El Poder de los Elementos: El Reino Elemental

Pd: el vídeo de este capítulo hace referencia al canto de una sirena, escúchenlo mientras leen ^^.

Capítulo 50

Iris estaba reposando sobre una silla alta, sentada, con los codos apoyados en el marco de una pequeña ventana que daba en dirección al viento. Fierce, había llegado hace mucho de la caza, y en ese momento jugaba con el niño, Asahi. Las risas del fondo, eran lo que mantenían medianamente feliz a Iris, pero su mente estaba viajando en los recuerdos que había tenido con Sybil. 

Sybil no solo había sido su moza para arreglar su cabello, o la sierva encargada de vestirla, bañarla y cuidarla, incluso le enseñó todo lo que necesitaba saber sobre el mundo de los humanos. Había sido la mujer que le enseñó a ser mujer, lo que implicó su primera menstruación, el aseo personal que debía tener e incluso los detalles que una señorita debía conocer hacia los hombres. Fue su confidente, aunque muchas veces no la entendiera, y fue la razón por la que no extrañó demasiado a su familia. Ella se había convertido en la familia que necesitaba y, bueno, Fierce, su Clymuwaed, era precisamente lo que la hacía mantener la razón en aquella jaula.  

Iris, que llevaba con la mirada perdida sobre las extensiones de viento, sol y arena del lugar, observó un punto oscuro que, se iba cada vez acercando más y más. Creyó al principio que podría ser un espejismo, esos que aparecen por el sol y la deshidratación que causaba el desierto, pero estaba segura que no lo era del todo. 

Por supuesto, Fierce ya se había levantado con el niño en brazos, pues desde su corazón había sentido la sensación de alerta que Iris estaba teniendo al mirar aquello.

—¿Qué crees que sea? —Preguntó Iris, intentando ver más allá. 

—Me parece que es... —Pensó por un momento, entornando los ojos a la figura, hasta que lo vio mejor—, ¡es una carreta! ¡Toma al niño! —Fierce lanzó a Asahi a los brazos de Iris que lo tomó asustada, mientras el otro rebuscaba en uno de los muebles su espada. La misma que había usado en su servicio en el reino Esmeralda. 

De haber podido, se hubiera puesto la armadura, pero no, ya no contaba con ella. Además, estaba seguro que su cuerpo se había engrosado un poco más, por el cambio de ser un solado a un cazador, y de un cazador a ser un hombre de familia. 

—¿¡Qué vas hacer!? —Preguntó Iris asustada. Alterada de que en ese momento no pudiera conjurar ni siquiera un camuflaje para ellos y proteger a lo único que amaba con todo su ser. 

—Voy a hacer lo que me corresponda hacer para proteger a esta familia —dijo Fierce, abruptamente. 

Salió de su hogar, sabía que, aunque estaba oculta en una loma, alguien con perspicacia sabría que habían persona en el interior. Además, había un tendedero improvisado de Iris, con ropa recién lavada.

La carreta se veía destartalada. Contaba con al menos, cuatro caballos que generaban la fuerza para moverlos, y alrededor de la madera vieja, habían latas de aluminio, cabezas de muñecas cortadas, y cualquier objeto no bonito que pudiera existir. Había un hombre de aspecto nauseabundo llevando las ruedas, y detrás de la carreta, había otro compartimiento, más grande y alargado que, al golpear una que otra piedra del camino, casi creía oír especies de alaridos.    

La carreta se detuvo a un par de metros de Fierce, que llevaba una mirada seria, con una postura de alerta de ser necesario. La espada la tenía a un costado, con una de sus manos sobre el mango, por sí debía desenvainarla. Tampoco, quería demostrar que estaba aterrado hasta los huesos. Iris, estaba asomada con cautela con Asahi, detrás del marco de la ventana, a un lateral para evitar que fuera vista ella y su hijo. 

—¿Qué desean? —Rugió Fierce con fuerza, malhumorado. 

El hombre nauseabundo, tocó un costado la madera de la carreta, y segundos más tarde, con un sonido chirriante por parte de la puerta de este, salió un hombre que, si bien era menos nauseabundo que el que conducía, se notaba a leguas que se trataba de alguien que buscaba verse como un noble, pero con problemas para ello por falta de un baño y de ropas sin remiendos. 

