El Derecho a la Vida

Pd: Este capítulo me hizo llorar al escribirlo. Así que espero que no sientan la pena que sentí porque no deseo que lloren. Sin embargo, sería bueno que dediques dos minutos de tu tiempo para escuchar la canción introductoria y te aferres a ese sentimiento. 

***

Premio a:

Capítulo 69

La barriga de Yami ya se veía como una gran cosa redonda. Para ese momento, ya estaban en una embarcación de Leprechaum, que convencieron con una bolsita de oro cargado que Dani les había dado precisamente para el viaje. Tenían un poco más, pero no se lo hicieron saber a los avaros duendes Leprechaum. 

La embarcación, increíblemente, tenía el tamaño de una embarcación humana común, pero los utensilios si estaban diseñados para criaturas como ellos. Desde las sillas, meses, camas, todo estaba acorde al tamaño de los Leprecahum. Lo que fue un notorio problema para Dani y Yami, que no solo eran grandes, sino que estaban con un tamaño no promedio a lo usual. Dani, por los musculado que era, y Yami, por el embarazo. Así que, ni modo, les había tocado dormir en una habitación donde había montones de animales, burros, ovejas, gallinas y gallos, vacas incluso, sobre una cama improvisada de heno seco. 

El olor, por supuesto, no era lo más placentero. No en un sitio donde los animales comían y defecaban al mismo tiempo. Pero Yami estaba agradecida de Dani, que cada momento que podía, se encargaba de limpiar y sacar barriles de excremento hacia el océano. Para los Leprechaum, había sido el mejor trato que habían hecho, no solo consiguieron oro, sino mano de obra gratuita que hiciera uno de los peores trabajos en una embarcación de comercio ganadero como el de ellos: Limpiar mierda. 

Al menos, el viento hacia el noroeste era cálido y compensaba la incomodidad que presentaban. El olor del mar, una mezcla de algas, peces y otras cosas más, inundaba las fosas nasales de todos los tripulantes, pero todavía más a Yami por su estado, y aquel olor precisamente se había convertido en una de las cosas que más detestaba, pues le ocasionaba innumerables nauseas. No por el movimiento del barco, sino por el olor de este, aunque el movimiento del barco tampoco ayudaba pero no era la causa principal.  

—¿Cuánto más crees que haga falta? —Preguntó Yami. Obviamente la faceta de su rostro, no era la misma animada y viva que conocemos durante toda la historia, sin embargo, se resolvía para sonreír en cada cierto momento.  

—Dicen que falta un poco más —respondió Dani, intentando disimular fracasadamente su preocupación—. Pero le prometo que mañana será más bonito.  

—Comienzo a odiar a tu hermano por hacernos venir hasta acá —dijo Yami, no de forma sincera, sino más bien llena de un humor negro. 

—Le daré una golpiza por ti cuando lo vea, es bueno que sepa quién es el hermano mayor y que se hace lo que yo diga, no lo que el enano diga —soltó este bromeando. 

Dani se inclinó de tal forma que la besó. Junto su frente con la de ella, y no pudo contenerse en preguntar: 

—¿Estás segura de esto? 

Yami le sonrió, y le dijo: 

—Ven, coloca tu oreja aquí —contestó ella, señalando su vientre. 

Cuando Dani lo hizo, comenzó a escuchar un ruidito, arrugó la frente, y luego sintió que algo empujó su rostro. Miró impresionado a su mujer. 

—Ese es el sonido de la vida —dijo ella, con una sonrisa—, dime algo, todo este tiempo en el que hemos viajado, ¿todavía crees que tenemos derecho sobre la vida? 

—¿A qué te refieres? —Preguntó, sin entender a lo que se refería.

Yami suspiró, se acomodó un poco para quedar sentada mejor, con la espalda apoyada en una de las paredes. 

