🌼6-¡Tenemos un nuevo plomero!🌼
—¿Qué haces aquí? —vuelvo a preguntar.
Él sonríe, haciendo que sus ojos se achinen y mi corazón se derrita.
—Vine por esa oferta que tuve que rechazar anoche y por cierta chaqueta que tienes como posesión.
Sonrío y muerdo inconscientemente mi labio, movimiento que él no pasa desapercibido.
—¿Cómo entraste? Y la pregunta del millón, ¿Cómo supiste en qué departamento vivo?
Él se encoje de hombros y mira hacia el interior del lugar, saludando con un gesto de cabeza a Chiara quién chilla de emoción al verlo.
—¡Jayden! —grita emocionada— Pero ¿Qué te trae por aquí?. ¡Dios, Olivia!. Deja pasar al hombre, no seas maleducada.
Ni siquiera me dio tiempo de reaccionar cuando ella ya se había colocado a mi lado, dándome un ligero empujón para tomar a Jayden por el brazo y meterlo casi a la fuerza en el departamento.
Blanqueo los ojos y cierro la puerta. Jayden me observa de reojo y se echa a reír.
—¿Qué te trae por acá? ¿Vienes a visitar a mi amiga?
Sí, el lado chismoso de Chiara no pudo esperar.
Voy a la cocina en busca de un vaso de agua para darle a mi invitado antes de que Chiara se ponga como loca a reclamarme por el hecho de no atender como debería a la visita.
Desde mi lugar puedo ver como Chiara jala del brazo a Jayden y lo obliga a sentarse a su lado en el sofá para seguirlo bombardeando con tantas preguntas. A este paso, si mi amiga sigue asi no solo dejará a Jayden sin brazo sino que también hará que no le queden más ganas de venir a nuestro apartamento.
—Viniste por Oli, ¿cierto? —le pregunta, quisquillosa.
¡Dios! ¿A caso esa mujer no conoce el significado de la palabra prudencia?
Jayden ríe y me echa una mirada antes de observar con diversión a mi amiga.
—Pues... Se podría decir que sí. Algo así.
Mi amiga chilla sin importarle que nuestro visitante se le quede mirando con lo que podría decirse algo de diversión, curiosidad e incredulidad. Todo mezclado.
—¡Genial! Entonces iré a mi habitación y los dejaré solos para que puedan ya saben, —mueve sus manos señalándonos— hablar... —termina por decir.
Justo entonces reacciono y la intercepto antes de que se oculte en su recamara y me deje completamente a solas con él.
—¿Qué haces? —le pregunto en un susurro— Ni creas que me voy a quedar a solas con él.
—¿Por qué? —Chiara se cruza de brazos y enarca una de sus cejas— ¿Te da miedo que ese chico te termine gustando?
Puff. Miedo. ¿Quién dijo miedo? Claro que no.
El que tenga miedo a morir que no nazca.
—No, no es eso. —intento convencernos a ambas de lo contrario— Es solo que no pienso quedarme a solas con un desconocido.
Aunque básicamente ese desconocido me trajo anoche a casa, estábamos solos y nada malo pasó. Pero eso ella aún no lo sabe y no debe de saberlo, por lo menos no por ahora.
—Ese desconocido como tú le llamas es un buen chico. —murmura señalando detrás de nosotras.
—¿Cómo lo sabes? —inquiero— Puede ser un asesino serial y tú simplemente me estas dejando sola con el posible culpable de mi muerte.
—¡Por Dios, Oli! Deja tu drama. —le iba a refutar, decirle que eso no era drama pero ella sólo se giró, le dio una medio sonrisa a Jayden y se encerró en su habitación antes de que yo le dijera algo más.
¡Por Dios! Efectivamente a ella le importa un comino si soy asesinada en la sala de nuestro apartamento.
—¿Todo bien?
La voz de Jayden me saca de mis alocados pensamientos. Giro en mi posición y sonrío, subiendo mis manos en alto, mostrándole mis dos pulgares arriba.
—Todo bien. —digo en un murmullo. Mi voz denotó los inmensos nervios que tenía.
—¿Segura? —indaga de manera susceptible.
—Muy segura. —vuelvo a sonreír y camino hacía la cocina sin darle la espalda.
Dicen que nunca hay que darle la espalda a un asesino, podría atacarte fácilmente.
—¿Quieres algo para tomar? —arrugo mi frente y abro la nevera sin dejar de observar sus movimientos— ¿Agua, jugo, té?
