A los monstruos también nos gusta leer.
Mi pequeña no paraba, y poco a poco ella crecía.
Sus cuentos ya dejaba, y otras historias ya leía.
A veces era curioso y me metía entre sus libros, con ansias de entender y de volver a ser su amigo.
No sabía en que pensaba.
Yo nunca fui su amigo.
Sin embargo las páginas pasaba, intrigado, ya no aburrido.
Mi niña me dejaba, pero yo no quería.
Quería que me recordara, y que me mirara con cariño.
Por eso sus historias yo cambiaba, y les agregaba un poco de mi.
Para que así mientras leyera, me pudiera ver allí.
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