El Poder de los Elementos: La Leyenda
Capítulo 33
Había una vez, en un mundo más antiguo que Nauseabea, en el tiempo del nuevo pacto sobre el Reino Elemental, en la ciudad capital Ágape, donde muchas personas nacían con dichos dones, así como el mundo que hasta hora han conocido; se creía que estos poderes eran dados por un Dios universal con la capacidad de manipular la materia y la antimateria, el cual al mismo tiempo podía crearla.
Por lo que, era quien tenía el pleno control de todo lo creado.
En este reino, el bien gobernaba bajo el mando de la Reina Alheri; una mujer poderosa, de ojos y cabello plateado, con una tez canela muy refinada y de gran belleza. Muchos la comparaban con el resplandor del amanecer, por su calidez y el amor con el que reinaba.
Este reino tenía la particularidad que su antigua Reina, Sharia, seguía con vida; una mujer que aun con sus años de vida, poseía una juventud natural, pero era su cabello rojizo y los ojos azules, los cuales más destacaba; no dejando de mencionar lo respingada que esta era y su piel blanca; con una voluntad de Justicia innegable e indoblegable, aún de su propio sentir. Pero, esta había cedido su reinado hace muchos años atrás.
En un momento de la historia, un fenómeno mágico y atmosférico al cual llamaron Fada, destruyó una cuarta parte de la ciudad. El paisajismo de aquel lugar se convirtió en una triste realidad, en donde muchas familias enteras quedaron en las calles. Los hermosos lugares del reino dejaron su belleza, pues la destrucción avasalló contra ella. Durante este evento, la Reina Sharia desapareció del palacio real, nadie supo a donde había ido o qué le había ocurrido y no se halló rastro de su paradero por muchos años.
Lo que ellos no sabían, es que el acontecimiento había dado origen a una criatura que, en el mundo que ustedes conocen, le llaman Nihilismo. Apareció de la nada, como un niño recién nacido en medio de un bosque, en las profundidades más oscuras de la tierra. La Fada había sido el evento más terrórifico de ese mundo, y ellos no lo sabían. Ilusos...
¿Quién era? ¿Y de dónde provenía?...
Cinco años después desde el evento Fada, la ciudad no había vuelto a ser la misma desde entonces. No solo sus hermosos paisajes se marchitaban progresivamente, sino que su clima había perdido el resplandor vivo, y cada día numerosas tormentas suplantaban la luz del sol.
Los ciudadanos cada vez se sumergían en el conformismo y, sus metas y aspiraciones se desvanecían, mientras la ansiedad aumentaba y comenzaba a reinar en sus corazones. Era como si la Fada había sido un agujero negro que desintegró todo con el pasar del tiempo.
Cada niño naciente, crecía con una conciencia completamente diferente a aquellos que habían vivido una época completamente distinta; su cultura y su identidad como ser, se iba perdiendo mientras la nostalgia crecía y llenaba de tristeza las almas de las pobres criaturas que no entendían, que no sabían.
La reina Alheri, en vista de la situación, se dio cuenta que su reino iba hacer destruido. También, tenía la sospecha que su mundo estaba a punto de colapsar. Por eso, tomó una decisión: ir en busca de la reina Sharia ella misma.
Claro, ella sabía que Sharia era la única esperanza de salvación para ese mundo.
Y para no dejar al reino desolado, dejó a cargo a su tío Zunubi; un hombre anciano de ojos grises; de tez tan blanca como la nieve, delgado y muy alto, con un sentido de grandeza por su sangre real.
Sus pensamientos eran siempre contrarios a la reina y su suplencia al trono traería consecuencias. Por supuesto, era la oportunidad perfecta para ese hombre y su hermosa y fría niña. Lo peor para aquella nación fue, que desde aquella partida, jamás se volvió a ver a la Reina...
Pobrecita...
Transcurriendo 10 años durante el reinado ilegítimo de Zunubi, la ciudad real se había destruido por completo y solo quedaban sombras de lo que en un tiempo esta había sido. La pobreza y la miseria inundaban las calles.
Entonces, algo terrible creció en los corazones de ellos y su mente: mientras el bien reinaba el pueblo siempre estará alegre; más cuando el mal se apoderaba, el pueblo gemiría. Eso era una falacia contra lo que el rey suplente buscaba hacer y contra su adorable hija.
Ante esa estúpida convicción, muchos guerreros, nobles y feudales se alzaron en contra de la corona, pero todos perecieron por inútiles. El poder del malvado rey era mucho mayor, aun en medio de grandes guerreros. La desesperanza, la tristeza y el temor, invadieron el pensamiento de muchos, hasta que un día, tan solo dejaron de intentar de vencer al Rey y solo aceptaron su condición jurando su lealtad al rey.
Cinco años más, y otro fenómeno en la ciudad ocurrió. Este era completamente diferente al evento Fatan. En su momento no lo entendía, yo era demasiado joven, pero mi padre maldijo una y otra vez a Sharia, estaba seguro que tenía que ser culpa de ella. A diferencia del Fada, dio esperanza para aquellos que lograron observar la maravillosa vista que este causaba; siete rayos de luz a travesaron las fuertes nubosidades que suprimían a la ciudad, haciendoles recordar lo que era tener sol. Y es que ninguna luz natural entraba en ese sitio desde hacía mucho.
