CAPÍTULO XXII
Mefistófeles observaba desde lo alto del palacio como todo sucumbía ante su manipulación, él era el orquesta de todas las terribles pesadillas que estaban sufriendo los humanos en aquel espacio. Dos pasos a su espalda resonaron por la rocosa superficie pero no se inmuto, reconocía el aroma de los suyos.
– ¿Por qué tardaron tanto? –después del espectáculo y de haber dormido a todos quiso contemplar con ojos crítico su elaborado trabajo y aunque sus seguidores no comprendieran el motivo por el que no habían asesinado al grupo de la bruja se reservaban sus opiniones.
–Estaba un poco curiosa –admitió la medio demonio, su padre ni siquiera se dignó a observarla de reojo– El entusiasmo perduro poco tiempo. Creí que sería diferente.
– ¿A qué te refieres con eso, Charlotte? –pregunto mientras que Astaroth observaba el punto donde había desaparecido aquella gran energía.
–Quiero decir que todos son patéticos –la chica se observó las manos con desinterés, pensando en donde podría estar Vlad y si estaba a salvo del desastre– Al único que deseo con vida es a él, lo sabes. Por eso respeto tu decisión de mantener con vida a mi madre.
–Tan tiernos... –se animó a decir el otro con una sonrisa burlona–...padre e hija.
– ¡Astaroth! –lo interrumpió con un tono templado, volteando el cuerpo por primera vez desde que llegaron mientras que le lanzaba un pequeño frasco– Confió que no olvidaste nuestros planes.
–Claro que no –atajo el objeto sin mucho trabajo, dedicándole un gesto aburrido a su líder– No soy Sytry y mucho menos Lillith. Por otro lado, hemos estado esperando por este momento desde tu encierro. ¿Qué más podríamos hacer?
Alzo el contenedor por encima de su cabeza llevando hacia atrás su rostro con la boca abierta, produciendo un sonido placentero cuando de un solo movimiento rompió el cristal y dejo que el neto borgoña bajara por su lengua, directamente a su garganta con fragmentos incluidos.
–Que sabor tan nostálgico...
–Él no estaba aquí –reclamó dándole la espalda de nuevo– Ustedes no obedecen y hacen lo que quieren. Es un mal hábito.
– ¡No me vengas con esas! –exigió el demonio de sangre, rascando su oído con movimientos circulares con el dedo meñique– Eso lo sé. ¿De quién lo habremos aprendido?
Le miro con disimulo, la más joven se acercó dos pasos a su progenitor y pregunto con cautela.
–Padre... ¿Enserio tenemos que convencerlo de venir con nosotros? Él ni siquiera sabe que existes.
–Sí, ese es mi deseo.
La chica apretó sus manos, no podía creer que un ser tan antiguo como lo era su padre perdiera el tiempo en opciones que poco le favorecían, aquello era una señal abierta de que alguna vez fue un mortal. Sabía que vendió su alma al infierno a cambio de algo que al final no le fue cumplido pero desenterró un poder incrédulo y obtuvo el mismo nivel que el de un dios, pudo manejar un imperio demoníaco sustentable y repartió la maldad como único pago a su poderío pero... ante sus ojos seguía siendo un sentimentalista.
¿Tanto amo a esa mujer que conoció en su encierro?
Acaso...
¿También amo a su madre?
Mordió sus labios de la impotencia hasta que un sabor salado invadió sus pupilas gustativas. Odiaba sentirse reemplazada por alguien que apenas y conocían.
– ¿Estás seguro de que está vivo? –insistió sobre el tema, Mefisto reconocía los celos en su descendiente por lo que sonrió por lo bajo, ella nunca lograría comprender aquel vinculo que lo unía a su primogénito, quien solo tuvo como único propósito el liberarlo de aquella maldición pero lo amo, lo supo cuando vio el sentimiento a través de los ojos de su amada– ¿No son tus quimeras de culpa por haberle fallado a ella?
Dedicándole una pirada despizca a la menor respondió muy seguro de sus palabras y con toda la intención de colocarla en su lugar.
–Lo estoy, puedo sentirlo al igual que te siento a ti. Pero... es distinto –los ojos de la chica vacilaron cuando noto la profundidad con la que era observada– Él es mi primogénito, evadí la opción de ser liberado a cambio de su alma. Él es mi heredero.
– ¡¿Qué quieres decir con eso padre?!
–Que tú fuiste la que pago el precio para mi libertad –acerco su mano a su rostro para acariciar sus facciones.
–N-No...