—Buenas tardes, señor, mi nombre es Rupper Still —dijo el hombre, con una mueca y una leve reverencia que parecía ser una burla en realidad—. Venimos de la costa del reino Diamante, hacia la zona más sur del reino, pues todo el sureste está tomado por una guerra entre este reino y los seres marinos de esa zona, y nos preguntábamos si tenía algo de comer. 

—Lo siento mucho, pero solo estoy yo en este lugar, y no he salido a cazar —dijo Fierce, sin pensarlo demasiado. 

El hombre se arqueó y sonrió ampliamente, mostrando los dientes de oro, y uno de sus dedos sucios, señaló el tendero con ropa. Obviamente había prendas de mujer y otras del niño. 

—Estoy seguro que usted no tiene ciertas apetencias como para usar ese tipo de prendas —el sonido de la voz de Rupper, comenzó a sonar con un toque de malicia—. Puedo señalar que en esa cueva en la que vive, debe haber una mujer y un niño.

Esa fue la señal que Fierce necesitaba, para sacar la espada en un instante y colocar el filo de esta, muy cerca de la garganta de Rupper.

—Te he dicho que vivo solo y que no tengo comida para ofrecerle —volvió a repetir, con la mandíbula tensa—, ¡Lárgate, antes de que decida decorar tu carruaje con tu propia cabeza!     

Rupper le miró directo a los ojos y se dio cuenta que el hombre estaba preparado para hacer cumplir su advertencia. Eso solo señalaba que, lo que había dicho era cierto. 

—No creo que seas tan estúpido —respondió Rupper, emitiendo un silbido.

El silbido se trataba de un llamado, pues de la carroza y el otro compartimiento, salió una decena de hombres, de diferentes edades, tan altos para suponer que eran semigigantes, y tan bajos como para saber que se trataban de enanos, y no precisamente de la raza de los pixies que ya hemos visto, sino de los Leprechaum que eran violentos, tramposos y malignos.  

Fierce sintió que se le iba el alma del cuerpo, pues temía que lastimaran a su familia. Sabía que podía intentar algo, pero le preocupaban que mientras lo intentara, fueran directo a su casa y le hicieran algo a Iris o a su familia, solo pudo pensar: "¿Oh, Aland, dónde estás cuando te necesitamos?". Aquel era una pregunta razonable ante un amigo que parecía aparecer en el momento que ellos necesitaban, durante toda esta historia, sin embargo, era un pensamiento equivocado, el clamor de Fierce no debía ser por Aland, una criatura más de Gaia, debió haber sido por Gaia misma.  

Y se vio a sí mismo, empujar la cuchilla y cortar la cabeza de Rupper. De inmediato, la cabeza de este salió disparada y golpeó al nauseabundo conductor, y con ello, la decena de hombre se abalanzaron contra Fierce.  Dos enanos se deslizaron por el terreno, sacando sus cuchillos alargados, con la intención de cortar las rodillas de Fierce, pero este hizo un giro rápido, con la punta de la espada hacia abajo en 45 grados, cortando la garganta de ambos enanos.

Chocó su espada luego, contra un hombre a un costado, y tuvo que agacharse para evitar el corte del segundo hombre que venía por su espalda. Recibió una patada a su costado, y retrocedió quejumbroso por el dolor. Pero tenía tiempo que perder, así que tomó una bocanada de aire, y saltó un costado rodando por el suelo, cuando uno de los semigigantes había sacado un enorme martillo he intentó aplastarle. Se aterró, sabía que no iba a poder del todo. 

Entonces, un cuchillo se clavó en su pecho. Chillo de dolor, por el impacto, y aunque no fue directo a su corazón, el dolor le desestabilizó un poco. Resultaba  que tenían un lanzador de cuchillos que este no previó. Agarró fuerza, cuando vio a tres hombres más ir en dirección a la casa. Iban por Iris y Asahi. Sintió el miedo más grande que había experimentado, así que corrió detrás de ellos, y aunque tres cuchillos más se clavaron en su espalda, y el ardor y la sangre saliendo de su cuerpo se presentaba, logró alcanzar al primero el cual clavó la espada directo a su pecho, el segundo se detuvo para interceptarlo, pero con un movimiento desenvainó el arma punzante de este, y dando un golpe con el codo al rostro para marearlo, hizo uso de la fuerza de sus brazos para quebrarle el cuello.  

