Training

El gimnasio que la UA les facilitaba a los de la residencia era, simplemente, todo lo que necesitarían para estar en forma y mejorar sus habilidades, por no hablar del gran espacio que disponían para poder practicar.

Kirishima lo agradecía, pero también era cierto que eso quería decir que tendrían que entrenar mucho más de lo habitual para conseguir mejoras en sus habilidades. De cierta manera, el futuro incierto daba miedo, y le producía inseguridad.

Suspiró mientras practicaba uno de sus nuevos movimientos. Si quería llegar a ser un gran héroe, necesitaba ser más fuerte, más valiente, más poderoso.

Si quería llegar a ser un gran héroe, tenía que poder proteger primero a los que más quería. ¿Cuántas veces había fallado en eso, sin embargo?

La más reciente había sido con Bakugou. Porque no pudo salvarlo la primera vez, cuando se lo llevaron. Y cuando lo encontraron, básicamente fue un milagro que pudieran salir ilesos.

¿Cómo podía creerse un aspirante a héroe si no podía proteger a los que más quería?

Dio un puñetazo a la roca que tenía en frente, destrozándola por completo. Sin embargo, no sintió satisfacción. Lo único que sentía era rabia e impotencia contra sí mismo por no ser lo suficientemente fuerte.

Apretó los dientes. No podía permitir que sus emociones influyesen en su sentido del deber, y en su objetivo de convertirse en héroe profesional, pero era tan frustrante saber que no podía hacer nada, que era inútil todo cuanto hiciera, que en lo único que podía pensar era en entrenar más.

Tenía que ser más. Más fuerte. Más rápido. Más ingenioso.

Tenía que proteger a los que más quería fuera como fuese.

Escuchó la puerta del recinto abrirse, y vio a Bakugou cruzado de brazos mientras le veía entrenar.

Últimamente hacía eso bastante a menudo, aunque no sabía la razón. Entrenaba muy de mañana y a veces bien entrada la noche, pero el rubio siempre parecía saber dónde estaba y a qué hora.

—Parece que estás mucho tiempo aquí —dijo Bakugou, acercándose. Kirishima atrapó la botella que le tiró—. ¿Qué demonios te pasa? Ni siquiera juegas videojuegos con el idiota eléctrico.

—No tengo tiempo —murmuró mientras bebía el agua—. Tengo que entrenar.

—¿Más de lo que ya entrenas? Lo dudo —le arrebató la botella de las manos y le tiró el resto del agua en la cara.

—¡Hey! ¿Qué haces? —preguntó, con los ojos cerrados y sintiendo el agua deslizándose por su rostro.

—Tirarte agua a la cara, a ver si espabilas.

Kirishima sintió que su rostro se secaba con algo que distinguió como una toalla. Cuando pudo abrir los ojos sin miedo a que el agua le entrara a ellos, vio el rostro serio de Bakugou mientras le secaba la cara. Eso preocupó al pelirrojo.

—¿Bakugou? ¿Estás...?

—Eres un idiota completo, ¿lo sabías? —interrumpió, y Kirishima le miró sin entender—. Sé por qué haces todo esto.

La toalla se deslizó por detrás del cuello de Kirishima, y Bakugou atrapó el otro extremo con su mano libre, atrapando al pelirrojo entre la tela y su cuerpo.

—¿A qué te...?

—Sé que estás frustrado por lo que pasó, idiota. Pero no eres tú el que necesita mejorar, porque no fue tu culpa —interrumpió de nuevo—. Y lo que menos necesitas es matarte a entrenar, imbécil.

—¡No pude hacer nada! ¿¡Cómo crees que me siento al saber que no pude ni siquiera intentarlo?!

—¿¡Tú eres gilipollas?! —de un tirón, Bakugou le acercó más a él—. ¡Fue mejor que no estuvieras! ¡Podrían haberte atrapado! ¡Incluso matado, imbécil!

—¡Pero lo habría intentado!

—¡¿De qué hubiera servido si te mataban, imbécil?!

—¡No puedo simplemente quedarme sin hacer nada!

—¡No fue tu culpa, joder! ¡No fue la de nadie, solo de los villanos esos! —replicó—. ¡Estábamos en desventaja, eso es todo! ¡Pero prefiero que me atrapen otra vez a que algo te pase a ti, imbécil!

—Bakugou... —murmuró sorprendido Kirishima, sin saber muy bien cómo replicar.

—¡Así que tienes que ser el mismo de siempre! ¡Prefiero que seas un idiota alegre a un idiota que parece a punto de morirse!

Kirishima no lo resistió y le abrazó. Le abrazó fuertemente, para que nunca se fuera, para que no le dejase de nuevo.

Quizá eso era lo que ambos necesitaban.

Que el otro nunca se fuese.

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