–Estás con vida porque eres mi hija pero... no vales nada. No eres nada en realidad –al ver que no se movería de su lugar por el impacto de aquellas palabras dejó en sus manos otro frasco con un contenido más brillante– Confórmate con eso, Charlotte.
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Lo primero que sintió al atravesar aquella puerta fue un silencio aturdidor, sus sentidos reclamaban la ausencia de todo, incluso de luz. Luego, al pasar unos segundos la oscuridad fue esfumándose de sus ojos dejando ver un camino rocoso lleno de agua y... ¿Peces luminosos? Si, aquellos pequeños animales eran los que le brindaban la poca luz que había en aquel escenario. No lo reconocía, era una especie de estanque y alrededor se alzaban grandes murallas de árboles que no dejaban ver más allá pero en la cima, otra hilera de luces dejaba entender que había distintos caminos a seguir.
Otro sentido que pudo sentir fue el tacto y el oído, estaba lloviznando, el agua recorría su piel con calma y por poco estuvo tentado a quedarse observando el sitio si no fuera por la presencia demandante de atención que tenía a unos diez metros de su posición y aun con eso, no detuvo sus pasos haciendo que el elemento también resonara con sus pasos mientras dejaba ligeros ecos en la superficie.
–Bienvenido a las puertas del Infierno, el Inframundo y el más allá –le informo como si fuera capaz de leer sus dudas, sosteniendo por el cabello al príncipe Vlad mientras permanecía sentado ignorando lo que ocurría a su alrededor– Durante unos pocos días del año es posible para un humano atravesar sus límites sin tener un castigo de Dios. Es hermoso, las almas marchan por la oscuridad hasta alcanzar el sendero que los guiara a su juicio.
Soltó al joven durmiente quien quedo boca arriba y varios peces que estaban cerca huyeron espantados por el movimiento.
– ¿No crees que es lindo? –se dio la vuelta y extendió sus garras a ambos lados de su cuerpo, haciendo énfasis al gran tamaño de aquel portal y dejando a la vista sus diversas capas de plumas tornasoladas– Aun cuando gobierna lo oscuro siempre permanece un poco de luz. ¡Ah! La luz en la oscuridad. Las almas... pequeñas esperanzas... –cerro sus ojos con agrado, su voz era la de una mujer relajada– Este lugar me fascina. Sí, eso es. Cada luz son pequeñas esperanzas, una sola lucecita puede ser suficiente para evitar que le temas a la oscuridad o que te pierdas en ella. Solo una... ¿Comprendes lo que quiero decir?
Edward no se movió más del sitio pero desvió su mirada hasta el cuerpo de Vlad. No comprendía el significado de aquellas palabras.
–La luz es esperanza –abrió sus ojos y sonrió con dulzura, como si se burlará del héroe por hacer del esfuerzo de mantener algo de control, sin cambiar su postura de embeleso.
– ¡Cállate de una buena vez! –gruño con cólera– Aléjate de Vlad y dime ¿Dónde está Charlotte? Si no me respondes ahora te golpeare hasta que no sientas más dolor y me lo digas desesperadamente.
–Eres igual a él –sugirió de forma despreocupada, no se sentía amenazada con su presencia, mucho menos con sus palabras– A tu padre.
Se dio la vuelta para mirar su reacción, él joven no percibía a que se refería con todo su juego de soflamas.
– ¿Es esa tu luz? –le pregunto con interés– ¿Salvarlos a los dos? –se colocó de frente otra vez mordiendo levemente una de sus garras– ¿Lo es? Ni siquiera sabes quién eres, ¿No es verdad, híbrido? A mi parecer, nadie sabe sobre ti. Tu origen, tu esencia... ¿Hijo de un dios? ¿De un ángel tal vez? Es por eso que vagas sobre la tierra como una sombra que busca su redención. Lo sabes pero te niegas a escucharlo.
Una de las cejas del hombre se alzó con demencia, escucharla le estaba provocando una jaqueca, ¿Acaso ella estaba sugiriéndole que...? No, él no lo creía pero...
Pero...
–Sueñas con el infierno –un latido resonó en sus oídos, tan potente que creyó que desfallecería del dolor– Anhelas la respuesta, el por qué no te juzgaron cuando estuviste en sus terrenos la primera vez que moriste. Ni siquiera un dios pudo condenarte porque tú, mi querido niño, no posees un alma para hacerlo. Estás maldito.
No podía decir nada aunque quisiera maldecirla hasta el cansancio, aquello estaba más allá de sus entendimientos y era doloroso. Dolía en su pecho, en su orgullo y en su existencia.