Sin embargo, no pudo alcanzar al primero, y este en un momento salió con Asahi e Iris. Iris apretaba al niño contra su pecho, pidiendo misericordia para el niño, que le dejaran tranquilo, mientras la mano de su capturador la tenía sujeta por el cabello. Por supuesto, ella y el niño lloraban. 

Fierce fue a arremeter contra este, pero no vio venir el martillazo de otro de los semigigantes que lo mandó a volar justo a un costado de Iris. Estaba seguro, tenía gran parte de sus huesos rotos. El dolor que sentía en la costilla, la espalda y sus piernas, así se lo indicaban. Intentó moverse, pero su cuerpo no respondía. Como fuera iba a morir, y aunque sentía un gran dolor, no se comparaba con el dolor en su pecho cuando vio arrastrada a Iris y a su hijo en el interior de uno de los compartimientos. 

—No por favor... No.

Y justo en ese momento, la imagen mental acabó. Tenía el corazón paralizado con lo que su propiamente evocó, de lo que pasaría si llegaba a cortar la cabeza d eRupper. 

—¿Y entonces? ¿Qué decisión has tomado? —Preguntó Rupper, con una sonrisa maquiavélica. 

Y lo comprendió. En ese momento, la imagen que había tenido se la había enviado Rupper a él. ¿le mostraba su futuro? ¿Era un adivino? 

Fierce tragó grueso y bajó su espada. Lamentaba no poder defender a su familia como debía. 

Y cuando Rupper dio la orden para que saquearan su casa, un sonido comenzó a escucharse. Por un momento, pareció un sonido suave, escalofriante y como un lamento agonizante. 

Rupper abrió los ojos con demasía, miró a sus hombres y gritó: 

—¡Idiotas! ¡¿No se han asegurado de mantenerla con la boca cerrada?!

Y cuando iban a caminar en aquella dirección, rumbo al otro compartimiento más grande, los hombres detuvieron el paso. Y Fierce pudo ver como sus ojos parecían completamente ido. Fierce estaba seguro que aquellos hombres eran unos esclavistas, 

Obviamente, desde que habían transcurrido esos años desde la aparición del Nihilismo, el mundo parecía ir peor que nunca. Las leyes de los esclavos parecían haber sido anuladas por completos y, ahora se forzaba  a cualquier sitio que se considerara independiente de un reino, a ejercer un sistema económico en el que se usaba como modo de producción la mano de obra forzada, es decir, los esclavos. 

Por supuesto, como en otros mundos ha sido, estos esclavos podían ser hombres, mujeres y niños, a los que se les obligaba a trabajar, recibiendo únicamente a cambio lo justo para vivir, y sin tener garantías de que fueran a vivir a largo plazo. Su condición jurídica era la de propiedades de su amo, como quien tiene animales de granja, y podían ser comprados como cualquier objeto.

Fierce, pudo respirar de nuevo, pero tenía la espada alzada para ver quien evocaba aquella canción que, paralizó e hipnotizó a aquellos hombres, que solo se quedaron de pie allí, sin ver nada en particular.  Dio un paso para saber quién cantaba, y antes de poder dar más, apareció Iris con Asahi en sus brazos, y con una joven de complexión pequeña y extremadamente delgada, se veía que llevaba tiempo sin comer y que estaba deshidratada. Sus cabellos eran totalmente blanco, con reflejos plateados, y a su derecha llevaba un mechón rosa. Era de tés de clara, pero destacaba sus ojos rosa, como el cuarzo. 

—¿Cómo es que...?

Iba a preguntar Fierce algo, pero Iris se adelantó en responder: 

—Sabía que algo estaba pasando, porque tu corazón me hizo sentir con un miedo aterrador y supe que estábamos en peligro. Tenía que hacer algo, así que me colé por la parte trasera, rodeé la carreta y me di cuenta que todos estaban distraídos contigo. Y en ese momento pensé en Gaia, necesitábamos su ayuda, y—la voz de Iris se entrecortó por la falta de aire y la adrenalina del momento—, escuché su voz que me dijo "libera a la chica que llevan", y cuando lo hice y comenzó a cantar, me di cuenta de que se trataba de una Sirena. 

—¿Una sirena? —Preguntó Fierce, incrédulo. 

—Sí, debemos ayudarla —señaló Iris, suplicante. 

—Bien, vuelve a dentro con la chica, que no dejé de cantar porque parece que afecta a estos hombres y...

—Sí, la canción de una Sirena puede hipnotizar a cualquier hombre  —añadió Iris, interrumpiendo a Fierce, otra vez. 