Estos rayos cayeron en siete puntos diferentes dentro de la ciudad, y esto se debía a que, en cada punto seleccionado, nacían siete niños al mismo tiempo. Las personas que observaron el evento, se alegraron de tal manera, que llamaron a aquel evento Fatan, pues traía salvación.
Pero que desgracia para dos de ellos. Lo recuerdo muy bien. Eran dos chicos. Muy jóvenes, a decir verdad. Estaban muy cerca del palacio real y. desde allí, habían observado lo sucedido.
Todavía recuerdo como vociferaban sin miedo, sus agradecimientos por lo que estaban observando, gritando que pronto vendría algo mejor, no para la ciudad sino para el mundo entero. "¡El tiempo del oscurantismo ha acabado!".
Los ilusos, entraron al palacio real sin que los guardias reales los observaran, pues era costumbre presentar a cada niño nacido de la ciudad al rey, para luego este decidir sobre su destino; la mayoría era reclutado desde sus nacimientos para la conformación del ejercito especial del rey, sólo de esa manera mantendría el régimen con muchísima más facilidad.
¿Cómo sabían ellos que en esos siete puntos habían nacido siete niños? Sin embargo, allí estuvieron, ocultos entre los muros del salón principal.
Por supuesto, al cabo de unas horas, los padres de cada niño se encontraron ante el rey. Éste no estaba al tanto del evento Fada, por lo que nunca le dio importancia. Y queriendo realizar una de las funciones que la reina Sharia acostumbraba hacer: decidir que don le daría a cada niño, se presentó en el salón como de costumbre.
Ahora era el rey Zunubi quien tenía esta potestad y se aprovechaba de ello, esclavizando a los hijos de los nobles para volverlos marionetas reales y algunos padres los convertía en sirvientes, ante una deuda impuesta injustamente. Era divino su trabajo. Sin mencionar que muchos de los dones que entregaba eran inútiles o eran muy peligrosos, el cual usaba para sus propios beneficios.
Como era de esperarse, los padres de aquellos chiquillos estaban asustados ante la presencia del rey. Y este luego de hacer la ceremonia habitual de costumbre, decidió que no daría ningún don a los niños y que debían retirarse de su presencia.
Sin embargo, la terquedad de estos seres era tan grande como su propio orgullo. Los padres imploraron por misericordia y pidieron al rey que reconsiderara su decisión. Zunubi sonriendo, respondió:
—¿Tanto añoran que sus hijos sean útiles? —Ellos asintieron—. Lo haré, solo si a cambio me entregan sus vidas como pago de mi bondad.
Me alegré tanto de la decisión de mi padre que todavía recuerdo el dulce olor de los dos chicos que observaban, que se habían horrorizado de tal forma ante la decisión del rey... un poco más y estaba segura de que se cagarían del miedo.
Los padres con tristeza sabían que no tenían otra oportunidad. Si decían que no, igual los mataría por traición al reino, así que aceptaron con mucha pena, pero con la certeza de que los niños recibirían un regalo especial como recordatorio de su amor. Lo sé, demasiado cursi.
El rey se contentó, y aceptando el trato, tomó un cofre de cristal en su mano. Al abrirlo, un gran resplandor vislumbró su rostro y siete rayos de luz salieron a mucha velocidad y se posaron sobre cada niño, envolviendo sus cuerpos por completo. No he escuchado en mi vida sonido más horrible, que la que escuché ese día de cada niño. Estaban riendo con tanta dulzura que estaba segura que me iría en vómito en cualquier momento. Aun así, permanecía allí pues quería verlo todo.
Cuando todo pasó, mi padre, quién nunca dejó de sonreír, dijo:
—Ya está hecho. Ahora sólo debemos cumplir la segunda parte del trato y la más divertida.
Varios soldados arrebataron con ímpetu y fuerza a cada niño de los brazos de sus progenitores. Recuerdo el llanto de cada uno de esos pobres hombres y mujeres, y con muy pocas fuerzas intentaron conseguir nuevamente a los pequeños, pero en segundos el rey extendió sus manos hacia ellos y estos fueron devorados por una energía oscura y maligna.
Y pusff... Ya no quedaba ningún rastro de los padres. Recuerdo que, siendo una niña, sonreía y señalé justo el sitio en el que los otros niños estaban ocultos que, para ese momento, lloraban.
—Entreguen a esos niños en los pueblos más pobres y que allí mueran de hambre. Y a ustedes dos... —el rey fijó su vista a donde yo le había señalado, y agregó: —Si creían que no notaba su presencia, están equivocados. ¡Guardias! Llévenselos y que ahora sirvan como esclavos en el palacio.