—Dani, para decir que algo nos pertenece, debe estar hecho productos de nuestras manos. Por ejemplo, puedes reclamar el derecho a la ropa que llevas, porque la has comprado o porque ha sido producto de tus manos, y sería lógico que tu decidas el destino de eso. Pero allí surge una duda, ¿de quién es la vida de las criaturas? 

—Nos aferramos muchas veces por creer que la vida que vivimos es nuestra, por el hecho de que la estamos viviendo, pero la verdad es que solo es un asunto prestado —siguió explicando—, es prestada, porque ni tú ni yo la creamos con nuestras manos para reclamarla como nuestra. ¿Qué derecho entonces, realmente tengo sobre mí misma? ¿Mi cuerpo? ¿Mi espíritu? ¿Mi alma? ¿La vida en sí misma? 

—¿Y qué si somos productos de un hecho desagradable? —Preguntó este, imaginándose las cosas atroces que ocurría en un mundo como aquel. 

—¿Y qué culpa tenemos tú y yo de ese hecho? Seríamos el efecto o el resultado de ese hecho, pero no los causantes. No tenemos culpa, ni mucho menos que sufrió de esos hechos, pero cuando intentamos buscar un culpable, queriendo hacer uso de la "justicia" olvidamos nuestros limites sobre la vida, como el hecho de entender que no es nuestra.

—Suena complejo —murmuró Dani.

—Lo es —afirmó ella—, pero solo si te aferras a creer que la vida es tuya. Por ejemplo, si tú y yo creemos que la vida nos ha sido otorgada por Gaia, ¿acaso no sería ella la que deba decidir el fin de esta? Tendría todo el derecho si la vida la dio ella. Es como tú, cuando sientes que tienes todo el derecho sobre mí, por el simple hecho de que me has reclamado como tuya y yo lo he aceptado. Ese sería la ley de todo este asunto. Si lo entendiéramos, las personas pensarían dos veces antes de cometer un asesinato o cometer un suicidio, porque sabrían que no tienen ningún derecho sobre esas acciones. 

—Básicamente la solución de nuestros propios horrores, sería tener una creencia, y en este caso, en Gaia para poder aceptar a la vida sin más —concluyó él.

—¿Y acaso los seres humanos no buscan algo en qué creer? Unos creen en sí mismos, como el punto central de sus fuerzas y su motor, otros idealizan a ciertas personas, las siguen, y se hacen fanáticos de ellos, y otros deciden creer en algo más allá. El punto es, que se necesita de creer en algo para poder continuar. Cuando se pierde eso, el asesinato y el suicidio en una opción.    

Dani miró por un momento a Yami. La parecía impresionante que ella, en su estado actual, pensara de una forma que a él le costaba entender, aunque si lo entendía, pero procesarlo era otro punto. 

—Es difícil convencer a un hombre que perdió su honor, perdió su trabajo, perdió a la única persona que amaba y su historia fue destruida en una batalla contra el destino de no aprovechar esta oportunidad de perder la vida si todavía tiene el poder —siguió Yami hablando, pero con una nostalgia reflejada en el rostro—, obviamente está animado de llevar a cabo este acto de su independencia y victoria. En esta acción, las criaturas una vez más arriesgan su, quizás incomprendida humanidad a un destino ciego e inhumano —tocó su vientre y comenzó a acariciarlo, debido a las pequeños movimientos, a veces dolorosos, del bebé que crecía dentro—. No es de extrañar que el suicidio sea un acto especialmente humano, que en sí mismo ha sido consensuado y justificado muchas veces por gente noble, más allá de todas las minimizaciones y juicios morales que lo catalogan de cobardía y agotamiento, es la redención de una vida fallida. Si eso no fuera cierto, ¿para qué pensar en suicidio entonces? —Dani asintió. 

