El Poder de los Elementos: El Último General


Capítulo 51

Kimiko y Tsukine estaban en el balcón alrededor de las 2:00 P.M. El sol estaba anaranjado, como siempre desde que había comenzado a morir, y la ciudad parecía estar igual: mucho movimiento. 

—¿Cómo es que pueden vivir sin más? —Preguntó Tsukine, contrariado, viendo a las diminutas personas en las calles, desde aquel alto edificio. 

—El no saber, trae menos sufrimiento —dijo ella, reposando su cabeza en el hombro de este. 

—Tú sabes dónde está el resto, ¿cierto? —Le preguntó él, mirándole a los ojos directamente—, dudo mucho que toda esta tecnología y alquimia pueda con tu magia. Aland, él te ha dejado...

—Sí, lo sé —respondió ella, interrumpiéndole con un suspiro—, sé dónde están todos. Solo estoy esperando a que llegue la señal de Gaia para volvernos a reunir. 

—¿Señal? —Preguntó contrariado Tsukine— ¿A qué te refieres? 

—Tsukine, todo lo que existe en este mundo está regido en un tiempo. Y el tiempo es una medida perfecta y medible que desarrolla todo los sistemas de unidades que existen. Cuando se dice que Gaia tiene el control, no se refiere a que manipula todo como un juego de títeres, sino se refiere a un juego de ajedrez. Su conocimiento es tan amplio, que sabe cómo ganar el partido aunque no ha comenzado. Deja que sus contrincantes jueguen sus piezas, y ella desarrolla las estrategias para ganar el juego. En el ajedrez, siempre hay sacrificios de fichas que seguramente no quieres perder, pero que son necesarios perder para la victoria. Ahora, lo interesante está en que, todo aquel que acepte ser un sacrificio como nuestro querido Aland, tiene la oportunidad de experimentar el otro atributo de Gaia: su omnipotencia. 

—¿Eso que significa? 

—Que aunque haya sido sacrificado, no significa que sea el fin de su existencia...

—¿Aland y Eileen fueron esos sacrificios? —Preguntó Tsukine sin entender todavía. 

—Sí, ahora nos queda esperar y envidiar la experiencia que ellos tendrán, y todos los que han muerto hasta ahora, por ser las piezas especiales que Gaia necesitaba sacrificar para una victoria segura —La voz de Kimiko, no solo era neutral, sino que estaba cargada de esperanza y confianza. 

—Hablas como si ya hemos ganado —dijo Tsukine. 

—Todavía no, pero sucederá —respondió ella—. Pero se vienen más sacrificios. 

Yami y Dani se acercaron al balcón de forma silenciosa, aunque los otros dos notaron la presencia de estos. 

—Y bien... ¿ha aceptado? —La pregunta de Tsukine, fue dirigida a estos dos. 

—La sangre real nunca dejará de ser arrogante querido amigo —respondió ella, con una amplia sonrisa.

—Es rey de dos reinos —completó Dani. 

—Supongo que ya no necesitará su cama. Habría más espacio en este lugar, porque él y Mina...  

—¿Ellos son otro sacrifico? —Preguntó Tsukine a Kimiko. 

Ella asintió con una amplia sonrisa.  Tsukine abrió los ojos como platos. 

—¿De qué hablan? —Preguntó Dani, sin entender. 

—De tiempo, Gaia, Aland, sacrificios —contestó Tsukine—, de cosas que no vas a entender aunque te lo explique. 

—¿Y tú entendiste? —Yami le cuestionó, queriendo defender a Dani que, definitivamente tenía el semblante perdido.  

—Decidí ser feliz —le respondió Tsukine, con una sonrisa. 

—Donny y Mina, reyes del reino Carbón —repitió una voz detrás de ellos. Esta vez, era Lance. 

—¡Así es! Ahora que lo pienso, nuestra sangre debe estar un poco más azulada porque hemos estado de realezas mucho tiempo —dijo Yami, Dania asintió siguiéndole el rollo. Pero los demás la miraron, con un semblante incómodo. Hasta ahora, todo lo que conocían como realeza, sino estaban muertos, estaban fuera del grupo en ese instante, excepto Donny y ahora Mina. 

—Lo que lamento es que Donny no vaya a disfrutar demasiado la paz de este reino —dijo Kimiko, señalando un punto en el cielo. 

En el cielo, estaba una figura humanoide a la altura del sol. Todo su cuerpo estaba desnudo y era blanco, pero no poseía sexo. Sus ojos amarillos, incluso parecían resplandecer más que el sol que moría. Tampoco se divisaba nariz, ni boca. 

—¿Y quién es ese? —Preguntó Lance, asustado. 

Kimiko, alzó sus manos, y de inmediato apareció una ventana que mostró más de cerca la figura del sujeto. 

—Estoy segura que no es una raza que haya visto antes —dijo Tsukine. 

—Ese, es uno de los impuros, uno más de los que atacaron el reino Rubí en aquella oportunidad —aclaró Kimiko. 

