El Adiós
El Adiós
¿Cuántas veces hemos escuchado sobre las Almas gemelas?
¿Se referirá a la creencia de que dos personas están conectadas en un nivel profundo y espiritual, compartiendo una afinidad única y una profunda comprensión mutua?
De hecho, algunos creen que estas personas están destinadas a estar juntas y que su relación es predestinada, como si esa conexión estuviera más allá de lo físico o lo emocional, capaz de trascender el tiempo y el espacio.
Pero, ¿qué hay sobre ser el amor de la vida de alguien?
¿Será esa persona ocupará un lugar especial y significativo en la vida de alguien?
Esta expresión, definitivamente sugiere una relación en la que una persona considera a otra, como la más importante y valiosa en su vida. Parece ser aquel que puede convertirse en la fuente principal de felicidad y satisfacción emocional en la vida de una persona.
A menudo, asumimos que estas dos expresiones van de la mano, pero ¿qué sucedería sí, más bien, se tratan de dos conceptos que entran en conflicto o contradictorios?
El amor puede ser intenso, pero no necesariamente eterno. Las personas pueden evolucionar y cambiar con el tiempo, y con ello, hay un efecto natural sobre el hecho de que estamos para complementar la vida y la felicidad de alguien, no para ser el todo de ella. Eso demuestra que las relaciones a veces llegan a su fin a pesar de un amor profundo.
Dos personas pueden considerarse almas gemelas, pero llegan a un punto en el que deben enfrentar la realidad de que no están destinadas a estar juntas para siempre…
La lluvia caía con una suavidad inusual, como si el cielo mismo se lamentara bajo su manto de nubes grises. Las calles, por alguna razón, se encontraban inusualmente desiertas en esa noche. El hecho de que no hubiera personas, ni autos, ni el bullicio regular de una ciudad como aquella, añadía un matiz adicional de soledad a la escena.
Cada gota que caía parecía llevar consigo un peso invisible, como si el propio cielo estuviera testigo de algo que no debería haber sucedido. El silencio que les rodeaba no era solo el de la noche, era un silencio cargado de un significado más profundo, como si las palabras se hubieran desvanecido en el aire y la culpabilidad pesara sobre sus hombros. El mutismo entre ellos era incómodo, lleno de palabras no dichas y reproches no expresados.
Y sí, la oscuridad de la noche se mezclaba con la que había crecido dentro de ellos, y parecía envolverlos en una sombra que solo aumentaba su sensación de aislamiento. Eso solo señalaba que, el silencio que estaba en ellos sobrepasaba no solo a la propia oscuridad del ambiente, sino a ellos mismos, como queriendo culparlos de algo.
No… no los culpaban las circunstancias, en realidad si eran ellos los verdaderos culpables.
Su relación fue como aquel tragó que tomas en una noche de fiesta. Los llenó, les dio valor, los envolvió en un aura eufórica, y al final solo les dejó un enorme arrepentimiento al día siguiente.
Si, justamente así lo podían describir.
Pero justo esa noche, cuando las palabras hirientes dieron lugar a la razón, no parecía que quedara algo más entre ellos, solo esos recuerdos que con la caída de las inminentes gotas del cielo parecían convertirse en borrosas escenas del pasado.
¿Cómo llegaron a esto?
Hace unos meses atrás, todo parecía color de rosa. El mundo, cuando ellos entrelazaban sus dedos, no era tan gris como la gente a su alrededor lo describía en ese momento. Recibieron advertencias de que esa felicidad sería efímera, y no porque quisieran sabotearlos, sino porque estaban cegados por la juventud y esa adrenalina de enamorarse sin medir los peligros.
El amor sí existe, pero son pocos los que sobreviven ese proceso. Y según los últimos acontecimientos, ellos serían arrastrados por la corriente.
—¿No tienes nada que decir? —la voz de Amanda se sentía muy lejana y profundamente quebrada.
—Creo que sí —dudó Fabricio—. Pero, no sé cómo expresarlo.
Bajó la mirada ante ella, y eso la hizo sentirse aún más lastimada en lo profundo de su corazón. Era doloroso llegar a ese final.
