CAPITULO 1
Foto de Tammy.
Me sumergía en mi propia mediocridad, era la nerd de la universidad, la que todos ignoraban, la chica invisible que pasa desapercibida.
Mi única amiga es Mei Ling, es algo extrovertida, pero es ese barniz que le pone brillo a mi existencia. Mi vida social se resume en la ruta de la universidad a mi casa y viceversa, entregada por completo a mis estudios para no suicidarme, ya que he llegado a pensar que robo oxígeno al mundo y que estarían mejor sin mí.
Inicio semestre y mi segundo año de carrera universitaria. Me hago una coleta, me coloco mis anteojos. El peor día que recuerdo, es cuando me diagnosticaron astigmatismo y miopía a los seis años, y tuve que usar lentes siendo el blanco de las burlas de mis compañeros de clase, y al entrar a la adolescencia ponerme los estúpidos frenillos, di gracias a Dios cuando me los quitaron. Los jóvenes pueden ser crueles si se lo proponen. Intenté con lentes de contacto los usé un tiempo, pero me lloraban mucho los ojos y me ardían, resultó que me causaban alergia y me los prohibió el oculista.
Sé que no soy bonita, hay que ser realistas, esa soy yo, Tammy Whitman, la chica más aburrida del planeta y con la clara meta de lograr terminar mi carrera de psicología y poder analizar a personas más locas que yo.
Unos ojos verdosos y cansados me miran a través del espejo ¿Quién eres? Le pregunto a mi reflejo, sin obtener una respuesta concreta, el mismo ritual cada mañana, y nunca sé que contestar.
Mis padres me alquilaron un apartamento que comparto con Mei, ella es todo lo contrario a mí, divertida, interesante y linda, no sé cómo me soporta, a veces pienso que está conmigo por lástima, pero siendo sincera, creo que de verdad me aprecia.
Sí lo reconozco, mi autoestima está por el suelo, mis posibilidades de tener una relación "nulas". Mi primer y fatídico beso fue a los once años, me encontraba en la escuela y Stewart Cyrus, el niño popular y por quién todas suspiraban, incluyéndome, llegó de la nada y me plantó un beso en la boca. Me quedé sorprendida, hasta que la magia desapareció al ver que sus amigos le pagaban la apuesta, claro, besar al sapo le ganó cincuenta dólares y desde entonces mis labios no han vuelto a sentir esa caricia, soy 99.99 % virgen.
Lloré por un mes completo, Mei me consolaba y me insistía que no le diera importancia, pero ella no comprendía lo vacía que estaba en mi interior. En la escuela y secundaria fui el juguete de entretenimiento de todos, aquélla que era el centro de las bromas y burlas, que hacía las tareas de los demás para caer en gracia pero que sólo lograba que la buscaran por interés, y si me los topaba por los pasillos me quitaban la cara, y aun así me arrastraba a sus pies pidiendo una gota de atención.
Cuando llegué a la universidad me prometí que eso iba a cambiar, me di un baño con una buena dosis de "que me importa" me cerré en mi mundo, me alejé de los que me hacían daño y traté de dedicarme a mis asuntos.
- ¿Ya estás lista? -La voz cantarina de Mei me saca de mis cavilaciones. Ella estudia medicina, olvidé mencionar que es intrépida, caritativa y muy audaz.
-Ya voy, dame un minuto. -Me observo por última vez, recojo mis libros y salgo.
_ ¿Vas a ir así? -Le hace un escaneo completo a mi atuendo, mostrando su desaprobación.
-No empieces Mei. -Pongo los ojos en blanco.
-Vestida como monja nunca conseguirás novio. -Me señala, mordiendo su emparedado de mantequilla de maní, le encanta, yo prefiero la nutella.
-Nunca conseguiré un novio, punto. -Doy terminada la conversación.
-Mira que con ese positivismo. -Dice con sarcasmo.
-Sí, sí, podemos irnos, no quiero llegar tarde a mi primer día. -La tomo por los hombros y la empujo afuera del apartamento.
-No me cambies el tema. -Sus achinados ojos me miran de forma acusadora.
-Ni al caso ¿En serio tendremos esta conversación? Hay temas más interesantes como el calentamiento global, por ejemplo.
-Aburrido. -Mete su dedo en la boca y hace que vomita.
-Sólo vámonos, quieres. -Agrego.
-Está bien, pero esto no se va a quedar así, ehhhh. -Me sentencia de manera acusadora.
-Sí doctora corazón, como diga.
Mei tiene un Nissan color café dorado de los 80's. Suena como una licuadora al encender, pero al menos nos traslada a donde necesitamos. Un camino de humo negro queda a nuestro paso.
-Muévete imbécil. -Le grita a un señor que lleva vía, pero ella quiere rayar a como dé lugar.
-Mei, él tiene la vía. -Le digo hundiéndome en el asiento del copiloto de la vergüenza.
-Es un imbécil, eso es lo que es, que no sabe de cortesía. -Grita por la ventanilla y le saca el dedo medio.
-Mei ¡Por el amor de Dios! -Coloco un libro sobre mi cara. Mi amiga es una amenaza al volante, todos los meses tiene que pagar multas por cruzarse la luz en rojo, ir contra vía, parquear en zona de minusválidos y otra serie de desacatos.
Al fin llegamos a la U, corro para lograr llegar antes de que suene el estúpido timbre de entrada. Esquivo como jugador de fútbol americano a los que se meten en mi camino, escucho sus improperios, pero no les hago caso, mi viaje se detiene cuando choco con fuerza con alguien, los libros vuelan por los aires, caigo sentada sin nada de gracia, de inmediato escucho risas que pronto se convierten en carcajadas. Me acomodo los lentes y veo a la persona que tengo en frente que extiende su mano hacia mí.
- ¿Estás bien? No te vi, lo lamento.
En el momento en que nuestra mirada se encontró, sentí desfallecer. ¿De dónde salió este tipo? Nunca antes lo había visto. Sus ojos celeste cielo, me escudriñaban, sus carnosos labios me invitaban al pecado, su perfecto rostro de modelo me intimidó, su cabello castaño perfectamente peinado, me quedé muda, no supe que decir, pero acepté su mano, me ayudó a incorporarme.
-De verdad lo siento. -Su sensual voz resonó en mis oídos.
-Ahhh. -Me quedé trabada y sentí la cara ardiendo, me la imaginaba roja cereza. Y entonces sonó la molesta campana. Con prisa recogí los libros y me alejé corriendo, dejándolo en el pasillo.
Estúpida Tammy, me reprochaba mientras me dirigía al salón de clases, en este momento deseaba que se abriera la tierra y me tragara por completo.
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