—¿Cómo es que ha penetrado las defensas? —Preguntó Dani, tomando el hacha de su espalda. 

Yami, por supuesto, le miro con recelo al ver que tomaba el hacha, como si eso fuera ayudar en ese instante, pero no le dijo nada.

El hombre que observaban en el cielo, era el impuro llamado Mucian. Este levantó una de sus manos al cielo, y enviando una onda de energía, la cúpula que mantenía segura al reino Carbón se resquebrajó en ese instante. Con eso, alarmas rojas se encendieron en toda el reino, y una voz que decía, "¡PELIGRO, CAMPO PROTECTOR HA SIDO DESTRUIDO, PELIGRO!", retumbando por todas las calles. En cuestión de segundo, el caos inició en el reino. Y los recuerdos del reino Rubí invadió la mente de todos los que en ese momento allí estaban. Lo peor, es que por encima de Mucian habían centenares de esferas que poseían ojos amarillos como Mucian, el primero de ellos se lanzó hacia una zona del reino y, segundos más tarde, hubo una enorme explosión. 

—Yami, cuento contigo —soltó Kimiko, mientras saltaba por el balcón, volando en dirección a la criatura. 

—¡Kimiko! —gritó Tsukine asustado—, ¡Ni se te ocurra ser una pieza de sacrifico! 

Los gritos de Tsukine, hicieron sonreír a la chica por un momento, estaba agradecida de que él fuera su clymuwaed y no quería a otro más. Pero, la señal que estaba esperando había llegado.   

—¿Qué vas hacer? —Preguntó Dani, asustado también. 

Yami lo besó como nunca, tomándole del cuello y dijo:

—Tranquilo, solo trata de cubrirme. ¡Tsukine, ven conmigo! —rugió al final la chica, corriendo para salir de la habitación. Tsukine le obedeció. 

—¿Y qué rayos haré yo? —Preguntó Lance, completamente perdido.   

—Si quieres usa aquel cuchillo —dijo Dani, señalando uno en la cocina, peor que Lance le miró como si fuera una mala broma. 

Pero allí se le ocurrió: 

—Buscaré a Mina y a Donny, ¡nos vemos! 

Dicho eso, desapareció también por el corredor.

Cuando Yami alcanzó el suelo junto a Tsukine, la chica comenzó a murmurar algo inentendible, y de inmediato, por encima de todo el reino se levantó una cortina de humo de color negro. Y cuando cuatro esferas del cielo buscaron penetrarla para caer sobre otros edificios, estos explotaron sobre la cortina, pero no hubo efecto sobre el reino. 

—Esto es... impresionante —dijo Tsukine, con los ojos como platos al ver aquel campo protector. 

—¡Sé mi atacante! —Ordenó Yami. 

—¡Vale! —gritó este, desenvainando su espada a un costado, pero luego cayó en cuenta que estaba siguiendo órdenes de Yami—, ¡Espera! ¡¿Me estás mandando?! ¡¿De cuándo acá tu...?!  

—¡Tsukine! —chilló Yami otra vez, casi en suplicas, cuando cuatros esferas más impactaron contra aquella masa de humo oscura. 

—¡Rayos! —rugió este de vuelta. Y ondeando su espada hacia la espesa capa de humo, agregó: 

¡Saltare tenebris dracones!

Desde otra perspectiva, de todo el campo protector de humo que Yami había creado, aparecieron centenas de cabezas de dragones, con cuerpo alargado que se alzaron primero contra Mucian. Pero estos ni siquiera pudieron alcanzarle sin verse desintegrados de inmediato. Ante eso, los dragones que Tsukine había invocado, decidieron enfrentarse a las masas blanquecinas terroríficas, lo que no sabían ninguno de ellos, es que aunque se agotaran alguno de estos, otras más aparecían. 

Kimiko, por otro lado, estaba a escasos metros delante de Mucian. Su rostro era serio, pero el de Mucian era de espléndida curiosidad. 

—Debes ser una chiquilla interesante para estar delante de mí, con una postura soberbia. ¡Agacha la cabeza! —lo último se lo ordenó. 

Kimiko sintió la necesidad de agachar la cabeza, pero se dio cuenta que era un efecto mágico por parte de este, así que, se rodeó a ella misma con una película de magia de luz, que bloqueó el efecto de este. 

—Solo existen cuatro seres al que yo inclinaría mi cabeza, y uno de ellos me postraría. Tres han muerto y la otra vive, y está conmigo. 

—No quiero escuchar tus cursilerías baratas sobre ese ser —dijo Mucian, con profundo odio. 

Mucian se rodeó de un campo protector esférico y se dirigió en dirección a Kimiko, esta hizo lo mismo, es una esfera de luz brillante de color dorado, y ambos campos chocaron. 

