El Amanecer de las Especies

Capítulo 70

Norma había salido ese día temprano del Acantilado del Fin de los Mundos. La alianza cambiaformas ya tenía varias semanas de haberse constituidos, y había escuchado por parte de Fiorela los rumores de que la enorme niebla oscura que protegía la región oscura del reino de Hierro había sido destruido, que estos habían hecho alianza con el reino Carbón y con el reino Oro, y que se aproximaban al reino Artesanal, además de que se hablaba de que muchos dioses se habían levantado. Eran primicias que le tenían los pelos de puntas. 

Tenía la esperanza de que volvería a ver al hermano de la alfa Origami, aquel hombre guapo de aspecto salvaje y peligroso que, por alguna razón, le había atraído bastante, pero sus sueños se acabaron con el pasar de los días. Sabía por Fiorela que lo habían enviado junto a Lance y el señor Samael hacia el Fin del Mundo, pero los rumores que Fiorela había escuchado y le había contado a ella, es que estos no iban a volver y que morirían en ese lugar del que nadie volvía. 

Al principio no creyó en nada de eso. Le parecieron meras supersticiones. Pero, al cabo de que los días y las semanas pasaban, tanto que la mismísima alfa ya había dado a luz, le hizo saber que los rumores parecían ser cierto.   

Tampoco podía negar que se había encariñado de Eileen, Aland y Asahi, pero de los tres, reconocía que Eileen y Asahi preferían los cuidados de Fiorela, antes que los de ella. Sin embargo, el joven Aland era otra cosa. Con ella, ese niño era especial y estaba encariñada, con demasía del pequeño niño de cabellera plateada. Tenía el corazón en el pecho, por tener que dejarlo, puesto que ahora que su madre estaba a cargo de la manada de los dragones, todo su tiempo se dedicaba a estos, y con una pronta guerra a llevar, no se podía permitir ser madre muchas veces. Llegaba muy tarde por las noches, donde ella se queda con los tres al cuidado, pues Fiorela le había declarado que ella trabaja hasta ocultarse el sol, y que de allí en adelante era su problema.  

Norma admitía que le agradaba Fiorela en ciertos momentos, pero en otros, quería ahorcarla, no solo por el tema de que siempre tenía algo que contar o siempre había escuchado algo, sino que no parecía parar nunca de hablar. Además, solía ser demasiado entrépita, cosa que le atosigaba con sus montones de preguntas. 

"¿De dónde vienes Norma?", "No conozco nada de ti, Norma", "Eres demasiado tímida deberías venir a cenar con Jimmy y conmigo, estoy segura de que ese hombre te haría hablar"... y pare de contar el montón de preguntas que ella solía hacerle. La incomodaba. Y más de una vez no pudo evitar colocar "mala cara", porque había días donde realmente no la aguantaba.

—Duquesa —dijo la voz de un vampiro, haciendo una leve reverencia cuando entraba por el pórtico del castillo vampírico—, bienvenida de nuevo. 

Norma alzó el mentón, no le contestó al hombre. Sabía que todas las atenciones que podía recibir, se debía a su título, a su madre y a la misión que se le había encargado. Hipócritas. 

El olor a humedad y tierra le inundó sus fosas nasales, pero había en el ambiente algo más con el que se mezclaba. Aspiró fuertemente, mientras atravesaba el largo corredor en dirección al salón principal, y reconoció que aquel olor era sangre. Y provenía del lugar al que se dirigía.  

Cuando abrió las puertas al salón principal, vio al rey Samuel y la reina Sortelia, sentados en los tronos del salón como siempre. Debajo de la escalinata que se cernía hacia el trono, estaba su madre, Columba, una azeman de setecientos años. Tenía el cabello largo y oscuro, lacio, y una mirada oscura, llevaba una vestido que dejaba entrever su desnudez. Fijó su mirada en ella, una vez que entró de inmediato al salón.

—Mi querida y preciada hija Norma —dijo ella con alegría, mientras se acercaba con apuros hacia Norma para abrazarla. 

—Madre —dijo en modo de saludo, dejándose abrazar por esta—. Mis reyes —continuó con una reverencia, cuando su madre acabó su abrazo. 