—El verdadero creador del El suicidio no es la desesperación en la que se da esta conducta la mayor parte del tiempo, sino la confianza en sí mismo de la criatura que hace la más alta autojustificación aún en medio de la desesperación —Yami sonrió otra vez—, ¡Sí! Uno no puede justificarse en la felicidad y el triunfo, pero puede justificarse en la desesperación. Si bien el derecho de las criaturas a la vida no puede ejercerse en la historia del cuerpo, sí puede ejercerse extinguiendo el cuerpo. Si no puede obtener el reconocimiento que desea del mundo,   somos capaces de obtenerlo en la soledad última. El suicidio es la tentativa del hombre por dar un sentido humano último a una vida que ha resultado sin sentido. La sensación de terror involuntario que nos embarga ante el suicidio no se debe a la mezquindad, sino a una soledad escalofriante así como a la independencia de tal acción. ¿Entiendes esto? Porque es importante para mí explicarte el sentido no solo del por qué no he decidido abortar por el bien de mi propia vida, sino lo que para mí representa la vida.

—Lo entiendo —dijo Dani, suspirando—, El asesino y el suicida sólo es responsable ante Gaia, autora y maestra de su historia. ante esto, veo que se añade algo: el asesino, solo es eso, pero el suicida se convierte en suicida y asesino al mismo tiempo. Como estamos hablando de Gaia, el suicidio fue denunciado como pecado de impiedad. Sin embargo, la inmodestia no es falta moral, sino que es susceptible de motivos y obras nobles y reprobables. La falta de modestia es la razón por la cual el hombre suicida busca y se aferra a su propia justificación y su última posibilidad, porque no acepta la justificación divina, no acepta el destino divino. La injusticia oculta para las criaturas de manera fatal, es revelado de tal forma, que ni siquiera el suicidio lo libra de las manos de Gaia, que le ha preparado su destino. La injusticia no conoce por encima del don de la vida corporal a la autora, Gaia, que está en la construcción del derecho único a poseerlo. Aquí estamos con el hecho de que la vida natural tiene sus derechos no para sí misma sino para Gaia. La independencia dada al hombre en la vida natural, la libertad de morir, se abusa si no se usa con fe en Gaia.

Yami se alegró como nunca lo había hecho y lo besó. Amaba a su esposo. Le amaba de tal forma, que su pesar estaba era en dejarle solo, cuidando de un bebé. Y aunque podría estar preocupada por el bebé y su futuro, sabía que sí estaba pasando por esto es porque Gaia cuidaría de este, así como lo había hecho con ellos. 

Increíblemente como pudiera parecer, los días del alumbramiento de Yami se cumplieron en aquel barco. Para ese entonces, Dani y Yami, y los Leprechaums abordo habían pasado tanto tiempo juntos, que habían creado una hermandad con seres difíciles de llevar. Pero, que gracias a la ayuda de este en la limpieza del barco, la pesca, la alimentación de los animales y la limpieza de estos, hizo reconocer a los Leprechaums que solo lo hacía para ganar favor con ellos. Y le aceptaron. Además, todo fue mucho más fácil, cuando Dani se encargó de ayudarle en una de las peores noches en el mar.

Una horrible tormenta se alzó de tal forma que abatió contra el barco. Los Leprechaums eran pequeños, pero fuertes, y aun así, les costaba maniobrar el barco en una situación como aquella. Para cerrar las velas, necesitaban ser diestros para tomar las sogas con fuerzas, y lo hubieran podido hacer con la rapidez que se requería, de no ser que las olas les azotaban. Justo en ese momento Dani fue clave: Este logró crear un campo protector al rededor del barco, que en una imagen panorámica para nosotros, era como ver una burbuja indestructible sobre aguas abatidas. Esto permitió que, aunque olas imponentes golpearan este, ya no afectaba al barco sino que se encontraban ante el campo que repelía la fuerza de esto. 

Esto hizo que la manipulación del barco fue mucho más sencilla y, que apenas, se notara la tormenta. Y usando este efecto que parecía repeler las aguas, sin darse cuenta, habían impulsado la velocidad del barco. Toda esta hazaña en aquellas horas, hizo que los Leprechaum se abrieran con estos.

