1
Sus ojos color miel observaban la puerta de entrada, esperando casi de manera impaciente a que la familiar cabellera rubia hiciera su aparición. Y no la veía por ningún lado, lo cual no era para nada bueno.
Se había asegurado de invitar a Thomas a su fiesta de cumpleaños, y él accedió de inmediato, su voz sonando tan alegre a través de la línea telefónica que Dylan juraba ver una de sus contagiosas sonrisas dibujada en sus labios. También podía jurar sentir su corazón latiendo mucho más rápido y su estómago convirtiéndose en un total alboroto, sensación que no era desagradable, pero tampoco era bienvenida al saber que no debería sentir algo así respecto a un compañero de trabajo y amigo cercano (muy cercano, a decir verdad).
—Oye, ¿estás bien? —le preguntó Tyler a su derecha mientras se servía una bebida dentro de un vaso plástico rojo.
—Ahm, sí —respondió Dylan, sus ojos yendo de un lugar a otro a través de la habitación y, por un segundo, se detuvieron encima del chico a su lado.
Se apoyó en la mesa de cristal del comedor, lugar donde habían puesto las bebidas y aperitivos. El comedor estaba a un lado de la sala de estar y desde allí se podía mirar directamente hacia la puerta de entrada del departamento, el cual compartía con su mejor amigo, Tyler. Luego, bajó la vista y suspiró.
—Has estado aquí por más de diez minutos. Todos se están divirtiendo mientras tú solo estás parado aquí, mirando la puerta y esperando a... A lo que sea que estés esperando —le dijo Tyler antes de beber de su vaso y echarse un par de papas fritas a la boca—. Y de verdad, amigo, pareces desesperado.
Todo lo que Dylan contestó fue un ruedo de ojos.
—En serio, ¿estás esperando a alguien?
—¿No? Por supuesto que no —mintió, y Dios, lo que menos sabía hacer era mentir.
—Okay, te daré un consejo: deberías practicar más lo de las mentiras —replicó Tyler en un tono bromista y le sonrió a un Dylan molesto, la expresión notoria en su rostro.
—Está bien —contestó Dylan, mirándolo a los ojos con una sonrisa sarcástica—, ahora permíteme aconsejarte: deja de hacer preguntas estúpidas.
Tyler se echó a reír y le dio un trago a su vaso. Después, contempló a Dylan por un rato como si estuviera tratando de leer su mente para entender qué le preocupaba tanto; de repente, todo se vio mucho más claro y enarcó las cejas con una mezcla de sorpresa, y descubrimiento, casi atragantádose con su bebida.
—¡Esto es sobre Thomas! —exclamó emocionado— ¡Eso es lo que te tiene tan preocupado!
—Por favor, habla un poco más fuerte. Creo que los vecinos no te escucharon. —Dylan trataba de lucir irritado, pero era difícil no querer reír— . Y no estoy preocupa...
—¡Oh, vamos! Ya te dije que no eres bueno mintiendo.
Dylan descendió la mirada hacia la mesa, viendo sus pies a través del frío vidrio que estaba debajo de sus manos. Dudó por un momento y suspiró, para luego hablar.
—No creo que sea necesario explicar, ¿cierto? —Tyler negó con la cabeza—. Joder, solo quiero compartir esta noche junto a él. Es todo.
—¿Pasarás toda tu vida amándolo en secreto?
—¿Qué? —inquirió Dylan en medio de una risa sorprendida— Uno: no lo amo.
Transcurrieron unos cuántos segundos de silencio y él aún observaba a Tyler con semblante medio molesto, pero solo medio, ya que la otra mitad de su rostro deseaba esbozar una sonrisa ante las palabras y muecas de su amigo.
—¿Hay un número dos? Porque si no es así, no tiene sentido que hayas dicho "uno" —repuso Tyler, haciendo comillas con sus dedos. Dylan movió la cabeza en forma de negación y se rió del muchacho a su lado.
—Cállate, idiota.
—Tú, amigo mío, estás profundamente enamorado de ese chico, Thomas —sentenció Tyler, apuntando la cara de su mejor amigo con su dedo índice. Bebió lo que quedaba en su vaso y continuó—. De verdad, en todos estos años de amistad nunca, jamás, te había visto así por un hombre. Y digo nunca, jamás, porque nunca me contaste y yo no tenía idea de que eras gay, o algo así. Bueno, hasta que supe sobre este tema de Thomas y todo eso.