Los reyes le miraron de forma curiosa, sin ninguna expresión amable en su rostro, pero lo que llamó más la atención de Norma, era ver a tres jovencitos crucificados sobre maderos en forma de cruz, bocabajo, detrás del trono. Debajo de ellos habían cubetas que recibían la sangre que estos destilaban de sus cuerpos. Tenían muecas de dolor y una expresión de terror que anunciaba la muerte.

—Te presento a tres jovencitos que vienen del reino enemigo —dijo su madre, cuando se dio cuenta que la mirada de Norma se había desviado hacia la figura de estos—, sus nombres son Nick, ese el más jovencito —señaló con su mano—, Loras, el otro chico y Hedra, la jovencita de cabellos llameantes, llegaron hace una semanas a la región, mucho antes de que se destruyera la niebla oscura, y no solo acabaron con varias de nuestras hermanas azeman, sino que acabaron con tu hermana, Jin, apenas tenía cinco años de nacida, y estos monstruos la mataron. Pese a que había robado los años de un vampiro de un siglo y dos vampiros de quinientos años le acompañaron, Leon y Noel, ya sabes, la parejita, no fueron capaces de derrotar a estos, por eso fui a darles caza yo misma.

—¿Qué van hacer con ellos? —preguntó Norma, haciéndose la desinteresada, pero que en realidad era una imagen horrible de ver. 

—Le daremos un regalito al reino Hierro, ahora que la niebla oscura se ha desvanecido —respondió el rey Samuel. 

—Mi rey, ¿cómo fue posible esa causa? —volvió a preguntar.

—Se dice que fue la hazaña de dos de los elegidos, de esa profecía sobre el Amanecer de las Especies —respondió la reina—, de solo hablar del amanecer, me enferma por completo. 

—Dejemos de hablar de cosas banales ¿qué tienes para contarnos de nuestro hijo Samael? —Preguntó el rey. 

—El señor Samael está casado con la actual alfa de los cambiaformas dragones. El alfa anterior, Beigard, murió devorado por el hermano de Origami, adquiriendo un poder legendario al que llaman la hidra. Una criatura dragónica, colosal, de siete cabezas. El señor Samael se fue de misión junto al hermano de la alfa Origami y un joven de nombre Lance al Fin del Mundo...

—¡¿Cómo?! —Chilló Sortelia— ¿¡Al Fin del Mundo!? ¡¿Pero se han vuelto locos?! Nadie ha regresado de allí según muchas fuentes de información. Es una muerte segura. 

—Tal vez nuestro hijo sea el primero en volver, querida —intentó compadecer a su esposa—, además, si nuestro hijo muere, sería mucho mejor que verlo ayudando a criaturas inferiores a cumplir la profecía del Amanecer de las Especies. 

La verdad, Norma era la primera vez que escuchaba sobre esa profecía. Estaba curiosa de preguntar, pero entendió que ese no era el momento. 

—Muy bien hecho, hija —le susurró Columba a su hija—. con esto, tendremos el favor de los reyes vampíricos. 

Hubo un silencio, justo cuando Sortelia y Samuel dejaron de discutir sobre las locuras de Samael, y todo el problema que les ocasionado, hasta que finalmente, la reina preguntó: 

—¿No hay nada más?

Norma dudó en contarles sobre Eileen y Aland, la verdad no quería que a esos niños les pasara algo. Eran como ella, una hibrida. Pero sabía que si mentía iba a ser descubierta, así que hizo lo que un buen mentiroso sabía hacer: disfrazar o camuflajear una verdad. 

—Samael y la alfa tuvieron un hijo, un niño de cabellos rubios, ojos oscuros, y con la piel tostada—mencionó, claramente aquellos detalles no eran ni de Aland ni de Eileen, sino del pequeño Asahi—. siempre es custodiado por dos humanos de nombre Fierce e Iris—señaló, recordando lo que Fiorela le había contado de Fierce y de Iris.  

—¿Un hijo? —preguntó para sí mismo el rey—, así que tenemos un nieto híbrido. 

—Quiero conocerle —afirmó Sortelia—, creo que tendremos que hacer una visita inesperada al Acantilado del Fin de los Mundos —sonrió.

Obviamente, eso alertó a Norma. Lo menos que quería es que se acercaran allá, pues se darían cuenta de su propia mentira y sería asesinada. 

—Contrólate o van a ver que estás mintiendo —le susurró de nuevo su madre al oído.