Se mantuvieron de esa forma por varios minutos. Cada uno ejerciendo poder suficiente para intentar romper la barrera del otro, pero lamentablemente ninguno de ellos cedía. Desde la óptica de Donny y Mina, era como si el cielo se hubiera oscurecido —y sí era literal, debido al efecto mágico de Yami sobre el reino—, pero por encima de aquella oscuridad, escuchaban rugidos —los dragones de Tsukine—, y truenos tan fuertes que hacían vibrar no solo los edificios, sino el suelo mismo. 

—¿Qué está sucediendo? —Preguntó Mina, alterada.

—Son ellos —dijo Lance, entrando por la entrada principal del palacio, con una decenas de guardias detrás de él, intentando detenerle. 

—Lo siento mi señor, este hombre... 

Donny le hizo seña con la mano para que callara, y eso fue lo que enmudeció al soldado que intentaba justificar la ineficiencia defensora que habían tenido contra Lance. Obviamente, el antiguo esclavo había demostrado sus atributos para huir de lo que fuera. 

—¿Finalmente nos encontraron? —Preguntó el rey Donny. 

Lance frunció el ceño cuando este se acercó. Apenas se daba cuenta que, con aquellos trajes reales, no solo parecía realmente un rey Donny, sino que se veía mucho mayor. Y el porte imponente era el mismo que tenía su padre en los tiempos de Gloria de Amatista. 

—Sí —asintió Lance—, los chicos se están encargando. 

—Debería ayudar —soltó Mina, caminando decidida a hacerlo, pero Donny se lo impidió—, eres una reina ahora y debes asumir tu papel como tal. Si yo llegase a morir, tú debes asumir el reino.

—¿Estás bromeando, no? —Preguntó la chica, con el corazón pequeño al solo imaginarse la muerte de su esposo. 

—No —respondió Donny—. ¿Qué sugieres que debamos hacer, Lance? —Preguntó dirigiéndose esta vez a Lance.  

—Yo no debería decir...

—Eres nuestro guía —repitió Donny, con una sonrisa. 

Lance dudó en dar una directriz. Había estado en blanco en un rato, pero en ese instante vio el tablero de ajedrez. Vio a la misma Gaia, con piezas blanca haciendo una jugada. Del otro lado, estaba el Nihilismo, la misma criatura grotesca que había visto anteriormente, pero, en aquella visión, el Nihilismo, en comparación al tamaño de Gaia, parecía un ratón. 

—Tenemos que buscar a Sigurd y a Cris—dijo, con los ojos abiertos de la iluminación que había recibido por parte de Gaia—, el titan y el reptiliano, son la clave para vencer a los otros. 

—Yo me encargo —dijo Mina, al ver la seguridad de las palabras de Lance. 

—¿Pero cómo? No sabemos dónde están —dijo Lance, intentando saber qué hacer exactamente por ese obstáculo. 

—Creo que Kimiko me lo ha señalado —dijo Mina, confundida. 

Lance abrió los ojos, y comprendió: Aland estaba detrás de todo esto. 

—La mente de Gaia —dijo Lance, sonriendo. 

Para ese momento, el campo protector de Kimiko se había agotado. Las masas blancas con ojos, ya no caían de una en una, sino de un centenar  aun centenar, y, a diferencia del poder de Mucian, los dragones de Tsukine no se regeneraban, sino que formaba uno nuevo, pero no a la velocidad que aparecían aquellas masas. Las explosiones debajo de ellos eran estremecedoras, y desde allí, Kimiko podía ver que la cortina de humo negra que en principio había sido espera, comenzaba a dejar ver rastros del reino debajo de ella. Kimiko sabía que quedaba poco tiempo. 

al final, la defensa de Kimiko sucumbió y tuvo que cambiar la estrategia. Así que, creó una centena de portales alrededor de Mucian, y de esta aparecieron rayos solares incinerantes. Mucian ni se inmutó, se dejó golpear y dijo: 

—Este sol está muriendo. La fuerza de sus rayos no son suficiente para lastimarme —la voz era apacible. 

—¡Pero sé quiénes sí! —dijo Kimiko—, creó siete portales, y de ellos, aparecieron cuatro caras conocidas para nosotros, excepto tres: María, Roderick, Annerys, Arma y otros tres chicos más. Eran los siete. Todos ellos, ya no eran los mismos niños de su historia, eran hombre sy mujeres adultos, que vestían trajes reales y pulcros. 

—¡Ustedes! —Rugió Mucian. 

Los siete, tenían miradas apacibles, misericordiosas y llenas de mucha pena, y sin que dijeran nada, enviaron su ataque. Arma envió una poderosa ventisca que borró las nubes de los cielos, Roderick envió llamas que transmitían calor con más de diez soles, Annerys creó una burbuja protectora que encerró no solo a Mucian con ellos, sino que evitó la destrucción de la capa atmosférica de aquel mundo por el poder de Roderick; María creaba una y otra vez, miles de lanzas punzantes que iban hacia el centro de aquel caos, otro de los miembros envió rayos, el sexto creó hojas de árboles cortantes y constantes, y el séptimo, una chica de aspecto angelical, pero sin alas, se envió a sí misma al centro del caos. 