—Bien, yo me encargaré de estos hombres —enfatizó Fierce, mirando con asco a Rupper—, ese hombre de allí es un adivino, un engañador que me hizo ver algo horrible. 

—¿Qué piensas hacer? —Preguntó Iris, preocupada. 

—Asegurar de que protejo a mi familia y a esa chica que nos ha salvado la vida —dijo Fierce. 

***

Los chicos no lo habían notado, pero había pasado ya más de un año, desde que todos habían salido de sus propias aldeas. Claro, el hecho de que no lo hubieran notado, no significaba que no lo sabían, solo implicaba que habían pasado un tiempo largo, con muchos acontecimientos que para ellos, no sabían determinarlo como bueno o malo. 

—¿Estás bien? —Le preguntó Annerys a María, quién caminaba tocando una pequeña pulsera de acero, con grabado de copas de nieve. Annerys sabía que era el objeto que Brutt le había regalado antes de salir del pueblo Rishal. 

—Sí, solo estaba pensando en si le volvería a ver —respondió María, pensativa—. Prometió casarse conmigo cuando volviera  a verme —añadió, con una sonrisa llena de rubores en sus mejillas.  

—No te avergüences —dijo Annerys, con una mirada entrañable—, al menos, creo que tienes más suerte que Skaitlis y yo. 

Por supuesto, Roderick y Arma estaban discutiendo sobre el camino que debieron tomar, en la delantera. Mientras Skaitlis estaba malhumorada detrás de ellos, intentando calmarle. María y Annerys, eran las únicas que no parecían tener tiempo para la rutinaria discusiones de los chicos.  

Se detuvieron, justo cuando llegaron a un acantilado. Debajo de ellos, se observaba un enorme bosque, lleno de árboles con hojas desnudas. La tierra se veía marchita y árida, y más allá, una ciudad doblemente más grande que la antigua Poliedri, y el lugar parecía casi muerto o deshabitado en su totalidad. 

—¿Este lugar qué es? —Preguntó Annerys, confundida. 

—Bienvenidos al reino Elemental —dijo Roderick, sin mucha gracia. 

—No siento vida en ella —dijo María, quitándose las sandalias para tocar el suelo firme con sus pies—. Parece un lugar desierto. 

Arma levantó sus manos a la altura de sus ojos cerrados, y con ello, una fuerte ventisca barrió todo el acantilado, bajó por el bosque y se internalizó en todo el rieno. 

—No veo a nadie, pero igual tengamos cuidado, no creo que esté deshabitada como lo parece —agregó. 

—¿Cómo entramos? —Preguntó María, intentando entender todo el asunto.

Se suponía que el reino Elemental era la ciudad más próspera que existía en su mundo. Se hablaba de mucha vegetación, riachuelos y grandes ríos y lagos, de altos edificios coloridos, y animales que evidenciaba la abundante vida. Para ese momento, era como mirar un cementerio simplemente.     

—Deberíamos ir de incognito, aunque no aparezca haber alguien allí —dijo Skaitlis—, ¿Creen que sea una trampa de aquella mujer? Fue demasiado fácil como nos dio directrices para llegar al reino. 

—No, este es el reino —una voz conocida, escucharon detrás de ellos. Se trataba de Naisbeth, la chica psíquica que vio la destrucción de su pueblo como Arma. 

Todos chillaron al verla de emoción. Naturalmente, la única que no conocía a la chica era Annerys, pero que no le llevó mucho tiempo para conversar con ella, como si la conociera de toda la vida. Además, la capacidad de Naisbeth de leer las mentes de los demás, le hacía conocer las intenciones reales de las personas.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó Roderick, en un momento. Recordando la discusión que había tenido con ella. 

—¿Estás lista? —Preguntó Arma emocionado. 

La chica asintió. 

—Estoy lista para venir por mis familiares.

—Lamento informarte que parece que no hay nadie en este lugar —dijo María, apenada. 

—Todas las personas están concentrada en el palacio —dijo Naisbeth, refutando lo dicho por María—, no puedes sentirlo, porque las paredes de ese lugar están construidas con acero y mármol, tu sensibilidad terrestre solo te permite notar lo que esté sobre el suelo.  

—¿Todos en el reino? —Preguntó otra vez, Annerys—. ¿Acaso saben que venimos? 

—Me temo que sí —afirmó Naisbteh. 

