23. Amado intenta razonar con un payaso
Advertencia: Este capítulo contiene algo de violencia (sin sangre y no excesiva) y el uso de un sedante. De todas formas, si querés salteártelo porque es un tema sensible para vos, al final de las notas de autor dejo una descripción por arriba para que sepas lo que pasa sin tener que leerlo.
· · • • • ✤ • • • · ·
Para Amado, todo había sucedido tan rápido que no terminaba de entenderlo. Recordaba salir de la fiesta con la intención de volver a la casa de Octavio; recordaba también haber sido interceptado por un coche a las pocas cuadras, en un lugar solitario, y ver a su conductora salir de él. En otras circunstancias, habría estado más alerta; pero reconocer que se trataba de la profesora Blanco lo había tomado por sorpresa.
Ella se había acercado a la ventana para decirle que estaba en peligro. Confundido por su repentina reaparición, él no había notado que ella tenía en la mano un aparato que poco después apoyó contra su piel, y que descargó un choque eléctrico que le hizo sentir que la sangre de sus venas era reemplazada por agujas.
Paralizado por el ataque, que le quitó toda movilidad durante unos momentos, no pudo hacer nada al entender que el peligro del que hablaba la profesora era ella misma, y tampoco resistirse cuando otra persona llegó y lo movió hacia el asiento trasero. Allí le habían inyectado algo; más adelante, Amado deduciría que se trataba de un sedante.
Cuando el dolor de la descarga eléctrica comenzó a ceder y él recuperó el control de su cuerpo, descubrió que le era imposible moverse ni hablar, de todas maneras. Algo le cubría la boca, y tenía los brazos tras la espalda, atados, al igual que las piernas. Desde donde estaba no veía hacia dónde iban, solo podía escuchar a quien ahora conducía su coche mientras cantaba a todo volumen una canción que sonaba en la radio. No era la profesora sino su cómplice, la persona a la que tanto se había esforzado por borrar de sus recuerdos: Luca.
—¡No sabes cómo te extrañaba, tesoro! —dijo Luca, haciendo el gesto de arrojarle un beso-. ¡Lástima que me cambiaras por un nerd! Esperaba que el siguiente se pareciera a mí. No voy a mentir, es un poco decepcionante. Te mandó un mensaje preguntando si irías a su casa, pero no te preocupes. Ya le dije que no podías.
A través de la bruma de confusión que nublaba su cabeza, Amado sintió una arcada de rabia. Se concentró en respirar rítmicamente, porque era lo único sobre lo que tenía control. El movimiento del coche, cada vez más irregular, le revolvía el estómago. En cierto momento se dio cuenta de que ya no estaban sobre terreno asfaltado. Para entonces, el dolor había dejado en su lugar un aplastante cansancio.
Se detuvieron en un lugar que olía a campo. Allí, Luca lo cargó sobre su hombro y lo llevó hacia el interior de lo que era la única casa visible en el área. Detrás de él entró la profesora y encendió una luz. ¿Habría sido ese su escondite durante las semanas anteriores? Era una amplia cabaña de madera de aspecto algo descuidado, pero con signos de actividad reciente: una mesa con algunos restos de comida y vasos; botellas de agua semivacías; algunas maletas abiertas, repletas de ropa y otros objetos.
Luca depositó a Amado sobre una cama que olía a humedad. Luego, se acomodó el cinturón —del cual colgaba el estuche de un arma— y se sentó en el colchón, contemplándolo con una sonrisa satisfecha.
—No tengas miedo, muñeco... —murmuró Luca, estirando una mano hacia él.
Tenso, Amado giró la cabeza en dirección opuesta a Luca, aunque poco podía hacer para alejarse demasiado de él. Quien se encargó de evitar que lo tocara fue la profesora Blanco, que se apresuró a tomar la muñeca de Luca y le dijo, con una firmeza cortante:
—No le pongas un dedo encima.
A pesar de que Luca era mucho más robusto que ella y podría haberla apartado con facilidad, se detuvo. La sonrisa engreída de su rostro, sin embargo, permaneció en su lugar.
—¿Por qué no? —le preguntó—. No es como si no lo haya tocado bastante en el pasado, y bien que le gustó.
—Déjalo en paz —insistió ella, clavando los dedos en la piel de Luca—. El trato era no tocarlo. Esta es mi única advertencia.
Chasqueando la lengua, Luca se soltó de su agarre y se puso de pie. Su lugar en la cama lo tomó la profesora, y Amado se aflojó un poco, tan aliviado por la actitud de la profesora que se sintió un poco idiota. El cuerpo le pesaba y el sedante arropaba sus emociones en un extraño vaho que las mantenía bajo control. Detrás de eso, sin embargo, estaba agazapada la sombra del miedo.
