ese círculo para protegerse de algo. Además, podía ver sobre los cuerpos, rastros de los polvos alquímicos, de modo que tuvieron que enfrentarse a los cazadores de los que tanto había escuchado cuando era niña. ¿Estarían bien? ¿Y qué si ella les puso una trampa para matarles? Pero Sybil... su dulce amiga Sybil. Le prometió ayudarla. No podía dejarle en las condiciones que estaba.

¿Realmente estaba dispuesta a perder?

Suspiró, miró a Urasue y dijo:

—Está bien, voy hacerlo.

—Bien, mientras voy preprando mis utensilios y las cosas que necesito, te echaré el mismo cuento que Jezabel narraba.

Diciendo eso, la bruja guardó las almas de aquellos caballeros en su pecho, y se dirigió hasta lo que había sido la cocina de la cabaña, y removiendo un par de gabinetes, encontró una trampilla que descendía en una escaleras.

—Ven conmigo...

Iris le seguió, y allí comenzó la bruja a contar:

Una vez que ese niño, Roderick se les unió a Arma y a Skaitlis, el viaje no mejoró del todo para ellos. Y aunque, en primera instancia, podían verse como un grupo poderoso, nunca pensaron en el infortunio que tendrían al enfrentarse, cinco días después, contra aquella criatura que nació del evento Fada: La Nada.

A medida que caminaban, y habiendo salido de la Región Vulkanieski, no se dieron cuenta que el sendero que tomaron, los guiaría directamente al Centro del Abismo. ¿Sabías que todos los mundos tienen un centro de esto? —Iris, quien escuchaba lo negó—. Bueno, ellos tuvieron el infortunio de conocerlo.

Los bosques de esa región, permiten una oscuridad infernal que nubla en su totalidad la visión. Pero ese no es el problema, todo aquel que intente encender una luz, despertará los horrores que dormitan en la oscuridad del Abismo.

—No se separen chicos —dijo Arma, al ver que la oscuridad descendía.

—Esto no parece común —agregó Skaitlis, preocupada.

Cuando tuvieron algunos tropezones, Roderick que, parecía ser más impaciente que el resto, rugió:

—Si la oscuridad es el problema, no hay nada mejor que el fuego para iluminar nuestro camino. ¡Nychterinés pygolampídes!

De inmediato, una decena de llamas les rodeó, y sí, iluminó parte del camino, pero en un segundo, una ventisca pasó y apagó todas estas.

—Parece que hay mucha corriente de aire —Roderick mencionó, con el entrecejo marcado aunque nadie le vio.

—Creo que puedo ayudar un poco con eso —la voz de Skaitlis se escuchó, pero lo que no notaron fue cuando se detuvo, sacó su pergamino y su tinta, y por puro instinto dibujó tres cajetillas de farolas.

Les dio vida, y las entregó a Roderick, quien usó esta para encender el fuego y protegerla del aire. Naturalmente, el sendero se volvió a iluminar y servía para caminar, y aunque el viento sopló y sopló, estas permanecían intactas.

—¿A dónde nos llevará este sendero? —Preguntó Skaitlis curiosa, de ver que llevaban horas y nada parecía cambiar.

—No lo sé —dijo Arma, un poco paranoico para ese momento.

—Lo que sé es que ya no estamos en la región Vulkanieski, miren los árboles —dijo él, iluminando uno de los arboles de su costado, mostrando que eran árboles sin vida en ellos. Eran enormes, pero no estaban llenos de la hojas habituales, completamente desnudos y con cortezas que a simple vista parecían que iban a caerse, pero, al tocarlos, se dieron cuenta que seguían estando firmes.

—Creí que la densidad del bosque se debía a sus hojas —confesó Arma.

—¿De dónde proviene entonces, todas esta oscuridad? —Skaitlis levantó su farola para ver si veía el cielo, peor hasta allá no llegaba la luz.

Entonces, finalmente una voz que, así como la de Gaia trae temor, esta es capaz de enviar una corriente de miedo que paraliza hasta el alma más esperanzada de este mundo:

—¿Quienes trata de aniquilar mi oscuridad? ¿Quienes osan despertarme?

Por supuesto, un enjambre de murciélagos les barrió, y fue gracias a Arma al crear un campo de aire, que se protegieron de estos.

—¡¿Quién hablo?! —rugió Roderick, asustado.

—¡¿Quién esta ahí?! —Esta vez fue Arma.

Los tres chicos movían los faroles de un lado a otro para ver quien se ocultaba entre ellos, y unos segundos que, parecieron eternos, apareció un hombre de ojos amarillos como la de las serpientes, aspecto pálido, casi cadavérico y una cabellera tan oscura y brillante que parecía ser la misma brea.

