EXTRA #3: Dos veces en que Amado no quería levantarse de la cama y una en que sí
1. Un despertar antes de Octavio
(antes de la historia principal)
Amado se cubrió los ojos con la almohada y dejó escapar un gruñido de frustración. El sol, que se abría paso a través de las cortinas entreabiertas sin vergüenza alguna, se encargaba de recordarle que volvería a llegar tarde a clases. Lo sintió como cosquillas en la piel, también, tibio e insistente. La alarma, silenciada mil veces, volvió a sonar.
—Cállate, basta —murmuró Amado, estirando la mano para alcanzar el teléfono y desactivar la alarma por última vez.
¿Valía la pena ir, a esas alturas? Mientras que él seguía en la cama, sus compañeros debían de estar ya en el salón. Acostumbrados como estaban a que llegara tarde, nadie le diría nada si se aparecía en la mitad de la clase, ni siquiera el profesor. Nadie le prestaría atención.
Excepto por Octavio, por supuesto. Él sí que lo seguiría con ojos acusadores desde que cruzara la puerta hasta que encontrara un espacio libre entre el mar de bancos. Amado tenía certeza de que Octavio era de los primeros en llegar. Se sentaba todos los días en el mismo lugar y tomaba unas notas tan complicadas que parecían ser parte de un acertijo. A veces se ajustaba los lentes o se pasaba la mano por el pelo, pero siempre con la atención puesta en la clase.
Cada tanto, sin embargo, miraba en su dirección, y Amado hacía lo posible para disimular que encontraba a Octavio más interesante que la clase en sí.
No creía que el sentimiento fuera mutuo.
¿Notaría Octavio su ausencia? Probablemente no, pero de todas formas se lo imaginó juzgándolo por no ir. Motivado por llevarle la contra, Amado se incorporó, suspirando, y salió de la cama a los tumbos. En el camino hacia el vestidor se tropezó con un zapato y alcanzó a ver de reojo su reflejo en el espejo. Tenía el pelo hecho un desastre.
Llegó más tarde que nunca a clase, y desde la puerta le dio un vistazo al salón en busca de algún asiento disponible. Sus ojos no tardaron en ir hacia la esquina donde se sentaba Octavio, que miraba en su dirección y meneaba la cabeza.
—Perdón —susurró Amado, vocalizando la palabra para que Octavio pudiera leerle los labios.
Octavio resopló y señaló el asiento que tenía a su lado, donde solo descansaba su mochila, la que colgó de su propia silla mientras Amado se acercaba.
—Hoy sí que creí que no vendrías —murmuró Octavio sin mirar a Amado mientras este se acomodaba en el asiento.
El comentario, hecho al pasar, despejó a Amado mejor que cualquier taza de café.
—¿O sea que notas cuando no vengo? —preguntó, sin saber sin sentirse halagado u ofendido.
—Sí, porque nadie interrumpe la clase llegando a cualquier hora.
Le correspondía sentirse ofendido, entonces, supuso Amado. Una parte de sí, sin embargo, se alegraba de ocupar un pequeño lugar en esa cabeza tan llena de fósiles, libros y notas enredadas. ¿Qué tan triste era eso?
2. El estafador
(antes de la historia principal)
Aunque afuera brillaba el sol, la habitación estaba tan oscura que era imposible adivinarlo. Mejor así. Amado no quería que nadie lo viera. No quería verse a sí mismo, tampoco. Quería fundirse con la oscuridad y desaparecer en ella.
Por ignorar todas las claras señales de que Luca era peligroso había puesto en peligro a su familia. Por creer cuando él dijo que era especial, aunque no lo era; por creer cuando él —diez años mayor— le dijo que era maduro para su edad, aunque en realidad era terriblemente ingenuo. Por dejarse seducir por una ilusión de romance que no era más que un espejismo efímero.
Luca lo enredó de a poco, con sonrisas demasiado perfectas y medias verdades. Lo había invitado a aferrarse a su cintura mientras aceleraba su motocicleta hasta velocidades ridículas, lo había empujado a testear las fronteras de sus fantasías, porque en la vida hay que arriesgarse, decía, ¿o no, tesoro?
Tenía una forma de insistir y convencerlo de hacer cosas que Amado no estaba seguro de querer. Sus besos tenían una cualidad salvaje, despreocupada. No le importaban los límites del otro. Al principio, le avergonzaba admitir, Amado lo encontró excitante; pero pronto, eso cambió. A veces, sus caricias se convertían en arañazos.
Aun así, no pudo apartarse a tiempo. Luca había aprovechado una invitación a la casa de Amado para aprisionarlo en su propio cuarto mientras intentaba robar documentos relacionados con la Galería Garza. Para cuando Amado entendió que era un estafador, era demasiado tarde. Ni siquiera podía decir que Luca era un ángel vestido de demonio. Los cuernos siempre habían estado allí, a la vista, solo que él decidió no prestarles atención. Incluso los había encontrado atractivos.