—Tranquilo, vas a estar bien —dijo ella—. Esto se acabará pronto y podrás volver a tu casa. La idea original era contactar a tu familia para poder intercambiarte por el huevo, pero parece que tendremos que modificar de plan.
Los ojos de Amado se agrandaron a la vez que sus pensamientos se ordenaban un poco. Por supuesto que todo eso estaba relacionado con el huevo. ¿Era la profesora parte de la organización del hombre que había traicionado a Calista, al igual que Luca? Se preguntó cuánto tiempo llevaban vigilándolo, estudiando alternativas hasta dar con el momento propicio para capturarlo, mientras su propia atención estaba puesta en Octavio y en los planes que tenía con él para recuperar el huevo.
La risa de Luca llegó desde el lado opuesto de la habitación. Estaba ahora sentado sobre la mesa, y revisaba el teléfono de Amado.
—La verdad es que nunca me imaginé que este muñeco fuera a querer robar el huevo él mismo —dijo—, no le veía madera de ladrón. Por lo que dicen las conversaciones, ahora lo tiene el tal Octavio en su casa. Acordaron encontrarse en el helipuerto al amanecer. ¿Deberíamos ir a visitarlo esta noche y acabar con esto, profesora?
«¡No!», trató de decir Amado. En realidad, no sabía cómo arreglar aquello, pero no quería perjudicar más a Octavio. Tenía que haber una alternativa.
—Si Octavio llevará el huevo al helipuerto —dijo la profesora—, conviene que vayamos allí a esperarlo. Faltan apenas unas pocas horas. Quitarles el huevo en un lugar aislado como ese será más fácil que asaltar una casa en plena ciudad. Además, si los dejamos varados en el helipuerto, va a ser más difícil que nos sigan.
—Sí, es cuestión de pincharles las ruedas y ahí se quedarán. Además, la vez pasada que robé esa casa, estaba vacía y la seguridad era mala; ahora sería más trabajoso, mejor esperar a que no haya nadie cerca.
Luego de decir eso, la profesora se volvió por fin hacia Amado, que se esforzaba por comunicarse, con poco éxito, y retiró con cuidado la cinta que le cubría la boca.
—Sé que yo no era de sus alumnos favoritos —fue lo primero que dijo Amado, con voz adormilada—, pero no creí que fuera a llegar tan lejos.
Claro que sabía que esa no era la razón, pero su comentario tuvo el efecto deseado: la profesora dio un respingo, descolocada, y sus ojos se humedecieron cuando Amado esbozó una sonrisa entristecida.
—Ojalá no hubiese tenido que involucrarte —murmuró ella—. Sé que no lo mereces.
Al verla bajar la guardia, Amado aprovechó para decir, más firme:
—Hay que devolver el huevo al volcán. Si no lo hacemos, va a hacer erupción pronto...
—Ay, tesoruccio —dijo Luca, conteniendo la risa—. Imagina pasar por todo este problema para tirar el huevo a la basura. ¿Nos has visto cara de idiotas o qué?
Amado se mordió los labios para no responder con un insulto. Tomó aire, en un intento de enfocarse en lo que importaba, y se dirigió a la profesora:
—¿Sabe qué tipo de huevo es?
—Sí, lo sé —respondió ella, con el rostro serio—. Es por eso que estoy colaborando con esta gente que me permitirá tener acceso a él. No entiendes lo que es que te den la oportunidad de estudiar algo como así. Lo descubrí yo, y tu familia no quiso dejarme ser parte de la investigación.
Las palabras de la profesora estaban espolvoreadas de frustración.
—Esto tampoco le pertenece a mi familia, por eso Octavio y yo queremos devolverlo a su lugar —insistió Amado, con la voz entrecortada—. Sé que mi familia estuvo mal, yo tampoco estoy de acuerdo con muchas cosas que han hecho; pero si no regresamos el huevo, la dragona atacará la ciudad para reclamarlo. ¿Esa parte también se la contaron? Por favor, todos estamos en peligro...
La profesora no respondió; solo meneó la cabeza y dejó escapar un largo suspiro.
Desde más atrás, fue la voz de Luca la que se hizo escuchar:
—¡No te preocupes por nosotros, muñequito! Nuestra idea es salir del país con el huevo cuando mi abuelo nos venga a buscar. Estaremos a salvo. Seguro que tu familia tiene los recursos para alejarse, también. Tú pórtate bien y quédate tranquilito hasta que recuperemos el huevo. Unas horas durmiendo en un lugar un poco feo no te van a matar.