Norma la miró, ¿cómo supo que estaba mintiendo? sin embargo, Columba era una experta en aquellos asuntos, pues le sonrió con tanta naturalidad a ella y a los reyes que, definitivamente, cualquiera hubiera creído que todo estaba más que bien.  

—Puede retirarse —dijo la reina—, tenemos asuntos que atender con estos chicos. Serán bendecidos por nuestra propia ponzoña. 

Norma y Columba hicieron una leve reverencia y salieron del salón. Su madre le tomó del brazo, envolviéndolo de ella como si tuvieran un paseo matutino, madre e hija, y cuando atravesaron las puertas comentó:

—Debes contarle a tu madre la verdad si quieres que te proteja como es debido. Mentirle a la cara a los reyes es una osadía y pueden asesinarnos a ambas por tu estupidez. 

Norma sabía que Columba tenía razón, pero ¿cómo podía entregar a Eileen y a Aland? No sería capaz. Que murieran todos, pero esos niños los protegería con su propia vida. ellos representaban lo que nunca pudo proteger: su padre. Un hombre lobo el cual decapitaron los reyes, cuando se enteraron que su madre llevaba un romance. Por eso, Columba odiaba a los reyes, aunque fingía siempre, tuvo que proteger a sus hijas a toda costa, en especial a Norma

*

*


—¿Cuáles son las noticias? —Preguntó Emrys I, mirando como siempre por el enorme ventanal del salón real, de la antigua Amatista. 

—Se nos ha dicho, señor, que todo el continente está infestado de energía mágica proveniente de los dioses. Se nos ha dicho que muchos han resurgido de nuevo —comentó el anciano duende, vivaracho.

—Eso retrasará La Hora Oscura del demonio —mencionó—, tendremos que hacer uso de todas nuestras artimañas para acabar con esta supuesta era de los dioses. 

—Se me ha dicho también, mi señor, que los chicos humanos a los que tenemos cautivos, están a punto de eclosionar y que los traidores se les ha visto en el reino Zafiro, y han levantado a Ra. 

—¿¡A Ra!? —Emrys se llevó una mano al puente de su nariz. Eso era un problema. Vio al anciano duende asentir, y continuó—, no le daré ninguna oportunidad a estos dioses mediocres —comentó con rabia—, pero realmente son un problema para mis planes. ¿Han encontrado la forma de contactar al demonio de Esmeralda?

—Se nos ha dicho señor, que toda esa tierra está infestada de demonios primitivos. Ninguno de los nuestro ha sido capaz de encontrar una reunión con este.

—¡Malditos leprechaum, inútiles! —rugió, haciendo temblar todo el salón. El anciano duende dio un salto de susto. 

—Tendré que ir yo mismo —comentó—, preparen a los semidemonios, me acompañarán. 

*

*

*

Junier estaba a la salida de la fortificación rústica que había construido. Y justo allí, vio como un portal dimensional se abrió y de allí apareció una figura que, de no haberle visto, no lo hubiera creído. 

—¿Han encontrado el paradero de Azazel? —Preguntó. 

—No señor —respondió Dionis, avergonzado—, solo sabemos que fue secuestrado por el enemigo. 

—Vencidos por un humano, una hada sin magia y una sirena —rezongó sin muchos ánimos—, deberías acabar con sus inútiles vidas en este momento. ¿Por qué motivo no lo he hecho? ¿Pueden decirme?

—porque justo ahora ha llegado un inquilino que, por lo que veo, tiene pocos amigos como usted —añadió Darkz, detrás de Dionis. 

Junier sonrió.

—¿Amigos? Creo que voy hacer el primero ahora, si es que no me pone de malhumor —contestó. 

Inútilmente vio como un centenar de demonios primitivos fueron al ataque contra Emrys, pero este con un gesto simple con su mano, desintegró a todos estos. Por supuesto, Darkz y Dionis se quedaron impresionados de la habilidad demoniaca de este, con esa pequeña muestra. Sin embargo, sus ojos estaban fijos en los tres semidemonios que caminaban junto a él. El de cabellos rubios era el más joven, mientras que el de cabellos oscuro parecía ser el mayor, el otro era calvo y parecía estar entre las dos edades de estos, pero al igual que ellos, parecían tener miradas lamentadas. 

