🌼4-Una noche+ dos citas= Dos desplantes🌼

El frío de la noche traspasaba la tela de mi vestido, coloqué mis manos al frente de mi boca y expulse el aire intentando entrar en calor.

No tenía ni idea de a qué lugar iríamos o qué haríamos, pero simplemente ya estaba entrando en un total desespero por el silencio de Chiara y la forma extraña en la que se comportaba desde que salimos del departamento hace como veinte minutos.

—¿Por qué me trajiste hasta acá, Chiara? —inquiero con un toque de molestia— Y ya no me mientas. 

Mi amiga sonríe y se retuerce los dedos en busca de una buena excusa que inventarse.

—Chiara... —intento presionar para sacarle información.

—Ok,ok —se da por vencida— Te diré pero por favor no me mates.

Asiento cruzándome de brazos. Realmente no estoy segura de cómo será mi reacción cuando ella me cuente la verdad, por lo tanto no creo que pueda prometer no querer estrangularla después de lo que me diga.

—Am... Yo... —ella mira alrededor buscando alguna ayuda divina o terrenal que la pueda sacar de este embrollo en que solita se metió, pero tan solo estamos nosotras dos— Dylan me convenció de traerte hasta este lugar para así él poder tener una cita contigo. —habló tan apresurado que me fue un poco difícil seguir el hilo de lo que decía.

Respiré hondo cuando sentí la rabia fluir dentro de mí.

¡Cálmate, Olivia!

No puedes asesinar a tu mejor amiga. Eso no está bien, luego te quedará el cargo de consciencia mientras estas en una cárcel pagando las consecuencias.

¡Cálmate! Tú la amas, yo sé que sí.

—Tuve que haber sospechado desde un principio —respondo entre dientes— ¡Dios! Dame paciencia por favor —exclamo mirando al cielo— porque si me das fuerza terminó mandándote a esta chica —la señalo— al cielo.

—Liv... Por favor no me odies. —susurra avergonzada— Ni intentes estrangularme.

—No te odio, Chiara. —suspiro— Pero lo segundo, créeme que ganas no me faltan.

Es sábado por la noche, y mi querida y gran amiga decidió que era bueno para ambas que saliéramos en plan de amigas, al principio no estaba segura, no me sentía con ánimos de salir pero al final ella logró convencerme, no soy la única que puede persuadir a las personas. Todo iba bien, ibamos contándonos algún que otro chisme mientras yo la seguía ajena a todo, pero lo que no me dijo fue que realmente me sacó de casa solo para traerme a una cita con su queridisimo Dylan. Y yo creyendo que en serio quería una noche de chicas pero no, simplemente usó eso como excusa para engañarme y traerme sin saber el trasfondo de todo.

Y sigo sin entender por qué tanta insistencia si ya sabe que no quiero una cita con nadie, mucho menos con ese chico Dylan.

—¿Si sabes que no entraré a ese lugar? —le digo señalando la imponente entrada del bar frente a nosotras.

Mi yo inocente no había sospechado de nada hasta que estuvimos frente al lugar, y es que la verdad ella y yo no solemos frecuentar ningún tipo de bar, ni mucho menos los que tienen una fachada salida de una película de terror. Posiblemente pueda encontrarme a Freddy Krueger ahí dentro.

—¿Por qué? Ya estamos aquí ¿no?

La miré mal.

—Que estemos aquí no significa que simplemente voy a entrar. —aclaro— Además ¿si viste lo escalofriante que se ve ese lugar?. —señalo— Ni la casa del terror a la que fuimos hace un año daba tanto miedo como esta cosa.

Realmente no sé si a eso se le podría llamar bar o la casa en alquiler de los zombies de The Walking Dead.

—Deja el drama, chica. Además es para una buena causa, Olivia.

—¿Cuál buena causa, Chiara? Ni que esto fuese un refugio para animales y yo vaya a adoptar un cachorrito.

