El Final
En el palacio de los dioses, todo el mundo estaba en zozobra, nada parecía apaciguar la furia del Dios Sol, por su lado la Diosa Whee-In trataba de calmarlo, pero aquello parecía inútil.
—¿Me pides que me calme cuando han profanado a mi Hijo? —gritó furioso el dios Hoseok.
—Tengo a alguien que tiene información sobre ello. —comentó la Diosa Luna tratando de ignorar la altanería de su preciado Sol.
Las puertas del palacio fueron abiertas dando paso a una imponente lechuza, que conforme ingresaba iba tomando un gran tamaño hasta lograr convertirse en un humano arrodillado.
—Su omnipotente Majestad. —habló el joven Jackson, que hace unos segundos fue una lechuza.
—¿Tienes noticias de mi hijo? —preguntó la Diosa Lunar.
—Él príncipe Ji-Min, príncipe de la belleza, se encuentra en la tierra, en compañía de un humano. —pausó unos minutos antes de dar la mayor noticia. —La unión de ellos ha dado como resultado una pequeña niña que tiene los rasgos de su padre Ji-Mim y la tez del simple mortal. —finalizó el informante.
El dios Hoseok estaba furioso, ahora todo su cuerpo resplandecía en rayos luminosos que podrían dañar la vista del ser humano.
—Ese humano tiene que morir, no le bastó con profanar a mi hijo, si no que le hizo algo tan horrible como engendrarle un hijo. —el dios Hoseok destruyó su cetro.
La diosa Luna suspiró, habían pasado miles de años antes de que tuvieran a sus hijos, y su querido Sol seguía siendo igual que en aquellos años.
Ji-Min no era ajeno a todo lo que pasaba, no podía seguir ignorando aquel suceso que tenía a los aldeanos asustados y en zozobra, nunca había pasado algo así, con un profundo suspiro, elevó su vista al cielo.
—¿Está todo bien? —preguntó Yoon-Gi mientras abrazaba la cintura de su esposo.
Ji-Min giró a ver a su esposo, después posó su vista en su pequeña hija que correteaba en el pastizal seco.
—Sí, todo está bien. —comentó Jimin.
Esta era la tormenta a punto de estallar, y Jimin sabía del peligro que se acercaba, eso no era una advertencia; era un gran llamado de su padre con grandes consecuencias.
Estaba agradecido de que sus hermanos hubieran hecho todo a su alcance para ocultarlo, pero él eclipse era señal de que su padre estaba furioso.
—Pero padre. —interrumpió el príncipe del atardecer.
—Me sorprende que todos ustedes hayan participado con semejante barbaridad, se han confabuladonpara esto, si hubieran otros Dioses sería el hazme reír de ellos. —habló enojado el Dios Sol.
—Dios Solar, omnipresente Hoseok. —habló NamJoon.
—Príncipe de la destrucción. —habló el Dios Solar. —¿Qué se le ofrece?
—¿Puede perdonar al príncipe de la belleza? —el príncipe de la destrucción se inclinó ante su padre. —Nuestro Ji-Min es joven, y a veces esa inexperiencia nubla el juicio.
—El príncipe Ji-Min se enamoró de un humano, más no fue secuestrado. —informó el príncipe del atardecer.
Los demás príncipes hicieron una larga reverencia, rogando e implorando por su hermano, después de todo era el menor; el último hermano que tendrían.
Todos saben que cuando el Dios Solar se enojaba mandaba matar a la persona que despertaba su ira, importándole poco si es un hijo, sirviente o guerrero.
—Mi Dios Sol, expléndido por su poder y divinidad Ho-Seok, no seas irrazonable por favor. —pidió Whee-In.
—Me asombra que todos ustedes estén de parte de su hermano traidor, no esperaba edto, son una gran decepción. —masculló entre dientes el Dios Solar.
—Nosotros estamos comprometidos con las parejas que su majestad nos dio. —intervino la princesa invernal, Moon-Byul. —No tenemos quejas porque nos dio con quién estar, pero Ji-Min no tenía a nadie hasta ahora y se le se ve feliz al lado del humano, ¿no podría dejarlo pasar por esta vez?
El Dios Solar deshizo el eclipse lunar devolviéndoles la luz natural a los habitantes de la tierra, pues habían estado haciendo sus sacrificios para apaciguar al Dios del Sol por más de seis días.
—Quiero a Jimin, lo quiero encerrado en las aguas de la desesperación, condenado a nadar eternamente. —sentenció el Dios Solar.
Las estatuas que permanecían enyesadas en la entrada del palacio del Dios empezaron a moverse, cobrando vida, la guardia real del Dios Solar estaba la disposición de su soberano.