–Anubis lo supo cuando te vio, por eso te dejo ir de sus heredades y te marco para que no volvieses a ir a su juicio –el rostro sereno de aquella demente comenzaba a extender una sonrisa a medida que distinguía su confusión– No fue la magia de Helena la que te salvo esa vez, fue esa carencia de existencia que posees. Nadie había percibido algo igual en la historia del universo. ¿Lo recuerdas? Cuando moriste por segunda ocasión en una batalla... ¿Dónde fuiste esa vez? El primer camino te fue prohibido por lo que marchaste errante hasta el Inframundo pero... ¿Te recibió Hades? Supongo que no, ni él quiso comprometer su cabeza recibiendo a un hombre como tú entre sus muertos y desde entonces no has envejecido más y has muerto una y otra vez.
–Cállate... –susurro cansado de sus argumentos pero no podía detenerla.
O mejor dicho, no quería.
Necesitaba saber más, saber eso que nadie sabía.
Ni siquiera él.
–La esperanza es una diminuta luz en la oscuridad. La luz es el alma, pero tú... ¡Tu ni quiera posees un alma, Edward!
– ¡Cállate! –le suplico mientras algunas lágrimas se ocultaban con la lluvia y descendían por sus rostro perdiéndose en la gran laguna que tenían bajo sus pies.
Y aunque le dolía sabía que aquello era real.
– ¡Si, eso es! ¡Grita! –le animo con un gesto que distorsionaba su máscara humana– Desde que te conocí pude escuchar tus gritos, soy una experta en eso. ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Por favor, escúchenme! ¡¿No pueden escucharme?! ¡Por favor...! ¡Ayuda! ¡¿Por qué me abandonan aquí?! ¡¿Qué es lo que soy?! ¡Quiero morir!
La risa burlona del ente resonó segundos después de su dramatización, Edward sintió que sus fuerzas habían abandonado su cuerpo, su mente y su alma.
No, aquella idea estaba mal porque desde el comienzo, nunca tuvo un alma.
–Lamentablemente... aquí solo estamos los espíritus de los muertos –los peces seguían revolotearon a su alrededor, ella tomo uno con delicadeza entre sus dedos y al sacarlo del agua el animalito comenzó a removerse con desesperanza–...y nosotros. ¿No es irónico? –la luz que rodeaba al animal comenzó a extinguirse a medida que sus movimientos erráticos fueron disminuyendo– Al final, la luz no significa nada en este lugar. Aquí no quedan esperanzas. Las almas... solo son comida para nosotros.
Abrió su boca y lo devoro de un solo bocado derramándose un líquido brilloso por las comisuras de sus labios.
–Antes de que nacieras, miraba estas luces con tu padre –el corazón del híbrido se desenfreno con aquella nueva oración. ¿Ella conocía a su padre? ¿Acaso ella podría ser...? No, no, no...– Por eso, desde el comienzo tuve la intención de traerte aquí. Mostrarte este hermoso lugar. ¿No te es familiar?
Otro latido superficial golpeo su cuerpo, imágenes de cuando estuvo vagando de niño por el sitio se hicieron presente en su mente. El terror que sintió al no encontrar a nadie conocido a su lado, las luces que se perdían en la cascada, las sombras que caminaban sin orden por el sendero... la colina, las luces... los guardianes.
El dios.
La frente de Edward se arrugo en una mueca molesta, no dejaría que jugara con su mente, no le permitirá nublar su conciencia porque su única pista era que... su otra mitad era de un dios.
–Soy un semidiós.
Un estruendo a lo alto se escuchó, la barrera que le había golpeado al primer intento de entrar había sido rota finalmente y alguien los estaba buscando, lo percibía en el ambiente.
–Awwww, pequeño –fingió dulzura ante el gesto molesto del muchacho– Mis sentimientos han sido destruidos. Y yo que creí que nos llevaríamos bien. Estuve pensando que... no me importa si eres o no su hijo. Las esperanzas no duran mucho, terminan oscureciéndose con el tiempo hasta que desaparecen del todo. ¿No es egoísta lo que hizo tu padre?
– ¡No hables así de mi padre! –le grito empuñando con fuerza su lanza, apuntando hacia ella.
– ¡Oh! ¿He lastimado tus recuerdos? –simuló inocencia– Lo siento mucho, Edward pero... ese humano no era tu padre.
– ¡¿Qué?! –otro temblor hizo vacilar su percepción.