Sin embargo, antes de que esta llegara, emitió un chillido primero, y luego su cuerpo se desintegró. 

—¡No! —gritaron los seis restantes. 

Un momento después, hubo una enorme explosión que destruyó la esfera acuática de Annerys, borró el resto de las masas blanquecinas que actuaban como bombas, eliminó los dragones y borró de un movimiento la cortina de humo de Yami. Kimiko se protegió con uno de sus campos protectores, pero se dio cuenta que, sea lo que hubiera pasado, el reino estaba desprotegido.  

Cuando logró abrir los ojos, vio como los seis chicos restantes comenzaban a desintegrarse. Los había destruido. 

Mucian, no estaba tan inmutable e intacto como antes y, donde no había una boca, ahora había una abertura nauseabunda mostrando una sonrisa. 

—¿Sabes lo que sucede cuando algo es destruido por mi mano? —soltó una risa—, es borrada su existencia. Y tú, acabas de matar a ese grupo molesto. 

Kimiko no se esperó aquello. 

—Y ahora serás la autora de la muerte del resto —agregó Mucian. 

Y antes de que pudiera hacer Kimiko algo más: vio a Mucian descender a una velocidad impresionante, contra el reino. En segundos, chocó contra la superficie, y todo debajo de ella fue desintegrado y borrado. Y antes de que pudiera hacer algo, por el shock, vio su propio cuerpo desmoronarse. 

Así como Rupper, aquella había sido una visión del futuro. Kimiko estaba sudando, pero cuando comprendió lo que había visto, le dijo a Mucian: 

—Hace poco tiempo alguien le hizo el mismo efecto a un amigo —dijo ella, pensativa—, en ese momento, lo que este hombre le mostró, había sido solo una de millones de probabilidades. En tu caso, me has mostrado la única probabilidad que existe en todos los universos. Por eso, debo cambiar el destino. 

Mucian entrecerró los ojos. No había entendido lo que la chica decía. Entonces, en ese instante, los talismanes alrededor del cuello de Kimiko brillaron. Detrás de ella, Mucian pudo ver la esencia espiritual de Aland y Dorzel, con una sonrisa llena de alegría, sin soberbia y con la misma pena hacia su ser, como la que los siete le habían dado. 

—¡No! —Rugió. 

Y antes de que pudiera hacer algo, Kimiko dijo:    

—¡Esta es la magia celestial más poderosa para purificar a cualquier ser impuro. El momento de tu muerte ha llegado! —Yami, Dani que estaba cerca de esta pues sabía que se había agotado y era su momento de protegerla, Tsukine, que estaban en el suelo y que veían el espectáculo en el cielo, entre Kimiko y Mucian, tanto como lo hacían Lance y Donny desde el ventanal del palacio, vieron la postura que todos reconocieron, losabía, era la misma magia de Aland:

—¡Disintegrate! —escucharon decir de la boca de Kimiko.

Y al igual que aquella vez contra Pandora ene se momento, desde una vista panorámica, las capas mágicas con simbolismos geométricas complejos, volvieron a aparecer como una enorme torre de encierro que se cernía hasta el cielo y gran parte del cielo. Y cuando Mucian intentó zafarse, una explosión ocurrió. Como aquella vez, el impacto fue tal que una enorme brisa barrió por completo el cielo, levantando una enorme capa de polvo en la tierra también y la tierra vibró de nuevo.

***

Todos los chicos estaban reunidos en el centro del reino Elemental. Tenían el semblante preocupado, con reacciones alteradas y alertas por el lugar en el que se encontraban.

—Arma, ¿crees que sea prudente continuar? —La pregunta de María, hizo que todas las miradas cayeran sobre ella—, no me malinterpretes, estaré con ustedes aunque sea el fin de todo, pero... —se detuvo un momento—... tengo un mal presentimiento. 

—A decir verdad, yo también —dijo Annerys. 

—¿Pero no sienten que debemos continuar también? —Preguntó Skaitlis, extrañada. 

Todos asintieron. 

—Yo creo que deberíamos tomarnos un tiempo para simplemente consultarle —dijo Arma, decidido, conforme a lo que las chicas habían dicho. 

—¿A quién? —Preguntó Roderick, sin entender. 

—A Esesmu, estoy seguro que sabremos qué hacer, si solo le consultamos —agregó Arma. 

"Miren que les mando que sean valientes, esforzados, sin temor, ni mucho menos que desmayen, porque Yo estoy con ustedes donde quiera que vayan" 

Aquella voz como de trueno, que causaba temor y paz al mismo tiempo, lo habían escuchado todos. Naisbeth, que no había estado con los encuentros misteriosos que los chicos habían tenido con la Deidad, se erizó de inmediato. 

—¿Eso qué fue? —Preguntó asustada. 

—¡Esesmu! —gritaron los demás, alegres. 

—¿Esesmu? —Preguntó Naisbeth, confundida—, ¿cómo que un dios les ha hablado siempre? 

—No es un dios —le corrigió Annerys con alegría. 

