24. Octavio le pide un favor al volcán

Mientras Luca volvía al coche, sin dejar de apuntar el arma en su dirección, el suelo se estremeció bajo los pies de Octavio, como si su rabia se estuviera transfiriendo a él. Por un momento pareció que la tierra se abriría para tragarse a Luca, quien miró hacia abajo con alarma, pero la distracción no fue suficiente para truncar su escape.

Temblando de impotencia, Octavio vio cómo el vehículo que transportaba a Amado y al huevo se alejaba. El coche de Carla, con las cuatro ruedas desinfladas por disparos que Luca se había encargado de dejar como regalo de despedida, no era ahora más que una carcasa inútil. Tampoco tenían a nadie a quien recurrir: el lugar en que se encontraban era una zona alejada de la ruta principal, rodeada por puro campo. De todos los escenarios posibles, aquel era el peor.

—¿Este temblor es la mamá dragona despertando o qué...? —preguntó Carla, con voz agitada—. ¿Debería alegrarme o asustarme?

—Si se manifiesta en un lugar poblado —respondió Calista—, podría provocar un desastre. Sería como si nosotros intentáramos buscar algo escondido en el fondo de un hormiguero... incluso si quisiéramos tener cuidado, probablemente dañaríamos la estructura en el proceso.

Con los ojos desorbitados, Carla se volteó hacia Octavio y exclamó:

—¡¿No puedes hablarle o algo así?!

Semanas atrás, la sugerencia le habría sonado ridícula; ahora, tenía la impresión de que valía la pena intentarlo. Después de acallar las voces internas que le decían que era imposible, se arrodilló y puso las palmas sobre el suelo de pedregullo. La vibración que venía de la tierra se tradujo en un cosquilleo que se expandió por la piel de sus manos y luego fue absorbido por su cuerpo. A través de él, Octavio sintió la energía caótica de la dragona revolucionar su interior. Era similar a lo que había experimentado en el museo con el huevo, pero mucho más violento, cargado de impaciencia.

—Espera, por favor —rogó Octavio, cerrando los ojos para no perderse en la marea de furia.

Para cuando el temblor disminuyó, el cuerpo de Octavio ardía. Le costó entender la sensación, porque el calor no era desagradable, sino lo contrario: la extraña fiebre lo energizaba, en lugar de debilitarlo. Al ponerse de pie, se miró las manos y tuvo la impresión de que podría triturar rocas con los dedos, si se lo proponía.

—Creo que te escuchó... —murmuró Carla—. ¿Cómo puede ser?

—Aunque a los humanos nos gusta creer que nuestra forma de comunicarnos es la más avanzada —intervino Calista—, hay mucho que no conocemos acerca de otros seres. Los dragones no pueden usar nuestro lenguaje, pero eso no significa que no intenten hacernos llegar sus mensajes.

—Sí —dijo Octavio—, la madre ha estado entrando en nuestros sueños. Y, en el museo, el huevo nos guio hasta donde estaba. Por eso accedí a dárselo a ese tipo, creo que puedo encontrarlo. Creo que estoy conectado a él.

—¡Ah, ya veo! —exclamó Carla—. ¿Y que se llevaran a Amado también era parte del plan?

—No —gruñó Octavio, apretando los puños—. Eso fue un error de cálculo, contaba con que ese idiota lo dejara ir. ¿Cómo pude ser tan estúpido?

Carla suspiró y caminó hacia su coche, meneando la cabeza.

—Es que ya entiendo por qué les gustaste tanto a los padres de Amado —dijo—. Ese tipo gana el premio al peor ex que le haya conocido a alguien, no era muy difícil superarlo... ¡Mira lo que le hizo a mis ruedas, con lo caro que es reemplazarlas! —se lamentó, mientras inspeccionaba el daño—. ¡Hubiera bastado con que dañara dos! ¡Va a pagar por Amado y por esto! ¿Deberíamos caminar hasta la ruta y rogar que alguien nos recoja?

—Hay otra forma —dijo Octavio. Su mirada fue hacia el helipuerto, cercado apenas por una valla fina, que se movía empujada por el suave viento de la mañana.

