El monstruo de Creta
Por el enmarañado de pasillos infinitos, la pestilencia me sugería proximidad al corazón del lugar. Entonces lo vi, horrendo como imaginé que sería, recostado sobre un colchón de huesos; y, tras contemplarme con cierta desidia, hablóme así: «si tú no gritas, acércate, conversaremos, ya no soporto la soledad».
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