—Traigan a Jimin, aún si él no lo quiere, aunque se resista lo quiero aquí. —sentenció Hoseok —Y si ustedes intentan interferir, irán a hacerle compañía en las aguas de Seok-Jin
Yoon-Gi se despidió de Ji-Min dejando un sonoro beso en aquella cabellera negra, hoy tenía que hacer la rebusca para poder traer algo de comida, gracias a Ji-Min habían tenido buenas cosechas y hermosos paisajes verdes.
El príncipe de la belleza despertó cuando su esposo salió de casa, desde que el eclipse despejó el cielo no había podido dormir. Sabía lo que el eclipse lunar significaba, era una declaración de que vendrían por él, el príncipe de la belleza fue al dormitorio de su hija y viéndola dormida, besó la cabellera azabache de la infante.
—Crecerás sana y fuerte, cuida de tu padre por mí, hazlo feliz, obedécelo y dile cuanto lo amo, nunca duden de mi amor por ustedes, son las únicas personas a las que he amado en mi vida. —la primera lágrima resbaló de sus ojos mojando la manta de la pequeña.
Nunca pensó que llegaría este momento. Unos toques en la puerta lo hicieron salir de la habitación de su hija. A pasos temblorosos se acercó a la puerta, encontrándose con los soldados de su padre.
—Príncipe Ji-Min. —anunció el jefe de la guardia real con su traje de plata y oro reluciente. —Tenemos órdenes de llevarlo al palacio de su padre.
Ji-Min asintió, oponerse era inútil.
El corcel blanco vio que el príncipe de la belleza era llevado contra su voluntad, por lo que el bello animal salió galopando de manera rápida.
Yoon-Gi dio un estirón, sintió como algunos huesos tronaban de su espalda, era incómodo estar en dicha posición para la rebusca, pero gracias a ese sacrificio podrían hacer la sopa de arroz con carne que tanto quería su esposo e hija, algunos carniceros le habían regalado diversos cortes de carne y otros le regalaron verduras por el cumpleaños de tan bella niña.
Todos afirmaban que la niña poseía algún don, según las personas mayores que eran tocadas por ella; recibían una notable mejoría de sus dolencias.
El caballo empezó a mugir de manera desesperada buscando al peli negro, asustando a los pueblerinos a su paso, Yoon-Gi escuchó el alboroto y a alguien preguntar:
—¿De quién es esta bestia? Casi destruye nuestros sembríos. —dijo el líder de los trabajadores.
—Lo siento, es mío. —confesó el pálido algo aturdido por la actitud de su caballo.
El caballo tomó de la ropa amarillenta del pálido y lo arrastró hasta montarlo sobre él y galopar como si estuviera en un concurso de equitación. Yoon-Gi se encontraba asustado y fuertemente aferrado al cuello de su caballo.
—El príncipe de la belleza. —habló el caballo blanco. —Ha sido llamado al palacio de su padre, el Dios Sol.
Yoon-Gi se sorprendió al escuchar hablar a su caballo, pero por si eso no fuera poco el majestuoso caballo desplegó sus alas, convirtiéndose en un pegaso.
—Tu esposo está ahí. —el caballo señaló con su cabeza al príncipe de la belleza, deteniéndose por unos minutos. —¿Amas al príncipe de todo corazón? —preguntó el caballo.
—Lo amo. —afirmó el pálido sin titubear.
—Entonces te ayudaré. —el caballo empezó a mugir y a galopar cada vez más fuerte tratando de alcanzarlo.
Ji-Min tenía la vista perdida, pero eso no le impedía que mordiera su labio inferior, se imaginaba la tremenda reprimenda que podía escuchar de su padre y la gran decepción de su madre, cuanto extrañaba a su pálido esposo y a su hija, aunque hubieran pasado algunas horas, él príncipe de la belleza lo sentía como una eternidad.
—¡Ji-Min!
El príncipe se detuvo por unos minutos al igual que los de la guardia, era algo imposible que alguien lo llamara en estas circunstancias, nadie, ni un humano podía volar.
A movimientos torpes giró y vio a su esposo sobre un hermoso pegaso blanco galopar lo más rápido que podía.
—Yoon-Gi. —pronunció el príncipe de la belleza con lágrimas bañando su rostro.
El pegaso los alcanzó y el pálido pudo sostener entre sus brazos a su esposo otra vez, pero aquello no iba a durar por mucho tiempo, pues el Dios Solar Ho-Seok estalló en cólera al ver a su hijo aferrarse a un humano y el humano corresponder al abrazo de su hijo.
—Padre, deje a Ji-Min ser feliz. —pidió Seok-Jin, príncipe de las mareas.