—Es una trampa —dijo Arma. 

—Es posible, pero tendremos que enfrentarlas si queremos lograr avanzar hasta el palacio —dijo Naisbeth.  

—A todas estas, ¿cómo es que llegaste tan rápido al reino? —Preguntó Roderick, comenzando a sospechar de ella. 

Naisbeth lo sabía, le miró por un momento, suspiró y añadió: 

—No son los únicos que han avanzado en su camino —contestó—, tengo nuevos trucos bajo la manga —acotó—, desde que les conocí, fueron una inspiración para mí y tenía el remordimiento de saber que podía hacer algo si lo intentaba. Además, no estaría sola, estaría con ustedes: Los chicos de la profecía, ¿No? 

—Ni que lo digas —afirmó Roderick, pesimista en ese momento. 

Annerys reprendió al chico con la mirada, y María se alivió de que no tuviera que ser ella, ahora, la que tuviera que cargar con el chico de fuego. Annerys le encajaba perfecto. 

—Arma y yo podemos intentar atravesar la aldea desde el aire —dijo Skaitlis—, podría dibujar un ave autóctona de este lugar, mientras Arma hace uso de su visión de viento. No debería haber problemas para llegar al reino.   

—Yo puedo crear un túnel subterráneo —dijo María con simpleza—, quien quiera venir conmigo pues bien. Así, Arma y Skaitlis daría reportes desde el cielo y yo debajo de la tierra. 

—Es muy buena idea —señaló Naisbeth, con los ojos como platos—, en ese caso, me parece bien que alguien se atreva ir por la superficie. 

—Yo iré con María —dijo Annerys. Por supuesto, Roderick la miró dramáticamente, como si le hubiera traicionado—, no tengo tiempo para aguantar niñerías.  

—Pero...

—Entonces, eso nos deja a ti y a mí tener que ir por el bosque —dijo Naisbeth, viendo a Roderick—. Espero no sea problemas. 

—Yo también lo espero —dijo este, un poco fastidiado. 

Cuando Arma y Skaitlis sobrevolaban, encima del lomo de un águila gigante pero, que por la altura, lo hacía ver como un águila común, Arma solo suspiró: 

—El cielo está completamente despejado. Desde aquí no se ve nada que pueda afectarnos —señaló Arma, sabiendo que, la única que serviría para hacerles comunicar a todos, aunque estuvieran en grandes distancias, sería Naisbeth con su capacidad psíquica.  

"Ya reportado" —escucharon Skaitlis y Arma la voz de Naisbeth. 

—¿Crees que les vaya bien? —Preguntó Skaitlis un poco insegura. 

—Creo que les irá como tenga que irles —respondió Arma, sin tener idea de nada.

—Lo sé —dijo Skaitlis, nerviosa e intentando aclarar su pregunta anterior—, lo quiero decir es ¿que si estaremos bien? 

—Bueno, tú más que nadie sabes que estaremos bien si solo hacemos lo que Esesmu nos ha demandado.  

Annerys y María, ya estaban en la ciudad cuando reportaron que debajo de ellos todo estaba libre. Después de haber recorrido más de un kilómetro al nivel de suelo, cosa que no fue difícil pues María no solo fue capaz de crear un túnel, sino de usar la tierra como medio de transporte, como si estuvieran surfeando. Annerys y ella, no les llevó mucho tiempo atravesarlo. 

—Parece un reino fantasma —dijo Annerys, preocupada, cuando había salido del túnel. 

Las casas construidas de roca, tejados de madera, tenían montones de zarzas al rededor y de plantas trepadoras en ellas. Parecían los templos antiguos y abandonados como los que habían visto en su camino, solo que la apariencia era de esa forma hacia todas las casas, excepto por el palacio como tal. 

—Creo que Naisbeth no nos mentía, mira la apariencia del palacio —señaló María—. Luce tan reluciente y tan brillante, como si fuera intencional que todo el que entrara al reino se dirigiera a este.

—No se hace eso cuando sabes que tienes una victoria asegurada —agregó Annerys, sabiendo que la intención de los que estuvieran detrás de todos estos, era precisamente que llegaran al palacio. 

—Creo que deberíamos irnos —señaló María, preocupada—. Podríamos acampar un tiempo en los alrededores, intentando no llamar la atención, y ver que sucede en los próximos días, 

—¿Y se sería demasiado tarde para la familia de Naisbeth? ¿Y si ellos huyen mientras nosotros esperamos? —cuestionó Annerys, y María solo se encogió de hombros.  

