CAPITULO 11

No tenía idea que podía traspirar tanto. Me sentía avergonzada, solo esperaba que él no se diera cuenta y que tampoco supiera lo nerviosa que me encontraba.

- ¿Y qué te gusta hacer en tu tiempo libre? -Me encuentro con su mirada, esperando mi respuesta.

-Lo normal. -Contesto bajando la cabeza.

- ¿Y qué es lo normal? -Puedo ver de reojo una sonrisa traviesa.

-Cosas aburridas, no creo que te interese. - ¡Dios Tammy! Él está tratando de ser amable, puedes dejar de comportarte como una idiota.

-Ya veo, ¿No te agrada mi compañía? ¿Es eso? -Se detiene unos instantes. Para mi sorpresa, con el dedo índice levanta mi cara hasta tenerla a su altura.

-No es eso, es que.... - ¿Qué le iba a decir? No Efraín, es solo que tu presencia me intimida y me hace sentir insignificante.

-Es que...-Se queda esperando mi respuesta.

-No estoy acostumbrada a salir con chicos lindos como tú. Ni siquiera entiendo porque te empeñas en ser mi amigo.

-Que no es obvio. -Me dice con total naturalidad. -Así que soy lindo. -Agrega sonriendo formándose dos perfectos hoyuelos, uno a cada lado de su tentadora boca.

- ¿Qué? -Un gran signo de interrogación se dibuja en mi expresión. Después caigo en cuenta que le he dicho "lindo" en voz alta. Mi cara explota en una tonalidad púrpura y la siento hirviendo como si tuviera temperatura.

-Ya llegamos. -Se detiene al frente de un establecimiento, abriendo la puerta como todo un caballero.

Ingresamos, el lugar era agradable, nos recibió el olor de pan horneándose, mezclado con el dulce aroma de la canela, chocolate y vainilla. Las paredes estaban pintadas de un amarillo claro, y cuadros con fotos de panes franceses colgaban de estas. Todo lucía de verdad apetitoso.

Nos sentamos en una mesa para dos y de inmediato la mesera vino a tomar nuestra orden.

-Hola, soy Joudy, ¿Qué desean ordenar?

La mesera parecía tener cerca de cuarenta años, las canas ya empezaban a poblar su cabello, nos sonreía de manera ensayada, sus ojos decían otra cosa, que no era feliz, que estaba harta de trabajar en aquel lugar, que la vida apestaba. Casi estoy segura que sus ojos rojizos eran muestra que había llorado. Era buena para analizar a las personas con solo mirarlas, por eso elegí psicología como mi profesión.

-Quiero un capuchino y un panecillo de canela. -Ordena Efraín.

- ¿Está bien? -Consulto a la mesera y ella solloza, sin poder evitarlo.

-Sí, ¿Qué desea ordenar? -Respira profundo tratando de contener el llanto que se acumulaba en sus lagrimales.

-Un chocolate y un emparedado a la boloñesa.

-Entendido ¿Algo más? -Su lápiz golpeaba con insistencia la libreta que sostenía, parecía que deseaba salir corriendo de ese lugar.

-No gracias. -Contestamos los dos a la vez.

Se retira, pero no le puedo quitar la vista de encima, siento un poco de pena por ella, ¿Quién sabe que estaría atravesando?

- ¿Qué sucede? ¿La conoces? -La voz de Efraín me hizo recordar que no estoy sola.

-No, pero casi estoy segura que algo le ocurre.

- ¿Y es por qué? -Sus dedos reposan entrelazados sobre la mesa, muy cerca de donde yo tengo colocadas mis manos, por impulso las retiro, quedando en mi regazo. Para mi suerte él no se da cuenta ya que mira a la mujer.

- ¿Viste sus ojos? Están irritados, posiblemente estuvo llorando hace poco, sus gestos demuestran que está triste, aunque intenta disimularlo, sus hombros y brazos están tensos, se nota preocupada. La expresión corporal es muy importante al leer a una persona.

-Estoy asombrado, y lo supiste con solo verla.

-Se me da bien analizar a las personas.

-Analízame a mí. -Me dijo y mi atención recayó en él.

- ¿Perdón? -Me quedo boquiabierta.

-Ya que puedes saber tanto de una persona con tan solo darle un vistazo ¿Qué hay de mí?

-Pues. -Me quedo meditando, nada que tuviera que ver con él, me era sencillo. -Eres una persona muy decidida, no te rindes con facilidad, de los que logran lo que se proponen. Por tu forma de caminar, muestras seguridad y una pizca de arrogancia. Sincero, de los que dicen las cosas de frente, no andas con pelos en la lengua. Te gusta estar rodeado de gente, pero no ser el centro de atención. -Guardo silencio, mordiendo mi labio inferior, no me doy cuenta que mis piernas brincan como si estuviera en un trampolín, siempre me pasaba cuando estaba nerviosa.