Mi amiga blanquea los ojos y hace un fallido intento por evitar sonreír. Se aclara la garganta solo para decir:

—La de unir dos almas desdichadas para que encuentren el verdadero amor. —coloca una mano en su pecho y con la otra señala el aire mientras recrea una escena dramatical— Esa es la buena causa.

Ni cuando actuó el último año de la preparatoria en la obra de teatro de Romeo y Julieta fue tan dramática como ahora.

—Suenas patética.

Ella se encoje de hombros.

—¡Vamos, entra! —me empuja pero coloco resistencia— Allá adentro posiblemente esté el amor de tu vida y tú solo te rehúsas. Nunca lo vas a encontrar si no arriesgas.

—Prefiero no encontrarlo y no arriesgarme pero gracias.

Chiara bufa y se coloca delante de mí.

—Hagamos algo... —subo ambas cejas esperando que continúe— ¿Cuánto quieres que te dé para que entres a ese lugar?

¿En serio esta mujer va a sobornarme? Porque si es así lo logrará.

—¿Me darás dinero por entrar?

Definitivamente quiere y le urge que conozca a ese Dylan porque para querer darme dinero a cambio es algo verdaderamente extraño.

—Sí, ¿Cuánto quieres?

—Veamos... —hago que pienso— ¿Qué tal unos cien dólares?

—¡¿Cien dólares?! ¿Estas loca? Eso es mucho dinero.

Lo sé, por eso se lo pedí.

—Lo tomas o lo dejas.

—¡Por Dios, Olivia!. Haría muchísimas otras cosas con esos cien dólares. —me encojo de hombros— ¡Bien! ¿Qué tal cincuenta dólares?

–Noventa y cinco. —intento bajar solo un poco mi oferta.

—Sesenta y cinco.

—Noventa

—Setenta. Es mi última oferta, Olivia.

—¿Qué tal ochenta? Menos de eso no aceptaré, Chiara.

—¡Bien! —acepta resignada— Ochenta dólares. —dice extendiéndome la mano que gustosa acepto. Sonrío triunfal.— Estas me las pagarás, Olivia.

—Sí, sí. Ya lo hago querida, Chiara.—-le recuerdo señalando la entrada del lugar al que me adentrare— Además esos ochenta dólares no le dolerán nada a tu sugar.

Ella sonríe abiertamente.

En realidad no es un sugar, solo tiene un chico que babea por ella cada vez que la ve. Pero mi amiga no es para nada cuerda y sigue dándole largas al asunto. El pobre movería cielo, tierra y mar por ella pero la muy ingrata aún no se decide.

—Eso es verdad. Aunque realmente ochenta no es para tanto, creí que terminarías pidiendo más. —ella sonrió alegremente. Como si hubiese ganado esto.

—Lo hubiese hecho, mi querida Chiara pero... —me acerco y susurro.— ¿Qué habría de divertido en eso? Además te corresponde darme ochenta dólares y pagar la renta del apartamento este mes. No quería ser una mala amiga y dejarte completamente en la ruina.

Reí al ver su cara de sorpresa.
Creo que había olvidado ese pequeño detalle de su gran gasto este mes.

—Definitivamente me las pagarás, Olivia.

—Sí, sí, ya lo dijiste.

Le guiño un ojo y me alejo antes de que termine de arrepentirme y me quede sin esos ochenta dólares.

—¡Es hora! —murmuro para mí, mientras respiro hondo y me preparo mentalmente para la noche que se me avecina.

Doy un paso al frente y luego otro, uno cada vez más cerca del lugar. Intento no flaquear ni darme media vuelta y renunciar porque no me gusta perder ni darme por vencida, y mucho menos cuando hay dinero de por medio, así que solo respiro y me mentalizo de que tendré que aguantarlo aunque sea por una hora y así todo estará bien, tendré luego ochenta dólares en mi poder.

—¡Suerte! —me anima Chiara detrás de mí.

Su animo me hace detenerme y es cuando se me ocurre algo.

—¿No quieres entrar conmigo?