—Es Dios —añadió María. 

—El mismo que hizo el universo y sus dimensiones, las criaturas y las especie, el mismo que lo sabe todo y que tiene control de todo —comenzó Skaitlis.

—...el mismo que tiene esencia de amor y misericordia, el mismo que ayuda a aquel clama, el mismo que muestra virtudes en donde solo observamos fallos... —continuó Arma, interrumpiendo a Skaitlis. 

—...el mismo que te perdona, aunque no lo merezca, el mismo que da oportunidades a otros, así como tú los has recibido. Justo, fiel y verdadero —finalizó Roderick. 

Naisbeth estaba roja como un tomate cuando escuchó aquello. Nunca había visto más devoción hacia un ser como en ese momento, y estaba avergonzada de no saber nada. Pero algo estaba seguro, ellos habían experimentado algo que ella podía sospechar, porque nadie hablaría de esa forma o moriría por alguien, si fuera incierto. 

—¿Quién muere por una mentira? —Preguntó Naisbeth, acertadísima. 

—Nadie —dijeron todos. 

—Solo ustedes —otra voz surgió. 

Los chicos se volvieron a esta, y se encontraron con un hombre de gran tamaño, no solo en altura sino en músculos. Llevaba una armadura, con la insignia real, pero no era la misma armadura común de los generales que habían enfrentado anteriormente. Parecía un sistema automatizado, con una coraza dura y gruesa, y tenía dos dispositivos a su hombro de color verde, que alumbraban. En su cabeza llevaba una tela que cubría su cabello, una de las fosas de sus ojos estaba vacía, y tenía cicatrices en todo el rostro. El otro ojo si estaba allí, pero solo le hacía ver más nauseabundo. La piel era palidácea y cianófila un poco, los dientes amarillos y un olor nauseabundo. 

Y fue en un momento o dos, en el que Arma se dio cuenta de quién se trataba. 

—Eres tú —dijo Arma, abriendo los ojos como platos. Las imágenes de la muerte de su padre, de la destrucción de su pueblo, de los niños huérfanos y las madre de muchos ellos viudas, el llanto y el dolor que todos habían sufrido, llegó ene se instante—. Sí, ere tú.

—Arma —dijo en un hilo de voz, Skaitlis—, no creo que debas ser tu quien... 

—¿Arma? —interrumpió el general—, así que tú eres el hijo de ese hombre —sonrió. Todos estaban tenso ante su presencia—  Tenía un don particular... mira que este ojo que me falta, ha sido él quien se lo ha llevado —añadió él—, tenía la capacidad de crear dolor a todo aquel que observaran sus ojos. Pero como tengo todos mis nervios muertos, terminó reventándome un ojo, al intentar acelerar mi presión. Me presento, soy el general Zombi y lamento informarles que, si quiere llegar a ese palacio, deben vencerme a mí primero. 

—¿Dónde están las personas? —Preguntó esta vez Naisbeth, nerviosa de la respuesta. 

—Están sirviendo de alimento para el rey. Nada más delicioso que la energía vital de una persona, te hace... bueno, más fuerte —contestó, y justo en ese momento, una parte de la armadura de su pecho se abrió, mostrando un cuerpo putrefacto debajo de aquella armadura, donde habían pequeños rostros pegados a su piel. Parecían estar sufriendo, e incluso, lograron escuchar lamentos. Pero, lo más horrible era que el rostro del padre de Arma estaba allí, agonizando de dolor y pidiendo auxilio. 

—Dolor —dijo Zombi, y de inmediato los chicos se retorcieron del dolor hasta el suelo. 

Skaitlis y Arma, no podían creer que tuviera ese don. ¿Eso que se lamentaba en el cuerpo de aquel general era su padre?

En ese instante, Arma dejó de escuchar. Se levantó con dificultad y chocó los brazaletes de sus manos, estos comenzaron a brillar y, envolviéndose de un aire huracanado que, Naisbeth de no haber leído la mente de este antes, no hubiera tenido la agilidad adecuada para teletransportar  a los chicos unos metros hacia atrás como lo había hecho —lo que hubiera terminado muy mal para todos ellos—, con un solo movimiento, apareció delante de Zombi y envió una onda de arie con su palma directo al rostro del que parecía ser su padre. Esto hizo que el cráneo de este se cortara en dos. 

—Gracias...

Le dijo aquella alma en pena que Arma no sabía si era su padre realmente, pero que estaba sufriendo. Seguido de ello, vio como el lugar en el que estaba el rostro de su padre quedó en una especie de colgajo de carne podrida.  

—¡No! —rugió Zombi. 

De inmediato la armadura volvió a proteger su pecho, y con un movimiento brusco, trató de golpear a Arma. El chico lo esquivó, moviéndose a un lado. Al parecer, el efecto de dolor había terminado en todos, pues todos parecían haberse relajado. Pero en un parpadeo o dos, Arma se vio a sí mismo en un lugar completamente diferente. El cielo era completamente rojo. Había un sol moribundo que apenas brillaba sobre una tierra de sombras, y cuando dio dos pasos hacia atrás confundido, se encontró con una espada enterrada. Miró a sus lados, y observó que habían miles de espadas clavadas en la tierra. Entonces, lo comprendió estaba en un cementerio. 