Amado apretó la mandíbula, asqueado. ¿Luca era nieto de Franco Lombardo? A pesar de que quería preguntárselo, no iba darle el gusto de regalarle su atención, ni aunque la curiosidad lo carcomiera. En lugar de eso, mantuvo los ojos en la profesora, suplicantes.
En respuesta, ella bajó la vista y murmuró:
—No te puedo pedir que me perdones, porque sé que no tengo perdón. Pero esta es una oportunidad única. ¿Quién sabe cuándo se pueda repetir?
No lo dejó responder: dándole la espalda, se alejó de la cama.
Más tarde la vio hablar con Luca —entre susurros— en un rincón, y por unos instantes tuvo la esperanza de que hubiera cambiado de opinión, pero no fue así. A pesar de la incomodidad y la inquietud, que se abrazaba a él susurrándole sobre desgracias al oído, el cansancio fue más fuerte, y en algún momento se quedó dormido.
No despertó en la cama sino en un lugar oscuro y estrecho, sin idea de cuánto tiempo había pasado, y se maldijo por no haber podido mantenerse alerta. Tenía el cuerpo entumecido y la mente todavía embotada por el sedante, tanto que le costó entender que aquello no era una pesadilla. A su alrededor, todo se movía.
Cuando logró despejarse un poco, comprendió que estaba encerrado en el baúl de un vehículo en marcha. Sus esfuerzos adormilados por desatarse fueron en vano. Al menos, ahora tenía la boca destapada, aunque de poco le servía. Podía darse cuenta, por el terreno y el olor a naturaleza, de que estaban en ruta hacia el helipuerto; nadie lo escucharía gritar, si lo intentaba.
El coche se detuvo poco después. Allí, Amado volvió a escuchar las voces de Luca y de la profesora discutir, hasta que finalmente apareció una distinta, que aceleró su corazón:
—¿Dónde está Amado? —preguntó.
Era la voz de Octavio, y estaba cargada por una urgencia punzante que despertó un poco más los sentidos de Amado.
Fue entonces que se abrió la compuerta del baúl, y el sol de la mañana lo dejó ciego por unos instantes. Una vez que sus ojos se acostumbraron a la luz, vio a Octavio, parado a pocos metros. Con el rostro desencajado y los puños apretados, parecía a punto de hacer erupción. Aquella era furia real, distinta del enojo que había mostrado cuando lo del robo, o al haber sido apartado de la excavación.
Calista y Carla aparecieron detrás de él. La primera contempló a Luca con una mueca de asco; la segunda no parecía entender nada de lo que estaba pasando: su mirada incrédula saltaba entre todos los presentes.
—No buscamos lastimarlo a él, ni a ti —le dijo la profesora Blanco a Octavio—. Solo queremos un intercambio sencillo: el huevo por Amado.
La única razón por la que Octavio no se arrojó sobre ella fue que Calista lo tomó del brazo y advirtió:
—Cuidado. Lo más probable es que estén armados.
—¡¿Cómo puede estar de acuerdo con esto ...?! —preguntó Octavio entre dientes, dirigiéndose a la profesora—. Amado no es negociable, y el huevo tiene que volver al volcán, o la ciudad será atacada. —Luego le habló a Amado, con voz trémula—: ¿Estás herido?
Amado negó con la cabeza y vio a Octavio esbozar una pequeña sonrisa de alivio que lo hizo sentir más ligero.
—No importa lo que pase conmigo —murmuró Amado—, lo importante es salvar a la ciudad, no dejes que se lleven el huevo...
Por primera vez en mucho tiempo, no sentía miedo del futuro. Se le ocurrió que, si así conseguía salvar a otros, todo habría valido la pena.
Octavio, sin embargo, no parecía estar de acuerdo, y respondió con un tono angustiado:
—¡No digas eso, claro que importa!
Luca interrumpió el intercambio levantando la mano para llamar la atención.
—A ver, no seas ambicioso —dijo, resoplando—. ¿No quieres recuperar a Amado? No debería ser tan difícil, entrega el huevo. Si lo haces —agregó, poniendo una mano sobre su corazón—, te prometo que volverá a tus brazos sano y salvo.
Octavio se pasó las manos por el pelo, respiró hondo y se alejó unos pasos.
—Bien, puedes quedarte con el huevo. Solo deja ir a Amado.
—¡Octavio, no! —exclamó Amado—. ¡El volcán...!
—Confía en mí —susurró Octavio.
Las protestas de Amado fueron inútiles. Octavio fue hacia el otro coche y recuperó la maleta donde estaba el huevo, ante la mirada intranquila de Calista y Carla, que observaban la escena en tenso silencio. Luego, siguiendo las instrucciones de Luca, la colocó en el asiento trasero del coche de Amado, mientras la profesora exigía a las otras dos que entregaran sus teléfonos.
