CAPÍTULO XVIII

Habían pasado varias semanas desde la muerte de Samael y la investigación de aquel caso demoníaco se vio estancada al no recibir más denuncias por los alrededores, Helena se había retirado aquel mismo día pero regresaba cada cierto tiempo para asegurarse de que Edward y Henry continuaran en el palacio, ellos viajaban por las aldeas más pequeña en recolección de datos y se informaron mejor sobre los acontecimientos ocurridos detrás de las montañas.

Al ser un terreno inexplorado no era conveniente movilizar ningún tipo de tropa hasta el lugar, los lobos solían acercarse lo más que podían pero el problema estaba en aquel demonio de fuego llamado Cerberos que ejercía dominio sobre ciertos terreros erigiendo barreras de fuego que el agua no podía deshacer y que ciertamente los hería de gravedad, comprobado por el mismo Henry que estuvo indispuesto un día completo después de ser quemado por las flamas infernales de aquel demonio.

Los príncipes cumplían sus horarios de clases informándose sobre aquel mundo que apenas conocían y entrenando formas para poder defenderse con más alcance aunque si observaban con detalle el campo donde se habían enfrentado Samael con Helena podían darse por seguro de que cualquier esfuerzo seria en vano con aquel limitante conocido como ser humano.

Mefistófeles se mantuvo al margen, ampliando sus conocimientos sobre aquel nuevo lugar y vigilando los terrenos otomanos, Charlotte se mostraba muy deprimida por no poder saber sobre el joven Vlad pero su padre ya se encargaría él para complacer aquel capricho que sentía por el humano. Lilith entro a la recamara del demonio y se hizo a un lado dejando pasar también a un pequeño niño humano que venía acompañado por su madre, ambos eran menudos y se notaba la desnutrición sufrida, prácticamente destilaban la muerte por sus ojos, era cuestión de días para que fallecerían por hambre.

El niño se acercó obligado hasta donde permanecía el líder con la ayuda de un pequeño empujón que le dio su madre en la espalda, ella apretaba sus manos y evitaba cualquier contacto con los presentes. El infante observó de reojo a otra mujer que estaba detrás del caballero y se paralizo, aquello no era humano asustándose más de lo que ya estaba, sus plumas brillaban bajo la luz de las velas y la luna parecía completar su aura de maldad.

–Lo siento pero había que hacerlo –murmuraba su madre, Lilith le había prometido a cambio del niño mucha prosperidad y debido a la necesidad que cruzaba no se lo pensó dos veces– Con tu sacrificio nosotros podremos sobrevivir otro año más.

El pequeño dejó caer por su demacrado rostro pequeñas lágrimas que había contenido en todo el camino, le había prometido a su hermana menor que sería valiente y que volvería lo más pronto posible pero comenzaba a comprender la oscuridad que lo rodeaba y el destino que le esperaba a manos de ellos, era el cordero de sacrificio para alguna especie de ritual.

–Por favor, no llores... me siento incomoda –el tono usado por su madre era el mismo que usaría cualquiera para reconfortar el miedo, algo ilógico sabiendo de ante manos que había entregado a su propia sangre a las fauces de los demontres– ¿Por qué tiemblas así? Bueno... ya tengo que irme.

Dijo sin siquiera sentir remordimiento, estuvo a punto de salir por la puerta cuando Sytry la detuvo con una sonrisa horrorosa sobre sus labios, estando así de cerca pudo apreciar que en su boca no existían dientes, todos eran colmillos desgarradores similares a los de las mandíbulas de los tiburones. Soltó un gemido espantado cuando sintió aquellas monstruosas garras aferrándose en una de sus muñecas, acercándola donde se encontraba un muy entretenido Mefisto, él odiaba a los humanos por esos simples detalles, los rechazaba por su egoísmo ante la supervivencia y recalcó su desprecio con una mirada nefasta.

No deseaba al niño, la necesitaba a ella: un sacrificio que nadie notaria ni juzgarían.