Se que es absurdo mi pregunta pero con ella a mi lado será todo más llevadero.

Ruego internamente para que diga que sí.

Por favor, que diga que sí que diga que sí. No quiero entrar ahí sola.

Chiara me mira con cara de "¿eres estúpida o te parió un teletubi?"

—¡¿Estas loca?! —arrugo mi frente— Es una cita. De dos personas. Yo ahí solo seria el mar tercio.

Viéndolo de esa manera tenía razón. Pero eso no quitaba el hecho de que no quería ir a la cita y mucho menos quería entrar sola a ese lugar con alguien completamente desconocido para mí.

—No pienso entrar a ese lugar sola. —me cruzo de brazos y hago pucheros— ¿Quién sabe con qué clase de hombre me estás dejando?

Ella bufa y me observa antes de decir:

—Es mi amigo de la infancia, Olivia. Además tú lo has visto en persona.

—Sí, una vez. Cuando teníamos como dieciséis años.

—¿Y? Ahora tenemos veintitrés, no ha pasado mucho tiempo.

—Chiara...

—Olivia... Son ochenta dólares, piénsalo muy bien.

En realidad no tuve que pensarlo dos veces. Ella me recordó cual fue mi motivación en un principio para aceptar esto.

Asiento y suspiro, doy media vuelta y camino a paso decidido hacia el bar, sin mirar atrás o es posible que me arrepienta de todo y no puedo, ochenta dólares están en juego.

Chivo que se devuelve se esnuca.
Chivo que se devuelve se esnuca.
Chivo que se devuelve se esnuca.

Repito una y otra vez en mi mente ese dicho que mi abuela siempre me decía de niña y el cuál nunca comprendí hasta mi adolescencia.

Empujo la puerta de vidrio ahumado y al instante unas luces de neón blancas me ciegan por algunos segundos, doy unos pasos al frente y brinco del susto cuando la puerta se cierra de un empujon detrás de mi. Intento calmarme y observo a mi alrededor para estar segura de que Michael Myers no me espera escondido por algún lugar con su mascara y cuchillo en mano. Inhalo y exhalo un parte veces y comienzo a detallar el lugar ahora que las luces se habían atenuado; el techo estaba pintado de negro y de el colgaban unas enredaderas propias de la película de Harry Potter, en su tiempo esas enredaderas debieron de ser verde pero ahora estaban tomando el mismo color del techo, el pasillo era ancho y largo con espejos situados a los costados, algunas luces titilaban mientras otras alumbraban más de lo debido, el suelo de madera crujía bajo mis pies, por un momento sentí que se abriría debajo de mis pies y me tragaria sin piedad ni contemplación. Intenté no mirar mucho mi reflejo en el espejo, me sentí como la protagonista de una película de terror, cuando ella tiene que correr por un largo y oscuro pasillo alumbrado solo por unas pocas bombillas amarillas a punto de quemarse mientras era perseguida por un psicópata con cuchillo en mano.

Caminé lo más rápido posible, evitando pensar que de algún lado saldría algún loco a querer asesinarme.

Al final del pasillo había una puerta ligeramente abierta, la empujé con sumo cuidado y no supe entender si el pasillo o el lugar en general era lo más horrible que había visto en mi vida.

Unas luces de neón rosa y azul fluorescente llenaban gran parte del lugar, al fondo del mismo se podía distinguir una barra negra con algunos bartender preparando tragos a diestra y siniestra, mis ojos dieron un pequeño recorrido por las mesas dispuestas en todo el centro del lugar, las cuales al menos contaban con unas sillas de terciopelo negro, un mantel negro con un borde dorado, un candelabro como centro de mesa y unos paneles divisores de acrílicos que dividía una mesa de la otra.

¡Dios! ¿En qué lugar me he metido? O ¿a qué lugar me hantraído?