—¿Cómo puede hacer esto? ¿Tan malo era Amado en clases? ¡Esta gente la va a dejar tirada en cuanto pueda!
—Es verdad —secundó Calista—. Piensa en si vale la pena.
—Basta —intervino Luca, apuntando el arma en dirección al grupo—. No se deje contaminar, profesora, es hora de irnos. Iba a ponerles cinco estrellas por el acuerdo de negocios al que habíamos llegado; pero ahora les voy a poner una, por lloricas...
—Deja ir a Amado —interrumpió Octavio. Su voz tenía un tono cavernoso, embebido de furia.
Luca sonrió y miró de reojo a Amado, que sintió náuseas. En su momento, a pesar de oler el peligro en él, había elegido ignorar las señales, una y otra vez. La seguridad con la que se conducía Luca era parte de su magnetismo, uno tan fuerte que hacía que el rastro de veneno quedara disimulado bajo una capa brillante. Ahora que Amado lo veía como lo que era, solo sentía repulsión.
—Qué tierno, cómo se preocupa —comentó Luca, arqueando las cejas. Luego, volviéndose a Octavio, dijo—: Lo siento, pero tendrás que esperar. Él sabe manejar helicópteros, ¿te parece que vamos a soltarlo aquí mismo? No. Además, necesitamos una garantía de que no enviarán gente tras nosotros. Cuando estemos lejos con el huevo, en camino a un lugar seguro, recibirán la localización de Amado. No antes.
—No —respondió Octavio, amenazante—. Ahora.
—¿Qué parte de que el volcán va a hacer erupción no entiendes, payaso? —dijo Carla.
—Yo no estaré aquí cuando pase, querida, pero buena suerte con eso —respondió Luca, cerrando de un golpe el baúl donde estaba Amado.
De un momento a otro, Amado quedó sumido otra vez en una oscuridad que lo aisló del mundo exterior, con el calor del huevo que se colaba hasta él como única compañía. Desde afuera le llegó el sonido de las voces de los otros, confusas, alarmadas. Aunque intentó escuchar lo que decían, pero no pudo enfocarse en ellas. Cada rincón de su cuerpo hervía de impotencia. ¿Había sido todo aquello para nada? Recordó recorrer el museo, guiado por la huella hormigueante del huevo, e hizo un pedido de ayuda silencioso y desesperado hacia él.
Entonces, la tierra tembló.
Continuará.
Próximo: 20/11
¡Holaaaaa! ¡Gracias por sus bellos votitos, comentarios y leídas!
¿Qué será que pasará?
Hora de ver el punto de vista de Amado, que tuvo una noche mucho peor que la de Octavio, pobre T-T Imaginen la de abrazos que va a necesitar después.
Luca es como el badboy, pero es BADBOY DE VERDAD, de los que mejor perder que encontrar. Traté de pensar maneras "cariñosas" pero molestas de llamar a alguien, y ganaron muñeco y tesoro xD
¿Te imaginas a Octavio diciéndole algún nombre cariñoso a Amado? Yo lo veo más de acciones cariñosas que de nombres cariñosos, pero quizás se le escape alguno. Amado sí me imagino que le pondrá nombres cariñosos a Octavio.
Tesoruccio es tesorito en italiano, una forma cariñosa de llamar a alguien, aunque viniendo de Luca, dan ganas de agarrarlo a las piñas xD
Con respeco a que Luca sea pariente de Franco Lombardo, lo más probable es que no lleve el mismo apellido o que se haya puesto un nombre falso para acercarse a la familia de Amado.
Cumpleaños de la semana: Feliz cumpleaños mañana, 14/11, a la adorable 1411_marylu (recién me doy cuenta de que el username mismo lo dice).
¡Y un super abrazote a todo el mundo, hasta la semana que viene!
· · • • • ✤ • • • · ·
RESUMEN DEL CAPÍTULO:
Amado es capturado y sedado por la profesora Blanco y Luca. La profesora le exige a Luca que no le haga daño a Amado y explica que está colaborando con la gente de Franco Lombardo (de quien Luca es nieto) porque estos le ofrecieron acceso al huevo para estudiarlo. Ella sabe que es un huevo de dragón. Ambos llevan a Amado al lugar de encuentro con Octavio, quien les entrega el huevo. Luca dice que les dirá la localización de Amado una vez que él y la profesora estén en camino hacia un lugar seguro con el huevo. Cuando Amado trata de conectarse mentalmente con el huevo para pedir algún tipo de ayuda, la tierra tiembla.
El siguiente capítulo será desde el punto de vista de Octavio, no dudes en preguntarme si tenés cualquier consulta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top