Su madre había tenido compasión por él. No te culpes, le decía, aunque Amado sabía que su padre sí lo culpaba.
Habían pasado días desde la debacle con Luca, y Amado no quería volver a salir al mundo. ¿Para qué? Nadie lo extrañaría. Seguro que Octavio estaría feliz de que ya no volvería a interrumpir la clase con sus llegadas tarde. El recuerdo de esas mañanas, extrañamente nostálgico, le estrujó la garganta.
—Amado, ¿estás bien...? —preguntó su madre desde el otro lado de la puerta cerrada.
No estaba bien. Dudaba que algún día volviera a estarlo.
3. Un despertar con Octavio
(después de la historia principal)
Amado no tardó en descubrir que Octavio era una de esas personas que se levantan con el sol. Si dormía con él no necesitaba una alarma, porque en algún momento despertaba con el olor del café o el ruido de la licuadora, seguido de la voz de Octavio que le preguntaba si quería desayunar.
Luego venía un beso descuidado, que terminaba de despejarle la cabeza. Lo que pasaba a continuación dependía de lo que tuvieran para hacer ese día. A veces, Amado se levantaba con Octavio y otras lo convencía de quedarse dormitando junto a él un rato más, enredado en su abrazo.
El día en que tuvieron que volver a clases, eso sí, no hubo piedad.
—Te dejé dormir todo lo posible —explicó Octavio, mientras le servía jugo de naranja.
Al contrario que Amado, que ni siquiera se había peinado todavía, Octavio ya estaba preparado para salir: el pelo húmedo, la mochila esperando sobre la silla, la ropa sencilla pero impecable. Tenía puesto un perfume que Amado le había regalado para su cumpleaños, un aroma exótico que olía a algún bosque antiguo.
Amado abrazó a Octavio, cerró los ojos mientras apoyaba la cabeza en su hombro y se imaginó que los dos estaban en un remoto bosque prehistórico, rodeados de árboles gigantescos, cuyos troncos se elevaban tanto que parecían tocar el cielo.
—Espera, ¿te estás durmiendo otra vez? —preguntó Octavio, sacudiéndolo un poco.
—Es que es muy temprano —protestó Amado, bostezando—. Con razón siempre llegas en hora a clase.
—¿Estás listo para volver? No hace falta, si en serio no quieres...
Un tinte de preocupación coloreaba la voz de Octavio.
—Sí quiero ir —aseguró Amado—. Solo espero que no me hagan preguntas sobre todo el... incidente.
Casi nadie sabía con exactitud lo que había ocurrido con el huevo, porque su familia se había encargado de que pasara lo más desapercibido posible, pero la noticia de su involucramiento en un accidente de helicóptero era pública, y a partir de ella surgieron algunas teorías incómodamente cercanas a la realidad. "¡La historia real tras el accidente del heredero de la familia Garza! ¿Qué nos están ocultando?", titulaban algunos videos. Amado trataba de evitarlos, aunque era imposible escapar del todo del tema. Le tenía miedo a la reacción de la gente, a las miradas curiosas con las que se cruzaría.
Desde el umbral de la cocina, una recién levantada Carla sugirió:
—Ya saben mi opinión: si ven a alguien con cara de querer preguntar, dense un beso apasionado, háganse caricias, etcétera. Les das algo de que hablar que distrae sobre la cosa de la que no quieres hablar y se olvidan. No falla. ¿Cuándo les he dado un mal consejo? Nunca.
Amado rio y buscó la mirada de Octavio, que asentía con seriedad.
—Es una buena idea —dijo Octavio—. Ha funcionado antes, deberíamos seguir implementándolo, ¿qué te parece?
—Me parece bien —respondió Amado, y se lamió los labios en anticipación.
Octavio se inclinó hacia él y le dio el primero de los muchos besos que le esperaban ese día. Mientras se perdía en él, con la risa de Carla de fondo, Amado agradeció haber conseguido salir de la oscuridad para poder disfrutar aquel momento.
Al final de cuentas, y contra todo pronóstico, las cosas sí podían mejorar.
FIN.
¡Holaaa!
Nuevo mini extra, esta vez conseguí no extenderme, jaja. Quería mostrar algo de Amado antes de la historia principal y de paso ahí tienen la edad de Luca. ¿Algún otro dato que quieran saber?
Pregunta random: ¿sos una persona de las que les gusta madrugar o levantarse tarde?
Yo: madrugar me dueleeeee, pero cuando tengo libre tampoco me levanto mega tarde, ponele que a las 10 am.
Estoy de vacaciones, cosa que necesitaba MUCHO, así que espero poder escribir algún otro extra más o meterme con una próxima historia. Recuerden que me pueden sugerir extras. Alguien me había pedido un extra bien doméstico, la tercera parte de ese eso, jaja.
Gracias por leerme, si estás acá sos la elite de la elite de mis lectores (ya saben cómo tengo favoritismo por la gente que lee extras 😎💅)
Abrazoooos, y luego andaré respondiendo comentarios.
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