Ese horrible y tortuoso final que iniciaba con aquella frase cliché, "Tenemos que hablar." Sí, ya todos sabemos lo que viene después de eso. Dos corazones rotos que ya no ven un futuro juntos.
—Solo dilo y ya —recriminó ella, cansada. El sollozó no se hizo esperar—. Es peor cuando le das tantas vueltas a este asunto —
Fabricio se sintió miserable por hacerla sentir así, aunque si miraban el asunto con completa sinceridad, los dos llevaron esa relación a ese estado de desahucio.
Vieron como su amor empezó a agonizar y solo se quedaron ahí, siendo espectadores a su terrible final.
—Lo sabes, ninguno de los dos quiere esto ya —dijo Fabricio, con el nudo todavía sobre su garganta—. Duele, pero es la realidad.
—¿Realmente te duele? —Preguntó Amanda, con una pizca de ironía en la voz.
Él la miró con sorpresa, se sintió un poco ofendido al verla dudar de su dolor.
—Puse todo mi corazón en esto y te he amado con todo mi corazón durante estos años, pero es obvio que amarnos no ha sido suficiente.
—No me culpes Fabricio —dijo Amanda, con más lágrimas en sus ojos.
—Nos culpo a ambos, Amanda… Al mundo, a la vida, a las circunstancias. Ninguno es totalmente inocente —admitió, reconociendo que se debía a tantas cosas que no valía la pena desmenuzar.
Amanda lo sabía, pero le era tan difícil dejarlo ir, aunque ella misma quería escapar de ese amor que se volvió monótono y vacío.
—Lo sé… Créeme que lo sé. Pero… —Amanda dudó un momento—… Pero se suponía que tú y yo éramos almas gemelas.
—Aún lo somos —sonrió melancólico, Fabricio.
—Sí así fuera, no estaríamos en esta situación, frente a frente, a punto de terminar todo lo que tenemos ¿Qué pasó Fabricio? —Todavía no lo comprendía, y parecía reacia a lo que estaba sucediendo.
—Nada… Fuimos tan perfectos juntos, que el final eso jugó en nuestra contra.
—Eso es tan contradictorio —su rostro seguía cuestionando—. Tu decías que nacimos para amarnos.
—Para amarnos —afirmó Fabricio sus palabras—. Pero no para estar juntos por siempre. Al final, nadie lo sabe.
—¡Qué tristeza! —Amanda secaba sus lágrimas—. Realmente luché por ser el amor de tu vida, pero no lo logré.
—¿Y yo? —preguntó de repente Fabricio—. ¿Soy el amor de tu vida?
Pasaron unos segundos donde Amanda guardó total silenció. Fabricio lo sabía, ella ni siquiera tenía que contestar. Ambos estaban en el mismo tablero, viendo cómo eran simple piezas perfectas, uno al lado del otro, como la reina y el rey en el ajedrez, necesarios uno del otro, pero al final, uno de los dos podía caer.
Piezas que con el tiempo se desgastaron y quedaron en el olvido.
—Bueno… yo…
—Sabes que no —Fabricio intervino, solo para que fuera más fácil para ella—. No tienes que buscar no ser hiriente, puedo soportarlo.
—La vida es complicada, Fabricio.
—No lo es —aseguró el hombre, acercándose un poco a ella—. Simplemente debemos vivirla, a como venga.
Amanda respiró profundo y secó las pocas lágrimas que le quedaban en sus mejillas.
Miró a Fabricio a los ojos. Una leve sonrisa se pintó en sus labios, y agradeció al destino por ponerlo en su camino, aun cuando todo había terminado entre ellos. Era consciente de que habían aprendido mucho juntos.
Ahora eran más fuertes, y aunque tenían que sanar primero, algún día el amor regresaría a sus vidas.
—Fui muy feliz, Fabricio, gracias por aguantar mis rabietas.
Él sonrió.
—Creo que fue lo que más amé de ti, tú eras como el sol y yo como la luna.
—Sí, eres tan aburrido, a veces —bromeó, Amanda.
Fabricio se contagió con su diversión un poco. Y finalmente, terminó acercándose y la abrazó.
—Lamentó mucho todo el dolor, pero nunca dudes de que fui feliz y que realmente te adoré con locura.