Lo que también era cierto, es que Dionis y Darkz, desde su encuentro con la sirena, había perdido la insensibilidad demoniaca que les había arropado. Era como si ese encuentro destapó justo lo que Junier quería hacer morir en ellos. Y aunque lo disimulaban bien, realmente estaban preocupados por Azazel.       

—Bienvenido, señor Emrys —dijo Junier, haciendo una reverencia que dejó pasmado a Darkz y Dionis.  

—Al menos nos has olvidado tu posición —respondió Emrys, sin más—, hace un momento lo había dudado, al ver que no hiciste nada para impedir que tus demonios inútiles me atacaran.

—Lo siento, pero los he creado bajo un único objetivo, defender este lugar. Para evitar eso, yo mismo tenía que destruir mis creaciones y soy un hombre benevolente con las vidas que creo —respondió Junier. 

Emrys le miró directo a los ojos. Y frunció el ceño cuando reconoció la energía que este desprendía. 

—¿Cómo es que te has vuelto tan fuerte? En el infierno no eras más que una sucia mosca —dijo Emrys. 

—Me halaga que provenga de usted tan buenas palabras hacia mí —contestó—, pero a diferencia de algunos que se quedaron dormidos en este mundo, otros tuvimos que hallar formas de sobrevivir. 

—Rufián —Emrys soltó, con una sonrisa ladina—, ¿es cierto que Luzbel ha muerto? 

—No solo Luzbel, sino todo ser infernal, excepto tú y yo, y estos esbirros semidemonios que cuentan con nuestra sangre —observó Junier—. Hace unos años, por causa de una bruja dimensional, creo un ser que sirvió de contenedor para reunir naturalezas mágicas poderosas. Contuvo a varios seres poderosos en su interior, creando una fuerza devastadora capaz de convertir en polvo todo lo creado...

—El sentido primitivo del Nihilismo —interrumpió Emrys a Junier. Este asintió—. ¿Y por qué no ha aparecido o no ha acabado con todo este mundo de una vez por todas? Sé muy bien que tiene el poder para hacerlo. 

—Está jugando —dijo Junier finalmente—, por primera vez se dividió a sí mismo, en partes menores a él, y ha decidido darle tiempo a este mundo. Pero tengo una teoría...

—¿Cuál? 

—Creo que está esperando la gran guerra entre los dioses para hacer su acto triunfal —dijo Junier, cruzándose de brazos. 

—¿Bajo qué motivo?

—Bajo el mismo motivo que todos nosotros nos hemos alzado para ocupar estas tierras —dijo Junier, aclarando como si fuera obvio—, demostrar que podemos ser igual o superior a Gia y construir un mundo mejor que el que ha diseñado. 

—Dudo mucho que ese sea el motivo del Nihilismo —comentó sinceramente Emrys, poco impresionado del comentario de Junier—, diría más bien, que solo espera doblegarnos para hacernos ver que solo él puede enfrentarla.

—Como sea, ¿a qué has venido? —Esta vez, Junier no fue dócil ni amable, sino directo y brusco—, dudo mucho que solo hayas venido para recordarme mi posición, aunque eso signifique que entres en guerra en este instante, si así lo deseara. 

—¿Y crees que puedes ganarme?

—¡Dímelo tú! —Le recriminó Junier en este instante, y en un segundo, la tierra tembló, y al otro, Junier no solo tenía una forma demoniaca, con un par de alas, una corona, y un su tamaño aumentó un poco más de tres metro. Y un rostro lamentado apareció en medio de su pecho. Emrys no parecía impresionado, hasta que su vista se fijó justo en ese rostro. 

—Ya veo... así ha sido como has conseguido poder —mencionó—, astuto como la serpiente primitiva —añadió—. Bueno, qué más da, he venido a proponerte un trato... quiero que colaboremos entre los dos, para traer La Hora de la Oscuridad a este mundo e interrumpir a la Era de los dioses.

—¿La hora Oscura? —Junier volvió a la normalidad en ese momento, con una sonrisa galante—, Creí que era un sueño frustrado cuando Aurelius decidió irse por el camino del bien.

—Emrys II —le corrigió con amenaza Emrys I—, mi hijo no se llama Aurelius, sino Emrys II, como su padre.  

—Llegué a conocer que eso no es lo que quería la mujer con la que lo procreaste —añadió Junier divertido—, incluso, ese chico consiguió reencarnar para cambiar su naturaleza demoniaca en una humana. A eso le llamo, repudiar su paternidad. 