Un señor alto y robusto se colocó frente a mí, tapando mi visión, tuve que inclinar mi cabeza hacia atrás para poder observar sus dos grandes, saltones y oscuros ojos, además de su bigote de mostacho que me produjo cierta repulsión al darme cuenta de que tenia un pedazo de comida incrustada en los vellos.

—¿Mesa para dos? -su voz grave y gruesa me produjo temor.

Como mis palabras decidieron irse de paseo tan solo pude asentir a su pregunta sin poder dejar de sentirme pequeña ante su imponente presencia.

Él asintió y con un movimiento de cabeza me indicó que lo siguiera, obligué a mis piernas a responder las ordenes de mi cerebro y como pude caminé hasta el lugar que él me llevó, una mesa un poco alejada de los demás, cosa que agradecí internamente porque aunque el bar parecía de mala muerte dentro estaba abarrotado de parejas un poco inusuales.

—En un rato viene la camarera a tomar tu pedido.

Vi como sin esperar una respuesta de mi parte se dio media vuelta y regresó a su posición inicial: la de comer unos nachos con salsa.

Me senté en la mesa, aún nerviosa y procesando todavía el lugar. Saqué mi celular y le escribí un mensaje a Chiara.

Te juro que después de hoy no volveré a hacerte caso. El idiota de tu amigo aún no llega y este lugar de verdad que es horrible.

No pasaron muchos segundos cuando obtuve su respuesta:

No seas exagerada. Dylan me dijo que se tuvo que retrasar unos minutos pero que ya está en camino. A demás no creo que ese bar sea tan malo como lo pintas.

¿Qué no?

Iba a responder insultándola y diciéndole que Dylan la engañó diciéndole que ne iba a llevar a un bonito lugar para la primea cita pero que la verdad era horrible y terrorífico tanto fuera como por dentro.

Por ahí dicen que nunca debemos juzgar un libro por su portada y es cierto, pero también es cierto que no debemos crearnos muchas expectativas cuando la fachada suele ser muy tétrica y sin buenas vibras.

Decido no responderle, para no terminar perdiendo la poca paciencia que me queda así que solo le tomo una foto al lugar de la manera más disimulada posible, para luego poder mostrársela y que ella confirmara lo del lugar por sí sola.

Una chica alta y morena, con los cabellos morados recogidos en una coleta desastrosa, un aro en su nariz y ceja y un ridículo uniforme de color negro llega a mi mesa.

La observo sin saber que quiere y ella me tiende una carta con los bordes doblados y a punto de despegarse, definitivamente esta carta al igual que el lugar en general tuvieron días mejores.

—¿Pedirás ahora o esperarás un rato más?

La morena masticó el chicle que traía en su boca y luego lo llenó de aire para crear una burbuja que explotó segundos después, repitió el proceso una vez más mientras esperaba mi respuesta.

—Yo... Em... —carraspee— Yo estoy esperando a alguien más.

Ella asiente y sin mucho animo se da media vuelta y me deja sola en mi mesa.

Estrujo mis manos y observo la hora, ya han pasado diez minutos desde que entré a este lugar y ese idiota aún no aparece. Espero que tenga una buena excusa por hacerme esperar.

De fondo comienza a sonar una música y me recuesto en el espaldar de la silla, escuchando la melodía que por extraño que parezca es lo único relajante y bueno que hay en este lugar.

Miro mis uñas y limpio unas pelusas invisibles de mi vestido azul. Observo a mi alrededor y me siento realmente fuera de lugar. Todos tienen una pinta tan desaliñada, es como si yo decidiera algún día salir de mi casa recién levantada, con mi pijama puesto y sin haberme peinado o maquillado. Nadie en este lugar se preocupa realmente por su aspecto físico. Creo que soy la única que usa un vestido azul de fiesta corto, ajustado en mi cintura y ligeramente suelto en la falda, con unos tacones de diez centímetros a juego, mi cabello sedosamente peinado hacia un lado y un labial rojo carmesí. Siento que llamo demasiado la atención.

¿A dónde me vino a traer este hombre?