Y justo en ese instante, entonces habían sido ellos en armar los preparativos para el nacimiento del bebé. Habían traído agua, que con la ayuda de la magia de estos, la calentaron en el punto necesario para ella. Trajeron telas, y jabón incluso. Uno de os Leprechaum, resultó ser un especialistas en artes de la naturaleza, de modo que se encargó del parto. Dani, por muy fuerte que era, no quería estar presente, pero estaba allí, solo porque Yami se lo había pedido. 

Lo primero que Dani escuchó cuando el parto comenzó, fueron montones de voces a su alrededor, más bien, murmullos, que parecían estar haciendo una especie de rezo. Yami estaba colocada en cuadrupedia, con el rostro directo a su esposo. Una tela cubría la parte inferior de esta, de modo que Dani no podía ver lo que allí sucedía. Pero Hoolt, el Leprechaum que la atendía, comentó que aquella era la posición más recomendada para que tuviera menos probabilidad de sufrir un desgarro. 

—¡Ya ha dilatado lo suficiente! —dijo Hoolt— ¡Coloca el agua debajo y más telas!

—Todo va a estar bien, cariño —dijo Dani, con el alma en el pecho—, sé fuerte, respira y apriétame las manos de ser necesario.  

Aquella primera fase duró aproximadamente  entre una a dos horas, claro, con todo el suplicio, ninguno supo exactamente tal detalle. Dani solo podía ver como sacaban e introducían más telas, al igual como cambiaban el agua del recipiente debajo. Yami había comenzado a pujar, y los grito del dolor eran realmente desgarradores. Dani sentía que iba a desmayarse, sintió náuseas y mareos, pero todo lo contuvo por amor a ella. 

—Por favor resiste —comenzó suplicar entre jadeos, al ver a su esposa sufriendo. 

—¡Ya está saliendo la cabeza! —gritó Hoolt— ¡Su piel es morena como la de su madre! 

—¿Lo oíste? Lleva tu piel —dijo Dani, intentando animarla. 

—Deseo que lleve tu corazón —mencionó ella, jadeando y cansada—, con eso me basta.

—¡Puja! —Gritó en una orden Hoolt. 

Yami volvió a gritar, apretando con firmeza las manos de Dani, hasta que se escuchó algo caer en el balde con agua que estaba abajo. 

—¡Traigan más telas y el cordón metálico! —sentenció Hoolt. 

—¿Está bien? —Comenzó a preguntar Yami—, ¡No lo oigo llorar! ¡Mi bebé, mi bebé! ¡por favor!

Dani no pudo evitar asomar la cabeza, intentando saber que pasaba que no respondían ni hablaban, y con el sonido de una nalgada, escucharon llorar a la criatura. En ese momento, los corazones parecían relajarse nuevamente. Dani no creía poder más. 

—Es un niño —dijo Hoolt—, acercando el niño hacia los padres, envuelto en una tela.

Todavía tenía sangre en el rostro cuando Dani lo tomó, pero tanto Dani como Yami murieron de ternura al verlo. Y Hoolt estaba equivocado, la piel era morena sí, pero no era como la de Yami, era más brillante y bronceada, casi como el color de la canela o el atardecer de un cielo despejado. Tenía las orejas puntiagudas, pero no tan largas como las de Yami, posiblemente por ser mitad humano, y el color del cabello era como el de su padre; sus ojos eran ámbar, pero tan claro como el color del miel. 

—Dayami —dijo Dani sin pensarlo—, quiero que se llame así.

Yami miró a su esposo un momento, y asintió con alegría.

—Se llamará Dayami entonces —afirmó ella—, mi precioso chico. 

—¡Señor! ¡Viene Otro! —Escucharón rugir a los Leprechaum a Hoolt.

Este volvió a su puesto y, efectivamente otra cabeza comenzaba a salir. 

—¡Son dos! —dijo este. 

Yami y Dani ya lo sabían.

