CAPITULO 8

- ¿Piensas abrir? -La voz de Mei me volvió a la realidad.

Me aproximé tomando la manija en mi mano y dándole vuelta despacio, la imagen de Efraín sonriendo me recibió del otro lado.

-Hola Tammy. -Me saludó.

-Hola. -Contesté aun sosteniendo la puerta.

- ¿Puedo pasar? -Consultó pasándose la mano sobre su perfecto cabello.

-Ah sí, perdona. -Me hice a un lado para que él pudiera ingresar.

-Hola. -Mei lo saluda y vuelve a ver detrás de él como buscando a alguien.

-Él no pudo venir, me pidió que lo disculpara. -Lo excusa Efraín.

Noté la cara de decepción de mi amiga, pero esa fue la mejor noticia del día para mí, bueno la segunda mejor, después de nuestro visitante.

-Tam llévalo a ver el coche. -Me tira las llaves, pero mis torpes manos las dejan caer. Las levanto sintiéndome por alguna razón avergonzada.

Salí con él siguiéndome, era extraño sentirlo a mis espaldas, un escalofrío puso de punta los vellos de mi nuca. Cuando llegamos señalé el vehículo, cruzándome de brazos, el corazón latía con tanta fuerza que amenazaba con atravesarme el pecho.

Él se acercó y levantó la tapa del motor, empezó a revisar y me pidió que lo encendiera. Entré en pánico, nunca lo había hecho antes y aunque la acción parecía simple, me aterraba no poder lograrlo.

No queriendo que él notara mi conflicto interno, ingresé al coche e inserté la llave en el encendido, lo intenté varias veces, pero el auto se negaba a encender y hacía un ruido agónico.

-Ya sé que es, no es grave, las bujías están dañadas, habrá que cambiarlas. Si lo desean puedo regresar mañana para conseguir los repuestos. Trabajo medio tiempo como mecánico, buscaré el reemplazo.

-Entiendo se lo diré a Mei, ¿Cuánto nos cobrarías por las piezas?

-Depende. -Me contestó

- ¿Depende de qué?

-De qué salgas conmigo hoy en la noche, y hablo solos, sin chaperones.

Las palabras salieron de su boca con fluidez, pero tardaron unos segundos en llegar a mi cerebro y procesarlo. Efraín me estaba pidiendo una cita, ¿A mí?

- ¿Que dices? -No me quitaba la mirada de encima, consumiéndome en sus celestes ojos.

- ¿De verdad quieres que salgamos, los dos, solos? -Frunzo el ceño.

-Sí. -Responde él sin entender mi pregunta. -A menos que tengas novio. -Recalca.

No sé qué me pasó, pero empecé a reírme sin control, tanto que las lágrimas se desbordaron por mis mejillas, pero al verlo tan serio y con los brazos cruzados, la risa se me fue de golpe.

- ¿Qué es tan gracioso? ¿Te parece divertida mi solicitud?

-No, oh por Dios, no. -Reaccioné. -Es que mírame, tengo pinta de tener novio.

-No lo sé, tú dímelo, solo tengo unos días de conocerte.

-Exacto, y no te ha bastado que te choqué tu primer día de universidad, y te vomité el segundo, la torpeza es una de mis cualidades, créeme no querrás salir conmigo.

-Ya lo hice y lo disfruté, y lo que mencionaste, fueron accidentes, a cualquiera pudo pasarle.

-No a cualquiera, estamos hablando de mí. -Me señalo.

-Mmmm. -Hace una mueca encantadora con su boca. -Paso por ti a las 7:00 p.m. entonces.

-Aún no he dicho que sí. -Observo.

-Tampoco has dicho que no. -Se acerca y por impulso me veo retrocediendo. - ¿Me temes Tammy?

- ¿Qué? No. -Respondo con la voz en un hilo.

- ¿Ya veo, una chica lista como tú, no sale con tipos como yo? Es eso ¿Cierto? -Parece dolido.

-No, Efraín no, por Dios no pienses eso, soy yo la del problema.

-Vaya, por qué todas las mujeres siempre usan la misma excusa, no te preocupes, entendí la indirecta. Mañana traeré las bujías, no les cobraré.

Se dio medio vuelta para irse, ¿Qué había hecho? Pero alguien como él jamás me invitaría a salir, no a menos que hubiera una apuesta de por medio con otros chicos, o que únicamente estuviera interesado en tener sexo, lo que es completamente ridículo, ya que a él de seguro le sobran las mujeres y puede escoger a su antojo.

Llegamos a la cocina dónde el olor a comida inundaba por doquier.

-Ah hola ¿Qué tal les fue? -Mei se limpia las manos en el delantal, su rostro tenía un poco de harina que le abarcaba desde la nariz hasta la boca.

-Tienes la cara llena de harina. -Le hago saber.

-Oh enserio. -Toma un pañito de una gaveta y se limpia.

-Son las bujías. -Contesta Efraín cortante. -Las traeré mañana y las cambiaré.

-Oh, pero no te vayas aún, estoy preparando el almuerzo, quédate y nos acompañas.

-No gracias, ya tengo otro compromiso. -Se disculpa. -Vendré en horas de la tarde. -Se acerca a la puerta.

- ¿Cuánto es de las bujías-Inquiere Mei?

-No es nada. -Me vuelve a ver y abre la puerta.

-Tam ve con él.

-No es necesario, conozco el camino de salida. -Y sin más se va.

-Muy bien ¿Qué hiciste? -Me apunta con un cucharón.

-Nada. –Mentir no es mi cualidad.

-A mí no me mientas, te crecerá la nariz como pinocho.

- ¿Por qué tuvo que pasar algo? -Me hago la inocente.

-Porque te conozco, te especializas en meter la pata, ahora escúpelo.

De verdad lucía amenazante con ese cucharón y sus achinados ojos, mirándome de forma acusadora. Conocía a mi amiga, no me dejaría en paz hasta conocer la verdad.

-Está bien, pero toma asiento y no me regañes ¿Vale?

-Tan malo es. -Me obedece y se sienta en una de las sillas de madera del desayunador.

Le conté mi conversación con él y al terminar hubo un silencio peligroso, que anticipaba la tormenta.

- ¿Qué hiciste qué? -Gritó y comenzó a moverse de un lado al otro agitando los brazos al aire.

-Por eso mismo no quería contártelo. -Bufé molesta.

-Un adorable muchacho te invita a salir y, y, y..... -Repite varias veces enfadada. -Estás mal Tam, muy, pero muy mal. No todos los que se te acercan es con la intención de lastimarte. -Me reprocha.

- ¿Cómo lo sabes? ¿Qué hace a Lockwood diferente a los demás?

-Cariño, supera lo de la escuela, sé que eso te marcó, pero ¿Seguirás teniendo miedo toda la vida? Ahora es Efraín, el día de mañana puede ser otro y qué harás, te ocultarás tras esa coraza que has formado alrededor tuyo.

-Para ti es fácil decirlo, mírate, eres hermosa, cualquier hombre se rendiría a tus pies. Yo, por el contrario, soy realista Mei y tú también deberías serlo.

No la dejé añadir nada, me fui a mi habitación y cerré al paso con llave para no ser molestada. Me tiré sobre la cama y comencé a llorar. Me siento miserable, quizás mi amiga tenga razón en todo lo que me dijo, pero por el momento lo único que deseo es poder llorar mi mediocridad.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top