Juro que cuando lo tenga en frente mínimo le echaré un vaso de agua fría encima. Se lo merece por hacerme esperar y por traerme en nuestra primera cita hasta este lugar.

La hora pasa, los minutos avanzan, las agujas del reloj siguen su curso, y lo que fueron diez minutos se convirtieron en veinte, treinta y hasta cuarenta minutos sentada en una silla que ya me estaba pareciendo incómoda.

Creo que debo dar por finalizada esta cita que nunca inició, a fin de cuenta acababan de dejarme plantada y no seguiré esperando por más tiempo, ya me cansé de que todos me observen como si fuera la única loca de este lugar.

Tomo mi pequeña bolsa y guardo mi celular, saco un billete y lo dejo encima de la mesa, quizás no comí nada y tan solo bebí dos vasos de agua pero no me siento cómoda yéndome de un bar sin pagar y más si es un lugar como este.

Estoy a punto de levantarme y llevarme mi derrota por todo el lugar hasta el departamento cuando una mano firme se posa sobre la mesa, deteniendo mi huida al instante. Observo su brazo, seguido de la camiseta negra que se ajusta perfectamente a su cuerpo para luego terminar por observar su rostro.

Sonrío como una tonta sin poder contenerme. La figura imponente de Jayden resalta en medio del lugar, su rostro muestra una pequeña pero sensual sonrisa que me hace delirar y fantasear por como seria probar sus labios.

—Chewbacca.

Mi sonrisa se borra al instante de mi rostro al escuchar su tonto sobrenombre.

—Cavernícola.

Intento que en mi rostro no se note lo decepcionada que me acabo de colocar por oírlo saludarme de esa manera. Al menos esperaba un lindo saludo y un cumplido para subirme los ánimos.

—¿Qué hace una dama tan hermosa como tú en un lugar como este?

Mi corazón se saltó un latido y mi rostro comenzó a colocarse caliente al oírlo decir la palabra: Hermosa.

Este chico bien podría decirme un mínimo cumplido y yo ya estaría más que sonrojada por eso.

Pues... Vine a verme con alguien pero me dejaron plantada.
Tuve que cerrar mi gran bocota para no terminar soltando esas palabras.

—Podría hacerte la misma pregunta. —entrelazo mis manos encima de la mesa.

Él sonríe y se sienta frente a mí sin siquiera preguntarme si podía.

Jayden coloca sus antebrazos encima de la mesa y los cruza, inclinándose hacía adelante para quedar más cerca de mí y poder mencionar:

—Tenía una cita, pero la chica con la que quedé me dejó plantado.

Mi boca se abre y se cierra como un pez por la sorpresa.

¿Qué probabilidades hay de que tanto Jayden como yo hayamos sido plantados en el mismo lugar, el mismo día y básicamente a la misma hora?

—¿Hablas en serio?

Él asiente mostrando una sonrisa dulce y genuina en su rostro.

—¿A caso lo dudas? —me pregunta— Sé que es difícil de creer que a un chico tan guapo como yo, —fanfarronea— lo hayan dejado plantado. Pero créeme, los seres inmortales como yo también sufrimos de desplantes.

Bufé, incrédula. Había que ver cuan grande estaba el ego de este chico.

—Claro, claro. -subí una de mis manos para apoyar mi mentón en ella— Supongo que ahora mismo debes de estar sufriendo por ese desplante. Pobrecito —hago pucheros y él me sigue el juego.

—La verdad es que sí. —afirma colocando una expresión triste y dolida— Me duele aquí. —sube su mano hasta su pecho y la deja ahí apoyada— Y mucho.

Intento no reírme por su actuación tan mala y trato de seguirle el juego lo más seria posible.

—¡Oh! Pobrecito. —extiendo mi otra mano y la coloco encima de la suya, sorprendiéndonos a ambos por mi gran momento de extrema confianza— Que mal que te hayan dejado plantado. —digo intentando que no se note lo nerviosa que me acabo de colocar por ser tan osada.