—¿Qué es esto? —Preguntó, mientras esquivaba otro intento de golpe de Zombi. Era grade, pero bastante lento en comparación a Arma.  

—Este es el lugar donde vas a morir. Y te convertirás en parte de mi propio ejército —añadió este—, en este lugar murió tu padre, y miles de personas más que he absorbido conmigo. Todo aquel que muera en este campo, me otorga sus poderes. Es mi propia dimensión oscura. 

Allí, Arma entendió porque este era el general más fuerte de Zunubi. Tenía mérito de serlo. Pero lamentó que su padre haya tenido que luchar con un contrincante como este. 

—Me encantaría tener un don elemental. Y una vez tenga el tuyo, podré tener el del resto también —señaló el general, enviando una patada que Arma esquivó. 

Arma decidió emprender vuelo haciendo uso del aire, patinando sobre este, para simplemente tomar un descanso y ver el panorama. Y se dio cuenta que sí, no mentía, habían miles y miles de extensiones con guerreros caídos.

Zombi se le quedó mirando con una sonrisa soberbia. 

Por otro lado, los chicos observaron que tanto Zombi como Arma había desaparecido. En cambio, había un pequeño agujero negro en el centro de donde estos habían estado. 

—¿Eso qué es? —Preguntó Roderick extrañado—, ¿Dónde está Arma y el general?

—Están en otro plano —respondió Naisbeth, sin entenderlo muy bien—, recibo señales de su mente en otro lugar que no es este, y proviene... —pensó un momento—... proviene de ese agujero. 

—¿Qué se supone que hagamos? —Preguntó Roderick—, no estoy seguro de que debamos tocar esa cosa. 

—Debemos seguir —finalizó María—, es lo que Esesmu desea.

—¿¡Pero y Arma!? —Se acaloró Roderick, sin poder creer que insinuaran dejar detrás a uno de ellos. 

—María tiene razón. Esta batalla es una que Arma debe llevar por sí solo. Debemos ir al palacio y tratar de acabar con todo esto, de una vez por todas —señaló Skaitlis, mortificada, pero sabiendo que era una realidad que debían llevar.    

—¿Enfrentaremos al rey Zunubi nosotros solos? —Naisbeth comenzó a aterrarse. 

—Sé valiente —le dijo Annerys, con una sonrisa—, eso fue lo que dijo Esesmu. 

La chica asintió, un tanto dudosa, pero al final todos comenzaron a correr en dirección del palacio. 

—¡Proskrousi skias! —rugió Zombi, y de inmediato, sombras debajo de Arma se alzaron, buscando atraparle y empalarle, pero, que gracias a que este estaba en el aire, no le costó demasiado moverse de un lado a otro por el terreno para librarse de este. 

Entonces, Zombi hizo un movimiento intuitivo, y moviendo ambas manos al aire, levantó un millar de sombras alrededor de Arma. El chico se dio cuenta que no tenía escapatoria, así que levantando sus manos a los costados, generó una esfera de aire cortante que repelió las sombras.

—Trata de huir lo que quieras, pero en este mundo, soy invencible —dijo Zombi, en tono de burla—. Disfrutaré robándote tu poder. 

En eso, Zombi relajó su postura y una de sus manos apuntó en dirección de Arma. El chico se le quedó mirando, alerta de su siguiente movimiento, en eso, fue sorprendido con lo que vio, delante de Zombi, se formó una especie de energía purpurina que formó un escudo ovalado, y algo brillaba en el centro. 

La fuerza de la energía que este emanaba era tan poderosa, que no dudó en hacer chocar sus brazaletes nuevamente. Un enorme disparo eléctrico salió que, de no haber sido porque aquella dimensión contaba con aire, Arma no hubiera escapado con vida. El disparo fue tan poderoso que se fue más allá del cielo y parecía no parar. Zombi, estaba confiado de que aquel ataque era inesquivable, pero que equivocado estaba. Arma estaba justo detrás de él. 

—Ese es un poder elemental —dijo Arma—, ¿De dónde lo has sacado?

—¿¡Cómo es que pudiste evitarlo!? —gritó Zombi.

Pero en vez de una respuesta, Arma cortó en dos el cuerpo de este con una cuchilla cortante, justo al nivel de su torso. Sabía que tendría unos minutos antes de morir. Las dos partes de Zombi cayeron, chorreando sangre oscura, y la cara de este dio directamente con los ojos de aquel chico. Lo que Arma no esperó, fue ver que este todavía sonreía. 

—Tienes razón, este es un poder elemental —ahora, una risa desquiciada apareció—, mientras ustedes intentaban llegar al reino, yo me ocupé de visitar a todas las aldeas humildes de este mundo. Acabé con Blizzard, acabé con Vulkanieski, acabé con Mareaqua, acabé con Roco, y por supuesto, acabé con Storm, Narl y Mor. 

