3 de Noviembre de 2016

El ejercicio para hoy se basa en buscar un relato breve ya escrito y cambiarlo con dos tipos de narrador.

Elegi el relato con el título de Davinia, presentado en el concurso Special Love de Zukulento Wattpad. Lo reduje para no excederme en el tiempo de lectura, máxime siendo tres versiones; también y más importante, para darle verosimilitud. El resultado no me dejó del todo satisfecho, aunque no fui capaz de encontrar el por qué.

Mis compañeros leyeron buenos relatos, mas solo Conchi lo hizo perfecto. Mi relato tenía estos errores:

Reduje tanto el original que no quedó claro. El protagonista no estaba bien definido y la acción saltaba de un sitio a otro sin ton ni son.

La versión del protagonista no mostraba sus sentimientos.

Elegí mal al narrador secundario, porque no aporta nada nuevo del protagonista y le hice serlo.

Otra compañera y yo debemos repetir a partir de un relato distinto. Los demás, excepto Conchi, corregir el mismo.

Publico este relato porque ya no cuenta para la clase. Creo que está corregido, vosotros tenéis la última palabra. Cualquier comentario será bien recibido

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Encuentro fortuito

Jorge curioseaba en una librería de Buenos Aires, cuando escuchó:

—Hola, ¿puedo ayudarte?

Él se vuelve, le parece ver un fantasma y cree estar soñando.

—Estás pálido. ¿Te encuentras bien?

Pasan segundos eternos hasta que puede responder:

—Sí, estoy bien. ¿Cómo te llamas?

—Davinia.

Era imposible, el mismo nombre, se quedó pasmado otro rato. Él fue asimilando la situación intuyendo la respuesta más lógica. Llamó para asegurarse.

—Dígame.

—Hola, papá.

—Hola, Jorge. ¿Qué tal tus vacaciones?

—Sorprendente. ¿Tengo una hermana?

— ¿Qué sabes?

—Nada. Creo que estoy con ella, es idéntica a mamá y se llama igual.

—Sois mellizos. Fue adoptada por vuestros tíos. Me resultó muy duro perder al amor de mi vida cuando nacisteis. Perdimos el contacto porque volví a España contigo. Dile que volveré. Adiós.

Jorge se despidió y transmitió el mensaje a ella, ambos descubrieron la verdad casi a la vez. Se estrecharon con un abrazo que él nunca soñó y ella no esperaba.

El amor fraternal es como el buen vino, mejora con los años.

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Jorge.

Llego a Buenos Aires, mi ciudad natal; aunque no recuerdo nada porque salí montado en un carro de bebé, no he vuelto desde entonces hasta ahora. Paseo por sus calles; el segundo sitio, después del hotel, a donde accedo es una librería. Observo, hay varios libros que me interesan. Oigo a la dependienta:

—Hola, ¿puedo ayudarte?

Me vuelvo, me parece ver un fantasma, creo estar soñando y me quedo mudo. Me siento sorprendido y desorientado, algo no habitual en mí.

—Estás pálido. ¿Te encuentras bien?

Tardo en contestar: —Sí, estoy bien. ¿Cómo te llamas?

—Davinia.

No puede ser, el mismo nombre, vuelvo a sentirme pasmado otro rato. Soy una persona lógica, imagino la mejor explicación y llamo para asegurarme:

—Dígame.

—Hola, papá.

—Hola, Jorge. ¿Qué tal tus vacaciones?

—Sorprendente, ¿tengo una hermana?

— ¿Qué sabes?

—Nada. Creo que estoy con ella, es idéntica a mamá y se llama igual.

—Sois mellizos. Fue adoptada por vuestros tíos. Me resultó muy duro perder el amor de mi vida cuando nacisteis. Perdimos el contacto porque volví a España contigo. Dile que volveré. Adiós.

Me despido, no hace falta hablar nada más porque la incertidumbre se esfuma y me quedo tranquilo. Le cuento a ella toda la conversación con papá y nos estrechamos con un abrazo que yo nunca soñé y ella aceptó.

—No me has dicho tu nombre.

—Jorge.

¡Qué caprichosa es la vida! Te da sorpresas cuando menos lo esperas.

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Davinia.

Entra sin verme, sólo tiene ojos para los libros. Le saludo y ofrezco mi ayuda, se vuelve y parece que me reconoce, nunca he visto a nadie tan pálido. Me asusto por él, algo suyo me inspira confianza. Me intereso por su salud y se queda un rato sin hablar.

Noto que el color vuelve a su piel, responde que está bien y pregunta mi nombre, respondo Davinia y vuelve a palidecer.

Esta vez se recupera antes. Saca el celular, me ignora y llama a alguien. Paso de él porque hay otros clientes, aunque no le pierdo de vista.

Espera a que yo acabe de atenderles, hasta que nos quedamos solos.

—Davinia, perdóname. Debo haberte causado una mala impresión.

—Pareces buen chico, aunque un poco raro.

—Soy muy callado, pero ahora tengo mucho que contarte. Soy tu hermano.

—Ahora creo todo lo que me digas. Cuenta.

—Nuestra madre tenía tu mismo nombre y falleció en el parto. Tus tíos te adoptaron. Crecí sin saber nada de ti, papá tenía un sinfín de fotos y vídeos de mamá. He hablado ahora con él. Me ha contado que volverá para conocerte.

—Tampoco supe nada de ti. Mis tíos me hablaban muy bien de mi padre; aunque yo le odiaba, siendo niña, por abandonarme. Ahora comprendo que debió ser muy duro perder a un ser querido. Le recibiré como te he recibido, con los brazos abiertos, querido hermano.

No me importa que haya testigos de nuestro abrazo, unos pocos saben mi historia y se alegran. Caigo en un detalle que ignoraba:

—No me has dicho tu nombre.

—Jorge.

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