Emrys estaba a punto de golpearlo, pero se vio sorprendido de ver el rostro de Junier a centímetros del suyo, con una mirada lasciva.

—Voy ayudarte a que se inicie la Hora de la Oscuridad, pero... te advierto que en esta historia tu no serás quien gobiernes, no tienes la fuerza para ello, y yo seguiré creciendo —Emrys iba a replicar, pero este no le dejó—, quisiera que tus esbirros acompañen a los míos a perseguir a unos secuestradores. Me han robado a uno de los míos, y a mí nadie me roba. Permíteles acompañarlos, pues estarán detrás de unos elegidos, los mismos de lo que la profecía del Amanecer menciona, y ya sabes cómo es Gaia con sus protegidos. 

—Bien —dijo finalmente Emrys—, ellos irán con los tuyos. Pero solo quiero aclarar una última cosa. tu yo pelearemos al final por saber quién va a gobernar el nuevo averno sobre las criaturas, y sería un error de tu parte confiar en que has ganado. 

—No esperaba menos del sucesor directo de Luzbel —concluyó Junier, dándole la espalda a este—. Vayan por Azazel y asesinen a sus captores. 


*

*

https://youtu.be/Na6QdK1GOJM

Iris, Luna y Fierce —quien cargaba a Azazel en ese momento—, iban por un sendero recto desde que le habían dejado por el camino hacia Fairyhow. Luna durante todo el camino estuvo cantando para mantener a Azazel que, parecía tener ciertos espasmos intentando despertar. Pero la sensación que tenía de él era maligna.

Fierce, como llevaba un solo cuerpo, no estaba quejumbroso. Sin embargo, no le quitaba su mirada de la figura de Iris, quien era la que les conducía en ese momento por aquel sendero. Y como la última vez que estaban en aquellos lugares, los bosques verdes fueron cambiados, por numerosos colores purpurinos y setas enormes, en vez de árboles. Numerosas luciérnagas que brillaban durante aquella noche. No había luna, por lo que el sendero se veía un poco siniestro.

—¿Falta mucho? —Preguntó Fierce.

—No, ya estamos cerca del lago —respondió Iris—, no podemos atravesar el reino sin saber que está allí en este momento, por eso lo rodeamos y se nos ha hecho tan largo el camino. 

Claro, lo que no habían mencionado es que ya tenían tres días caminando, y apenas estaban sintiendo esperanza de tener un encuentro con las ninfas.

Cuando llegaron al lago, en un cielo sin estrellas y sin luna, con la única fuente de luz por parte de las luciérnagas que parecían compadecerse de la penumbra que les azotaba, se dieron cuenta que las aguas de aquel sitio parecían un espejo siniestro. Se veían negras, pero reflejaban con el poco espacio de luz cualquier figura que se acercaba a la orilla de esta.

—Este lugar... —comenzó a hablar Luna—, transmite un hedor a muerte terrible. 

—¿A muerte? —Preguntó Fierce, mirando a todos lados—. mira que tenemos un hijo a quién proteger y cuidar. ¡Iris! —gritó cuando vio esta adentrarse al lago como si nada. 

—¿quieres que vaya con ella? —Preguntó Luna.

—No —contestó—, tu debes cuidar de que este —señaló a Azazel sobre su hombro—, no se despierte. 

"Olim templum relinquebas, clamo

Cum praeteriens vidi te

Pulchra es huipil, clamo

ut virgo credatur tibi

Oh, me clamo, clamo, clamo

de lilii agri

Ille qui nescit de amore, clamo

Nescis quid martyrium?

Quid flores habeant nescio, clamo

Flores agri sancti

Quod cum ventus eos moveat, clamo

Videtur quod clamant

ut me ad flumen

Operi me palliolum tuum, clamo

quia ego morior ex frigore"

Aquello fueron las palabras que Iris recitó , con las manos alzadas a su costado. Luna y Fierce miraban a su alrededor esperando algo abrumador y demasiado mágico, pero no ocurrió nada. 

—¿No se supone que deben haber chispas y colores?  —Preguntó , Fierce sin entender.

—Esa es la idea —dijo Iris, con el ceño fruncido. 

Volvió a repetir aquellas palabras, pero nada ocurrió.

—parece que, en definitiva, no me queda ni una pizca de magia. 

