CAPITULO 17
Odiaba ir al centro comercial, demasiada gente para mi gusto. Te golpeaban al pasar y te hacían malas caras como si hubieras chocado con ellos adrede.
Mei no cabía de la emoción, tenía ese brillo en los ojos que pocas veces he visto en ella. Mi asiática amiga antes era más alegre, creo que a ambas nos afectó la muerte de mi hermano, pero de manera diferente.
-Oh mira ahí está Zara. -Señala la tienda y técnicamente me jala adentro. Comenzamos a ver las prendas, la ropa de Zara es linda, pero muy extravagante para mi gusto. - ¿Qué te parece este vestido? -Me lo coloca por encima.
-Cero vestidos. -Le advierto.
- ¿Qué? ¿En serio? Debes mostrar tus piernas. Sabes que los hombres aman las piernas de las mujeres, eso y el trasero, es lo primero que admiran.
-Mis piernas no ven la luz del día en años, la leche tiene más color que las mías, así que, desecho la idea del vestido. -Lo devuelvo a su lugar.
-Hay cremas para broncear, dar este toque canela, así que el vestido se queda, además seré yo la que lo pague recuerdas. -Lo vuelve a tomar, no hay nada más que decir.
Después de Zara visitamos otras tiendas, obvio, ella también aprovechó para comprarse cosas. Incluyó en la lista lencería, se me caía la cara de la vergüenza cuando colocó dos sostenes al frente de mí, para ver cuál color resaltaba más con mi color de piel.
Me sentía como una muñeca barbie, Mei me medía ropa a diestra y siniestra, para cuando llego la hora de cenar, estaba agotada, y aún no conseguíamos los zapatos.
- ¿Qué sucede? -Consulto cuando veo que observa la hora.
-No te enojes, pero le pedí a Verónica que viniera.
- ¿Dime que no es verdad? -La reprendo.
-Ehhhh Nop, pero tranquila, estaba enferma, para que Verónica no venga de compras de verdad se siente mal. ¿Crees que deberíamos ir a verla?
-Tú irás, conmigo no cuentes.
-Por favor. -Me toma la mano por encima de la mesa donde comíamos y me hace pucheros, no puedo evitar sonreír, luce graciosa.
-Está bien. -Accedí.
-Eres maravillosa. -Sonríe, mordiendo una papa frita.
Cuando por fin conseguimos calzado que a ella le agradó, nos dirigimos a cada de Verónica.
-Todo indica que no hay nadie. - Añado, deseando que fuera así para irnos al apartamento.
-Claro, está enferma recuerdas. Puede que se encuentre acostada.
-Entonces deberíamos marcharnos y dejarla descansar.
-Sí, tienes razón.
Me alegré al convencerla, ya casi nos íbamos cuando se detuvo de golpe.
- ¿Mei? -La llamo, dirijo mi vista dónde la de ella recaía.
-¿No es ese el auto de Mike? -Arquea una ceja.
Por supuesto que lo era, en el vidrio de atrás se veía una calcomanía que decía "playboy" lo más ridículo del mundo si me preguntan, porque Mike tenía de playboy lo que yo de bonita.
Mi amiga cambió de rumbo y se detuvo en la puerta de la casa de Verónica. Un terrible presentimiento me embargó.
-Mei vámonos. -Le insto.
-No. -Saca una llave debajo de una maseta y abre la puerta. Era obvio que sabía dónde guardaba Vero la llave de repuesto.
Entramos como las intrusas que éramos y unos ruidos nos alertaron que no estábamos solas.
-Oh Mike. -Se escuchó, y la sangre se me congeló en las venas.
Mei fue directo al cuarto de su por lo visto ex amiga y tal como supuse, tanto ella como Mike no estaban exactamente hablando.
- ¿Se puede saber qué demonios ocurre aquí? -Pregunta Mei con los ojos desorbitados.
Una sorprendida pareja nos mira con desconcierto, ambos sorprendidos y atrapado infraganti.
- ¿Qué haces aquí Mei? -Indaga Verónica cubriendo su desnudez.
-Vine a verte porque estabas enferma. -Hace comillas en el aire. -Y tú. -Señala a Mike. -No qué tenías un compromiso que atender, ahora sé cuál era, maldito hijo de perra.
-Mei no es lo que parece. -Se atreve a defenderse el muy canalla.
-No es lo que parece. -Repite mi amiga elevando su tono de voz. -Por mí se pueden ir los dos al infierno. -Me toma de la mano y me saca de ahí.
Llegamos al vehículo, el motor enciende y ya estamos por irnos cuando Mike se atraviesa, se ha puesto al menos el pantalón. Mei le da gas al coche, lo mira con odio puro.
-Amor discutamos esto. -Dice él, con las manos en alto, como queriendo evitar que su ex novia escape.
Mei tiene su vista fija en él, sigue metiendo el gas, veo la decisión en sus ojos, sé lo que va hacer. No me da tiempo de indicarle que no proceda como temo, el carro sale disparado y Mike apenas esquiva el prominente golpe. Lo veo caer de costado, como un costal de patatas. Sí, se lo merece el muy cretino.
Mei parece una loca manejando, se ha brincando una luz en rojo, y las primeras lágrimas surcan sus mejillas.
-Mei creo que debes bajar la velocidad. -Le aconsejo.