– ¿Creías que me refería a un humano cuando mencione a tu padre? No, no, no, no... ¿Enserio pensabas que tu lado humano provenía de ese escuálido soldado?
–Maldita... –susurro entre dientes, oprimiendo con fuerza su mandíbula.
–Tu padre es un demonio... –el sonido fastidioso que producía esa boca le estaba provocando un infarto emocional.
Su padre fue John Mowbray.
El rostro alegre de un hombre mayor golpeteo sus sentidos, incluso podía escuchar su voz tosca cuando le estaba entrenando para que fuese un guerrero digno como él.
–Mientes...
Su padre fue un maravilloso soldado.
Podía resaltar cada logro obtenido por el hombre; el escudo real de Inglaterra, quien lo educo, protegió y amo con sinceridad.
–Sabes que no miento –continuo provocándolo.
Su padre era un humano.
Aquel que recibió las heridas para que pudiera escapar de los escoceses, quien se sacrificó y no pudo enterrar porque le dio una segunda oportunidad de vivir.
"–No mires atrás, Edward. Ya estoy viejo para esto –las heridas de dos flechas asomaban por su abdomen, no tenía la fuerza suficiente para arrastrarlo en medio de la contienda y sus propios desgarres le dificultaban el respirar. Lo sabía perfectamente, ser un guerrero implicaba morir en el campo pero... él no se apartaría de su cuerpo ni aunque la batalla acabara con su vida, no dejaría a su padre en ese lugar– He vivido mis mejores años y te he visto crecer. Para mí eso fue suficiente."
"–Padre, ¡No me pidas eso por favor! –su voz carecía de aliento y su pecho subía y bajaba con dificultad– Si he de morir a tu lado, ¡Que así sea!"
"– ¡Edward, escúchame una última vez! –le suplico el hombre con un gesto adormecido– Si tú vives yo viviré en ti. No me des este dolor de saber que junto a mi cuerpo yacerá la vida de quien más he amado en el mundo."
"–Papa... –las lágrimas del menor humedecieron el rostro de John, su mano gélida como el hielo acariciaron por última vez la piel de su rostro."
"–Vete de una buena vez, muchacho tonto –grito otro soldado que desvió una espada que iba a su espalda– Esto ha sido una trampa y deben pagar por su traición, alguien debe anunciarlo al Rey."
"–Te amo, papa –le dijo mientras lo acomodaba sobre el barro y se levantaba para echar a correr a uno de los corceles que le esperaba para partir mientras los demás lidiaban con el caos– Te amo."
Su pecho dolía como mil infiernos, el dolor de su perdida fue inmenso pero nunca tuvo tiempo de mostrarlo.
"–Y yo a ti, hijo –murmuro con denuedo cuando veía que se alejaba con frustración pero aun así pudo escucharlo por su amplio sentido auditivo y el viejo lo sabía porque era su hijo– Gracias por todo, mi pequeño gran milagro."
Su padre...
"–Lo siento, papá... –se sintió como una escoria al dejarlo en medio de la porquería y la sangre– Lo siento por ser tan débil..."
–Tu padre es Mefistófeles –y con la simple mención de ese nombre Edward gritó con furia y se lanzó sobre ella con enfado, no le creería y nunca lo haría porque su padre fue el gran Mowbray. El sonido de su lanza contra las garras del demonio resonó en el sitio con un débil tintineo, Edward se quedó paralizado a espalda de ella mientras seguía escuchando su risa infantil. Había roto sin dificultad su nueva lanza– Eres igual a él, aunque no lo aceptes, lo niegues y lo desprecies, eso nunca cambiara.
– ¿Dónde está Charlotte? –le repitió entre dientes, sabía que podría escucharlo– ¡Dímelo!
–Si aceptas está verdad quizás reconsidere decírtelo. No seas tonto y deja de luchar contra tu familia –lo miro temblar con impotencia, estaba lastimándolo de manera más letal que lo físico– Llevas nuestro linaje en tu...
De pronto un hilo de sangre broto de su cuello, jadeo con impresión y llevo sus dedos hasta la herida. No era tan profunda como lo espero pero aun así estaba absorta en el suceso... ¿Cuándo la había alcanzado si su arcaica arma se rompió en el ataque?
–Te he dado mucha importancia –concluyo sin mucha emoción, estaba enfadada– Seré yo la que entregue tu cadáver y no me importa el castigo que venga después. Te daré la dicha de morir, cumpliré tu más anhelado sueño –realizo un movimiento antinatural con su cuello para después inclinar su cuerpo al frente perdiendo cualquier rastro humano que hubiese podido tener, lanzándose en menos de un parpadeo a su objetivo– Sé de alguien que estará feliz al final de todo.
