Desesperanza
Capítulo 76
La Isla de los Gigantes resultó una Isla demasiado grande y excéntrica. Tanto lo era, que no se entendía como es que no estaba dentro de los mapas actuales del mundo. Tal vez fuera porque nadie la conocía, o porque se convirtió en un mito, o porque simplemente nadie había logrado atravesar la zona monstruosa. El asunto estaba, en que estaba repletos de árboles tan grandes que, si bien los de su continente les llegarían máximo al pecho, siendo uno muy grande, los de esta isla los sobrepasaban a ellos como si fueran árboles comunes para los no gigantes. Y no solo eran los árboles, incluso los animales y los insectos eran de un tamaño descomunal. Filius por su propio ojo, comprobó que, si quisiera, hubiera podido cabalgar una de las mariposas que llegó avistar.
Por otro lado, el pueblo como tal tenía casas tan gigantescas que Filius y Moon quedaron absortos. Ellos fácilmente podían pasar por un especie de criatura diminuta como un insecto más. A diferencia de Sigurd que, transformado, dejaba a estos como pequeños bebés a sus pies. Definitivamente había una gran diferencia entre los gigantes y los titanes, sus antecesores. El lugar no era tan distintos a los propios pueblos humanos, casas de madera, techos de paja, y animales de corral para la alimentación. Lo que sí era notorio es que no contaban con el mismo desarrollo o avance en tecnología —si se pudiera decir de esta forma—, como las del Gran Continente. Además, una vez alejados de la playa, el pueblo era frío, había nieve mezclado con tierra y vegetación.
Moon estaba en el bolsillo de Filius como siempre, mirando a la multitud. Filius hacía lo mismo, pero estaba sobre el hombro de Sigurd, el cual estaba sentado en un enorme campo abierto, alejado un poco del pueblo de los gigantes para no destruirlo. Aquel campo, era como imaginarse un espacio abierto, como una sabana para nosotros, pero acorde al enorme lugar en el que estaban. Los gigantes estaban sentados todos, menos mujeres y niños, enfrente de Sigurd. El líder del pueblo, un gigante llamado Arnold, estaba delante de todos ellos de pie.
—¿Cómo es posible todo lo que nos ha contado? —El problema de Arnold no era creer en la historia, sino que llegaran a una situación como la que Filius les había narrado a todos.
—Bueno, tan posible como tener delante de ustedes al último titán de este mundo en pie —respondió él, no con demasiado ánimos—. Sé que la tierra de los gigantes ha estado alejada de los asuntos humanos y de las criaturas fuera de esta región, pero es un tema que nos concierne a todos.
Hubo murmullos entre los gigantes. Algunos parecían temerosos, otros incrédulos, unos más en desacuerdo y así sucesivamente, hasta formar una banda de habladurías y mal genio por parte de la mayoría. Filius estaba preocupado de que se formara algo más que un alboroto, pero la tranquilidad de Arnold fue lo extraño. Entonces, comprendió que era un asunto natural para ellos.
—Mis hombres dudan de lo que cuenta, con el respeto que se merecen —dijo finalmente este, cuando la multitud se calló.
—Que lo duden o no, no significa que no llegue a ustedes el desastre —dijo Moon, con los brazos cruzados—. ¿Por qué arriesgarnos a venir un lugar como este, capaz de hacernos perder la vida por una mentira?
Más murmullos. Parecía que sonaba lógico lo que el duende pixie, cuestionaba.
—¿Quién ha muerto por una mentira? —Preguntó Filius, tratando de persuadir la duda de estos.
—Las rameras —soltó alguien de la multitud, seguida de risas y burlas.
—Necesitaremos que nos den al menos un día para discutir este asunto en privado —dijo Arnold, pensativo—, ¿es tiempo necesario para recibir una respuesta? Pueden quedarse con nosotros. Serán bien recibidos y atendidos.
—¿Tenemos otra opción? —Preguntó Filius, no esperando alguna respuesta. sin embargo, respondieron en negativa.