Carla lo miró con suspicacia.

—¿Sabes cómo manejar un helicóptero?

Octavio no respondió. En lugar de eso, se volvió hacia Calista, quien había mencionado antes haber recibido entrenamiento. Sonriendo, ella se acercó al coche con lentitud, levantó la vista al cielo y dijo:

—Yo sé manejarlos, aunque llevo mucho tiempo sin hacerlo. No puedo garantizar la seguridad de nadie, pero sí estoy dispuesta a ayudar...

—¡Por favor! —exclamó Octavio—. Aunque quizá Carla sí debería caminar hasta la ruta para intentar contactar a alguien, mientras tanto.

—Me parece bien —señaló Calista—. No quiero involucrar a más gente de la necesaria en algo tan peligroso. —Entonces, se dirigió a Carla—: Te daré el número de Pía, para que le hagas saber lo que está pasando. Dile que he sido muy feliz con ella, ya que estamos. Ella entenderá que tengo que intentar que no se salgan con la suya de nuevo.

—¡No hable así! —replicó Carla, con el rostro serio—. Usted no va a morir, y él tampoco lo tiene permitido —agregó, señalando a Octavio con el dedo índice—, tiene que pagar el alquiler.

Luego de que Carla fuese por un par de herramientas que traía en el coche, recorrieron el perímetro del helipuerto en busca de un lugar vulnerable en la cerca que lo rodeaba. Lo encontraron en una zona donde dos partes distintas del alambre se unían. Allí, Octavio usó una vara de metal —que era parte del equipo para reemplazar ruedas— como palanca, e hizo abertura a la fuerza. Le resultó más fácil de lo que creía, y terminó por agrandar el hueco con sus propias manos.

—¿No debería haber más seguridad en un lugar así? —preguntó Carla, mientras seguía a Octavio y Calista a través del pasaje que conducía a la pista.

—Es raro que alguien sepa manejar un helicóptero —explicó Calista—. Por esa misma razón, es muy poco común que uno sea robado. La mayoría de los modelos ni siquiera tienen llave...

Octavio apenas escuchó el resto de la explicación. Su cabeza estaba ya en el aire, tanto que ni siquiera se detuvo a pensar en cómo enfrentaría a una persona con un arma, y voló más alto cuando vio que en el centro de la pista había un helicóptero rojo, listo para despegar. Sintió que el corazón se le encogía al reconocerlo de las publicaciones de Amado, y se preguntó si él habría arreglado para que estuviese allí, esperando por ellos.

—Espérame —murmuró, como si Amado pudiese escucharlo, y acarició sus propios labios—. Ya entendí que no es el huevo lo que nos une, perdóname por todo...

Unos pasos más atrás, Calista le habló a Carla:

—Aléjate, el ruido te hará daño.

Carla obedeció de mala gana, y salió de la pista entre protestas, para observarlos desde el campo que la rodeaba.

Luego de ayudar a Calista a subir al helicóptero, Octavio se sentó a su lado, y siguió sus instrucciones para colocarse el extraño cinturón de seguridad y unos protectores auditivos que venían equipados con un micrófono.

—¿Estás seguro de que sabes adónde ir? —preguntó Calista.

La pregunta hizo a Octavio dudar. Al contrario que en el museo, ahora ya no estaría en contacto con la tierra. ¿Qué tal si no era lo mismo?

Inquieto, se llevó una mano al pecho y cerró los ojos para escuchar a su propio cuerpo. Pensó en Amado y en el huevo, y sintió el rastro de ambos a través del aire, de la misma forma en que alguien podía saber desde dónde soplaba el viento. Era claro, constante, y aunque pareciera increíble, se sentía lógico. El viento también era invisible, después de todo, pero eso no lo hacía menos real. Era como tener acceso a un nuevo sentido.

—Sé adónde ir —respondió Octavio.

El huevo lo conectaba con todo: el volcán, la dragona, Amado. Calista asintió.

—Dile a la madre dragona que me ayude a recordar cómo se manejaba esta cosa, ya que estás —murmuró, mientras examinaba los controles.

