CAPITULO 7

-Lo soñé o hubo una especie de química entre Efraín y tú. -Mei se lavaba los dientes y podía ver la espuma blanca resbalarse por su boca como si fuera un perro rabioso.

- ¿Define química? -Me cruzo de brazos.

Puedo verla a través del espejo poniendo los ojos en blanco.

-Tam búscate un psicólogo y uno bueno, porque das asco. -Termina de enjuagarse la boca y la escucho hacer gárgaras con el enjuague bucal.

-Soy psicóloga o al menos lo seré, no hay ningún problema conmigo. -Miento, la verdad es que estoy al borde del precipicio.

-Sí claro. -Me vuelve a ver. -El hecho que tuvieras malas experiencias con perdedores no significa que él se comporte igual. Además, ya te lo dije, solo quiere ser tu amigo, dale una oportunidad, ¿Qué pierdes?

-Que se termine burlando de mí como los demás, que me ignore por los pasillos o en el comedor porque se avergüenza que lo vean conmigo, que se quiera aprovechar de mí, y muchas otras explicaciones lógicas. -La señalo con el dedo índice.

-Cariño, sé por lo que has atravesado, he estado ahí ¿Recuerdas? Pero por una vez en tu vida, olvida el pasado. No puedes recortar a todos los chicos con la misma tijera, quizás y solo quizás él sea diferente. Incluso sabía tu apellido. ¡Daaaaa! -Exclama como queriéndome decir: ¡No lo ves!

-Como sea. -Agrego cansada. -Podemos continuar está conversación luego, tengo sueño.

-Siempre haces lo mismo. -Me acusa mientras se coloca una mascarilla de pepino en su rostro.

- ¿A qué te refieres? -Pregunto sabiendo que la conversación no quedará ahí como yo esperaba.

-Te escondes de la gente, les andas de lejos como si tuvieras lepra o ellos te fueran a comer viva. Pareces un avestruz. -Me compara.

- ¿Un avestruz? -La interrogo.

-Sí, escondes la cabeza en la tierra cada vez que algo te asusta. La vida está hecha para tomar riesgos, y es muy corta para desperdiciarla en lamentaciones y sentir pena de ti misma, ¿Me escuchas?

Me quedé en silencio, no podía contradecirla, ya que me decía la pura y santa verdad.

-El que calla otorga. -Me indica.

-Buenas noches Mei.

-Tam. -Le hago señas que por favor dejemos las cosas así. La veo suspirar con resignación, no insiste más. -Al menos se amable con él mañana ¿Quieres?

Asiento de manera positiva con mi cabeza y mi amiga me sorprende con un abrazo.

-Te quiero calabaza.

-Y yo a ti Nicolasa.

Era un saludo que nos habíamos inventado de niñas. Como un código morse, para que la otra supiera que, a pesar de todo, estábamos la una para la otra.

Por estúpido que parezca, no pude dormir o al menos no en su totalidad. Me despertaba cada hora, viendo a través de la ventana para corroborar si ya había amanecido.

Me enojé conmigo misma, por estar pendiente de su llegada. Soy realista, Efraín Lockwood es la clase de chico que sale con la capitana del equipo de porristas, o con alguna rubia oxigenada, que mantiene su cuerpo en forma a base de gimnasio y dietas rigurosas, logrando que cualquier prenda que se ponga se le vea genial. Pero ¿Y si Mei tuviera razón? Y ¿Si le daba una oportunidad? Podría ser su amiga, aunque en mi fuero interno, deseaba algo más que eso.

Así me recibió el amanecer, con los ojos abiertos como un búho y unas horribles ojeras. ¡Genial!

Me quedé en la cama hasta las 7:00 a.m. al levantarme media hora después, me duché dejando que el agua caliente relajara mis músculos. Busqué en mi guardarropa qué ponerme. Patético, todo parecía sacado de un convento, odiaba cuando tenía que darle la razón a Mei.

Después de diez minutos meditando llegué a la amarga conclusión que había muy poco que rescatar, así que me puse el mismo pantalón que andaba anoche con una camiseta una talla más grande, no me gustaba la ropa ajustada, las siglas de la universidad sobresalían en azul sobre un fondo blanco, y unos tenis, desgastadas hasta el punto de estar grises cuando alguna vez fueron negras.