La mujer se removió en medios de gritos sin sentidos sin mucho éxito, aquel pajarraco medio humano tenía una fuerza sobrehumana, Lilith se inclinó donde el niño veía espantado toda la escena y le sonrió, extendiendo su mano para ser tomada por la de él sentándolo a un lado de Mefisto para que pudiera observarle el rostro pálido de su progenitora con mayor notoriedad.

El líder de aquella legión maldita acaricio el cabello infantil como si fuese una nueva mascota para él.

– ¿Por qué tiemblas así? –cuestiono con burla la chica ave acercando su otras garras hasta la mujer, dejándole a la vista un pequeño frasco con un contenido dudoso, no era liquido pero tampoco era polvo.

– ¡¿Qué están haciendo?! –grito llena de horror, estaba temblando de pie a cabeza y su hijo solo podía contemplarla en silencio de la misma manera– El trato era que yo les entregará al niño y luego ustedes nos darían a mi hija y a mí las moneda de oro.

El apretón a su mano fue aún más fuerte sacándole gemidos de dolor, por un instante se apreció incluso un crujido que desencadeno una serie de alaridos y aullidos, había roto los huesos de aquella mano. Lilith se posiciono detrás de la dama, alzándole el rostro para obligarle a abrir la boca donde vaciaron el contenido de aquel frasco con todo y vidrios quebrados.

–Lo lamento... –el tono de Lilith era sensual, disfrutaba la tortura y el sufrimiento ajeno– Pero tenía que hacerlo. Tengo que confesarte que con tu penoso sacrificio tus hijos podrán tener una vida más... normal. ¿No estás feliz por ellos? Según tengo entendido una madre haría lo que fuera por sus vástagos.

–Nuestro objetivo está próximo así que... –el demonio se levantó de su silla dejando de juguetear con el muchachito y acercándose a la mujer, Sytry la había soltado unos segundos después de haber bebido el brebaje por lo que se retorcía en el suelo con libertad mientras arañaba y hería la piel de su cuello–...espero que nos sirvas de algo.

Los ojos desorbitados de la señora se volvían blancos mientras arqueaba su espalda y torcía sus extremidades de formas inhumanas, su hijo no la había dejado de contemplar con susto pero las lágrimas habían dejado de caer.

¿Qué podía hacer él siendo tan pequeño para salvarla de aquellos desconocidos si ella, siendo su madre y una adulta lo había llevado con ellos?

–N-o... esh... justo –gruñía en medio de espasmos, su lengua se encontraba fuera de su cavidad y la saliva caía de forma espesa, al no poder mover su mandíbula sentía como todas sus venas crecían en el interior y le quemaban sin descanso– Grrhhhhm... mals-di.tos... no quielo... agrrr... morirrr... argggr...

–Primera etapa, muerte por parálisis sanguínea – menciono Lilith, Sytry se hizo un lado tomando una posición defensiva obstruyendo la presencia del hijo ante aquella mala mujer, de pronto dejó de moverse y el silencio gobernó entre todos– El fruto de años de experimentación ha sido completado. ¿Quién diría que un accidente nos daría una idea mejor?

–Segunda etapa –canturreo la mujer con aspecto animal– Mutación y reanimación, en proceso...

Ambas sonrieron con malicia cuando temblores involuntarios hicieron acto de presencia en la piel de la difunta.

–Que lasstima me da.

Comentó de la nada el demonio de fuego, saliendo de entre las sombras de las cortinas, sus ojos brillaban con el mismo tono de la ímpetu y los tres demonios presente le observaron con desinterés. Ellas no dejaron de reír mientras esperaban los resultados de su reciente veneno, el hombre con aspecto canino extendió al infante un higo brillante y jugoso dedicándole una sonrisa conciliadora, el pequeño tomo el fruto sin vacilar temiendo ofender su humor y le devolvió la sonrisa de forma fallida.

–Esste no ess el ssitio correcto parra un niño como tú, vamoss por tu herrmana y vayamoss al alberrgue de la ciudad –le explico sutil, conduciéndolo fuera de la habitación– No temass, debess serr fuerrte porr el bien de amboss. Erres el hombrre ahorra, actúa como tal.

Si su aspecto fuera más humano podría decirse que era el ser menos malicioso del grupo.