—Nosotros nos encargaremos de las funciones de nuestro hermano. —dijo Moonbyul.
—Cariño, se razonable por favor. —pidió su esposa Whee-In.
—¡TRAIGAN A MI HIJO, QUIERO A JI-MIN AHORA! —vociferó el dios Hoseok.
Los guardias tomaron a Ji-Min del brazo, rompiendo de manera brusca el abrazo que se había formado entre ellos para ser nuevamente arrastrado ante el Dios Sol.
—Tenemos que impedir que se lo lleve. —habló el Pegaso, montándolo nuevamente encima de él y galopando.
—Príncipe de los rocíos, dibuja un lago y príncipe de las mareas llénalos con fuertes tormentas y mareas, tantas que se le sea difícil salir de ahí. —sentenció Ho-Seok.
—Pero padre... —intentó persuadir el príncipe del atardecer.
—¡HÁGANLO! O ustedes también entrarán en ese laberinto de la desesperación. —dictaminó con ira Ho-Seok mientras veía a su hijo resistirse y al humano intentar llegar a él.
Con el dolor de su corazón ambos hermanos hicieron lo que su padre les encargó. La Diosa Luna fue quien había enviado al caballo, conocía muy bien a Ji-Min y sabía del amor de él por el humano, aunque intentó hacerse de la vista gorda, ya no podía postergar más lo inevitable
Con impotencia, miraba como los guardias arrastraban a Ji-Min y como aquel humano intentaba llegar hasta donde estaba su hijo, pudo ver la determinación, el valor y el infinito amor hacia su hijo, sentimientos que incluso ellos, como mismos Dioses a veces carecían de ello.
Los príncipes no querían hacer lo que su padre le pedía pero tampoco querían padecer de aquel castigo. Una vez hicieron aquel lago de la desesperación fueron a buscar consuelo en su madre, pues no podían ver a Ji-Min intentando nadar en aquel lago lleno de mareas que probablemente terminaría por matar a su hermano.
Yoon-Gi podía ver como cada vez se alejaba su esposo, el caballo estaba extenuado y la ráfaga de viento proporcionada por la princesa de la primavera le dificultaba el camino.
Las aves migratorias que pasaban por ahí vieron el panorama, una de ellas bajó hacia donde estaba uno de los faisanes en la casa del pálido, luego de la conversación, el ave voló tan rápido como sus alas le permitieron hacerlo. Y dando la voz, todas las aves fueron en ayuda de aquel humano, era amor lo que ambos sentían, se habían enamorado dos especies totalmente distintas, pero no hay algo más fuerte que pueda unirlos como el amor y ellos tratarían de impedir que fueran separados.
Yoon-Go pensó que este era su final, el corcel ya no daba más, intentar caminar sería mero suicidio. Sintió como ciertas aves se ponían debajo de ellos para llevarlos aleteando hasta su destino.
El pálido pudo tomar de la mano a Ji-Min por unos escazos segundos, pero ni bien sus dedos se tocaron, el príncipe de la belleza cayó al lago a causa de los fuertes movimientos creados por el príncipe de los temblores.
El humano sujetó fuertemente a su esposo, pero sentía como era jalado y nadie intervenía, hasta que terminó por caer junto a Ji-Min en aquel lago, perdiéndose en las aguas, aquella sería una de las peores muertes.
—Enciérralos —decretó el Dios Sol.
La princesa Moon-Byul empezó a sellar la superficie con una gruesa capa de hielo provocando que si la marea no los matara las temperaturas bajo cero lo haría en poco tiempo. Ji-Min pudo sacar a Yoon-Gi por un corto tiempo a la superficie para que tomara aire.
Todos miraban cabizbajos dicha escena.
—¡ALTO! —gritó una voz infantil.
La princesa se detuvo y Ji-Min aprovechó para desvanecer el hielo y poder salir junto a su amado.
—¿Quién eres tú? —vociferó irritado el Dios Sol
—Soy Mikal, hija del príncipe de la belleza y de su esposo humano. —respondió la niña quien estaba montada sobre el Pegaso.
Todos los príncipes se asombraron al ver a la niña en el palacio, mientras que la Diosa Luna sintió deseos de abrazar a su pequeña nieta.
—Quiero que dejen a mis padres. —pidió la niña. —Yo me ofrezco a quedarme en lugar de mi padre, el príncipe de la belleza.
El corcel cabalgó hasta llegar al Dios Ho-Seok.
Ji-Min quería detener a su pequeña, pero Yoon-Gi estaba levemente azul a causa del frío, la princesa Solar corrió a tratar de ayudar al esposo de su hermano mientras la pequeña se acercaba al padre del príncipe de la belleza.