—No soy gay, Tyler —le aclaró Dylan, siendo esta la enésima vez que lo hacía desde que le habló sobre sus sentimientos—. Créeme, nunca en mi vida había cruzado mi cabeza el estar así por un hombre. No sé cómo sucedió, pero... pero me gusta Thomas. Me gusta mucho.
Su voz fue perdiendo fuerza gradualmente, sus pupilas se enfocaron en la mesa otra vez y sus dedos repiqueteaban sobre el vidrio como una manera de distraerse
—Solo... Solo dile. Eso es todo lo que necesitas hacer.
—¡Oh, claro! Cómo no lo pensé antes. Me dirá que siente lo mismo por mí y viviremos felices por siempre, ¡eso es seguro! —habló Dylan de forma sarcástica; las palabras de Tyler parecían ser una mala broma para él.
—Dylan —Comenzó su amigo, su rostro mucho más neutro y voz mucho más seria respecto a lo que quería decir—, no perderás nada. Dile, tal vez también le gustes. Incluso si las cosas no resultan como tú quieres, al menos sabrás que lo intentaste.
—Puedo perder algo. Su amistad, por ejemplo.
—¡Hermano, si nunca lo intentas, nunca lo sabrás!
—Tengo miedo de perderlo... —admitió Dylan. Se veía tan deseperanzado a la hora de hablar sobre el chico que le gusta, mejor dicho, ama—. A lo que me refiero es que si no puedo tenerlo como algo más, no tenerlo como amigo sería, definitivamente, lo peor que me puede pasar.
—Oh, vamos. Tú sabes que Thomas no es así. —Dylan tragó saliva entretanto escuchaba a Tyler, sus ojos observando la habitación que tenía en frente y su mente pensando en las distintas situaciones que podrían suceder una vez le confesara su amor a Thomas. Maldita sea, casi todas terminaban en un completo desastre—. La vida se trata de tomar riesgos. Eso es lo divertido, ¿no?
—Lo pensaré.
—Solo... Solo no lo pienses por más de un año. ¿Okay?
Dylan puso los ojos en blanco. Cada vez que tenía este tipo de conversaciones con Tyler, acababa rodando sus ojos más veces de lo que debería. Pero estaba bien; quería a ese tonto, gracioso y risueño muchacho que siempre sabía cómo animarlo. Asintió, una sonrisa lígera siendo pintada sobre sus labios, y regresó a contemplar la puerta, sus uñas cortas resonando en la mesa de cristal.
—Muy bien. Ahora que eso está resuelto, necesitas beber algo —comentó Tyler entretanto tomaba un vaso limpio y servía dentro de él un líquido desconocido para Dylan, quien no estaba prestando atención—. Aquí tienes.
—¿Qué es esto? —inquirió, analizando el vaso y su contenido. El olor a alcohol se sentía con fuerza cuando tuvo el vaso cerca de su nariz y boca— Alcohol. ¿Qué más podría ser?
—Pero necesito saber qué estoy...
—Amigo, ¿puedes beber y venir a festejar con nosotros de una vez? Thomas ya llegará, vas a ver. Necesitas disfrutar y relajarte, ¡es tu cumpleaños, por Dios! —gritó Tyler con esa voz característica de él, tan animada y alegre.
Dylan no pudo evitar dar otro vistazo a la puerta, pensando en quedarse ahí y rechazar la propuesta de su amigo. Sin embargo, era cierto que Thomas posiblemente llegaría tarde —o no llegaría— y no valía la pena estar de pie en el mismo lugar toda la noche mientras los demás se divertían en su propia fiesta de cumpleaños. Tyler tenía razón: era su cumpleaños y debería estar festejando, no esperando impaciente por alguien que quizás nunca se presentaría.
Bebió una considerable cantidad de alcohol; sabía a vodka, pero no estaba muy seguro. Un ardor le recorrió la garganta, fluyendo por su esófago hasta desvanecerse.
—¡De eso es lo que estoy hablando! Ahora, vamos a divertirnos —Dylan sonrió ante las palabras de su amigo, y aunque esperaba que Thomas apareciera pronto, decidió poner todos los pensamientos sobre el muchacho a un lado e ir a tener un poco de verdadera diversión.
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