–Gracias Cerby –canturreo Lilith provocando que apretará su mandíbula con enojo.

– ¿Te llama así?

–Parra loss humanoss como tú, ssi –su aspecto fue cambiado a medida que caminaban incluyendo su ropa– ¿Cómo te llamass tú y tu herrmana?

El niño no podía creer lo que veía aunque lo aceptaba de manera más tranquila, a su lado ahora caminaba un joven caballero con ropaje de clérigo.

–Me llamo Ángelo y mi hermana Angelina.

–Que curriosso –culmino el tema con incomodidad, odiaba cualquier cosa que se relacionara con los ángeles– Ahorra hass ssilencio y ssigueme...

*

Helena se había cansado de vagar sin ningún tipo de repuesta, llegando a un pequeño pueblo donde la música y la fiesta parecían no descansar, todos sonreían felices de un lado al otro ignorando lo que se cernía alrededor de ellos, todos hablaban sobre un festival y sintió curiosidad por tal festividad, postulándose como una artista solitaria de piano al reconocer el aroma de la madera de aquel esplendido instrumento y reemplazar así al pianista original que se había caído de un caballo fracturándose ambas manos. En momentos como esos agradecía la insistencia de Eduardo para que tomara aquellas aburridas clases.

Sentándose a practicar en el mecanismo demostró su delicado talento y como era de esperarse, los dos aldeanos presentes estuvieron complacidos con su demostración.

– ¡Eso fue maravilloso! –grito uno de ellos mientras aplaudía, ella sonrió dichosa desviando su mirada a las teclas que tenía al frente, un señor que estaba al lado del efusivo muchacho asintió dándole la razón– ¿Segura que no es una violinista de profesión? Tocas como los ángeles.

El adulto mayor le miro acusatoriamente por su aparente coqueteo.

–Sí, eso dicen pero... yo prefiero tocarlo en compañía de la soledad –admitió con una ilustre sonrisa, aunque se le notaba la nostalgia en sus acciones su belleza opacaba todas las penas– Pocas veces lo hice en público.

– ¿Enserio? En mi opinión personal tocas mucho mejor que muchos artistas que he escuchado –no estaba coqueteándole, al menos no era su intención pero el señor que estaba a su lado malinterpretaba sus palabras y las convertía en adulaciones.

Ella soltó una risita muy baja asintiendo ante aquellas palabras, los años no venían en vano y ella aprendió muchísimas cosas en aquellos casi doscientos años.

–Es bueno saberlo –menciono mientras pasaba sus dedos con finura sobre su madera– Este es un hermoso piano.

–Sí, Edmundo tiene algo razón –finalmente el señor aprobó lo dicho por el más joven, veía en ella el amor y el respeto merecido por los instrumentos– Y usted también, es un hermoso piano y muy viejo también.

–Es correcto, se fabricó hace más o menos doscientos años bajo el reinado del Rey Eduardo I de Inglaterra, sin embargo no se ve afectado ni desgastado, se usó bien y logró mantenerse –bajo la protección para sus teclas y les observo de reojo a ambos gentiles hombres– Ha sido tratado con amor y su mantenimiento ha sido exhausto y preciso. Por lo visto a pesar de que fue pasando de mano en mano en el transcurso de su historia, todos le dieron el mismo valor.

Recordaba aquel aroma, aquel color e incluso aquella textura, era el mismo piano que le había obsequiado Eduardo y que, tras abandonar el palacio fue rentado para pagar deudas inglesas y finalmente perdido dentro del mercado.

–Para mí este es un instrumento demasiado maravilloso –sus ojos brillaban con los recuerdos, un Eduardo joven sentado a su lado enseñándole las escalas musicales y una pequeña niña pelirroja que disfrutaba cualquier espacio de tiempo que él pudiese darle.

Lo extrañaba.

–Cierto, ya que lo dices así es sorprendente –reflexiono Edmundo dejando impresionado al mayor, aquello no era lo importante en sus palabras sino la certeza con la que lo decía y la opción de que sin conocerlos supiese sobre la reliquia familiar.