Chasqueó los dientes, y la verdad que, para el viaje que habían hecho no había más que esperar.
Ese día decidieron quedarse. Para evitar molestias de comida, lo mejor era que Sigurd permaneciera en su forma más humana que en la de titán. Por supuesto, un vaso de agua de los gigantes, era suficientemente grande para que bebieran los tres y hasta más. Un pedazo de carne, era tan enorme que tuvieron que comer como animales, de a mordiscos, porque no tenían cubiertos del tamaño para ellos. Dormir si fue grandioso, pero temían a que, si los animales pequeños fueran tan grandes como las mariposas que habían visto, no querían ver una rata.
Así que le suplicaron a sus inquilinos, dos gigantes casado de cierta edad avanzada, que les permitieran dormir en el lugar más seguro que tuvieran. Resulta que lo más seguro y acorde para ellos, era dormir en una especie de cama hecha de cascara de nuez. donde podían cerrarla si deseaban. Y cuando la noche cayó, lo hicieron, dejando una pequeña apertura por donde podía entrar el aire.
A la mañana siguiente, estos se despertaron muy temprano, cuando el sol todavía no se había alzado. Apenas se mostraba con pequeños matices rojizos. Para ese momento, ya los hospedantes estaban despiertos también, al menos la señora de la casa, y les tenía preparado rebanas de pan, acorde para ellos, huevos y carne de cerdo.
Para ese momento, todos tenían realmente frío, excepto Sigurd por ser un titán de fuego obviamente. Pero Moon y Filius titiritaban.
—Tenemos nuestra decisión —dijo Arnold, con el entrecejo y un aire de agotamiento.
La verdad, es que aunque se fuera ciego, se podían leer en el rostros de estos que no había una buena respuesta.
—Se ha decidido que no se les acompañará —dijo Arnold. La expresión de Filius, Sigurd y Moon era de completo incomprensión—. Desde hace muchos siglos los gigantes hemos sido una estirpe marginada. Nuestro antecesores, lo titanes y las criaturas pequeñas, nos repudiaron por completo. Los titanes, porque no teníamos suficiente sangre titán para su mundo, éramos para ellos, demasiado humanos y para las criaturas pequeñas, éramos demasiado titánicos. Al final, nos dimos cuenta que debíamos depender de nosotros mismos y decidimos apartarnos de todo aquel que nos dio la espalda.
—Cuando los titanes no habían sido exterminados, nuestra raza sufrió demasiado. Cazados por los titanes y temidos por las otras criaturas. La única forma de nuestra supervivencia fue ocultarnos. Con el tiempo nos enteramos que el ego de los titanes fueron socavado por ellos mismos, al creer que podían sobrevivir por su propia cuenta. Eso los hizo vulnerable y las criaturas pequeñas se encargaron de hacer el resto, sobre lo que consideraban una amenaza. Las criaturas pequeñas, al final, resultaron ser más peligrosos que los titanes al saborear el poder. Como sabrán, no todos los días se consigue derribar a un titán.
—Pero cuando encontraron la forma de hacerlo, los hizo imparables e implacables. Nosotros nos dimos cuentas que jamás podríamos convivir con ellos. Supimos que, de haber sido posible para ellos, seríamos usado como armas. Y por la experiencia con nuestros antecesores titanes, nos dimos cuenta que, tarde o temprano, ellos hallarían la forma de acabarnos.
Obviamente, para ese omento, lo único que se escuchaba era la voz de Arnold, mezclada con el viento helado de esa mañana. Los chicos no sabían que era más frío, si las duras palabras de este o el aire en sí, o ambos.
—Era obvio que nos temieran, somos seres procreados por titanes que se mezclaban con otras criaturas, los que nos hizo insuperables en tamaño e invencibles por fuerza para las criuturas pequeñas. Tampoco somos agraciados como pueden ver, de modo que nuestro aspecto era temible aspecto. Lamentablemente, antes que todos nosotros naciéramos, los gigantes que sobrevivieron al holocausto de los titanes, creyeron que, a diferencia de ellos, tenían ventaja por estar agrupados. Pero olvidaron que el envase mientras más pequeño es, más peligroso puede ser. Y las criaturas pequeñas se lo demostraron, cuando aprendieron la magia, el uso de los venenos, el artilugio y avance de los cazadores, trayendo consigo la gran guerra contra los gigantes.