Se repitió el mismo esfuerzo por parte de Yami, mientras Dani intentaba mecer con uno de sus brazos a Dayami, y con el otro sostener una de las manos de su esposa. 

—¡Es una niña! —escucharon varias voces decir. 

Cuando Hoolt trajo a esta, a diferencia de Dayami, este tenía el tono de piel de él, los cabellos de su madre, pero con las mismas orejas puntiagudas. Hoolt se la mostró a Yami, y esta fue quien habló esta vez: 

—Se llamará Yamida —dijo—, es el nombre perfecto para una guerrera. 

—Yamida... —Dani sonrió.

—¡Señor! —Escucharon los Leprechaum gritar, de pronto—, ¡La sangre no para después de cortar los cordones umbilicales!

Allí, Yami recordó allí el episodio con las sirenas del aire, las harpías: 

"¿Sabrá ella que morirá?"

"Seguramente no tiene ni idea", había agregado una más.

"Podemos adelantarte ese destino si lo permitieras", soltó en risas otra.

"Podemos darte fama y conocimiento... Y la opción para cambiar tu destino..."

"El hijo de un humano y una elfina"

"Atado con los elfos desde su nacimiento"

"Es uno de ellos" 

"Te prometemos no hacerle daños a los niños que están en su vientre"

"Una niña y un niño, será la recompensa de tus seres perdidos"  

Hoolt soltó la niña también en brazos de Dani. Y justo en ese momento comenzó la locura: Dani vio a Yami desplomarse en el suelo, convulsionando. Los Leprechaum la giraron, colocando su espalda contra el suelo, y telas y más telas entraban y salían. Habían gritos por parte de todos los Leprechaum, pero Dani parecía estar demasiado aturdido para entender que decían. Veía al pequeño en sus brazos, y el rostro de Yami que cada vez perdía más y más color.

Dani se aferró a los niños y comenzó a llorar. 

—Mami estará bien, y yo... —más lágrimas—, voy a cuidarlos con mi vida. Ustedes son el fruto de lo único que he hecho bien en este mundo. 

Entonces, pasado unos minutos, no tenían que decirle nada, lo pudo sentir en la rosa tatuada en su pecho. 

—Señor, lo lamentamos muchos, pero perdió demasiada sangre. No logramos contenerla y se ha desangrado... —Hoolt, el viejo Leprechaum, decía todo aquello con mucha pena. 

Aquellas palabras jamás las olvidaría. Dani sentía que le faltaba el aire en ese instante. Lo siguiente que supo es que comenzó a llorar como nunca lo había hecho, con los niños entre sus brazos. Los niños, también habían comenzado a llorar, y aunque intentaron quitárselos, este no lo permitió. Por respeto, le dejaron solo, pero tuvieron que volver a entrar al establo, cuando habían pasado dos horas. 

—¿Qué quiere que hagamos con su cuerpo? —Preguntó Hoolt, sabiendo que era momento de preparar el cuerpo de Yami.      

—¿Qué se puede hacer estando en el mar? —Preguntó, casi por pura inercia. 

—Podemos arrojarla al mar —dijo Hoolt, penoso de decir que eso era lo único que podían hacer. 

—No entiendo entonces para qué me pregunta —dijo Dani, no con sarcasmo, sino concluyendo que era lo único que podían hacer y lo innecesario de preguntarle.

Hoolt asintió, y dio indicaciones de que se llevaran el cuerpo.

—Vamos a limpiarla y la enrollaremos en tela —dijo Hoolt, no esperando respuesta—. Tome —dijo—, la he preparado yo mismo, usando la leche de nuestra vaca para alimentarlos. Déselos para que dejen de llorar.

Dani miró lo que Hoolt le entregaba, y se dio cuenta que se trataba de una manga echa con tripas de algún animal, obviamente ya limpia y con tiempo de uso, tal vez la usaban para llevar agua como una cantimplora, pero en vez de eso, había un líquido blanquecino, la preparación de Hoolt de la leche de la vaca de su establecimiento. Seguramente la había mezclado con algunas cosas más, para diluir la leche de la vaca, por lo pesada que podía ser para un recién nacido, además de buscar fortificar las defensas de este. 

