CAPITULO 9

Foto de Glenn

-¿Tammy vas a salir algún día? -La voz de mi amiga terminó de desperezarme.

-No por el momento. -Contesto buscando mis anteojos, que debieron zafarse sin darme cuenta, y sin ellos no veo nada, solo manchas deformes.

-Tammy Whitman abre la maldita puerta o la derribaré y luego patearé tu trasero.

Me levanté ante la amenaza de mi amiga, pero me tomó unos momentos encontrar la perilla de la puerta. A tientas toqué la llave y le di vuelta. Sentí la brisa de Mei cuando pasó a mi lado.

-¿Por qué tardaste tanto en abrir? -Me reclamó.

-No encuentro mis lentes. -Le expliqué recostándome sobre la pared.

Unos segundos después sentí el frío metal sobre mi nariz para luego vislumbrar a una molesta asiática con los brazos a cada lado de su cadera. Ella había colocado los lentes en mi cara, los acomodé y dejé ir un suspiro.

-¿Ya terminaste de compadecerte? -Me consultó achicando sus ojos.

-Mei no estoy de humor para tus regaños, para eso tengo mamá, gracias.

-Sí, pero como ella no está aquí, me toca a mí llamarte la atención.

-No empecemos por favor, tengo migraña. -Toco mi sien.

-Estás sola porque has decidido estarlo. La escuela ya pasó, estamos en la universidad ahora, olvídate de ese imbécil de Stewart Cyrus, él es pasado, y Efraín es presente y puede que futuro si lo dejas entrar.

-Sí claro. –Digo con sarcasmo.

-Alístate saldremos. -Me advierte.

-Mei. -Antes de poder continuar levantó su dedo índice para callarme.

-Le dije a Verónica que nos divertiríamos hoy. Sin hombres, noche de chicas ¿Qué te parece?

-Que espero que se diviertan. -Intento regresar a la cama pero una menuda silueta me impide el paso. -No me dejarás en paz ¿Verdad? -Digo resignada.

-No, soy tu subconsciente que en el fondo lucha por ser liberado pero que te empeñas en encerrar en una jaula en lo más profundo de tu ser. Alguien tiene que hacerte entrar en razón.

-Suenas más bien como mi pesadilla personal. -Me cruzo de brazos.

-Sí como sea, Vero llegará a las 8:00 p.m. por lo que tenemos poco tiempo para alistarnos. Toma una ducha, refréscate, y maquíllate un poco, una momia tiene mejor semblante que tú, tengo maquillaje especial para esa alergia tuya, con componentes naturales en sus ingredientes.

Salió dejándome sola, volví a ver la hora, las 7:20 p.m. no me convenía llevarle la contraria. Aunque prefería mil veces volver a la cama, hice lo que me pidió, y se sintió bien. La ducha renovó mis fuerzas, me puse un vestido de encaje color lavanda, me llegaba por las rodillas, mi traje de graduación, pero no es como si tuviera mucho donde escoger.

Me senté al frente de la cómoda, maquillarme dijo, que buen chiste. Entré a su recámara, Mei lucía una minifalda negra y una blusa cruzada atrás gris perlado, unas altas botas complementaban el vestuario.

- ¿Vas a ir así? -Me señala.

-Sí quieres que vaya, cierra la boca. -Me siento sobre su cama, encima de al menos cinco blusas que imagino, fueron descartadas, hasta que encontró la adecuada. Las hago a un lado, si pudiera ver mi cara, sé que sería de total fastidio.

-Vamos a ver qué podemos hacer por ti. -Sacó su neceser de maquillaje e hizo su magia conmigo, tengo que admitir que casi no me reconozco al mirarme al espejo. -Admira mi obra. -Dice con orgullo, al tiempo que se coloca unos aretes largos.

El celular de Mei suena, de seguro es Verónica. Ella no es para nada mi amiga, se lleva mejor con Mei que conmigo.

-Hola, sí ya estamos listas, vamos bajando.

Corta la comunicación y coge su bolso.

- ¿Vienes? -Me consulta.

-Como si tuviera opción. -Recalco con fastidio.

Verónica está parqueada al otro lado de la calle. Su familia es muy adinerada, su Mercedes Benz salido de agencia, aun olía a nuevo.

-Tengan cuidado con los asientos, son de cuero y no quiero ningún accidente.

Las amigas se saludan con beso y abrazo y a mí apenas y me dirige la palabra con un "hola". Charlan todo el camino, y yo no dejo de sentirme fuera de lugar, mirando a través de la ventana ¿Por qué Mei siempre me hacía cumplir sus caprichos? Otra voz me contesta: porque tienes miedo de perderla.

Al fin llegamos al Club, donde la estridente música se escuchaba desde afuera. No tuvimos que hacer la interminable fila, Verónica conocía al grandulón de la puerta y quitó la cadena para que pudiéramos pasar.

Fuimos trasladadas a la zona VIP, un mesero llegó a atendernos, me sorprendió reconocer a Glenn.

-Glenn ¿También trabajas aquí? -Le pregunto sorprendida.

-Sí, entre semana en el restaurante, los fines de semana aquí.

La alta música nos obligaba casi a gritar para ser escuchados.

-Trae una botella de tequila, la mejor que tenga, y bastante limón. -Pide Verónica impaciente.

-Entendido ¿Algo más?

-No por el momento. -Verónica acomoda su rubia melena a un lado.

Glenn me sonríe y se aleja.

- ¿Qué, te gusta el camarero? -La voz de Vero me hace voltear.

-No, sólo somos conocidos. -Respondo sin ganas de dar más explicaciones.

