DEVOCIÓN - Parte II
DEVOCIÓN, La leyenda del Shinigami y Konchuu Megami
Parte II
DISCLAIMER: Este three shot pertenece al reto #HabíaunavezGiyuuShino creado en el grupo de whattsap GiyuuShino, en el cual participio. / Demon Slayer o Kimetsu no Yaiba pertenece a Koyoharu Gotōge, publicado por la revista Shonen Jump y animado por el estudio Ufotable.
Del mismo modo la imagen que utilicé para la portada y separadores de este reto pertenecen a la artista Camexllia.
TEMÁTICA: Alternative Universe / El mito de Hades y Perséfone
PAREJA: Giyuu Tomioka x Shinobu Kochou
NOTA DE AUTOR: Un reto muy interesante que se formuló en el grupo de Whattsap donde participo, en el cual debíamos elegir un cuento y adaptarlo a este maravilloso ship. En este caso yo elegí el mito griego de Hades y Perséfone, sin embargo, para no contradecir el contexto de los personajes, lo adapté dentro de la mitología japonesa en lugar de la griega. Espero que lo disfruten.
DEVOCIÓN. La leyenda del Shinigami y Konchuu Megami
Parte II
CONOCIMIENTO
Luego de aquel encuentro; en el cual el sacerdote mayor del templo dedicado a la diosa de la agricultura y la medicina, Kochou no Kanae, falleciera; Shinobu volvió a ver al shinigami muchísimas veces más.
Siempre silencioso y altanero, como si aún recordara las palabras que le gritó aquel día y la odiara por eso. Cada cierto tiempo aparecía para llevarse a algún anciano sacerdote, o una sacerdotisa, incluso a un niño y una madre. Todos parecían ser iguales ante sus profundos y apagados ojos azules.
A todos los trataba con el mismo cariño y dignidad antes de acabar con sus vidas.
«¿El más justo, eh?», se preguntaba la deidad de los insectos varias décadas después de su inoportuno encuentro. Quizás y sí, Kanae tuvo razón en aquella época.
Sin embargo, luego de años adquiriendo mayor sabiduría, aunque ahora comprendiera a mayor profundidad la naturaleza misteriosa pero necesario de la muerte, empero, su personificación Tomioka Giyuu, seguía despertando su curiosidad.
Por ello, siempre que visitaba el santuario para llevarse algún ente, Shinobu lo esperaba.
Él la ignoraba, pero insistía en seguirlo. Quería averiguar qué hacía con las almas que se llevaba, pero siempre se le escapaba cuando se internaba en el bosque. Ni siquiera sus insectos eran capaces de poder espiarlo una vez se internaba en él.
Tendría que consultar con terceros, pero la única deidad que conocía a parte de su hermana era...
—¿Tomioka? —preguntó extrañado Shinazugawa, el prometido de Kanae. —Es un idiota. No existe ni un solo templo dedicado a él y jamás viene a las fiestas que organizan los demás dioses así que nadie sabe mucho de él. Incluso entre los otros shinigamis, en un marginado. Es mejor que te alejes.
La muchacha asintió con un movimiento de cabeza, arrepentida de haber recurrido al dios del viento, sabiendo que Sanemi no era él más imparcial del panteón y, habiendo escuchado los rumores sobre la rivalidad que existían entre ambos.
Pero su necesidad de saber más de él, de comprenderlo y conocer; se volvía cada vez más insoportable con los años, ¿Acaso era la tristeza y la soledad que lo rodeaban las que le atraían a ese hombre?
¿O era la calma y melancolía que su presencia portaba al llegar a algún lugar?
No tenía idea, pero no se quedaría con la duda. Por ello decidió que la próxima ve que le viera no iría tras él a escondida, ya no. Caminaría a su lado, dando la cara y lo interrogaría de frente.
IDILIO
"Todos te odian"
Habían pasado tantos años y aun así aquellas palabras seguían resonando en su memoria. Pronunciadas con una voz tan dulce y venenosa a la vez.
Era cierto; jamás nadie lo había dicho, pero era una verdad absoluta.
Cada ser vivo, cada mortal e inmortal, lo repudiaban. La diferencia es que sólo la menor de las Kochou había tenido la valentía de decírselo. Y jura que, si hubiese dependido de él, aquella vez le había devuelto el alma del anciano por la que tanto peleó.
Pero el pobre viejito sufría mucho. No podía dejarlo continuar con tal martirio en un cuerpo enfermo y mal trecho que solo le daba dolores más fuertes cada día. No podía ignorar sus rezos en los cuales lo llamaba pidiéndole auxilio.
Giyuu soba sus sienes, cansado. Sabe que ella aun no le perdona.
Por eso cada vez que les toca verse, lo persigue silenciosa, seguramente maldiciéndole. Y desharía tanto que no fuera así. Que ella comprendiera que no disfruta de ese trabajo, pero es una labor que solo él puede cumplir.
Que, si no lo hace él, será otro shingami el que se encargué y quizás, no entregue a los hombres un descanso pacifico.
Que, por esa labor es por lo que existe.
