3-Dolor y tristeza
Los días fueron transcurriendo mientras que el entrenamiento iba quedándose a un lado ya que este poco a poco fue mejorando su control de la magia. Igual se debía a que la madurez del mago de fuego también había aumentado percatándose de cosas a las cuales antes no daba la menor importancia.
La maga por su parte tiene un mayor control sobre su vida y lentamente iba saliendo a citas con Natsu hasta que se dio cuenta de que estaba enamorada de él. Aunque eso la llenaba de felicidad, hubo uno de esos días los cuales le entró el bajón.
—¿Y si...?.
La angustia se apoderaba de ella, sentía que tal vez, Natsu no le correspondería, que iba a tratarse de una atracción. Que en cualquier momento conocería a alguien mejor que ella y que la iban a dejar de lado...otra vez. Como un pinchazo de dolor, una fuerte presión le recorrió todo el cuerpo hasta llegar al corazón sin tener otro remedio que llorar.
—Natsu—dijo mientras lloraba a raudales y se llevaba las manos a la cara.
Sentada a oscuras al borde de la cama, lloraba sin cesar provocando una fuerte tormenta afuera. Los truenos resonaban con fuerza y provocaban pequeños temblores que sacudían los objetos encima de la mesa.
Juvia se tumbo en la cama, boca abajo, cubriendo su rostro con la almohada mientras suplicaba que no le abandonasen. Con el paso de los minutos, la tormenta incrementaba su fuerza mientras afuera se escuchaban los gritos de la gente asustada.
Y fue entonces, cuando escucho la puerta ser golpeada.
—Será el viento—dijo sin pensar.
Volvió a sonar la puerta. Se limpió la cara, seguramente sería alguien pidiendo refugio, eso era lo que pensaba. Al abrir aún con los ojos rojos, vio a Natsu, empapado, con la respiración agitada.
—Juvia...¿estás bien?—preguntó.
Ella tardó unos segundos en darse cuenta, ella había sido la culpable de provocar aquel pequeño diluvio. Respiro y trato de calmarse, eso hizo que la tormenta cesara su furia, o por lo menos, lloviera más despacio y los truenos cesasen.
—Menos mal que estás bien—la abrazo y en ese momento, Juvia perdió el sentido de todo y su mente se puso en blanco.
Despertó al cabo de unas horas, con la ropa cambiada y su cuerpo caliente. Enfrente, Natsu estaba mirando la chimenea mientras ella estaba apoyada en una hamaca cerca del fuego.
—Natsu...
—Eh, ¿ya te encuentras mejor?—preguntó ayudando a esta a ponerse en pie.
—Si...eso creo—se sentó en el sofá.
—Menudo susto me has dado.
—Lo siento. Lamento mucho el haberte preocupado—dijo triste.
Natsu la rodeó con el brazo.
—Me alegra verte bien, de verdad.
Juvia no aguantó más, el ver al joven tan cerca, le plantó un beso que lo dejo prácticamente sin aire y al separarse, le esbozó una sonrisa. Se había jugado todo por el todo.
—Juvia...
—Natsu...yo...
Entonces le dio otro beso, más corto, más suave pero igualmente lleno de amor. Ella se sonrojo un poco mientras Natsu se rascaba la nuca.
—No sé que decir...
—Yo tampoco—dijo ella feliz—no digamos nada, ¿te parece?.
—Bueno...
Se tumbaron y la maga le lleno de besos, sentía que si lo dejaba de hacer, él desaparecía y no quería soltarlo de ningún modo.
—Natsu—le mordió la oreja y el cuello de manera suave.
—Juvia...—su mente era incapaz de pensar con claridad.
Aquella noche Juvia ahuyento todas las dudas que tenía en su cuerpo y en su corazón. Natsu en parte también ya que nunca hasta ahora había sentido aquel sentimiento, pero si las dudas propias de ese tema. Se sentía tan bien y tan querido como nunca antes, por ello dejó que las cosas siguieran su curso y llenó de besos a la maga quien no opuso resistencia alguna.
—Te quiero—dijo ella con una sonrisa.
—Y yo...Juvia, quiero hacerte feliz.
—Ya lo haces...ya lo haces—dijeron después del sexo.
Juvia dio un pequeño bostezo y fue cerrando los ojos mientras se quedaba dormida, estaba agotada.
Natsu se vistió un poco y se sentó al borde de la cama, era de noche pero la luna estaba llena y el cielo despejado tras una gran tormenta.
—Igneel, tenías razón, algún día iba a encontrar a un persona especial—pensaba mirando la luz de la luna.
Al voltear, vio a la maga desnuda, tapada con una fina tela blanca y dormida, aún tenía el pelo revuelto por sus manos. Estaba preciosa.
—Por fin soy feliz—se tumbó a su lado con cuidado de no despertarla y se cubrió antes de abrazarla suavemente.
—Natsu—susurro ella en sueños.
—Hasta en sueños me quiere...es imposible no quererla—le dio un beso en la mejilla y se dispuso a dormir.
Continuara...
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