—sin embargo, esto no paró a los gigantes. Comenzaron a aprender de las criaturas pequeñas. Las estudiaban, analizaban lo que creaban y cómo vivían, y tras el conocimiento, la soberbia nos cegó. La primera batalla, después de haber aprendido algo sobre ellos, nos llevó una gran victoria. Y lo que fue una batalla ganada, se convirtió en decenas de estas. Aprovechamos la desunión que los humanos crearon con las otras criaturas, y fue el incentivo de los gigantes para derrotarlos. Sin embargo, al igual que sus antecesores, nos volvimos orgullosos y altaneros, incluso contra los dioses. Sabrán que eso causó la ira de muchos, excepto por Hécate.
—Pero ella supo también usar a los gigantes a su conveniencia. Se dio cuenta que, si usaba el Ácara como recurso para los gigantes, más la magia, no podían ser vencidos por ningún mortal. Pero ella no contó con que los otros dioses se dedicaran en destruir esta droga. Claro, sin el conocimiento de donde provenía exactamente, hasta ahora que los humanos lo descubrieran, acabó finalmente con la era de los gigantes gracias a la propia mano de los dioses.
—Y básicamente nos piden volver a enfrentarlos —dijo Arnold, con el ceño fruncido—, sabemos que si no luchamos igual quedaremos extintos, peor parece que, al final, ese es el fin de nuestro acto en este mundo. Siempre lo fue. Por eso disfrutaremos de nuestras mujeres, nuestra comida, de nuestro continente y nuestros hijos, hasta el final de los tiempos. Claro, dejamos libre a quienes quieran acompañarles, pero ya será un asunto personal.
—En otras palabras se han rendido —dijo Filius.
—Lo que menos se puede combatir en este mundo es la desesperanza hecha carne —agregó Moon—. Es lamentable, mis señores —continuó, sin temor increíblemente—, estoy seguro que de haber estado sus antecesores, seguramente hubieran prefiero morir luchando que hacerlo disfrutando de placeres.
—Ese ha sido lo decidido —volvió a decir Arnold, esta vez no con tanta amabilidad. Se notaba que no esperaba que les ofendieran. Era irónico, estaban dispuesto a luchar contra ellos, pero no con el enemigo real.
—Yo iré —dijo un gigante, barbudo y de aspecto bárbaro—, si bien no soy un gigante como mis antecesores, llevo sus sangre. Pelearé por mí y mi familia.
—Yo también —dijo otro, mucho más delgado, y con apariencia de granjero.
Y así se levantaron algunos. Al menos, de la centena que había unos cincuenta gigantes decidieron acompañarles. Eso, de alguna manera alegró a todos ellos. Y una voz que, para ese momento todos reconocían, dijo:
"No todos tienen un corazón apto para tan enorme tarea, tengan paz"
***
Cuando Norma se despertó, se impresionó de estar viva. Tenía una pila de escombros y rocas encima que, de no haber sido mitad azeman y hombre lobo, hubiera muerto al instante. Emitió un grito de dolor, cuando intentó remover la roca por su propia mano, pero no pudo. Necesitaba transformarse. El dolor, ayudaba a que sus sentidos se vieran alterados, así que la transformación no fue difícil. Y con ello, logró salir de aquella situación.
Por increíble que pareciera, se encontró con la terrible sorpresa de ver a su madre empalada con un diente de dragón en el abdomen. Y el problema es que, todo el cuerpo de un dragón estaba hecho de fuego. en el sentido que todo de ellos ardía. Y ese diente, fue el arma mortal para ella. Su cuerpo se estaba carbonizando con el tiempo hasta que se volviera polvo. Sintió pena, era seguro que intentó ayudarla, pero por esa causa, la alcanzó un enemigo.