—¿Quieres que lo haga? —Preguntó Luna, sintiendo un poco de pena por la hada marchita. 

Iris, sin embargo, tuve el valor de sonreírle y contestó:

—Si no es mucha molestia en ayudarnos.

—Pero es posible que él se despierte —señaló al hombre—, no estoy seguro de poder contenerlo una vez que recite eso.  

—Tendremos que arriesgarnos —dijo Iris, alzando la mano hacia ella para que se adentrara al agua. 

Luna miró a Fierce, este tenía una cara de "algo malo va a pasar", sin embargo, el hombre asintió, pero soltando de inmediato a Azazel al suelo. no dudó de tomar su espada y colocárselo en la garganta. Luna le miró mal. 

—lo siento, si se pone peligroso lo atacaré, él es un demonio y nosotros simples mortales —dijo. 

—¡Fierce, no hagas una tontería! —le reprendió Iris.

—Lo siento, pero no moveré mi espada. Si realmente no hay peligro, no pasará nada, pero si lo hay, tendré que disculparme contigo Luna —Fierce estaba seguro de lo que decía, y eso hizo temer a Luna.

Iris miró a Luna apenada, y agregó:

—Está en tus manos querida, no voy a obligarte a hacer nada que no quieras.

—Si algo le pasa seré yo quien te persiga por el reto de tu vida —se cercioró Luna en indicarle.  

—Me arriesgaré —concluyó Fierce. 

Luna se quitó las sandalias, y comenzó a adentrarse en el agua. Apenas sus pies tocaron el agua, sus pies se transformaron delante de ellos en una cola escamosa de color rosada. Con el brillo de las luciérnagas, parecía que brillaba en plata. En un momento, estuvo al lado de Iris. 

—Solo debes repetir lo que diré, deberías sentir una sensación electrizante en tu cuerpo, eso significa que hay respuesta mágica.

Iris comentó eso, con toda la nostalgia de sentir aquella sensación magia. Luna asintió, y con ello, no solo comenzó a repetir las mismas palabras de Iris, sino que la cantaba. 

sin necesidad de que iris preguntara si sentía aquella sensación electrificante, comenzó a ver como el agua ennegrecida comenzó a brillar, con una luz primeramente tenue, pero que luego tomó un poco de fuerza. Y luces comenzaron a aparecer, pero todas ellas se iban agrandando hasta mostrar unas figuras espectrales, brillantes, de preciosas mujeres. 

Iris al observarlas, no pudo evitar sonreír. Había tenido cinco años cuando las vio por primera vez. Su padre las había invocados en la ceremonia de otoño, para honrarlas. Estaba la ninfa del rayo, de la luz, de la oscuridad, de las estrellas, del agua, el aire, la tierra, el fuego, la nieve, las flores, las nubes y las plantas. Todos vestidas con trajes traslucidos y brillantes. Cada uno con un color característico. La del rayo, brillaba de un color fucsia, la de la luz un brillo naranja que iba hacia al amarillo, la de la oscuridad un brillo azulado como la noche, la de las estrellas era una luz blanca, la del agua azul como un cielo mañanero y despejado, la del viento dorado, la de la tierra color bronce, la del fuego un rojo vivo, la de la nieve de un plata, la de las flores amarillo, la de las nubes de un color vino oscuro y la de la naturaleza un verde aceitunado.  

—¿Una sirena y un hada sin alas y sin magia? —comentó la ninfa del fuego sin miramientos. 

—Olvidas al humano y al demonio —observó la ninfa de la oscuridad. 

Todas ellas miraron a su alrededor y al cielo, y fruncieron el ceño de inmediato.

—Hay magia oscura en este lugar —dijo la ninfa de la luz—, es abrumadora esta presencia. 

—Es la presencia de Hades —agregó la ninfa de las estrellas—. El tiempo ha llegado para este mundo. 

—Las nubes lo mantienen y dan su último paseo —agregó la ninfa de las nubes. 

—¿Por qué nos han llamado? —Preguntó la del agua, finalmente.  

—No ve tributos —añadió la del aire. 

—Deberíamos aniquilarlos por tal osadía —agregó la del rayo, y de inmediato los cielos tronaron. 

—No hay necesidad de más violencia en un mundo moribundo —comentó la de la nieve. 

—La tierra está muriendo —añadió la ninfa de la naturaleza. 