Amanda aceptó su abrazo, y una calidez profunda llenó su alma.
—Lo sé… yo también te amé con tanta fuerza, que a veces dolía —reflexionó—. Gracias, me enseñaste mucho en estos años.
Se separaron y se vieron a los ojos.
—Si alguna vez me necesitas, te escucharé.
—¿Aunque no seamos nada? —Preguntó Amanda.
—Nuestra conexión era más que por amor, tú lo dijiste, somos almas gemelas…
—…Que no están destinadas a estar juntas —completó la frase, Amanda—. Ahora me queda claro.
—Por eso mismo, jamás voy a odiarte y eso lo sabes bien —añadió Fabricio…
Amanda tocó una de sus mejillas.
—Espero que tú vida siempre esté llena de felicidad y que pronto encuentres a alguien que te acompañe toda la vida.
—Lo mismo espero que te pase a ti —sonrió aliviado—. Debí decirte esto en otro lugar.
Amanda miró a su alrededor. A pesar de la soledad de las calles, la lluvia la tranquilizaba. En el fondo, él la conocía tan bien que supo que este era el momento adecuado para hablar del final de su relación. La noche cubierta de neblina y las gotas cayendo de forma apacible, le ayudaron a pensar las cosas con claridad.
—No sufras con eso, sabes que la lluvia me encanta —le miró a los ojos—. Disculpa mi enojo anterior.
—Es normal, aunque admito que dolió cuando dudaste del amor que te tuve.
—Sí, era mi enojo hablando, soy consciente de lo mucho que nuestra relación significó para ti.
—Para ambos —corrigió Fabricio.
—Bien, creo que es hora de irme —aclaró Amanda.
—¿Estarás bien? —Preguntó Fabricio.
Amanda seguía siendo alguien muy importante para él, jamás dejaría de serlo.
—Tranquilo, soy más fuerte de lo que crees.
— Yo nunca he dudado de tu fuerza, pero sabes que puedes contar conmigo —aclaró Fabricio.
— Ya déjame ir, hombre, ya es momento de decir adiós.
—Sí, llegó la hora —hubo un silencio—. Adiós, Amanda…
Le acarició con ternura el rostro de la mujer que amó por tantos años.
—Adiós, Fabricio. Sé muy feliz.
Amanda se acercó nuevamente a él para dejar un suave beso en su mejilla, y poco a poco, se alejó.
Se volvió en dirección contraria y su silueta se fue perdiendo por esas calles silenciosas de París.
Soñaron por tanto tiempo en vivir aquí, “en la ciudad del amor”, y fue irónico que para ellos todo llegará a su fin justo allí. Pero no podían quejarse. Sería demasiado ofensivo para su historia de amor, quejarse a estas alturas. Ambos se salvaron en el momento adecuado.
Y hoy siguen caminos diferentes, porque era momento de seguir adelante.
Fabricio miró por última vez el lugar por donde Amanda se había ido, respiró profundo, y abriendo su paraguas, siguió su propio rumbo, solo quedaba mirar hacia el futuro.
Era incierto, y daba mucho miedo…
Pero tenía los buenos recuerdos de ese amor que le mostró cómo sentir con intensidad. Por eso, todo lo que viniera, lo iba a recibir con una sonrisa. Y estaba seguro que, aunque Amanda y él no volvieran a cruzar sus caminos, ella nació para ser una lumbrera.
Y llenaría con su luz a quien estuviera a su lado.
Así terminó todo, entre dos almas que un día cruzaron sus destinos. Y aunque el hilo rojo no los conectaba directamente, abrazaron su amor hasta dónde la vida se los permitió. Aunque la noche fue fría, ellos por fin se sentían libres.
De eso se trata el amor verdad. De vivir lo que tengas que vivir, y de soltar cuando llegue el momento. Amanda y Fabricio lo aprendieron a su modo, y no se arrepienten de nada.
Ahora, esa calle está vacía. Pero es simplemente una calle más, de las muchas que hay en París, quién fue el único testigo de cómo dos almas gemelas se dieron el adiós definitivo, reafirmando aquella frase que dice:
"Somos almas gemelas, pero no nacimos para estar juntos."
SabaMay 💜
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