–No puedo morir –respondió con presunción tacleando su ataque con el borde de sus dos brazos, ejerciendo fuerza en sus piernas para no salir empujado por el impulso del choque– Pero si de casualidad hoy me abres las puertas a la muerte, ten por seguro que volveré y te encontraré.
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– ¿Dónde estamos ahora? –preguntó Radu mientras veía los árboles, no sabía exactamente donde estaban localizados.
–No lo sé –reconoció el comandante del escuadrón de manera tosca, decir que se sentía enfadado por comprometer su seguridad y la de los demás de esa forma era poco y para completar su mala suerte, seguían sin pistas del motivo por el cual se llevaron con ellos al príncipe Vlad– Porque mejor no me explicas tú lo que sucede. Alguna idea has de tener, ¿No?
Tenía la leve sospecha de que el joven sabia más de lo que mostraba, no sería extraño ya que los ilustres solían rescatar muchos secretos entre su estirpe. El capitán del grupo les había dicho que estaría verificando los alrededores mientras que un pequeño grupo resguardaban al joven, desde que Edward ingreso a ese extraño portal se dividieron en dos porciones, una que regreso al palacio y otra que se quedó a la espera con el noble.
– ¡¿Qué mierda se supone que estamos esperando?! –todos se congelaron ante el trato del guardián pero luego recordaron la ligera cercanía que había entre ellos y relajaron sus posturas– ¿...o a quién?
Sabía la respuesta pero esperaba que su joven señor no fuera tan estúpido como para haber pensado siquiera en eso.
–No estoy seguro –los ojos de Radu enfocaron la entrada por donde había desaparecido el héroe con contradicción, tragando grueso lo que fuese que se estaba disolviendo en su cabeza.
– ¡¿Qué?! –grito con ofensa– ¡¿Sabes el peligro que corremos al quedarnos aquí?! ¡¿Has pensado tan siquiera en eso?!
–Es algo que debo hacer, lo prometí –rehuyó del tema sin mirar a ninguno– No deben quedarse conmigo por obligación, yo no estoy como un príncipe en este lugar. ¡También soy un soldado!
– ¡¿Una promesa?! ¡¿Es enserio?! Al menos podrías explicarme, ¿No crees?
–Lo haría... –balbuceo levantándose para acercarse a la entrada y tocar aquella muralla invisible que no le dejaba seguir al héroe. Porque si, lo quiso alcanzar pero se topó con algo crepitante que no lo dejaba avanzar–...si supiera como hacerlo.
Un rayo estruendoso volvió a iluminar los cielos, una fuerte presencia los embargó a todos de miedo. Podían escuchar los pasos, podían oler un agradable aroma, podían sentir la energía pero no podían ver que era lo que estaba allí con ellos.
– ¡¿Q-Q-Que...?!
Los labios de Radu se cerraron cuando finalmente enfoco a una persona que caminaba en el medio de todos, su aspecto lleno de soberbia le recordó lo diminuto que era en cuestiones de poder y cuando quiso buscar apoyo moral en su compañero se percató de que el único que seguía en pie y consiente era él.
¿Qué diablos estaba sucediendo?
Sintió una gota de sudor descender por su frente cuando noto que no solo traspaso aquella pared espiritual sin complicaciones sino que la rompió dejándolo a él como motivo de interés, sonriéndole de forma curiosa.
–Ven, sígueme –la voz de aquella revelación era infantil, amable y cálida pero lo que espanto su pecho fue el hecho de que no vio que abriera sus labios en ningún momento– Acompáñame hasta la luz, príncipe Radu CelFrumos.
Algo en esa manifestación la consideraba muy familiar, esperaba en lo profundo de su mente no estar en peligro porque su cuerpo no tenía la voluntad para mover ni un solo cabello.
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El héroe luchaba a mano alzada, no tenía ningún arma grande que lo ayudara con el ataque así que prefirió usar sus habilidades y vivacidad, algo que no era suficiente frente a esa mujer pájaro pero que la comprometía en movilidad. Ella parecía solazada, batía su cuerpo con presteza y parecía leer cada movimiento con anticipación, prescindiendo cada puño o patada, utilizando sus zarpas como adarga cuando milimétricamente estaba por tocarla, el sonido de sus impactos era férreo como si dos espadas se encontraran en rebate, haciéndola retroceder con cada ofensiva mientras que saltaba a su colisión con la esperanza destructiva de al menos acertar un golpe.