Arma no podía creer lo que escuchaba. Era cierto que todos estaban consiente de que su pueblo había sido destruido pero, no sabía que el pueblo de Roderick, María, Annerys e incluso donde estaban los otros tres chicos de la naturaleza, también habían sido destruido. 

—Veo que no sabes nada —escupió sangre esta vez—, mi viaje de destrucción inició con Storm, allí estaba un niño rubio, delgado, y con una mirada desafiante que fue un deleite de ver... Se llamaba André Storm, un niño huérfano como todos los elegidos, que acabé asesinando. Esa técnica que viste, era la técnica definitiva de ese chico, pudo haber matado, sino hubiera sabido que ya estaba muerto —en eso el torso de Zombi se elevó como por arte de magia, y la porción inferior se levantó. Arma dio unos pasos hacia atrás, asustado de lo que veía, y seguido, vio como las vísceras y la carne comenzaron a unirse—. ¿Sorprendido? Te dije que soy invencible en este mundo. 

 —André cayó ante mí, y se convirtió en el aliado más poderoso de mi ejército zombi. Luego, visité a Narl, donde estaba otro chico de cabello oscuro y piel oscura, que tenía el don de la vida. Se llamaba Kev. El chico no solo era capaz de sanar cualquier herida, sino que procreaba a la misma naturaleza. Pero el poder destructivo de André, me dio la victoria contra ese chico, y así terminó uniéndose a mí. Sin embargo, cuando visité a Mor, la elegida era una niña de cabellera rojiza, con un rostro tan inocente que causaría placer a la criatura más malvada en verla sufrir. Agatha, era una arquera impresionante, pero molesta. Su poder me hacía sentir... —se detuvo un momento Zombi, asqueado—, demasiado amado, como si fuera alguien que debía pedir perdón y que necesitaba de su asquerosa compasión. Y aunque la asesiné en un lugar como este e intenté asimilar su poder, mi cuerpo lo rechazó por completo.     

—¿¡Cómo iba saber que ella tenía el don del amor!? —rugió desquiciadamente—, tan intenso, tan poderoso, pero tan malditamente asqueroso. Algo como eso no podía existir en un mundo como este, y por eso, debía morir ella y mi cuerpo no podía consumir un veneno tan vil como ese. Por eso, me concentré en el resto: Blizzard, no esperaba que tu padre te escondiera. No esperaba que te desmayaras con una simple tormenta que creaba con el poder de André para destruir los pueblos más fáciles. Pero luego lo entendí... Todos ustedes, no eran como André, Kev o Agatha, ustedes eran débiles. Tú, desmayado por proteger una tormenta que André creaba cuando tan solo tenía cinco años. Y cuando fui a Vulkanieski, de no haber sido porque fuimos interceptado por un mal mayor, hubiéramos llegado a tiempo a Vulkanieski y las demás aldeas. Pero ese hombre...

—Nihilismo —dijo Arma, recordando al ser que habían enfrentado. El mismo que había colocado aquel sello sobre la frente de Roderick. 

—¡No digas su nombre! —dijo Zombi, eufórico pero aterrado de este—, ese ser no era humano. Era una criatura que provenía del lugar más infernal del universo. Asesinó a todo mi ejército con un soplo, y me dejó con vida, por esto —Zombi reveló en su cuello, la misma marca que Roderick tenía. Arma, miró aquello extrañado. ¿Por qué le habría dejado eso también a él? 

—Lo cierto es, que esta marca, en situaciones, me ha hecho fuerte. Y tengo la plena confianza de que si se absorbo a todos ustedes, entonces, yo seré superior a Zunubi y esa estúpida niña soberbia, la princesa Jezabel. 

Zombi, había dejado de hablar y, entonces, de la tierra de su costado, una grieta comenzó a abrirse. De esta, salían manos primero, y luego dos cabezas. Estaba seguro, eran dos chicos de la misma edad que él, con apariencia nauseabunda. Estaban muertos. 

—Te presento a quienes se unirán a nuestro combate. André y Kev. 

Arma abrió los ojos al ver los cuerpos cadavéricos de los chicos que, se suponían debían estar en el mismo viaje que ellos, y de inmediato, tuvo que agachar su cabeza cuando André, el chico rayo, apareció a un costado enviando un golpe. Seguido, tuvo que saltar cuando vio raíces salir de la tierra, pero, que al hacerlo, André apareció delante de él, y le propinó un fuerte golpe en el estómago que lo mandó contra el suelo. Chilló de dolor por el golpe y por el impacto contra la tierra. Zombi se reía de su fracaso. 