Mi contestación pareció no importarle, empezó a hablar con Mei y yo a ver bailar a las parejas. Este ambiente no era el mío, soy más bien del tipo plan tranquilo, que prefería ir al cine o teatro. Estos lugares son para mi gusto, demasiado ruidosos y molestos.

-Quieren bailar. -Dos chicos guapísimos se dirigían a mis acompañantes. Ambas los determinan y cuando terminan el escaneo, aceptan.

-Ven Tam. -Mei me extiende la mano, pero puedo ver la mueca de desagrado de uno de los tipos, por lo que me excuso diciendo que debo ir al baño.

¿En qué momento me dejé convencer para venir? Llegué al baño y dos chicas se besaban sin ningún recato, las ignoré y me miré al espejo ¿Quién eres? Pregunté a la imagen del otro lado ¿Por qué nunca podía responder? Dejé que pasara un tiempo prudencial y salí para llegar a nuestra mesa. Ya la botella estaba servida, al igual que tres pequeñas copas, junto a un plato rebosando de limones.

Me quedé admirando a la gente luciéndose con pasos acordes al ritmo, otros se movían sin ningún orden y el resto, se limitaba a tambalearse de un lado al otro. Cuando el bloque de románticas sonó, mis acompañantes retornaron a la mesa, pero no solas, los muchachos venían con ellas ¡Genial!

-Tam, ellos son Gregory y Albán, van a la misma universidad que nosotras ¿Puedes creerlo? -Los presenta.

-Mucho gusto. -Contesto sin ganas. Uno me sonrió entre dientes y el otro, levantó su mano y me dijo: ¿Qué hay? -Qué clase de saludo era ese, pero al menos intercambió dos palabras conmigo.

Comenzaron a beber, pasándose las copas, al llegar mi turno, negué con la cabeza.

-No seas aguafiestas Tammy, por una vez en la vida deja de comportarte como una monja, se más la novicia rebelde. -Me reprende Mei. No me gusta el licor, su sabor me disgusta, pero al ser escudriñada ante sus atentas miradas, me trago aquel líquido que quema mi garganta y comienzo a toser.

-Bien hecho. -Me felicita mi amiga. -Pero para la próxima usa el limón. -Todos ríen.

Así siguieron hasta vaciar la botella y yo, para no quedarme atrás seguí obligándome a tragar aquella bebida hasta que empecé a sentirme mareada. Luego pidieron una sangría, y continuaron la fiesta, en esta ocasión me negué, ya todo me daba vueltas.

Cuando me di cuenta Verónica devoraba los labios de Albán, juro que podía ver sus lenguas cruzarse, sentí un vacío en el estómago, yo jamás sería besada así. Mientras Mei estaba en la pista, bailando muy pegada a Gregory, aunque la música era movida.

Vi la hora, cerca de la 1:00. a.m. quería irme, no me sentía bien, pero ninguno de los que estábamos aquí, se encontraba en condiciones para manejar. ¿A ninguno se le ocurrió pensar en un chofer designado?

-Hola Tammy ya terminé mi turno ¿Quieres que te lleve a casa? -La voz de Glenn me sacó de mi meditación.

-Lo apreciaría, pero no vengo sola. -Señaló a Mei.

-Las llevaré a las dos, ve a decirle, yo espero.

Intenté levantarme, pero me enredé con mis propias piernas, Glenn me sujetó con cuidado.

-Creo que mejor te ayudo. -Se ofreció. Con uno de sus brazos, alrededor de mi hombro nos acercamos a Mei cuya cabeza reposaba en el pecho de Gregory.

-Mei es tarde, me siento mal y Glenn se está ofreciendo a llevarnos.

-Ummm. -Sus achinados ojos me miraron sin ganas.

- ¿Qué hora es? -Consultó bostezando.

-La 1:30 a.m. -Respondí.

-Pero mañana es domingo ¿Cuál es tu rollo?

-Mei, Verónica no está en condiciones de conducir.

-Tú sí que eres aburrida. -Pasa el dedo índice por el puente de su nariz. -Es temprano aún.

-Yo la llevo. -Se ofreció Gregory, con los ojos irritados por el nivel de alcohol en su organismo.

-Mei vámonos, por favor.

Mi mirada de súplica debió convencerla, ya que para mí alivio aceptó. Nos despedimos de Verónica que prefirió quedarse y nos dirigimos al parqueo. Mei bebió más que yo, por lo que caminar se volvió todo un reto. Glenn la traía sujeta por la cintura. Abrió la puerta del copiloto y antes de que metiera a mi ebria amiga, ésta lo rodeó por el cuello y sin esperarlo, le plantó un beso en la boca. Mi ex compañero de clase, abrió los ojos como plato y de momento no reaccionó, pero Mei lo besaba con tanta intensidad que al final cedió correspondiéndole.

-Besas bien. -Le dijo ella cuando se separaron, muy risueña.

-Gracias. -Contestó el aludido sonrojado, subiéndola al vehículo. Luego presuroso me abrió la puerta a mí, que aún intentaba asimilar lo ocurrido segundos antes.

En silencio nos dirigimos al apartamento, Glenn se ofreció a acompañarnos hasta arriba, pero le dije que estaríamos bien. Me costó un poco manejar a mi amiga, parecía una muñeca de trapo, pero lo logré. La dejé recostada sobre la pared mientras abría, pero Mei se fue deslizando, tuve que sostenerla para que no cayera. La recosté en su cama y de inmediato su respiración se relajó, seña que se había dormido. Entré a mi recámara y con la ropa puesta caí rendida de medio lado, ni siquiera me preocupé en acomodarme, cerré los ojos y no supe más hasta el otro día.

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