Un puño a la derecha y ella giraba a su izquierda, una patada al frente y las garras disminuían su precisión, estaba cansándose pero no se detendría por ningún motivo. Fue en un salto decidido donde su rival se tambaleo en la superficie y acertó rosarle la mejilla con su mano izquierda trayéndose consigo gotas de sangre o lo que parecía serlo porque el tono negro dejaba mucho a la imaginación.
En ese momento vio una arruga reflejada en su frente y un descuido en su retaguardia propinándole con la derecha un golpe en el estómago que la hizo retroceder varios metros y saltar para evitar la caída pero no por eso se detuvo, antes que se estabilizara salto por otro golpe que impacto en su costilla, sacándole un gemido que logro distraer su atención recibiendo en su pierna izquierda aquellas garras que atravesaron su piel saliendo por la parte posterior. Cualquier humano hubiera gritado pero acostumbrado a la sensación siguió con su arremetida, sacando de su cinturón una daga reluciente con la que corto aquellas zarzas, quedando dañado por ellas sin ninguna señal de molestia, lanzando un rodillazo con esa misma pierna pero esquivado al instante con un salto que lo dejo vulnerable.
Nada que no supiera lidiar, tiro sus manos al frente para conseguir donde sostenerse y empuño sus piernas para facilitar una patada que fue innecesaria al sentir otro salto libre de su enemiga, la herida disminuía su velocidad aunque no quisiera admitirlo.
La maldecía internamente por el daño en su pierna.
Otro golpe fue por la derecha impactando su mejilla pero parecía que había sido predicha porque al instante otro par de garras se establecieron en su pierna saludable más sin embargo él tenía sus aragonesas en batalla y también había rematado su diminuta arma en ella.
Se quedaron inmóvil, observándose mutuamente mientras que las diminutas gotas caían del cielo y producían ligeros ecos a su alrededor, los labios de la demonio se expandieron en su rostro y de su garganta broto una risita dulce e infantil, parecía complacida con su resistencia pero pronto la eufonía fue ahogada por un buche del líquido alquitrán que asumía era su fuente de vitalidad.
Había atizado directamente su pecho, quizás donde latía aquel núcleo muerto de acero.
–Bien hecho... –susurro casi sin aliento–...termina el trabajo y córtame el alma con tu puñal celestial. Te sugiero que recuerdes está enfrenta, te servirá algún día.
Sus ojos brillosos por el éxtasis de la ofensiva se apagaron repentinamente, aquel cuerpo había perdido lo que por milenios había poseído.
–Asesina también a Belial, si lo haces...
– ¿Belial?
Cuestiono con dudas pero ya no obtuvo respuestas, ella había muerto con la misma sonrisa y sin cerrar sus ojos para no perder la oportunidad de observar por última vez aquel rostro. Su sangre pronto se fue convirtiendo en circunferencias de luz, naciendo después innumerables pececitos brillantes que corrían frenéticos por el agua, danzando libres a su alrededor de manera sublime.
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Helena se quejaba entre sueños, lentamente fue escuchando sonidos de voces y quejidos que activaron el sensor en su cuerpo, abrió sus ojos con algo de mareo, enfocando enseguida a dos rostros que conocía muy bien.
– ¿Estas bien, Helena? –pregunto Henry con autentico sentir.
–Charlotte... –balbuceo al no poder eliminar esa bruma que aturdía sus sentidos–...mi sangre.
– ¿Huh? –la frente de Osiris se arrugo con fastidio– ¿Helena, sabes dónde estamos?
La pelirroja cerro sus ojos para seguir descansando, la cabeza le dolía mucho y no tenía idea de lo que estaba sucediendo así que prefería evitar el esfuerzo, solo podía recordar el rostro de su hija y... el humo.
–Estoy en...
Fue cuando su juicio comenzó a ser estable, se sentó de forma apresurada y observo sus alrededores. Habían personas en el suelo ayudándose uno con otros, también muchos monstruos con piel traslucidas que derramaban liquido oscuro por el suelo sin moverse, su respiración se agito y sintió como sus años de vida no habían servido para nada en frente de su perpetuo contrincante.
–No hagas eso, Helena. No te sientes tan rápido –le advirtió el moreno– Aun debes estar mareada. ¿Te sientes bien?
Ella asintió como respuesta mientras veía sus rostros afligidos por los hechos.
– ¿Qué sucedió? –se acomodó el cabello hacia atrás mientras evitaba respirar con tanta frecuencia para disminuir la presión en su cabeza– Solo recuerdo el gas y después no sé exactamente que paso.
