Hace mucho tiempo en el centro de un claro del bosque, había un gran y viejo árbol de almendras, era tan antiguo y sabio como los seres mágicos que lo mantenían fuerte y seguro.

Arriba, ente las hojas y ramas vivían las hadas, una gran cantidad de ellas. Las pequeñas eran las más bellas del bosque, de piel pálida, ojos verdes, y bellos vestidos que simulaban las flores del árbol, esas lindas y delicadas hadas eran amargadas, celosas, envidiosas, gruñonas y avariciosas.

Abajo en las raíces vivían los trolls, pequeños de piel verde, gordos, de ojos cafés y feos trajes de hojas, para esconderse en el pasto, eran tímidos, cariñosos, amables, tan buenos como los ángeles, eran dulces bendiciones.

Las hadas se alimentaban del Rocío de la mañana, los trolls comían los hongos que rodeaban el árbol. Las hadas polinizaban las flores y los trolls alimentaban el árbol.

Fue hace miles de años, que las hadas enojas y celosas de los pequeños verdes les robaron los hongos a los trolls, para que ellos no pudieran ayudar al árbol a vivir y para que el árbol se enojara con ellos por no darle de comer.

Los tímidos trolls no quisieron pelear, trataron de hacer entender a las hadas que necesitaban de las cetas, que el árbol necesitaba las cetas, pero ellas no quisieron devolver su comida.

Pasaron semanas y meses, paso mucho tiempo y aún los trolls no le podían de dar de comer al árbol, entonces este, sin comida, dio frutos amargos, dio almendras amargas que nadie podía comer, dio almendras amargas como las hadas, pero, incluso con esa demostración las bellas polinizadoras no devolvieron los hongos.

Así los trolls, muertos de hambre, mataron de hambre al árbol, y así fue como los trolls dejaron de existir.

Es así que las hadas ganaron y es así que el árbol nunca más dio dulces almendras.

Es por eso que el almendro se volvió un almendro amargado.

FIN