Pero, aunque lo había dicho, de alguna manera todos sabían que había llegado el momento de acabar con todo lo que tenían que hacer. Y, al mismo tiempo, sabían que se trataba de una trampa. 

Por otro lado, Naisbeth y Roderick ya habían bajado la montaña escalpada, y se internalizaban en el bosque de árboles desnudos. Ya sabían que todo estaba despejado por encima de ellos y debajo de ellos. Se suponía, que las nuevas indicaciones se tendrían cuando ellos dieran su último reporte.  

Naisbeth, como ya sabemos, era una chica robusta, así que iba a paso lento, en comparación a Roderick. Aquello le molestaba un poco a Roderick, pero no podía empezar a discutir con ella, por apurar el paso, sin embargo, no le importó hablar: 

—Por eso es importante hacer ejercicio —soltó. 

Naisbeth le miró apenada, y continuó caminando, tropezando con una de las ramas de los árboles hasta caer al suelo. 

—Yo, lo siento —dijo apenada, mientras se recomponía. Roderick solo le dio una mala mirada.

—Caminar es fácil, solo debes mover un pie y luego otro —añadió. 

Naisbeth suspiró y asintió detrás de él. 

Habían pasado ya, alrededor de treinta minutos cuando Naisbeth habló. 

—No es que no sepa caminar, tampoco es que no haga ejercicio —estaba cansada de la mala actitud del chico hacia ella—, es solo que soy así —la chica se detuvo, y se sentó en una de las ramas de los árboles desnudos para descansar. Roderick se le quedó mirando, sin poder creer que fuera a tomarse un descanso.

—Mira, entiendo que tuvimos un mal inicio y que, bueno, tal vez no me caigas muy bien del todo porque me pareces poco decisiva, floja y perezosa, pero los chicos realmente están contando con nosotros y nuestro reporte para llegar el palacio. No me importa como seas, solo debemos atravesar este bosque y decirles a los chicos que podemos continuar. No podemos...

—¡Cállate! —el chillido de Naisbeth, le hizo callar. Roderick la miró, y observó que estaba a punto de llorar—, Sí es cierto que me cuesta tomar decisiones, pero esperaba que el hecho de que estuviera acá fuera una forma de expresarme en que, aunque me cueste, lo estoy haciendo. De hecho, lo he decidido, he venido por mi familia —enfatizó—, pero no soy floja ni perezosa. Si lo fuera, hubiera muerto de hambre en ese pueblo abandonado, no estuviera acá y no estuviera caminando. 

—¡Caminas porque es lo que te toca! ¡No porque no puedas hacerlo! 

—¡Si puedo! ¡Pero si quisiera, no tengo porque hacerlo! —gritó ella— ¡No seas idiota! 

—¿Pues qué crees? ¡Así soy yo! Y así como me toca aguantarte, te toca hacer lo mismo. 

—La diferencia está en que no puedo caminar más de lo que tu pues. Mi cuerpo físico no me lo permite. ¡Lo sé! ¡Soy gorda y estoy gorda! —gritó finalmente, lo que le molestaba. Lo que Roderick no sabía, es que, en tiempos como los nuestros, ellos hubieran entendido que el problema de ella no era por comer demasiado o por ser perezosa, sino una condición especial por problemas hormonales que para el tiempo y este mundo, no había una solución—. Tú tienes un cuerpo que te ayuda para hacer todo lo que haces, para pelear, caminar, correr de una forma que yo no puedo. Eres un idiota por no ver que, aunque tengo un problema físico, no es un problema que yo haya escogido, solo soy así y yo estoy conforme con lo que tengo. Pero me enoja demasiado que otros no estén conforme por como soy, como si yo les debiera algo por eso. ¡A ti no te debo nada!

—Oye, yo... 

—¡Nada! —volvió a gritar Naisbteh—, yo daré el informe a los chicos, pero no tendrás que aguantarme ni un segundo más.     

La chica se levantó y, aunque era de piel morena, estaba roja como un tomate de la rabia. Su cabello crespo se lo recogió en una coleta. Miró hacia el otro extremo donde se hallaba en el reino, y "PUSFf" desapareció delante de los ojos de Roderick.