Aunque es ruin, cae en la tentación de verla a través de un espejo que utiliza para vigilar a la tierra desde el inframundo.
Kochou no Shinobu, ha crecido tanto desde la primera vez que se conocieron. Se volvió hermosa y amable, pero en ella sigue ardiendo la salvajía y lucha de aquella primera vez.
Aunque ahora es una mujer delicada y serena, de una extraña pero exquisita sonrisa imperturbable, sabe que en alguna parte de ella sigue viva la valentía que hizo latir su apagado corazón nuevamente.
La ve en medio del campo, vestida con un kimono lila de numerosos bordados florales y sus cabellos recogidos con un broche en forma de mariposa rodeado de varias flores pequeñas. Pasea junto a su hermana mientras hacen crecer plantas de arroz en aquel terreno.
Alimentando a los hambrientos...
Ella está tan viva y lena de luz y él, cada vez más hundido en la oscuridad, el olvido y la muerte.
Se odia. Siempre se ha odiado, pero ahora más que nunca.
Porque si fuese otro tipo de dios, de algo más alegre y hermoso; incluso su fuera un simple humano o un animal, podría estar a su lado y acompañarla. Tal vez podría hasta atreverse a amarla.
—Róbatela —sugirió Sabito, interrumpiendo sus pensamientos, harto de encontrarlo lamentándose por la diosa mientras la vigila en el espejo. —Su hermana se casará pronto y la seguramente la abandonará, estará sola. Róbatela y tráela a nuestro mundo. Unos días comiendo nuestra comida serán suficientes para que ya no pueda regresar a la tierra.
Giyuu se quedó en silencio unos momentos, meditando la idea de su amigo. No era inusual que los dioses robasen doncellas y las hicieran suyas a la fuerza.
—Si eso pasa, a Kanae no le quedaría otra opción que aceptar que la tomes como esposa una vez esté deshonrada.
Podría considerarlo.
Sin embargo, no era eso lo que buscaba. No solo quería los placeres de su belleza, si no, ansiaba más su compañía y sus cariños. Que lo mirase sin miedo como aquella vez, y se atreviera a enfrentarlo diciéndole bromas de mal gusto, para sacarlo de quicio como había visto hacerles a otros dioses.
¿Podrían siquiera ser amigos? Deseaba tanto verla sonreír junto a él... tal vez si eso pasaba, él mismo tendría un motivo para sonreír.
Hasta ese momento de su existencia, no había sentido la soledad antes; pero cuando comprendió que ella no podía acompañarlo sintió ese vacío tan profundo de estar solo.
—Es un pésimo consejo. —respondió finalmente.
—Es mejor a que sólo te quedes espiándola por la eternidad —rio Sabito, marchándose.
El shinigami continuó reflexionándolo. Sería maravilloso que Shinobu estuviera con él, aunque fuese un lugar frígido y horrible, pero jamás intentaría traerla a la fuerza.
COLISIÓN
Era una niñita de apenas cuatro años, que cayó dentro de un poso y se quebró la columna vertebral.
La pequeña tenía tanto que hacer aun en sus pendientes y sin embargo; ya no le quedaba más tiempo para continuar.
Lloraba incontrolablemente de dolor.
Kanae había salido de viaje hace algunos días y aún se encontraba muy lejos para poder socorrerla, de forma que ella intentó curarla, pero, simplemente su lesión no podía ser aliviada e incluso si lo hubiera hecho de algún modo, no podría volver a caminar jamás.
Aquella pequeña desde que nació, fue consagrada a Konchuu no Megami, la deidad de los insectos, para ser su sacerdotisa cuando creciera. Pero eso ya no sucedería.
Por ello en sus ultimo momentos, Shinobu decidió acompañarla, acunándola entre sus brazos y ofreciéndole consuelo mientras tararear para ella una canción. Era lo único que podía hacer mientras lo esperaban.
Y finalmente el momento llegó. Tomioka Giyuu apareció a la humilde casa ingresando por la puerta y trayendo con él su katana. Cuando entro en la habitación se sorprendió de encontrar a la diosa allí.
—Te esperaba. —susurró ella con sus preciosos ojos morados inundados de lágrimas.
—No dejaras que me lleve, ¿Verdad?
La mujer negó con la cabeza.
—Solo tú puedes aliviarla ahora...
El corazón de la muerte se estremeció, era la primera vez que ella no mostraba alguna señal de repudiarlo. Se arrodilló al lado de la chica
Y acercó su rostro al de la niña.
—¿Estás listas? —le preguntó despacito, su voz era casi inaudible, serena y anestesiante.
Shinobu jamás había logrado escuchar las palabras de aliento que dedicaba a sus víctimas; no esperó aquella que fuera aquella pregunta que solicitaba el consentimiento de la persona.
—Si —susurró la niña y el shinigami completó el ritual rápidamente.
Cayó muerta y con una expresión de tranquilidad en su rostro.
Los gritos de angustia de sus padres no se hicieron esperar, haciendo estremecer el corazón de Shinobu. Les entregó el cuerpo antes de salir tras el hombre, necesitaba asegurarse de algo.
Logró alcanzarle en el camino al bosque.