Jayden sonríe de medio lado al ver mi expresión.
—Agua estaría bien.
Él se levanta del sofá y camina a paso lento hacía mi dirección.
—Agua será. —mi voz sonó aguda y con mucho nerviosismo.
¡Dios, Olivia! ¿No haz aprendido nada de todas las películas de terror que Chiara te ha obligado ver?
Nunca hay que demostrarle miedo a tu atacante o usará eso a su favor.
Saco la jarra de la nevera y tomo un vaso para servirle el agua. Todo sin dejar de observarlo de reojo.
Jayden se acerca y coloca sus antebrazos en el mesón, mirándome con cierto escrutinio. Dejo el vaso de agua en frente de él y me alejo hasta apoyarme del lado del fregadero.
Él tomó el vaso y bebió de un solo trago, todo sin dejar sus ojos sobre mí. Me giro y me dispongo a ordenar los platos limpios. Sé que dije que nunca hay que darle la espalda a un asesino pero ¡Dios! Este chico me coloca realmente nerviosa.
Tardo más de lo que debería en ordenar en cada lugar cada plato, vaso o cubierto, dejando de último un pequeño cuchillo de hoja fina, lo tomo entre mis manos y aprieto fuertemente cuando siento que él por alguna extraña razón caminó en silencio hasta mi lugar. Me giro aún sin soltar el cuchillo y lo encaro.
Jayden está a solo unos centímetros de distancia. Sus ojos chocolate perforando cada parte de mí, sus cabellos azabache apuntando a varias direcciones, invitándome a pasar mis dedos por entre sus hebras y acariciarlos. Su sonrisa asomándose, acelerando en seguida los latidos de mi corazón. Observo como sus ojos se achinan, dándole unos ciertos rasgos asiáticos a su rostro. Pérdida en su mirada y su sonrisa, sigo detallándolo como si de una pieza de arte se tratara, como si él fuese la pieza más hermosa y extravagante que pueda haber en un museo.
—¿Qué... Qué haces? —mis ojos demuestran lo confundida que estoy.
Jayden solo da otro paso al frente y acorta la poca distancia que nos separa. Su aliento mezclándose con el mío y sus ojos observando fijamente los míos.
—¿Por qué tan nerviosa? —me pregunta, su voz tornándose ronca y gutural.
—¿Nerviosa? ¿Yo? —rio intentando alejar todo nerviosismo— Para nada.
—Entonces... —acerca su rostro al mío para susurrar encima de mis labios— ¿Por qué tu respiración se volvió errática? —trago grueso— ¿Por qué tus mejillas se volvieron tan rosadas? —¿mis mejillas están rojas? Subo ambas manos hasta mi rostro y es cuando me percato de que aún tengo el cuchillo en una de ellas— Y ¿por qué tienes un cuchillo de hoja fina? Podrías lastimar a alguien o lastimarte. —reprocha tomando mi muñeca y quitándome el objeto punzante en un rápido movimiento.
—Yo... Yo... —¿Qué se dice en estos casos?
—¿Tú?... ¿Tú? —repite esperando una respuesta convincente.
—Estaba acomodando los platos y cubiertos que ya están limpios.
En parte es verdad y en parte no.
—¡Claro! —Jayden se aleja, para recostarse del mesón y observarme desde ahí, cruzando sus brazos y piernas, dándole un toque de seriedad— Y olvidaste dejar el cuchillo en su lugar ¿cierto?
—¡Exacto! —lo señalo intentando sonreír.— Que listo eres.
Adularlo no sirvió de nada.
Él tan solo inclinó su cabeza y me escudriñó con mucha curiosidad e interés.
—Pensabas hacer algo más con ese cuchillo ¿o me equivoco?
No te equivocas. Pero no lo admitiré.
—¿Algo como qué? —indago. Para tener tiempo de buscar una mejor excusa.
—No lo sé. Tú dime.
Yo solo sé que no sé nada. Dijo un gran filósofo.
—Emm pues...
Miro la punta de mis sandalias hogareñas y me doy cuenta de dos cosas:
1-Aún estoy en pijama.
2-Necesito una pedicure urgente.
—¿Pensabas apuñalarme con eso? —rompe el silencio. Levanto mi mirada y me percato de que está señalando el cuchillo que dejó a su lado en el mesón.
Muerdo ligeramente mi labio inferior, nerviosa.
¿Cómo admitir que sí tenía pensado clavarle el cuchillo solo si él intentaba algo en mi contra?