-Sigue, vas muy bien, en realidad me sorprendes, eres buena.

-Sí bueno, ya te dije, se me da muy bien esto.

-Ummm, ahora es mi turno.

-Ahhhh. -Frunzo el ceño.

- ¿Qué? No eres la única que puede analizar a alguien. -Luce ofendido, pero sonríe.

-Está bien ¿Qué piensas de mí? -Lo miro directo a sus ojos turquesa.

-Ummm, para empezar, eres tímida, prefieres pasar desapercibida, poco amigable, en el sentido que no tienes muchos amigos, no dejas entrar a nadie ya que sientes que te pueden lastimar. Muy insegura, baja autoestima, siempre estas a la defensiva, voy bien.

Me quedé con la boca abierta, me había descrito con exactitud, no sé por qué se me hizo un nudo en la garganta y me levanté.

-Me disculpas, debo ir al tocador.

Me miró extrañado, pero no añadió nada, solo asintió. Casi corrí al baño, y al entrar cerré con seguro. Coloqué las manos en el lavado y comencé a llorar. ¿Por qué lloraba? Ni idea, quizás por el hecho que Efraín era el primero que veía lo que anidaba en mi interior y me asustaba.

Respire varias veces tratando de regular mi respiración, me lavé la cara, era una suerte que no usara maquillaje, sino hubiera ocurrido un desastre. Con la toalla me sequé y más tranquila regresé a la mesa.

-Te tardaste ¿Segura estás bien?

-Sí, perdona, sentí náuseas, debe ser por la resaca, y que mi estómago necesita alimento.

Me sonrió no muy convencido, pero no indagó sobre el asunto, lo cual agradecí. Nos trajeron la orden, olía delicioso y comencé a comer con ganas. Incluso olvidé quien era mi acompañante, todo mi interés estaba en mi emparedado. Cuando terminé me sentí satisfecha.

- ¿Te gustó? -Sorbe el último trago de su café.

-Me encantó. -Dejé ir un suspiro de satisfacción.

-Me alegro.

Siguieron unos incómodos segundos, hasta que él pidió la cuenta. ¿Tan pronto se quería deshacer de mí? Le hubiera ayudado a pagar, pero ni al caso, no tenía ni un centavo, hasta que mi padre me depositara la mesada a fin de mes.

Caminamos de regreso al apartamento, su mano rozaba la mía y este mínimo contacto me enviaba descargas eléctricas por todo mi cuerpo.

- ¿Iras a verme el miércoles? ¿Cierto?

-No me gusta el basquetbol.

-No iras por el juego, irás a apoyarme.

-Tengo un trabajo que entregar, ya sabes de la U y voy un poco atrasada.

-Tú atrasada en algo, sí claro, como si eso fuera posible. Eres la persona más responsable y aplicada que conozco, si lo tienes que entregar el jueves de seguro ya lo tienes terminado. Inventa algo mejor.

Mis ojos se abrieron como platos, porque cada palabra era cierta, odiaba que me conociera tan bien en tan poco tiempo.

-Intentare ir, no prometo nada.

-Lo harás y cada bola que encesté te la dedicaré.

- ¿En serio? -Lo miré embobada.

-No lo sabrás si no vas.

-Está bien, tu gana, ahí estaré.

-Gracias. -Me sonríe quitándome el aliento.

Llegamos más rápido de lo que esperaba. Entramos a la recepción y él se detuvo.

-Disfruté tu compañía Tammy, espero podamos repetirlo, pero en una cita real, quizás al cine ¿Qué te parece?

-Ahhhh. -Me imaginaba la cara de tonta que tenía en ese momento.

-Te veo mañana en clases. -Se acercó a mí, mi corazón se disparó a mil por hora, sus labios se posicionaron sobre la comisura de los míos y plantó un beso casto. Empecé a hiperventilar, estaba tan sorprendida que no podía moverme. -Hasta luego Tammy. -Me guiñó el ojo izquierdo y fue todo, me derretí como mantequilla. Dejé ir el aire contenido y con paso lento me dirigí al ascensor, me alegraba que Mei estuviera enferma, al menos esperaba encontrarla dormida y no me invadiera con sus preguntas.

Con una estúpida sonrisa entré al apartamento, deseando que fuera lunes para volver a ver a Efraín Lockwood. Le daría una oportunidad, Mei tenía razón, no podía juzgarlos a todos por uno que me hizo daño, estaba decidido, lo dejaría entrar en mi vida, no está de más tener otro amigo. ¿A quién engaño? No quiero ser su amiga, novia es la palabra que retumba en mi pensamiento. Deja de soñar Tammy Whitman, las piedras no se pueden pegar en el aire, así como Efraín Lockwood jamás se fijará en ti.

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