—¡Genial! ¡Ella puede teletransportarse y me ha dejado! ¡Todo este tiempo no teníamos que atravesar este lugar, pero ella quiso atravesarlo! —Los berrinches de Roderick se escuchaban ahora, mientras corría por el bosque para alcanzar a los demás—, ¿Por qué tengo que ser tan idiota?

Pero antes de que pudiera continuar, el chico se detuvo cuando un hombre con rostro de cuervo apareció. Llevaba una capa oscura que le cubría el cuerpo. 

—¿Tú quién eres? —Preguntó, alerta de que pudiera ser un enemigo. 

—Tu peor pesadilla —respondió el hombre pájaro, abriendo el interior de la capa que llevaba, saliendo de esta montones de cuervos. 

Roderick se vio envuelto por un enjambre de cuervos. Miró a un lado y a otro, y se vio así mismo rodeado por completo, y dijo, mostrándole a su enemigo una sonrisa: 

—Te contaré una historia, solo para ver si te arrepientes de la decisión que está por tomar —comenzó—, el único pájaro que se atreve a picotear a un águila es el cuervo. Está tan lleno de avaricia y coraje, que se cree lo suficientemente listo y poderoso para enfrentar al ave más peligrosa del mundo. Sabe que tiene toda las de ganar porque un águila, no tiene la misma capacidad del búho para girar su cuello y atacarle.  Por eso, se sienta sobre su espalda y comienza a morderle el cuello —Las palabras de Roderick esta vez, sonaron calmadas. Y todo sabemos el peligro que existe en aquella persona que te mira fijamente y te habla con tanta templanza como él lo estaba haciendo—.  Sin embargo, el águila nunca responde ni mucho menos busca luchar contra el cuervo que le picotea, esperando que se muera por la herida que le está haciendo o por el desangre de la misma; no gasta tiempo ni energía en su atacante. Simplemente, decide abrir sus alas y comienza a elevarse más y más alto en los cielos. Cuanto más alto se encuentra, más difícil es para el cuervo respirar, y luego se cae por falta de oxígeno. Y si el águila lo desea, toma el momento oportuno para llevárselos con sus garras, y todo sabemos lo que sucede cuando un águila toma algo con sus garras. 

—¿Qué intentas decir? —Inquirió el hombre cuervo, con odio. 

—Que yo en este momento, soy un águila. Si decides atacarme, vas a lamentarlo. Y te estoy dando la oportunidad de que te arrepientas y te vuelvas de tu propio error y decidas formar una familia —Le respondió.

—¡Insolente! —Rugió el cuervo.  

Y dicho eso, envió una poderosa ventisca de aire hacia Roderick que, de no haber sido otro momento, se hubiera burlado. Conocía a alguien que era capaz de crear ventiscas tan poderoso como para llevarse aquel bosque entero consigo. Pero, no iba a decirlo. No se inmutó por el viento, ni mucho menos por los chillidos de este para indicar el ataque de sus cuervos. 

Los cuervos volaron en picada, con los picos afilados en dirección a este, todos venían de todas partes, y Roderick sin pensar demasiado, creó un torbellino de fuego que se arremolinó alrededor de él, y se expandió. Aquello era tan grande, que todos pudieron observar el torbellino, pues iluminó el cielo gris del reino. Obviamente, eso trajo preocupación.  

Cuando el torbellino acabó. No solo había incinerado a los cuervos, sino que el autor de estos estaba moribundo en el suelo, con quemaduras graves. 

—Lo siento —dijo Roderick, sintiendo pena real. 

—Yo, tomé mi decisión —dijo este, con mucha dificultad y arrastrando las palabras—, van camino a una trampa. 

—Lo sabemos —le contestó Roderick—, preocúpate por clamar ayuda a Esesmu y por pedir perdón por tus propios errores, estoy seguro que hallarás, solo así el descanso que necesitas. 

El cuervo asintió, le pareció a Roderick ver una sonrisa, y luego le vio morir. 

—¿Estás bien? —Preguntó una joven voz conocida, detrás de él. 

Roderick se volvió a ella, y asintió. Lo que Naisbeth no se esperaba, es que el chico le hubiera abrazado ene se instante. 

—Lamento mucho todo lo que sucedió y como te hice sentir. 

Naisbeth sonrió, no respondió nada, y con ellos, otro "PUSF" sonó, llevándose al chico de aquel bosque tortuoso. 

Y todos tenían razón al final: La trampa comenzaba a gestarse.   





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