–Nos dijeron que era algo que aducía el sueño –respondió Osiris evaluando a su derecha donde descansaba su hermana gemela– Supongo que no engañaron esta vez.
–Quedamos en ridículo –refunfuño Henry– Ellos jugaron bien sus cartas, demostraron ser más fuertes que nosotros.
–Pudimos haber muerto... –señalo un joven a quien Helena identifico como Edmundo– Señorita Helena, ¿Que es usted realmente? Los humanos... los humanos no podemos...
–Estás vivo Edmundo, no te aflijas más por esto y sigue adelante –le pidió Helena acomodándose mejor en el sitio para dedicarle una mirada a sus compañeros– ¿El plan de Mefisto era demostrarnos su fuerza?
– ¿Huh? Eh... n-no... no parece haber sido eso, precisamente.
Tenía sus sospechas y cuando llegaron los refuerzos del exterior o los que quedaban con vida supo que sus cavilaciones eran acertadas.
– ¿Qué quieres decir, Osiris?
–En realidad encontraron los frascos con los que transformaron a varios invitados y soldados. Muchos están sin uso –Henry camino hasta donde temblaba el soldado que le había hablado a Helena y le ofreció un vaso de agua– Parece que decidieron no utilizarlos.
–Además... –los puños cerrados del dios le dejaban en claro que desde el inicio habían sido una especie de distracción, las palabras de Henry se lo aseguraba–...no sabemos dónde se encuentra Vlad y Edward.
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Radu caminaba por un túnel que parecía no tener salida, todo estaba tan oscuro y silencioso que cuando comenzó a escuchar un goteo al final le pareció extraño, también noto que la negrura del espacio fue disminuyendo por luces que se movían de forma agraciada a su alrededor.
"¿Qué es eso que danza por el suelo? N-No puede ser... son peces luminosos..."
Sin detener su marcha continúo siguiendo a la mujer que no había dicho nada más después de que consiguió mover sus músculos, pronto se encontró pisando agua y evitando con todas sus fuerzas el pisar a esos animales pues temía que al hacerlo algo malo ocurriera, sus instintos le decían que los evitará. Sentía que andaba en un espacio inhóspito, más allá de cielo e incluso de la luna, como si todo lo que lo rodeara fuera parte de la noche, seguramente aquello eran estrellas que bailaban a sus pies con forma de peces y por encima existía algún gran espejo que los reflejaba a todos.
– ¿A dónde quieres llevarme? –se animó a decir, estaba menos asustado que al principio– ¿Qué es todo esto?
Pero no recibió respuesta.
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En el palacio la situación no había mejorado, Anubis no mostraba signos de querer despertar, los invitados sentían demasiado miedo como para partir o salir de la sala de reunión, el rey no había podido dar alguna explicación y los que no eran del todo humano estaban patrullando las áreas para asegurar la seguridad de todos.
Luego de unos minutos se encontraron en la terraza.
–La ninfa no nos ayudó en nada, sus delirios eran producto de alguna especie de hipnosis, además... –el tono de voz empleado mostraba su inconformidad, seguía preocupado por su hermana.
–Explícame –pidió Helena.
–Sera mejor que no te lo diga –la atención de Henry estaba perdida en el bosque, señalo un punto a lo lejos donde una luz brillaba con intensidad– No tiene pie ni cabeza de todos modo.
–Tengo una sensación muy rara desde que todo esto comenzó –los hombros de la hechicera estaban cubiertos con la capa de Edward, ambos seres le observaron– Lo que sucedió es muy extraño, parece que fuimos invitados de manera disimulada a esta zona. ¿Por qué motivo? Es lo que no logro entender. ¿Qué es lo que Mefisto quería mostrarnos aquí? Todos los casos que nos trajeron hasta este palacio no se han resuelto del todo. Creo que... sucede algo mucho más macabro en esta ciudad y lo estamos ignorando. Es por eso que... desde que llegamos intente entender pero parece que mientras más indago menos descifro la realidad. Debo averiguarlo.
– ¿Por qué siento que por primera vez conozco a la Helena que todos admiran? Ya sea un semidiós o un demonio –los ojos verdes de la mujer enfocaron al moreno– Al menos eso creo, desde que te conocí has sido la obsesión de... de mi amo. Solo eso. Para mi eras insignificante, lo siento. Ahora, sobre ese asunto, también estoy de acuerdo.
– ¿Gracias? –la bruja le dedico una mueca que no lograba ser una sonrisa porque no sabía si lo dicho era una ofensa o un alago– Eso me alivia aunque nunca busque la aprobación de un dios.