-Anda, dímelo, restriégame en la cara la basura de persona que es Mike, que siempre lo supiste. Dímelo. -Gritó al tiempo que golpeaba el volante.
-Hablaremos al llegar al apartamento, por favor disminuye la velocidad, no quiero morir aún sabes.
Ella medita mis palabras y con alivio noto como lo hace, pero es tarde, tenemos una patrulla atrás.
- ¡Genial! -Exclama alterada.
Se parquea a la orilla del camino y el oficial toca la ventana, ella la baja y finge una sonrisa, tan forzada, que más bien parece el guasón.
-Veo que lleva prisa. -Le dice el policía sacando su libreta.
-Haga la maldita multa y ya.
-Perdón jovencita.
-Lo que escuchó, ¿O qué? ¿Es sordo?
-Mei el oficial solo hace su trabajo. -Trato de suavizar la situación.
-Su licencia por favor. -Le pide.
Ella obedece de mala gana, él revisa en una pequeña tableta que trae y frunce el ceño, no pueden ser buenas noticias.
-Aquí dice que no ha pagado dos multas anteriores. -Nos informa.
-Lo olvidé. -Sus dedos repiquetean en el manubrio impaciente.
-Las tendré que detener y embargar el auto.
- ¿Es broma? -Explota Mei, con su rostro rojo de la ira.
-Bajen por favor. -Nos indica el oficial.
-Señor, no hay otra forma de solucionar esto. -Intento ser mediadora.
- ¿Acaso me está sobornando? Eso es un delito sabe.
- ¿Qué? ¡No por Dios! Nadie ha dicho tal cosa. -Expreso sorprendida, esto va de mal en peor.
-Afuera ahora. -Abre la puerta del chofer y Mei desciende con fastidio. Yo la imitó colocándome a su lado.
-Bien hecho. -Me fulmina con la mirada.
Prefiero callar, todo lo que diga será usado en mi contra. Con la cara cayéndoseme de la vergüenza entramos a la patrulla, mientras que vemos como remolcan el carro.
Al llegar a la estación de policía, nos meten a la cárcel, con unas mujeres que no tienen buena pinta, estoy de verdad asustada. Nos miran como si nos quisieran violar, o esa es mi impresión.
Mei está de brazos cruzados y no ha dicho nada desde que llegamos, en realidad me ha ignorado.
-Tienen derecho a una llamada. -Nos informa el hombre regordete cuya placa dice "Brown".
Levanto la mano como si estuviera en la escuela y necesitara ir al baño.
- ¿Hay fianza? -Indago.
-$500. -Responde con una sonrisa de medio lado.
Mei no dice nada, pero lanza los brazos al aire y rueda los ojos con fastidio, no tenemos ese dinero, y hoy gastamos bastante en el Mall.
-Me permite hacer la llamada. -Consulto lo más cordial que me es posible.
El tipo gordo abre la reja y me deja salir.
- ¿A quién llamaras? -Mei arquea una ceja.
-Tú tranquila. -Es todo lo que le digo.
No puedo llamar a mis padres o a los suyos, así que la loca idea se vislumbra de repente.
-Hola. -Me contestan.
-Hola, soy yo. -Es todo lo que digo.
- ¿Tammy? No reconozco el número, ¿De dónde llamas?
-Me creerías que de la cárcel.
-Sí claro. -Sonríe, pero no por mucho. - ¿En enserio?
-Muy enserio.
Le conté todo, omitiendo ciertas cosas que no venían al caso, al terminar hubo un incómodo silencio.
- ¿Tienes el dinero? Juro que te lo pagaremos.
-Sí lo tengo, voy para allá.
-Gracias Glenn.
Pensé en llamar a Efraín, pero era muy bochornoso todo este rollo para que él se enterara.
Regreso a la celda dónde Mei discute con una mujer tatuada por todas partes, tiene cara de narcotraficante.
-Mei. -La llamo. -Perdone usted señora. -La jalo al otro extremo de la estancia. -Ya viene la ayuda en camino, trata de que salgamos en una pieza. -Le susurro.
- ¿A quién llamaste? Por favor dime que no a nuestros padres.
-No, jamás.
- ¿Entonces? No es como si tuviéramos muchas opciones.
-Ha sido a Glenn.
- ¡Al camarero! -Expresa levantado la voz.
-Sí, nos prestará el dinero, se lo devolveremos.
Mei comenzó a llorar desconsoladamente. No supe cómo actuar.
-La vida apesta. -Afirma entre sollozos.
La abracé y dejé que se desahogara. Nuestras compañeras de celda no nos quitaban la vista de encima. El lugar olía horrible, solo quería salir de ahí.
Media hora después, esa cara conocida nos saludó a través de los barrotes, jamás en mi vida me he alegrado tanto de ver a alguien.
El guarda de turno nos abre y la libertad nos saluda.
-Gracias. -Agradezco a mi amigo.
-Con gusto. -Su mirada recae en Mei que apenas lo determina.
Tomamos un taxi, Glenn se despidió en la estación. Ya al abrigo del apartamento Mei se encerró en su habitación. No la molesté, sé que requería estar sola.
No sé si soy una mala persona por estar contenta que esto pasara. Siempre supe que ese tipo no era para ella, y Verónica resultó ser una hipócrita, nunca me cayó bien. Son las once p.m. demasiada emoción por una noche.
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