El despegue no fue instantáneo. Una vez que Calista puso en marcha el motor, las hélices comenzaron a girar, pero el vehículo se mantuvo pegado al suelo, tanto que Octavio se preguntó si realmente había olvidado cómo volar. Una ventolera se levantó a su alrededor. Los protectores silenciaron un poco el estruendo que generó el aparato, y los minutos empezaron a correr.

Octavio estaba por preguntar si algo estaba mal, cuando el helicóptero se elevó apenas y comenzó a girar un poco sobre sí mismo. Poco después ascendió con una timidez que se fue perdiendo a medida que el suelo quedaba más lejos, y avanzó hacia adelante. Debajo de ellos quedó el predio del helipuerto, y Carla pasó a ser un pequeño punto que saludaba. Los montes y árboles del terreno parecían de juguete.

La corriente de energía le indicó a Octavio el camino, y él se lo señaló a Calista, que desvió el helicóptero hacia allí.

· · • • • ✤ • • • · ·

Todavía encerrado en el baúl del coche en movimiento, Amado se preguntó si estaba perdiendo la cabeza. La cercanía del huevo parecía producirle efectos extraños: a pesar de que el temblor había sido pasajero, juraba haber escuchado la voz de Octavio, pidiéndole que esperara por él. El ruego se había sentido como un bálsamo, y de pronto, a Amado se le ocurrió que quizá él podría encontrar el camino hacia el huevo, de la misma forma que en el museo.

Eso, sin embargo, no era lo único.

Una extraña electricidad llenaba el aire y le despejaba la mente y el cuerpo. Impulsado por esta nueva ráfaga de energía, volvió a intentar aflojar las ataduras. Aunque no pudo desatar sus manos, sí consiguió liberar sus tobillos y sus piernas, lo que le permitiría correr, llegado el momento. Si Luca creía que se dejaría pasar por encima fácilmente, se equivocaba.

A esas alturas no le preocupaba su seguridad, sino comprar tiempo para que los otros no pudieran huir con el huevo. Incluso si Octavio encontraba el camino a él, dudaba que pudiera hacerlo si se alejaban demasiado. Por eso, estaba dispuesto a dar problemas, y esa nueva convicción se elevó por encima del miedo, del cansancio y de la incertidumbre. Además, no se sentía solo. De alguna manera podía percibir la presencia de Octavio. Al concentrarse en la sensación, le pareció incluso sentir las yemas de los dedos de él apoyándose con suavidad sobre sus labios, que palpitaron, ansiosos.

Imaginaba que el plan de Luca era dejarlo prisionero en la misma cabaña donde había pasado la noche anterior. Agazapado en la oscuridad, esperó a que el coche se detuviera y se preparó para el momento en que Luca abrió el baúl. Cuando este se inclinó para tomarlo en brazos, con una sonrisa, Amado usó las piernas para golpearlo en la cara. El ataque sorpresa hizo que Luca retrocediera entre gemidos de dolor.

Aprovechando la confusión, Amado salió del baúl, tambaléandose un poco. Como había supuesto, estaban estacionados cerca de una casa venida a menos, rodeada de un campo con pastos crecidos. No se veía ninguna otra construcción en las proximidades, y el camino que llevaba a ella era un surco borroso sobre la tierra. Sin saber qué hacer, Amado fue en dirección hacia la parte delantera del coche, con la esperanza de que las llaves estuviesen todavía puestas, aunque dudaba poder ir muy lejos con las manos atadas tras la espalda. De todas formas, ni siquiera tuvo oportunidad de intentarlo: antes de que pudiera entrar una mano rodeó su tobillo, haciéndolo caer. Pertenecía a Luca, cuyo rostro estaba ahora magullado.

—¿Qué es esa rebeldía? —exclamó Luca, entre dientes—. No conocía esta faceta tuya, prefiero tu lado sumiso.

Gruñendo, Amado luchó por deshacerse de su agarre, pero Luca cerró la mano sobre su otro pie y comenzó a arrastrarlo hacia él.