No tuvo tiempo de lamentarse más, pues algo asechaba entre las sombras. Rugió por la cacería que parecían montarle, así que comenzó a volar, haciendo uso del par de alas que llevaba, y se fue por toda la cordillera hasta doblar a la derecha, donde esperó. Segundos después, vio que se trataba de un cambiaforma reptil. En el momento en que este hizo aparecer su cabeza, esta la degolló con sus garras. Vio el cuerpo de este moverse y desangrarse, como cuando una serpiente le cortan la cabeza, y se alejó porque sabía que un reptil como ese, en situaciones como las de ella, la cabeza podía ser mortal.
Respiró nuevamente con fuerza, para tranquilizarse. Debía llegar al balcón real. Pero no podía volar, no cuando el cielo estaba infestado de dragones.
Debía escalar. Así que haciendo uso de sus poderosas garras, comenzó a moverse por las rocas, entre las sombras para evitar ser vista en dirección al balcón real. Necesitaba saber que los niños estuvieran bien. Cuando había llegado a una altura considerable. Se dio cuenta que, todo el bosque por donde habían descendido, estaba en llamas. Y montones de cuerpo se apilaban en cada minuto.
Encontrar a Origami no fue difícil para Dani, lo arduo fue llegar hasta ella. Sin embargo, cuando se encontró en el salón central del acantilado, vio un enorme dragón que, no solo parecía majestuoso, sino casi hasta divino. Era blanco, con matices plateados, y un brillo de total admiración. Y aunque estaba luchando con una jauría de vampiros, vio que estaba teniendo complicaciones debido al lugar en el que estaba, era demasiado cerrado para el tamaño de aquella criatura. Y aunque se retorcía como una serpiente, y usaba sus patas delanteras y traseras para moverse, no era tan fácil para ella.
Creyó que, de todas formas, no necesitaría ayuda, hasta que vio dos figuras que, de todos los que estaban allí, eran los únicos que parecían bailar y danzar con cada movimiento de Origami. Ella no lograba alcanzarlos y, contario a ellos, estos con un simple movimiento con sus manos, cortaba una parte del cuerpo de ella. Claro, de no ser porque era una cambiaforma con la regeneración más impresionante que hubiera visto, hubiera acabado en poco tiempo.
Fue entonces, cuando vio un movimiento elegante por parte de aquellos dos seres: La mujer logró impulsar al vampiro hacia al aire, de modo que quedó justo en una posición perfecta para decapitar a Origami. Esta no lo había notado, porque justo estaba sacudiéndose a una decenas de azeman que se le pegaron al rostro. Dani asustado de ello, sin pensar en nada, se lanzó desde el balcón en el que estaba, y encontrándose cara a cara con el vampiro, con aquella mirada rojiza oscura, creó una explosión de energía que no solo mandó a volar al vampiro, sino que sacudió el interior del salón, y repelió a los demás. Incluso, Origami se vio sacudida hacia el suelo por la fuerza de la energía de Dani.
Origami por instinto, creyó que era otro enemigo más, pero al ver que se trataba de Dani, se enrolló alrededor de él, como diciéndole: "Gracias". Eso conmovió a Dani de inmediato, lo que hizo que colocara de inmediato un protector de energía que los cubriera a ambos.
Los vampiros intentaban atravesarla, pero todos eran repelidos de inmediato al chocar contra aquella defensa. Todos, estaban desesperados por intentar atravesarla, excepto aquellos dos vampiros de mirada letal y semblante burlesco.
Origami volvió a su forma humana, completamente desnuda que, por supuesto, para el momento que vivían, eso no era importancia.
—¿Quiénes son ellos? —señaló a la pareja que miraba con los brazos cruzados.
—Los padres de Samael —dijo Origami, con el ceño fruncido—, me es imposible superarlos si todos su súbditos me atacan y —jadeó, apenas allí Dani notó que estaba cansada—, este lugar no me ayuda en mi forma alfa.
—Ellos planearon contenerte aquí, sabían que era la única forma de tener oportunidad —dijo Dani, pensativo—. Por cierto, sí que te la has pasado bien, ¿cierto? Dos niños...