—Pronto el fuego del centro de este mudo saldrá y devorará todo —dijo la ninfa de la tierra, preocupada. 

—Que tristeza que las flores mueran —se lamentó la ninfa de las flores. 

—Necesitamos de su bendición, queridas guardianas de Gaia —dijo Iris, haciendo una leve reverencia. 

Los ninfas le miraron, se quedaron en silencio un momento, hasta que la de la luz pareció descubrirlo.

—Eres Iris, la legitima reina de las hadas —dijo ella con una sonrisa.

—Una de las elegidas —añadió la de la oscuridad. 

—Allí está otro —aclaró la del viento, señalando a Fierce.

—Acompañados de una ladrona y un demonio —añadió la del fuego con asco. 

Iris, Luna y Fierce, estaban confundidos, ninguna parecía atender a lo que ellos deseaban.

—Por favor, necesitamos de su ayuda para la gran guerra entre los dioses —volvió a clamar Iris—. Estamos perdidos mientras los poderosos gobiernen.

—Sol y luna pasarán, más los dichos de Gaia jamás —todas las ninfas comenzaron a recitar juntas, mientras comenzaron a danzar entre las aguas, ahora iluminadas por el brillo de estas—, escrito está... —más ecos repitiendo lo mismo—, todos los seres juegan un papel fundamental en el tablero de Gaia y su lucha contra el mal. Mal que resurge sobre los corazones impuros y que corrompen la inocencia y la virginidad de lo creado. Creación que gime de dolor, pero que las criaturas orgullosas no reconocen. Por eso... —más ecos de aquellas palabras por parte de todas—, seleccionará de lo que existe, puro e inmundo, venerado y repudiado, libre y esclavo, humano o no, para traer consigo El Amanecer de las Especies. 

—Se ha dicho —siguieron todas—, que cuando los días de muertes de esta tierra se haya cumplido, aparecerán los elegidos. Camino de dolor, muerte y felicidad son para aquellos que han sido seleccionado. Gran galardón para los que permanezcan y se juntes con los que escuchan los dichos de Gaia. Traición, amor, llanto y risas, será parte del camino, pero al final, la luz brillará entre la oscuridad, cuando los dioses se alcen y la destrucción se proclame por encima de estos, allí, la luz de Gaia se mostrará como revelación a los incrédulos y como confirmación a los creyentes.   

Obviamente, todo aquel momento, era hipnótico para todos. El espectáculo de estas danzando, con voces resonantes, claras y limpias, como un himno sagrado sobre las aguas. 

—¿Qué significa todo eso? —Preguntó Luna. 

—Es una profecía —dijo Iris, con el ceño fruncido—, no sabía que existía algo como eso para nosotros. 

—¿Para ustedes? —cuestionó Luna. 

—Sí, la razón de porque hacemos esto, es porque hemos aceptado finalmente la misión de Gaia —corroboró. 

—¿Es posible que nos acompañen en este camino? —alzó una vez más la voz Iris. 

Pero todas las ninfas negaron. 

—No nos necesitan —dijo la ninfa de la tierra.

—Desde el noreste recibirán la ayuda —agregó la de la estrella. 

—Los elementales han llegado —corroboró la del fuego.

—La representación de nosotros en otros mundos —dijo la de la oscuridad. 

—La victoria está a la puerta —agregó la del viento.

—Si han aprendido la lección realmente —aclaró la del agua. 

—Todavía falta mucho por ver —dijo la del trueno.

—Y mucho por descubrir —añadió la de las flores. 

—Pero al final, todas las respuesta serán respondidas —la de la nieve no se quedó atrás. 

—Es momento de partir —dijo la de la naturaleza.

—Éxitos para cuando el sol se apague —dijo la de las nubes. 

—Benditos son entre los terrestre —finalizó la de la luz, con una gran sonrisa. 

Y antes de que alguien dijera más, vieron a las ninfas volar a gran velocidad hacia el cielo, perdiéndose en el espacio. 

—¿Qué sucedió? —Preguntó Fierce, sin entender nada en ese punto. 

—Los elementales están entre nosotros —dijo Iris, pensativa—. Creo que hemos ganado la ayuda que necesitábamos, aunque no se tratara de la que queríamos.  

—Caminos misteriosos son los designios del universo —dijo Luna, asustada. 

—Los de Gaia —corrigió Iris, dándole unas palmadas en el hombro. 




  

   

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