Él sonríe y termina por subir su otra mano para posarla encima de la mía, haciendo pequeñas caricias en ella con su pulgar.

—Aunque ya no estoy tan triste. —admite, mirándome profundamente— Resulta que me encontré a una chica muy guapa en el lugar y aún me sigo preguntando que hace ella tan sola en un lugar como este.

Trago grueso, sentir su mano encima de la mía y sus ojos intentado perforar cada barrera a mi alrededor me hacen sentir de cierta manera nerviosa y a gusto.

Mojo mis labios inconscientemente y él sigue el movimiento sin perderse absolutamente de nada, respiro hondo para intentar calmar los acelerados latidos de mi corazón que no sé en qué momento comenzó a ascender.

—Digamos que me sucedió lo mismo que a ti. —respondo tratando de que mis palabras no flaqueen— También me dejaron plantada. —confieso.

Jayden frunce su ceño sin dejar de observarme ni de hacer suaves caricias en mi mano.

—¿Es broma? —inquiere, estupefacto.

Niego con la cabeza.

—¿Cómo?... —comenzó diciendo para luego quedarse callado por un segundo, intentando buscar las palabras adecuadas— ¿Cómo alguien puede ser tan imbécil de dejar plantada a alguien cómo tú?

Sentí como mis mejillas y orejas comenzaban a calentarse nuevamente por el sonrojo que estaba fluyendo.

—¿Alguien cómo yo? —enarque una ceja.

El sonrió, mostrando completamente su dentadura, haciendo que sus ojos se achinaran y el marrón de ellos se volviera un tanto oscuros.

—Guapa, hermosa e interesante. —terminó por decir.

Sonreí gustosa. Cabe decir que me siento complacida cada vez que me halagan y si proviene de él mucho más.

—Y así no quieren que a uno se le suba el ego. —murmuro alejando mi mano de las suyas y recostándome de la silla.

Él vuelve a cruzar sus brazos por encima de la mesa y me observa divertido.

—Es muy placentero ver como una mujer disfruta de los halagos. —comenta.

—La verdad es que no necesitamos de un hombre para saber cuán hermosas somos. —le recalco.

—Lo sé, pero no está demás recordarles lo maravillosas que son.

¡Dios! ¿De dónde salió este chico?

—Bueno. —le doy una sonrisa de boca cerrada mientras tomo nuevamente mi bolso— Bonita la charla pero tengo que irme.

Yo, arruinando lindos momentos desde tiempos inmemorables.

Me levanto de la silla y tan solo doy un paso cuando su mano se posa en mi brazo, deteniéndome en el acto.

—Te acompaño. —se ofrece como si fuese un gran caballero.

—No es necesario.

—Insisto. Así no nos ven saliendo a ninguno de los dos solos con el rabo entre las piernas.

Tenía razón, aunque me debía de valer lo que estas personas con una pinta un poca andrajosa pensaran, pero nunca me sentiría más humillada en mi vida si salgo de un bar -sea cual sea el lugar- sola después de esperar por más de cuarenta minutos.

—¡Bien! —acepto— Creo que nos vendría bien a los dos salir triunfalmente de este terrorífico lugar. —admito.

Jayden sonríe y se levanta para tenderme su brazo.

—¡Madame!

Lo miro intentando ocultar mi sonrisa, entrelazo mi brazo con el suyo y salimos dando una marcha triunfal. Como si fuésemos la pareja más hermosa del mundo. He de admitir que algunas personas se nos quedaron observando al salir, pero eso no me importó, tan solo me sentí a gusto por estar entrelazada con Jayden y realmente feliz por su ayuda. Creo que ya estaba superando el hecho de que me dejaron plantada y todo gracias a él.

🌼🌼🌼

¡Hola de nuevo!

Espero les haya gustado este capítulo. Poco a poco iré subiendolos nuevamente y un poco editados, con algunas cosas que no me gustaron totalmente cambiadas.

¡Hasta luego, Florecitas!

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