La verdad, Dani no quería hacer nada en ese momento. Pero entendió que no tenía de otra y que Yami querría que cuidara lo mejor posible de los niños, así que tomó fuerzas y comenzó alimentarlos. Los niños habían estado llorando con él, tal vez por una hora o más, y se dio cuenta que por su propio dolor estaba siendo egoísta con las pequeñas criaturas que estaban en sus brazos. Y recordó su promesa: "voy a cuidalos con mi vida"

Ese fue el mejor y peor día de Dani. Había recibido dos hijos, pero perdido a la única mujer que amaría. En ese instante comprendió el dolor de Akudomi, de Cristal, de Sigurd, y se dio cuenta que realmente no tenía idea de lo que era hasta ese momento. La muerte del Clymuwaed, se sentía como estar muerto pero vivo al mismo tiempo. Vio como el cuerpo de Yami, envuelto en telas fue arrojado del barco. Por respeto a él, habían detenido el barco, y pararon allí hasta el día siguiente. Pasaron en vela incluso, y gracias a la magia de los Leprechaums, vio incluso arder el cuerpo de Yami de un fuego verduzco que las aguas no parecían apagar. 

—No dejaremos que su cuerpo sea alimento de los peces —dijo Hoolt, buscando ser gentil. 

—Gracias —logró responder Dani.

—La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor perdida es lo que muere dentro de nosotros mientras estamos vivo —Hoolt mencionó, mirando el brillo verduzco que se hundía en el mar—. Pues, al final solo queda un cuerpo sin alma, vacío, sin sentido de la vida, no hay motivación, por lo que morir es lo último en lo que se piensa, o tan siquiera se piensa. Encuentra tu razón y sigue viviendo. 

—Ya lo tengo —dijo Dani, sin esperar demasiado—, ella sabía que iba a morir y por eso, me habló de la vida, la muerte y el suicidio, sabía lo que iba a estar batallando yo, sin saber que lo era realmente. Se encargó de mostrarme que no soy dueño de mi propia vida, y no tengo derecho sobre lo que no me pertenece, y que solo debo aceptar el destino que se me ha presentado, para vivir realmente. Dayami y Yamida están conmigo ahora, y les enseñaré todo lo que su madre me enseñó, si eso es posible. 

Lo curioso de aquella respuesta, es que no había ese sentimiento de soledad, sino de una profunda reflexión. Hoolt pudo entender, que ellos sabían algo más que él desconocía, pues se preguntaba las razones por la que no decidió abortar y salvar su vida. ¿Cómo era posible? ¿Y qué era lo que sabían? Se preguntó Hoolt. Le dio unas palmaditas en el muslo de este, y le dejó allí solo con Dayami, durmiendo en brazos. 

Un mes después de ese fatídico momento, habían llegado a las tierras de la zona desconocida. el tiempo restante no pareció abrumar a Dani, al contrario, le permitió aprender más sobre cuidar a dos niños como Dayami y Yamida, junto a Hoolt. Tuvo miedo de que este se enfermaran por los vientos fríos del mar, o el ambiente propio de un barco mercante como aquel, pero Dayami y Yamida parecían demostrar que eran fuertes, tanto como él y su madre. 

Cuando finalmente el barco llegó al puerto. Notó algo curioso, lo que llamaban como zona desconocida, parecía ser una tierra llena de excentricidades y, aparentemente sin etiquetas, porque estaba viendo delante de sus ojos, la convivencia entre gnomos, leprechaums, duendes pixies, humanos, cambiaformas, e incluso le pareció ver un Trol de montaña y un Gigante ocultarse más allá. ¿Acaso eso podía ser posible? Hasta donde sabía, todas esta criaturas preferían vivir con los de su clases que mezclarse. ¿Qué estaba sucediendo allí?      







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