—Abuelito. —llamó la pequeña. —Por favor, déjalos, yo me quedaré en lugar de mi padre. Haré todas las cosas que a él le corresponda, pero quiero que una vez al año me deje verlo por lo menos. —la pequeña se acercó tocando la mejilla de su abuelito.
El tacto fue suave, lleno de amor y calidez, entendió que Ji-Min amaba al humano, porque ese nena le transmitió aquello, su hijo no fue forzado a nada y asombrosamente la pequeña Mikal tenía poderes como sus hijos, solo que era uno muy diferente y maravilloso.
—Acepto el trato. —habló Ho-Seok.
Todos se sorprendieron al escuchar lo dicho por el Dios Sol, nunca había cedido ni negociado. No quedaron dudas de que la pequeña pensaba como una adulta y era demasiado astuta y valiente.
La Dioosa Luna corrió hacia Ji-Min asegurándose de que tanto él como su esposo estuvieran a salvo.
Ji-Min aceptó triste aquel trato, Yoon-Gi se acercó a besar por última vez a su hija y encargó al corcel el cuidado de la pequeña. Las aves ayudaron a descender a los esposos, quienes al llegar a casa lloraron al no tener a su pequeña en brazos, pero aquel sacrificio que hizo la pequeña lo hizo por el gran amor que sentía a sus padres.
Cinco años después.
Ji-Min y Yoon-Gi habían tenido dos hijos más, una niña de nombre Moon-Hye y el pequeño Kwon Dae-Suk.
Los aldeanos preguntaban a la familia por la desaparición de la pequeña Mikal, hacía mucho tiempo no la veían, y así los padres les informaron con tristeza que un pequeño suceso terminó con la vida de la menor.
Los aldeanos también lloraron la muerte de la pequeña y erigieron un altar en memoria de ella, donde llevaban ofrendas de sus mejores cosechas y carnes de primera calidad, siempre adornando el lugar con cosas rojizas ya que era el color con el que recordaban a la pequeña por sus mejillas cuando le decían alguna frase bonita o lo hermosa que estaba.
Aquella fecha que le fue concedida a la ya no tan pequeña Mikal fue el catorce de Sebat. En aquella fecha tanto Yoon-Gi y Ji-Min visitaban el palacio del Dios Sol, llevándole a su hija las ofrendas que le daban los aldeanos, mientras que la princesa Mikal jugueteaba con sus pequeños hermanos.
El Dios Ho-Seok había perdonado y pedido disculpas a su hijo y yerno por la manera en cómo los trató en el pasado y sus hermanos eran felices de verlo, aunque sea una vez al año.
Ji-Min había renunciado a su inmortalidad, pues Yoon-Gi era un ser humano de vida corta y aunque el príncipe de la belleza le ofreció darle la vida eterna, él no aceptó pues no necesitaba aquello, su hija estaba en el palacio junto a su abuelo, sus hijos habían crecido y ya tenían su propia familia, había conocido a sus nietos, habían tenido una buena vida, aunque ahora se cansaría más que antes.
Por lo tanto, Ji-Min tomó la decisión de renunciar a su larga vida, dejó la inmortalidad; si su amado no le haría compañía para siempre, no la necesitaba.
Todos estuvieron presentes en el velorio de sus padres, la más afligida era la princesa Mikal de unos catorce años, todos lloraron por aquella pareja que fueron la demostración perfecta de lo que era el amor.
Mikal siguió cumpliendo con su papel como princesa en el palacio. Durante un tiempo, el Dios Solar pensó en hacerle una pareja como a sus otros hijos o dejar que busque a un humano como su hijo Ji-Min, pero al verla tan feliz, sonriente y regalando amor entendió que la pequeña Mikal no necesitaba de alguien, ella era feliz así, dándole amor a toda la familia en el Reino Celestial y abajo a los humanos aunque no se dieran cuenta.
Mikal siguió teniendo una larga vida y vio como la vida humana cambiaba, aquel catorce de Sebat se convirtió con el pasar de los años en el catorce de febrero.
La gente la llegó a conocer a la princesa Mikal como la Diosa o deidad del Amor y la amistad.
Sus padres estaban orgullosos de ella aunque no pudieran decírselo a diaro.
No todas las leyendas tienen historias o finales felices, pero para Mikal la historia contada de su abuela, la Diosa Luna sobre cómo se conocieron sus padres era la mejor de todas, a pesar de los miles de años que llevaban viviendo en el palacio de sus abuelos, Mikal amaba cuando su abuela empezaba a relatar su leyenda favorita con la frase:
“Cuenta la leyenda…”
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