—¡Octavio encontrará el huevo! —gritó Amado—. ¡No tiene sentido que hagas esto!

—¿Ah, sí? —dijo Luca, que se movió sobre él y lo aplastó contra la hierba—. ¿Cómo? Ya nos deshicimos de todo lo que les permitiera rastrearnos.

—¡Hay otra forma! ¡No puedes escapar, Octavio sabe dónde estamos! —advirtió Amado.

A pesar de que Luca era mucho más fuerte, Amado continuó resistiéndose con patadas para no dejarse avasallar del todo. Mientras lo hacía, vio de reojo a la profesora Blanco, que se acercaba.

—¡A ver, ayúdeme con él! —le gritó Luca a la profesora—. ¡Tenemos que llevarlo para adentro!

Ella pareció dudar. Los observó desde arriba, con los ojos muy abiertos, y recuperó de su bolsillo el aparato que había usado antes para darle un choque eléctrico a Amado, aunque no hizo nada con él.

—¡Profesora, por favor, no! —exclamó Amado.

Antes de que pudiera decir más, el brazo de Luca rodeó su garganta, ahogándolo un poco. El pasto frente a él pareció convertirse en un verde mar ondulante cuando una sensación de vértigo lo invadió, y Amado tuvo que poner toda su voluntad en no perder el conocimiento. Al sentir que el cuerpo dejaba de responderle, creyó que había llegado al límite de su resistencia, hasta que escuchó algo que le devolvió la esperanza: un lejano sonido familiar, rítmico, que cada vez se volvía más fuerte.

Luca aflojó la fuerza de su agarre mientras miraba hacia arriba, en busca de la fuente. Él también lo reconocía.

—Un helicóptero... —murmuró la profesora Blanco.

—No puede ser —dijo Luca.

No cabía duda de que iba hacia donde ellos estaban. Con cada instante que pasaba, el vehículo se volvía más grande, y poco a poco comenzó a descender. Al ver lo que se venía sobre ellos, Luca dejó a Amado en el suelo, se puso de pie, y desenfundó el arma con la que hasta entonces no lo había amenazado, quizá porque suponía que no tendría efecto en él.

El viento generado por las hélices revolvió las copas de los árboles y las plantas del terreno, a medida que el helicóptero se posaba sobre el suelo. Cuando este tocó tierra, Amado vio quién manejaba los controles: Calista. Junto a ella estaba Octavio, que descendió de un salto con una vara de metal en mano.

—Así como te encontré ahora, volveré a encontrarte donde sea —dijo Octavio—. No te puedes esconder. Devuelve el huevo y déjalo ir.

Continuará.

Próximo: 27/11

¡Holaaaa, gracias por sus votitos, comentarios y leídas, falta pocooo! ¿Recordabas que Calista sabe manejar helicópteros también? Esté en el capítulo 12 :D

¿Alguna vez anduviste en avión o helicóptero? 

Si no, ¿te gustaría? Lo de que es raro que sean robados y no tienen llave es real xD

Yo solo he andado en avión, pero conozco a gente que ha andado en helicóptero. Para eso investigué, además de por mi cuenta, con un piloto de helicópteros del ejército que ha volado en lugares riesgosos, INCLUYENDO cerca de volcanes, jajaja. 

No lo conozco personalmente, le mandé preguntas a través de una persona que fue parte de un equipo que estuvo trabajando en el Congo (África central), cerca de un volcán activo que entró en erupción este año y que se llama Nyiragongo. Por esa razón, su experiencia me parecía muy útil, porque él podía contestar dudas como qué pasa si hay cenizas.

Este es el volcán:

¿Te animarías a visitar las cercanías de un volcán activo? Yo creo que no, gracias a mi trauma con los volcanes, mejor los miro de lejos xD

Cumpleaños de la semana: orexx_teira (hoy, 20/11), feliz cumpleeee!

Por si tienen curiosidad, este es un video del despegue de un helicóptero (que no es instantáneo, se toma su tiempo):

https://youtu.be/Y_2_LNQiDoI

¡ABRAZOS ENORMES Y GRACIAS POR ESTAR AQUÍ! Falta poquito.

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