Henry se mantuvo a la par, no quería intervenir o añadir nada al asunto.
–Por lo general, he vivido persiguiendo un pasado que no me da ninguna respuesta –admitió con vergüenza– Mis sentimientos me atan y me vuelven vulnerable, por eso sigo equivocándome. Quizás esta sensación sea otro de mis errores.
–Creo que esta vez si estas en lo correcto –Osiris se acercó a Helena y acomodo uno de sus cabellos rebeldes por detrás de su oreja– Algo en todo esto me dice que no estas errada.
– ¡Tenemos que descubrir este enigma! –levanto la voz decidida a ser escuchada– No podemos seguir ignorando ese mundo espiritual que nos rodea.
– ¿Espiritual? –Osiris no estaba del todo seguro con ese término– Creo que quisiste decir paranormal o divino.
– ¡Atención! –la voz de Henry los sorprendió a ambos, paso por el lado de los dos y se colocó en el borde del lugar– ¡Juro respetar los preceptos de Inglaterra, cumplir las órdenes de nuestro Rey, Eduardo I, anteponerlas a mis obligaciones como soldado real y exigir que todas se cumplan!
La mirada que le dedico a la hechicera era certera, aquel juramento había sido pronunciado por cada uno de ellos cuando estuvieron en la milicia, los ojos de la pelirroja se llenaron de lágrimas al tener un recuerdo hermoso de su pasado. Eduardo, su príncipe y ángel, quien le salvo y dedico los mejores años de su vida pero que también le creo aquella herida incapaz de cicatrizar por los siglos de los siglos. Obviamente Osiris no encajaba en el dúo, ni siquiera sabía a qué se debían esas palabras.
El rostro de Helena se volvió serio y adopto la postura recta que mostraba el joven, llevando su mano izquierda a la espalda y la derecha al pecho.
– ¡Sin favorecer a nadie más, sin temer a nadie mas! –tantos siglos sin recitar aquel juramento le hacía ver que aun en su aparente longevidad seguía siendo leal a su Rey– ¡Sin ninguna maldad y resentimiento, obedeciendo mi conciencia!
– ¡Salvaguardando el reino así como la libertad y los derechos de su estirpe! –continuaron al unísono, como si ambos pudieran crear una sola voz– ¡Juro solemnemente desempeñar mi tarea de soldado, lo juro con el corazón! ¡Larga vida a Eduardo I de Inglaterra!
Se observaron con una sonrisa en los labios, sintiendo como un peso extra era retirado de su pecho.
– ¿Es eso un juramento histórico? Ese rey lleva siglos muerto... –cuestiono Osiris recibiendo una mirada de soslayo por ambos, el cielo comenzaba a mostrar signos de que pronto amanecería– Ya veo... entonces, aun no olvidan su moral justiciera. Si es así, debemos resolver un caso a la vez. De ese modo, sé que daremos con la verdad detrás de todo este caos.
No recibió ninguna opinión por lo que decidió seguir el sermón.
–Cuando todos esos logros se acumulen, por más pequeño que luzcan, terminaran formando un mapa que nos guiara a algo. Sé que es así –la sonrisa del dios era magistral, la bruja y el vampiro nunca habían presenciado una mueca parecida en su persona– O al menos es en lo que yo he creído siempre, por eso seguí a Anubis hasta este mundo terrenal. No tengo idea de que será ese algo pero estoy seguro de que la respuesta está junto a él.
Los tres miraron el firmamento con un gesto liberador.
–No tengo idea de lo que quieres decir –la voz de Helena borro el silencio que se había creado– ¿A quién te refieres?
–Pensar en todo eso no tiene el menor sentido –obviamente él no le respondería esa respuesta, no hacía falta que supiera que su objetivo era proteger a la deidad de la muerte– ¿No lo creen?
La sonrisa de la hechicera fue señal de que había caído en cuenta en el detalle.
–Comprendo muy bien –le aseguro dejando a Henry con un gesto de incertidumbre– Prometo no volver a preguntar. ¡Seguiré buscando a mi hija y la salvare de los brazos de Mefistófeles!
– ¡Oye! –le grito Henry con molestia mientras que Osiris restregaba su mano derecha en su frente, Helena estaba de buen humor así que no le importaba lo grosero del gesto– No entiendo nada de lo que dicen pero estoy seguro de que Osiris no se refería a eso.
Y después de mucho tiempo Helena pudo reír sin sentirse condenada.
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