Arma apenas parpadeó, se dio cuenta que André estaba delante de él, otra vez con el puño alzado —tenía que admitirlo, el chico era superior en velocidad. ¿Cómo es que había perdido contra Zombi alguien así?—, de no haber sido porque hizo usó de la técnica "cadenas del cielo", que básicamente congelaba al oponente gracias al aire aprisionado, hubiera estado acabado. André, intentó removerse para zafarse de su prisión invisible, pero no podía. Sin embargo, Arma no contó con las raíces que atraparon su tobillo y los alzaron al cielo, y no había terminado de enviar una onda de aire cortante a la raíz para cortarlo, cuando más habían crecido y aprisionaron todo su cuerpo. 

Kev, estaba en el suelo, con las manos alzada hacia él. El chico de tés oscura, tenía un semblante perdido. 

—La velocidad de André, mezclado con el poder de distancia de Kev, los hacen un complemento único —señaló Zumbi, con los brazos cruzados, disfrutando del panorama delante de él—, me temo que el aire jamás competirá contra este elemento. 

Arma soltó una risa. Zombi frunció el ceño. No esperaba ese gesto de su parte. 

—No lo entiendes —dijo el chico con dificultad—, los elementos no están diseñados para que uno venza a otro. Basta con que el equilibro se descontrole para que uno sea superior al otro. Por eso, Esesmu los diseñó para que actuaran en perfecto equilibrio. Pero... —miró a Zombi directamente al rostro—, en el momento en el que asesinaste a André, Kev y Agatha, tú mismo has desequilibrado el complemento perfecto que Esesmu ha creado, por ende, los dones actuales han cobrado fuerza, y tu misma ambición será tu perdición.

Las raíces que aprisionaban el cuerpo de Arma se cortaron en trozos, y aunque otras se formaban para atraparlas, ninguna era capaz de atravesar la ondas cortantes que iban y venía para cortarlas. Kev se atrevió a formar un enorme árbol delante de ellos, pero que Arma cortó formando una enorme espada de aire que no solo corto a este, sino que alcanzó a Kev directo a su cabeza. 

—Lo siento mucho —dijo Arma. Kev le miró con una sonrisa, y una lágrima cayó del joven rostro que parecía estar agradecido, mientras su cuerpo se hacía ceniza. 

—¡No! —gruñó Zombi.

Arma tuvo que moverse a la derecha, cuando André apareció a un costado intentado darle una patada, no pudo respirar de nuevo, cuando otro combo de golpes iban y venían de este, echando chispas en cada movimiento. Arma sintió el cosquilleo de la electricidad que apenaba le rozaba, pero sabía que debía estar concentrado, pues no era juego el ritmo de batalla de André. 

—¿Cómo es que sigues la velocidad de André? 

Arma sonrió. Lo que Zombi no parecía comprender, es que aunque la velocidad del rayo era una de las más impresionante, nunca iba a poder competir contra la omnipresencia del aire. Entonces lo vio: Arma no estaba haciendo nada, solo desaparecía y aparecía en cada movimiento de André. El chico había aprendido a desplazarse sobre todo lo que tuviera aire. Y antes de que pudiera hacer algo. Vio la cabeza de André ser cortada. 

"Así se hace", escuchó decir de André, antes de que su cuerpo se volviera cenizas como lo hizo Kev. 

—¡No! ¡¿Cómo has podido?! —los gritos de Zombi, hacían ver a este demasiado desesperado. 

—Me he dado cuenta que, toda alma liberada, hace que pierdas poder... por eso... este juego ha llegado a su fin... —Arma colocó sus manos a sus costado, y con ello creó un poderoso huracán que arrasó con todas las tumbas del cementerio. En cada espada clavada, la tierra fue removida, y cortes aparecieron que cortaron en montones de partes a Zombi y, al mismo tiempo, a cada cuerpo que había sido enterrado en aquel sitio. Pronto, el lugar se convirtió no en lamentos, sino en un coro de gratitud, donde todas las lamas liberadas decían "gracias".

Cuando acabó, y todo el lugar fue limpiado, Zombi volvió a unir los pedazos de carnes como lo había hecho la primera vez. Pero esa vez, su cuerpo se mostró delgado. La armadura no le cabía así que quedó en el suelo. Parecía un anciano decrépito, con una desnutrición marcada. 

—No es el fin —dijo Zombi, mirando a su alrededor incrédulo que, todo lo que había construido en los años, había sido aniquilado por ese chico—, no es el fin —volvió a decir—, ¡No es el fin! 

Entonces, el sello del costado de Zombi se liberó, y todo aquel mundo se resquebrajó delante de los ojos de Arma. Cuando pestañó, se vio a sí mismo, en el centro del pueblo del reino. Los chicos ya no estaban. En cambio, el cuerpo de Zombi, se había convertido en una masa de color negro, y tentáculos comenzaba a aparecer y a tomar forma que, comenzaba a agrandarse. Pero lo que preocupó a Arma ene se momento, es que estaba seguro que fuera lo que fuera, era mucho peor que lo les esperaba en el palacio. Podía sentir la misma energía maligna y las mismas sensaciones de desgracias, desolación, tristeza, odio como aquella vez en el bosque. Era el Nihilismo.  

   


  

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