—¡Vamos, Olivia! Dime la verdad. —me alienta.
Suspiro y luego expulso el aire que estaba conteniendo.
Miro de nuevo el suelo y me armo de valor.
—Digamos que solo lo iba a usar si tú intentabas hacerme algo. —confieso, apenada.
—¿Hacer algo cómo qué?
Eso no se pregunta, Jayden.
Suspiro nuevamente y me quedo en silencio.
—Puedes decirlo, Olivia. No me molestare por eso.
—Pues... No te conozco, no sé ninguna cosa de ti y no sé si eres un asesino serial. —admito en voz baja.
Para mi sorpresa Jayden se echó a reír a carcajadas. Lo miré dubitativa. Sopesando su reacción.
A veces los psicópatas reaccionan de esa manera tan descabellada, ¿cierto?
—¿Qué es tan gracioso?
Jayden sostiene su estomago mientras se destornilla de la risa.
Me cruzo de brazos y espero impacientemente a que se digne a contarme el chiste para yo también pueda reírme.
—Es que... —intenta controlar sus risas pero se la hace difícil— No puedo creer que en serio pensaras que soy un asesino serial.
Sus palabras lo hicieron reírse abiertamente de nuevo. Pasó sus manos por debajo de sus ojos para quitar las pequeñas lágrimas que habían salido a flote gracias a sus carcajadas.
Enarque una ceja, seguía sin entender porqué eso le causaba tanta gracia. A mi no me parecía divertido. En lo absoluto.
—No le veo el chiste.
Jayden me observa y sin dejar de reír se acerca nuevamente hasta mí. Apoya sus brazos en el fregadero detrás de mí y me aprisiona, impidiéndome una escapatoria.
—Anoche no pensabas en que seria un asesino serial ¿o sí? Porque te recuerdo que fuiste tú quién me invitó a tu departamento.
¡Estúpida!
Me doy una bofetada mental.
Es cierto, pero anoche con lo patética que me sentí por ser plantada no estuve pensando con claridad.
Me encojo de hombros.
—Es que hoy sí estoy pensando con un poco más de claridad.
Mi comentario lo hace reír nuevamente.
Ahora seré la payasa personal de este idiota.
—Con que nada más piensas con claridad en el día. Creo que entonces debería venir de noche. ¿no crees? —su tono socarrón hizo que mis nervios volvieran a salir.
—No, no lo creo. Y si me disculpas. —nos señalo— Estas invadiendo mi espacio personal.
Él baja la mirada hasta nuestros cuerpos y la corta cercanía que hay. Sonríe de medio lado y vuelve a dirigir su mirada directamente hacia mí.
—¿Te molesta? —inquiere, divertido.
—Me incómoda. —admito, nerviosa.
Él asiente y se aleja solo un par de centímetros nada más.
—¿Así?
Río internamente. Hay que ver que este chico es inusual.
—Podrías alejarte más si quieres.
—No, no quiero. —responde, con mucha determinación.
—Como quieras... —doy media vuelta y abro el grifo para lavar mis manos.
Necesito buscar cualquier pequeña excusa para distraerme y no colocarme más nerviosa de lo que ya estoy.
El agua del grifo sale primero en pequeñas gotas, luego se detiene por completo y segundos después el agua sale a presión, haciendo que mi ropa y parte del suelo de la cocina se moje por completo.
—¿Qué...?
Intento cerrar el grifo pero aún así el agua no deja de bajar rápidamente, mojando todo a su paso y haciendo que todo el suelo de la cocina empiece a inundarse de agua.
—¡No, no, no! —gimoteo, desesperada. Muevo las manijas del grifo mientras le suplico internamente a Diosito que me ayude a parar este desastre pero nada resulta efectivo.
Jayden se coloca rápidamente a mi lado e intenta hacer lo mismo que estaba haciendo pero sigue sin surtir efecto. Su ropa y cuerpo se moja por todo el desastre que el agua esta causando en mi cocina.
—¿Dónde está el suministro de agua? —habla en voz alta para hacerse escuchar a través del ruido.
—¡¿Cómo?! —Aún así su voz me sonó amortiguada.
—¿Dónde está el suministro de agua? —repite y esta vez logro entenderlo.
—¡Debajo del fregadero!. —le grito. Tomo un trapo de cocina y lo presiono encima del grifo.