– ¿Ahora es ella quien está enseñándote a ti? –se notaba la ofensa en su voz y el muchacho solo pudo inclinar su rostro con una sonrisa pícara.

–El poder proteger algo vivo como esto nos demuestra que está en nosotros el transmitir esos valores cotidianos que nadie más puede apreciar, de esa forma en unos trescientos años más viviremos dentro de la memoria de dicho objeto u canción –observo por la ventana e intuyó una tormenta eléctrica para aquella noche– Para mí eso simboliza la música, por eso... no necesito mostrarla a nadie más pero si la voy a entregar, estoy segura de que cuando muera una parte de mi vivirá en la letra.

– ¡Bravo! ¡Bien dicho! –secundo el anciano– Eso es un verdadero músico. No como mi hijo que decidió unirse al ejército otomano.

– ¡Oye papa! Pero... –Edmundo se veía sonrojado–...yo soy tu hijo único.

– ¡Pues ya no! –dijo enojado– Me has deshonrado con tu estupidez.

Edmundo soltó un suspiro y Helena sonrió, aquel pueblo era precioso.

*

Las reuniones para actualizar las informaciones recolectadas por el ejército, la guardia, policía y mercenarios eran comunes desde el inconveniente de los campos de vino de Felús, el Rey se mostraba reacio al asunto pero no intervenía en los asuntos militares de los recién llegados y de Vlad.

– ¿Demonios artificiales? –dijo Mehmed sorprendido ante los nuevos descubrimientos– ¿Porque esa dichosa Orden del Dragón haría algo como eso? Debe de haber alguna meta secreta o cierto objetivo que los orille a esas acciones.

–Para hacer el mal no se necesita un objetivo, niño príncipe –añadió la chica diosa.

–Es que no se conoce a nadie que lo integre pero ustedes aseguran que hay agrupaciones que pertenecen a la Orden del Dragón en todo el mundo. Es demasiado avaricioso incluso para unos demonios... –respondió sin sentirse resentido por ser tratado como un infante– Además, ¿Por qué un dios egipcio se transforma en un lobo grande y peludo? Eso tampoco tiene sentido.

La chica gruño ocasionando un salto de miedo en alguno de los presentes.

–Es una organización misteriosa que siempre paso desapercibida pero un alocado Rey le ha agradado su caos y se ha dedicado a engrandecer sus doctrinas para destruir a la humanidad que hasta ahora conoces –Osiris intervino para que su hermana de sangre en aquel plano no hiciera una escena ridícula– Sobre lo otro, somos licántropos porque tomamos prestados estos cuerpos que estaban al borde de la muerte. ¿Alguna otra pregunta sobre nosotros? Creo que deberías ocuparte de otras cosas.

Mehmed levanto una de sus cejas y le susurro a Radu un poco cohibido.

–Oye, Radu ¿Crees que todo eso sea real?

–Vamos a ver... –respondió el otro príncipe con aparente fastidio– Mas te vale que no me hayas obligado a venir hasta aquí para mostrarme una información que crees que es falsa. ¿Has visto a la mujer convertirse en lobo y regresar a la forma habitual, conociste un humano que dejo de serlo y me preguntas si esto es real?

– ¿Eh? Pero... –el muchacho hizo un gesto cohibido desde su asiento y desvió su mirada hasta la chica de cabello dorado.

– ¡Cállense los dos! –les regaño Vlad, anotando los últimos descubrimientos– Déjenme escuchar.

–Hemos localizados rumores de que en la ciudad del difunto Vlad han encontrado cuerpos despedazados, como si hubiesen explotado desde el interior y otros disecados, sin ninguna gota de sangre –agrego Edward– Iremos a corroborar los cuchicheos esta misma noche.

–Pero tardaran días en regresar, no podemos dejar el palacio desprotegido y se acerca la ceremonia de compromiso de mi hijo –interrumpió Murat con asombrosa preocupación.

–Eso lo sabemos por eso dividiremos nuestra fuerza.

Henry sonrió ladinamente, aquello sería interesante de ver.