—¿Quién eres? —Preguntó Arma, apretando con fuerza el farol. Pues creía que se le iba caer en cualquier momento—. ¿Acaso eres parte del ejército de Zunubi?

—Insolente —la voz aspera, adormilada y siniestra de aquel hombre se escuchó nuevamente. Lo impresionante era, que parecía que su sonido provenía de todas partes, aunque era él quien gesticulaba—. No me compares con las criaturas que habitan este mundo. Yo soy el dios que consumirá todo...

Los chicos retrocedieron un poco. Había algo en la mirada de este que lo hacía ver inhumano por completo. Entonces, cuando vieron como los ojos de aquel ser pasaron de ser amarillos a negros en su totalidad, Arma gritó:

—¡Apaguen sus faroles!

Nadie dudó en hacerlo, aunque la desventaja la tenían ellos. Decidieron ocultarse con lo primero que sus manos sintieron. El tiempo pasaba, pero la espera es lo peor que se podía tener cuando se estaba en una situación de urgencia. El sentimiento que tenían los tres era de muerte, y no entendían por qué.

El primer grito que se escuchó, fue el de Skaitlis. El sonido fue tan terrible y desgarrador, que Arma temió que su estrategia hubiera sido el primer paso para llevarlos a la muerte.

¿Morirían allí?

Arma, decide hacer uso de su campo de aire. Si algo provenía hacia él, su barrera de aire podría darle al menos una oportunidad de acción. Entonces, escuchó sonido alfondo. Estaba seguro alguien correteaba.

—Chiquillos tontos, no hay forma de esconderse y escapar de mí —dijo aquel hombre, con una risa siniestra al final.

No podía asegurarlo del todo, pero estaba seguro de que Roderick estaba luchando, pues escuchaba sus jadeos, y en uno que otro momento, vio como en ciertas zonas se iluminaba. Estaba luchando.

El grito de Roderick se lo confirmó. Colocó sus dedos a la altura de su nariz como siempre, e hizo que una ventisca recorriera toda la zona en la que estaba. A través de eso, pudo guiarse hasta el cuerpo de Skaitlis y, al acercarse a ella, se dio cuenta que tenía una fuerte contusión en la cabeza, pero estaba viva. La tomó en su hombro, y comenzó a moverse sigilosamente en dirección donde estaba Roderick, debía ayudarle de cualquier forma. Cuando se acercó lo suficiente, vio al chico con los brazos envuelto en llamas, y aunque buscaba una forma de golpear al otro sujeto, este parecía divertido esquivando sus ataques a una velocidad impresionante, mientras golpeaba a este cada vez que podía.

—¡Al infierno con esta oscuridad! —Chilló Roderick, desesperado y añadió—. ¡Ifaisteiakí ékrixi!

De inmediato, el cuerpo de Roderick se llenó de llamas, y con ellos, montones de estas salían disparadas sin dirección alguna. Esto hizo que aquel hombre retrocediera para evitar algún daño, y un minuto después, los arboles comenzaron a incendiarse. Lo impresionante, fue ver como los arboles al recibir el contacto de las llamas, aprecieron quejarse, y segundo después, muchos se levantaban de la tierra y corrían despavoridos.

Estaban vivos. Lo que ellos no sabían, es que los arboles cuando arropaban a una persona, se movían a la par de ellos para que, de esa forma, nunca salieran de la oscuridad que ellos mismos generaban. Obviamente, eso resultaba en que nadie pudiera escapar. Pero no contaban con que el chico en llamas, enloqueciera de aquella forma.

Por supuesto, como el poder del fuego es tan destructivo como la oscuridad cuando enloquece, no tardó mucho tiempo para que todo aquel bosque comenzara a quemarse. Eso creó una estampidas de arboles que no deseaban morir, pero que aquel hombre no parecía importarle.

Increiblemente, aquel sujeto se acercó con tranquilidad, y pese a que Roderick envió decenas de fuego y esto impactó directamente en él, nada le hizo daño. Fue allí cuando Arma se dio cuenta, que solo estaba jugando. Entonces, vio como este tocó la frente del chico, apareció por un momento un símbolo que, al instante, desapareció, de hecho, Arma se cuestionó si lo que vio había sido real.

Roderick cayó desmayado en ese momento, y Arma, haciendo uso de su poder, envió una onda de aire que impulsó a aquel hombre hacia tras. Y con la misma convicción, usó la misma corriente de aire para atraer el cuerpo de su compañero hacia él mismo. Una vez tenía el cuerpo de este sobre su otro hombre, supo que debían escapar de aquel bosque movible en llamas, enloquecido, asi que, enviando aire a sus pies, y ahora viendo los senderos por las llamas, decidió huir.

Por supuesto, la nada le dejó escapar. Era parte de sus propios planes. Esa fue la primera vez, que él estuvo en contacto con dos de los escogidos de ese mundo.  

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