—Iré contigo. —afirmó decidida cuando le atrapó, caminando a su lado. —Quiero saber a dónde la llevarás.
Usualmente si una persona se hubiera atrevido a seguirlo, Giyuu les habría gritado para que se alejen y lo dejen trabajar en paz.
Pero la presencia de Shinobu era diferente, era una única oportunidad de estar a su lado por un instante, de que ella acepte estar junto con él; sin tenerle miedo. Enfrentándolo descaradamente.
—Haz lo que quieras —finalizó.
Ambos se introdujeron en el espesor del bosque y caminaron por horas. Tomioka pensó que, en cualquier momento, Shinobu se hartaría y retornaría a su santuario.
Sin embargo, ella no se quejaba, tampoco compartía palabra alguna... Parecía estar orando.
No era lo que él esperaba, quejidos y replicas a cada instante. Por el contrario, era muy silencioso, pero cómodo estar de esa forma a su lado.
Por fin, llegaron hasta el inicio de una caverna subterránea; las puertas del Yomi. Una pareja de abomínales criaturas vigilaba la entrada, pero al ver acercarse al shinigami, se escabulleron entre la maleza, apartándose.
—¿Segura que quieres continuar? — preguntó.
Ella asintió decidida y comenzaron a descender por los escalones de roca.
Era un lugar sumido en una penumbra espesa, empero, no era muy diferente un pequeño poblado durante en la noche, con casas, caminos y diferentes criaturas deambulando desorientadas. No era ni semejante a lo que había imaginado.
—Esto es el Yomi, el inframundo shinto regido por Izanami no Mikoto. —informó Tomioka suponiendo las dudas de la chica. —Aún más debajo de esto se encuentra el Jigoku budista regido por Enma. No iremos allí.
—Ya veo.
Continuaron andando por un sendero hasta llegar a las riveras de un río pacífico, donde Giyuu colocó la bolita de luz que tenía escondida bajo su haori oscuro, permitiendo que la corriente se la lleve.
—¿A dónde lleva ese rio? —preguntó Shinobu
—La llevará al Takamagahara. Ella no era una pecadora así no tiene sentido que se quede aquí.
Ambos se sentaron a las orillas del rio, contemplando silenciosos su cauce; en señal de respeto por el alma de la niña.
Durante varias horas, días quizás pues en aquel espacio de limbo el tiempo transcurría de forma diferente; rezaron juntos por ella, para que la próxima vez que naciese tuviera una vida más feliz y larga.
Sin embargo, en algún momento sus mentes dejaron de divagar en sólo plegarias, y comenzaron a flotar relajadas en el aura del otro.
Shinobu le observaba de reojo ocasionalmente. Él emanaba reposo, apatía y tranquilidad, como tener un sueño pacífico que, aunque necesario, sentía unas ganas dementes de fastidiarle. Por ello, disimuladamente, comenzó a picar su hombro con el anular, deseosa de producir alguna reacción en él.
Pero, el shinigami sólo la observó unos segundos y la ignoró; ni siquiera se molestó en pedirle que se detuviera o quejarse que lo estaba fastidiando. Era como si su paciencia con ella fuera infinita e inacabable. Ello la motivaba a seguir intentando hacerle perder los estribos.
Mientras que para Giyuu; la muchacha era travesura, alegría y libertad, como dar un paseo en una mañana de primavera. Una bendición que le daba felicidad con solo su presencia.
Ambos eran para el otro un punto de quiebre en la vida a la que estaban acostumbrados. Un enfrentamiento entre dos mundos completamente opuestos pero que, de alguna forma al unirse, tenían sentido de ser.
Como la educación y la ignorancia unidas entre un mentor y si discípulos. Ambos eran ignorantes de lo que el otro conocía muy bien.
Cuando terminaron de rezar, se levantaron para emprender el camino de regreso.
—Te acompañaré a tu casa. —propuso el hombre.
—¿Crees que algo malo podría pasarme en el camino? —se burló la diosa.
Realmente esa posibilidad no existía, él sabía que la chica podía cuidarse sola; pero quiso ser amable como había visto ser a los humanos ante una mujer
Al notarlo tan meditabundo, Shinobu aprovechó la situación.
—Puedes acompañarme a casa si yo puedo venir a visitarte de vez en cuando.
CONTINUARÁ...
Hola!!!!
Bueno, e aquí la segunda parte de Devoción.
Para poder guiarme tuve que estudiar un poco sobre mitología japonesa y me di con que, en el sintoísmo, el inframundo es relativamente tranquilo y oscuro, como un paralelo a la tierra, mientras que el budismo existe el Jigoku o el infierno, que es muy similar al que se plantea en la Divina Comedia de Dante Alighieri. Decidí tomar ambos aspectos.
Así como también un pequeño guiño a la mitología griega en las cosas que Sabito le propone a Giyuu.
Espero que les esté gustando el rumbo que toma esta historia.
El día de mañana subiré la última parte que completará esta leyenda owo
Gracias a todas las personas que votan y comentan este nuevo proyecto. ¡Me hacen muy muy feliz!
Bye byee!!!
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