*

Tras una exhaustiva elección, el grupo inglés/egipcio se dividió en dos grupos llevándose consigo parte de los otomanos, quedando conformados por el equipo A: Henry, Osiris, Radu, Mehmed, quienes permanecerían en el palacio y el equipo B: Edward, Helena, Anubis y Vlad, que partirían a la ciudad de este último.

De camino al pueblo donde Vlad nació Edward lo puso al día sobre los acontecimientos ocurridos por dicha zonas, darían un golpe de estado y levantarían una rebelión en contra de Juan Hunyadi para arribarle el gobierno y reinado, tomando su lugar como príncipe heredero. No le agradaba la idea pero su sed de venganza era tan grande que cualquier alternativa era mejor que dejar vivo a ese miserable ser y justo cuando estaban conversando sobre las cualidades de los demonios un grupo fúnebre atrajo su atención, a lo alto de la villa había una cabaña que por su apariencia elegante y corroída debía tener mucho tiempo sirviendo de techo a quienes vivieran allí.

–Hay demasiado olor a sangre –les aviso Anubis tomada de la mano de Edward.

– ¿Allí? –Vlad observaba como personas con armaduras y atuendos militares entraban y salían de la casa– ¿Estás segura?

– ¿Acaso me ves cara de un chucho común? Mi olfato nunca de equivoca, allí hubo una masacre –canturreo la chica apegándose a su amo, Helena no le pareció importar aquella cercanía– Pero lo extraño es que los muertos eran todos unos semidemonios.

Edward rechino los dientes con enfado, desviando su camino hacia aquella cabaña, Anubis lo soltó no muy contenta y le siguió los pasos junto a los otros dos, en la entrada un guardia detuvo al noble y les miro con intriga reconociendo a uno de ellos, mientras Edward se presentaba Vlad ignoro lo delicado del asunto y entro a la sala, la sangre decoraba toda la instancia y restos de carne y vísceras que no tenían ningún tipo de forma humana.

– ¡Agrrrr! Carajo... ¿Qué crees que está haciendo? –le grito una mujer desde las escaleras, por su posición inclinada supuso que estaba evaluando las grietas de la madera en aquella zona– ¿Sabes que no pueden entrar civiles a la escena de un crimen, verdad?

–Lo sabemos, tranquila princesa Jeoh –detrás del príncipe entro un guardián con gesto pálido realizando una notoria reverencia como disculpas– Él es el príncipe Vlad III, el heredero legitimo del reino.

Vlad demostró una sonrisa morbosa al mirar sus pechos aunque sus acompañantes no pudieron captarla.

– ¡Oye, Jeoh! ¿Lo haces a propósito? –pregunto el príncipe señalándose a la altura del abdomen y la muchacha se levantó con los ojos desorbitados de la vergüenza acomodando el escote de su corcel, apoyando su mano derecha en el barandal, detrás de ella se acercó otro hombre con armadura pero por el color y textura se podía reconocer que era de un rango mayor, quizás el comandante de aquel escuadrón.

– ¡Hola, Vlad! Veo que has decidido regresar y tomar tu lugar –el gesto amable que llevaba en su rostro lo hacía lucir como alguien sensato aunque las cicatrices daban a entender lo contrario.

– ¿Prin... ci... pe Vlad? –la voz de la chica se entrecorto entre cada silaba, no creyendo lo que sus ojos veían.

–Veo que tienes una admiradora –añadió Anubis subiendo por las escaleras para revisar una zona en especial donde sentía alta energía demoníaca, repasando de forma indiferente el cuerpo de la dama– Nada mal.

Siendo seguida por Helena y Edward, entraron a la habitación donde no solo había rastros descuartizados sino dos cuerpos sentados uno frente del otro sin cabeza, una escena tétrica de ver.

–Era un legislador de Juan pero estuvo involucrado en muchos escándalos –comento el de aspecto mayor– Hace poco se escuchó el rumor de que estaba recibiendo donaciones de una organización secreta y seguramente por eso se convirtió en un objetivo.

En una de las paredes había un escrito realizado con algún objeto filoso en el idioma de los caídos, posiblemente fue realizado con unas garras por lo que Anubis olisqueaba la superficie.