Jayden se agacha con agilidad y mueve las cortinas que están debajo del fregadero para así dar con las tuberías del suministro de agua. Sus manos comienzan a tocar hasta dar con la manija. Veo como hace una leve fuerza para cerrarla hasta que el agua deja de bajar y gotear.
Justo entonces Chiara decide salir de su habitación y observa con estupefacción el desastre que ahora es la cocina y el desastre que somos tanto Jayden como yo.
—¿Qué pasó aquí? —pregunta intentando ocultar una sonrisa divertida.
—El grifo volvió a dañarse.
—Era de esperarse. —responde, cruzándose de brazos.
—¿No es la primera vez que esto les sucede? —interviene Jayden mirando entre mi amiga y yo.
Ella niega.
—El agua a veces llega con demasiada presión que el grifo no lo soporta y termina explotando.
Es horrible cada vez que eso nos sucede. Porque luego de llamar a un plomero a que nos arregle la tubería llega la hora de limpiar y ordenar todo.
Hubo una vez en que el grifo reventó en plena madrugada. Por lo que Chiara y yo tuvimos que cerrar el suministro de agua y comenzar a limpiar todo. Tuvimos que esperar hasta la mañana para poder llamar al plomero del edificio. Ese día tuvimos que ir a trabajar con unas inmensas ojeras. Y no parecíamos ningún lindo mapache.
—¿No han solucionado ese problema? —indaga, curioso.
—En varias ocasiones pero siempre es el mismo problema.
Me encojo de hombros y tomo el trapeador. Es hora de limpiar.
—Necesito un destornillador y una llave inglesa.
—¿Para qué? —le pregunto.
—Pues para arreglar el grifo.
—No es necesario. Podemos llamar al plomero. —le informo.
—¿Para qué llamarlo? Si yo estoy aquí y puedo ayudarlas.
—Eso es verdad, Oli. —mi amiga le da la razón— Ya tenemos a Jayden aquí y si el se ofrece a ayudarnos no hay que negarnos.
Asiento sin tener más opción que aceptar su ayuda.
—Entonces iré a buscar las herramientas. —se ofrece, Chiara— Ya vengo a ayudarte con la limpieza, Oli.
Mientras Chiara desaparece en el baño yo inicio con la limpieza de este desastre. Detesto cada vez que esto sucede y mucho más cuando mi amiga y yo ya habíamos limpiado exhaustivamente el departamento.
Tomo el trapeador y comienzo a pasarlo un par de veces para luego exprimirlo y repetir el proceso.
Jayden nunca dejó de observarme en silencio, ni siquiera cuando Chiara regresó con lo que él había pedido y con una toalla para que pudiera secarse un poco.
—Oli anda a cambiarte. Yo me encargo mientras.
No intento llevarle la contraria así que solo le entrego el trapeador y me encierro en mi habitación.
Abro la puerta de mi pequeño armario de madera y por el espejo de este puedo darme cuenta de lo desastrosa que estoy.
Mis cabellos atados a lo alto de mi cabeza en una cebolla parecen un asterisco, con muchas puntas y mechones sueltos, mi rostro un poco pálido a pesar de mi color trigueño, y unas inmensas ojeras debajo de mis ojos, sin contar con el pijama de bob esponja completamente mojado, mostrando un poco de mis atributos debajo de la tela.
¡Dios! Que vergüenza.
Chiara, juro que te mataré por no decirme absolutamente nada de mi estado.
Tomo un chándal de estar en casa y me cambió lo más rápido que puedo.
Dejo a un lado mis sandalias y me calzo unas pantuflas de oso panda.
Arreglo un poco el desastre en el que se convirtió mi cabello y paso un cepillo por entre sus hebras, intentando desenredar lo más que puedo. Esta vez no lo ato en un moño alto sino que hago una trenza a un lado de mi rostro.
Cuando estoy lista salgo y me dispongo a ayudar a Chiara.
Mi brazo se queda a mitad del otro trapeador cuando me percato de que Jayden está sin camisa. Sus brazos flexionándose cada vez que hace un movimiento para ajustar o desajustar alguna tuerca, su espalda contrayéndose por los movimientos. Aunque no está de frente puedo imaginar cuan marcados están sus abdominales.
Respiro y comienzo a abanicarme con la mano.
Las dos C, Olivia. No lo olvides.
Concentrada y Calmada.
Yo sé que puedes.
¡Ánimo!
Alejo todo pensamiento inusual de mí y me concentro en hacer mi labor sin tener nada de distracción aunque sea realmente difícil.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top