Lo que no nos esperabámos era que, trece años más tarde del evento Fatan, en un pueblo llamado Blizzard —se caracterizaba por sus grandes vientos que remolineaban las calles y las tiendas de cada persona, acompañado al mismo tiempo de un cálido resplandor de luz con un tenue frío que permitía que, a muchos de los que habitaban, pudieran trabajar con mucha más energía—, un chico llamado Arma, de cabello castaño puntiagudo, ojos verdes brillantes, tez blanca, y delgado, con una personalidad aborreciblemente amigable y muy sonriente, sería el problema con la que inició esta fátidica historia.
El chico se encontraba dando una demostración en el pueblo con aquel don único arrebatado, el cual era manipular el aire a su antojo. Lo hacía, con la finalidad de adquirir dinero y así ayudar a su padre, Plucky Blizzard, el líder del pueblo; un anciano, fornido e igual de sonriente que su hijo. Estúpido...
Resulta que, al culminar la demostración del chico, una gran tormenta se avecinó, muy parecida a la del evento Fada. Por supuesto, eran manifestaciones mágicas que mi padre había aprendido con el tiempo. Por supuesto, aquellos quienes habían vivido lo acontecido, hace muchos años con la Fada, temían que el evento volviese a suceder. Y aunque no era el mismo fenómeno, aquella tormenta podía destruir ese pueblo y era la intención original de mi padre.
Recuerdo que, ese día, desde mi habitació saboreaba la ansiedad y el miedo de todos esos aldeanos. Era increíble que, aun siendo una niña, y estando en el reino, muy alejado de ese pueblo, pudiera sentir todo eso desde mi cuarto.
Lo cierto fue, que mientras todos corrían a sus hogares, el joven Arma Blizzard solo observaba aquella gran tormenta. Él sabía que aquello era una oportunidad para mostrar su poder, aun cuando su padre le prohibía llevar al límite de este.
Plucky estaba desesperado por encontrarlo, pero cuando lo halló, supo que era demasiado tarde...
Arma tenía sus brazos hacia el cielo mientras gritaba: "¡Anemostróvilos!".
Un torbellino envolvió en ese momento al pueblo por completo, creando así una barrera. La tormenta al encontrarse con aquella barrera de viento, se desvió, y al cabo de unos minutos esta había pasado. El pueblo se había librado.
Pero aquello había sido demasiado para Arma.
Estaba tan exhausto que cayó al suelo, con aquel tonto sentimiento de satisfacción por haber rescatado al pueblo mediocre.
Plucky se le acercó y, aunque al principio quería reprenderle, se contuvo y decidió mencionar lo realmente bueno:
—Eres un chico valiente, así se hace. Has salvado al pueblo —Finalizó con una sonrisa, boba.
Pero para jugada nuestra, en segundos una tropa real arremetió contra el pueblo, destruyendo así todo a su paso. El Rey Zunubi había ordenado la aniquilación total del pueblo. Por lo que Arma horrorizado ante la visión de lo que acontecía, intentó levantarse, pero solo consiguió desmayarse.
Era una gran ventaja para nuetsro ejército.
La realidad fue, que cuando Arma se despertó, se encontró durmiendo entre unos arbustos. Todo su cuerpo le dolía, pero era el dolor de su cabeza lo que más le molestaba. Percibió que tenía sangre en su camisa, y recordó la brutalidad que había sucedido.
Se levantó inmediatamente, y aunque trató de reconocer el lugar dónde se encontraba, se quedó pasmado con lo que realmente estaba delante de su vista: su pueblo estaba en llamas y había sido destruido.
Comenzó a correr con lágrimas en los ojos, y un desespero jugoso.
Y al llegar, se dio cuenta que el pueblo estaba desolado en su totalidad o al menos así este lo creyó. Buscó entre los escombros de lo que había sido su hogar, pero solo había piedras sobre piedras.
Sin embargo, para su sorpresa y mala suerte nuestra, sí había sobrevivientes.
Estos pocos aldeanos se acercaron a paso lento, y este mirándolos, detalló que en su mayoría eran niños y mujeres, y solo visualizaba a un único hombre.
—¿Dónde está mi padre? —preguntó con miedo en su voz.
Todos le observaron con mucha desdicha y lástima, por lo que desesperado, nuevamente gritó:
—¡¿Dónde está mi padre?! —El silencio hizo resonar sus palabras.
Y apunto de querer golpear a alguien para encontrar una respuesta, apareció entre los escombros una hermosa chica de cabello castaño claro, de cabello largo, con muchos rasguños en el rostro y una herida en su brazo derecho, que mostraba su vulnerabilidad.
—Tu padre ha sido asesinado —dijo con la resignación más grande que una chica a su edad, podía tener—. Al desmayarte, él te protegió a ti y a los que ahora ves en este momento. Ha sido un héroe para nosotros, pues con valentía ayudó a que sobrevivieran algunos de los que aquí se encuentran. Pero había un general que acabó con todos los guerreros del pueblo fácilmente, y tu padre ante esto, le enfrentó. Pero no consiguió salir con vida. Solo sabemos que hoy el rey quiso aniquilarnos.
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