—Ahora no, Dani —dijo Origami, viendo que se iba por las ramas.
—Lo siento, ¿algún plan? —dijo este apenado.
Origami pensó un momento, y contestó:
—Voy a derribar uno de los muros, necesito salir de aquí. Este acantilado es milenial, así que un agujero no la hará venir abajo. ¿Crees que puedas hacer esa explosión que hiciste? Así podría escapar.
—Puedo hacer algo mejor —dijo él, sonriendo.
Origami sonrió. Pero antes de iniciar todo el caos de nuevo, le abrazó.
—Me alegro que estés aquí —susurró ella.
—Tsukine no volverá —dijo entonces—, el único hermano que me quedaba y no volverá.
Origami le miró por un momento sorprendida de la noticia. Lo menos que esperaba es que otro de ellos acabara muerto.
—Lo siento —dijo ella.
—No murió, pero igual no vendrá —añadió él, con pesar.
Origami quería preguntar a que se refería, pero no les dio tiempo, pues justo los cambiaformas que habían acompañado a Dani hasta el salón principal, y seguían en el balcón, gritaron:
—¡Es la Hydra! ¡Ha llegado!
Origami asintió a Dani, como señal de que era el momento. Entonces, segundos después, el campo protector que este había formado, se fragmentó en miles de esferas pequeñas, y apenas los vampiros fueron al ataque, las envió todas como proyectiles a todas partes. Origami se impresionó de lo mucho que este había mejorado, pero sin perder tiempo, se transformó nuevamente en dragón y se fue de golpe contra uno de los muro, creando un enorme agujero sobre este.
Si bien es cierto, lo que Dani no pensó, es que ahora era él el que debía luchar con todos los que se habían quedado en el interior, incluyendo a los reyes vampíricos. Entonces, asustado de la posibilidad de morir, volvió a crear el escudo a su alrededor. Y aunque, otra vez, los azeman y los humanoides se alzaron para intentar penetrar el campo protector, vio cómo, del agujero del que había salido Origami, salió una especie de aire a presión escarchado. Al principio, creyó que no era más que ceniza mezclado con el viento del exterior, pero se dio cuenta que, los reyes propiamente se alejaron de aquella escarcha, usando uno de los muros como defensa, y segundos después, el resto que no se había protegido como estos, se volvieron polvo delante de él.
Sonrió, sabía que Origami no podía dejarle solo así nada más. sin embargo, se confió, y bajó el campo protector. Y cuando lo hizo, tanto la reina como el rey vampiro, le sujetaron del cuello y lo alzaron.
—¿De verdad creyeron que podían derrotarnos? —dijo la reina.
—Apenas este el inicio de lo que será tu agonía —añadió el rey.
Dani, removiendo los pies en el aire y usando sus manos intentando remover inútilmente las manos de estos de su cuello, creyó que era el fin. Hizo uso de toda su energía para volver a crear una explosión de energía, pero, en aquella oportunidad, no los hizo mover ni un milímetro a ellos.
—Es inútil, no nos afecta tu energía cósmica. Tenemos milenios vivos —dijo la reina.
—Entonces, tendrán que vérselas conmigo —aquella frase, no solo se dijo, sino que escuchó, en un segundo, en medio de ellos. Era Samael que con sus manos, cortó justo las manos que sostenían a Dani.
Los vampiros chillaron de dolor, enseñando los afilados colmillos.
Dani vio a Lance en uno de los pasillos y dijo:
—¿Por qué se habían tardado tanto?
—Lo sentimos —dijo Samael—, hubo ciertas cosas que no hicieron demorar. Pero ya estamos aquí.
—Buena forma de recibir a tus padres, Samael —dijo Samuel, el rey vampiro.
—Ahora es momento de hablar de tu destino —agregó Sortelia.
Pese que una de las manos les había sido cortada, vieron como estas caminaron por sí sola hacia sus dueños. Estos las tomaron y, como si nada, la unieron a su muñeca.
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