Me sorprendió ver a Mei despierta, los fines de semana acostumbraba levantarse al medio día, claro hasta ella está emocionada con la visita de Efraín. Un exquisito aroma me recibió, la familia de mi amiga tenía varios restaurantes y ella aprendió su arte y debo admitir que tiene una excelente mano para cocinar.

-Hola dormilona. -Me sonríe, mientras se preparaba su desayuno.

-Hola, que milagro verte de pie a esta hora. -Me siento en la banca del desayunador.

-Sí bueno, invité a Mike a almorzar aprovechando que su primo vendrá a arreglar el coche.

La sonrisa de mi rostro desapareció, su amigobio no me agradaba y lo peor es, que no me preocupaba por ocultarlo.

- ¿Qué sucede? -Inquirió al tiempo que llenaba su taza de café.

-Nada. -Entrelacé mis dedos por encima del desayunador apoyando mis codos en la orilla.

-"Nada" ¿En enserio? -Sus ojos se achican centrándose en mí.

-Mei es muy temprano para entrar en dilemas. -Observo.

-No te agrada Mike, ¿Es eso verdad? -Se sienta al otro lado y espera mi respuesta.

-No me gusta ninguno de los novios que has tenido, mírate, eres inteligente, linda, simpática y te juntas siempre con tipos raros.

-"Raros" raro es un sapo. -Sorbe un trago de su café. -Dame un ejemplo. -Continúa.

-Eso es fácil, que tal aquel con el cabello morado y rapado a la mitad. Usaba aquella horrible barba de chivo, y exageraba a la hora de ponerse colonia, como se llamaba.... -Me quedo pensando.

-Donald. -Contesta ella.

-Sí Donald, además se ganaba la vida haciendo tatuajes.

-Es un trabajo honrado. -Lo defiende. -Además me hizo gratis este tatuaje. -Me señala la mariposa que tiene en su hombro derecho.

-Era un oportunista y aprovechado.

-Sí bueno, nadie es perfecto.

-Y qué me dices de Alfonso, el chico latino, fumaba al menos dos paquetes de cigarrillos diarios, los pantalones se le caían mostrando sus calzoncillos, andaba ese ridículo pañuelo rojo en la cabeza y nunca entendí una palabra que saliera de su boca. Su vocabulario era obsceno e inapropiado.

-Oh sí Alfonso, lástima que terminó en la cárcel.

-Exacto, era un pandillero y vendía drogas, "drogas" Mei. Y el otro, Peter el músico, el que te pidió aquel préstamo y te estafó, nunca te devolvió el dinero, y puedo seguir la lista.

-Está bien ya entendí, han sido malas elecciones, pero Mike es diferente.

-Lamento informarte que estas equivocada, pero dejaré que lo averigües por ti misma.

- ¿Apostamos? -Me reta.

- ¿Qué apostamos? -Contesto segura.

-Mmmm, tú ordenaras mi habitación por un año.

La recámara de Mei estaba declarada " zona de desastre" solo ella sabía cómo encontrar sus pertenencias en tanto desorden.

-Acepto, pero si yo gano dejaras de arreglarme citas a ciegas, y además saldrás con un chico que yo elija.

-Heyyy esas son dos peticiones. -Se cruza de brazos.

-Tu habitación vale por dos.

-En eso tienes razón. Hecho. -Extiende su mano hacia mí.

-Hecho. -La aprieto, sabiendo que era apuesta ganada o eso esperaba, de solo imaginarme sumergiéndome en esa montaña de ropa, zapatos y quién sabe qué más, me daba escalofríos.

Me serví mi cereal sin leche, todo estaba bien, hasta que Mei me dedicó esa mirada inquisidora.

- ¿Y ahora qué? -Quise saber.

- ¿Te cambiarás de ropa? ¿Cierto?

-No, ¿Por qué? -Consulto adivinado por donde iría la conversación.

-Ni al caso, no gastaré saliva contigo, haz lo que quieras. -Sorbe otro trago y prefiero no agregar nada, su silencio vale oro y mi tranquilidad aún más.

Cuando terminamos le ayudo a arreglar la cocina, y a sacudir y limpiar un poco el apartamento, cuando veo el reloj de pared son casi las 10:00 a.m. el corazón se me detiene al escuchar sonar el timbre.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top