– ¿Es él, verdad? –pregunto Vlad acariciando la madera de aquella pared agrietada, su aparente amiga de la infancia le seguía con el rostro muy sonrojado– ¡Es un maldito descarriado arrogante!

– ¿Quién hizo algo así? –cuestiono la joven, pertenecía a la familia real aunque jerárquicamente no eran muy cercanos– ¿Por qué matar a toda la familia de este hombre?

–Esas preguntas no sirven, los demonios no tienen motivos –intervino la de cabello dorado observando de reojo al príncipe, se veía extraño– Estoy cansada de repetirlo, ¿Para qué conseguir respuestas a situaciones que ya no tienen reparo? Es mejor buscar pistas que no lleven al causante que perder el tiempo en buscar cosas triviales como... –imito la voz de la noble– "¿Por qué alguien haría algo así?"

El príncipe no presto atención a lo que decían, se acercó a las manchas carmesís en el empapelado de la pared y registro con suma atención la evidencia, existía un ligero rastro oscuro que le hizo recordar al contenido de aquel envase que había encontrado su hermano.

–Al menos algunos comprenden el trasfondo de estos incidentes y se concentran en sus labores... –Edward se refirió a Helena y Vlad–...no como otros que parecen niños con juguetes nuevos.

– ¡¿Me estas metiendo al mismo saco que a esos humanos?! –grito enojada la chica lobo.

– ¿Tengo que ser más obvio? –el noble legendario sonrió ante el rostro enfurecido de la chica, le divertía molestar a esos gemelos como método de relajación– Mejor hubiera traído a Osiris, es igual de inútil que tú pero al menos es más silencioso.

Vlad dejó de estudiar la pared y los observo con fastidio soltando un suspiro bastante exagerado, Helena quien pasaba por su lado le acaricio el hombro y le señalo un hueco en el techo, ella ya había descubierto algo mientras que los demás pasaban el rato.

– ¡Insolente! Soy un dios, me debes respeto –le recordó con gesto iracundo– Cuando mueras te daré el peor castigo conocido por los dioses.

–Hasta ahora sigo esperando que llegue ese día –soltó en medio de una carcajada, todos los presentes no podían creer que se divirtieran con semejante escenario alrededor.

–No te estreses por eso, ellos siempre han sido así –le comento elevándose por el aire como si aquello fuera normal, Vlad se apegó a la pared mientras ella observaba por el agujero e iluminaba el interior con una esfera luminosa de magia, arrugando su frente con notoria incertidumbre y lanzando un hechizo de viento hacia algún lugar, escuchando por el pasillo como algo estridente hacia acto de presencia, regresando su vista al muchacho– ¿Te sientes bien? Esto también es común, deberías acostumbrarte.

– ¿Helena, has encontrado algo que nosotros aun no sepamos? –se unió Edward al grupo.

–Mefistófeles no está involucrado en este caso –les dijo regresando sus pies al suelo– Vlad se había dado cuenta de ello pero ustedes no dejan de discutir.

El nombrado soltó otro suspiro y relajo su postura observando el rostro pálido de los demás y el futuro desmayó de Jeoh.

– ¿Por qué lo afirmas, bruja? –debatió la loba– Su rastro está en toda la habitación, ¿No es eso suficiente para saber que fue él?

– ¿Helena, que es lo que te hace pensar que no fue él? –los ojos de Edward estaban posados en su menuda figura.

–Esa marca está llena de su sangre, al parecer han sintetizado su esencia de alguna manera –paso los dedos por la marca observando el polvo que quedo en ellos y el aspecto desinteresado del príncipe.

– ¿Puedes explicar para que entendamos los mortales? –la ironía era parte de la ahora diosa de los difuntos.

–Él no mataría de esta forma tan... sucia y desprolija –añadió como comentario final– Lo hizo alguno de sus demonios pero él no estuvo aquí personalmente.

– ¡¿Y ahora de que habla está loca?! –grito asustada la princesa.

–Cosas del infierno, desde que la conozco no la entiendo –le restó importancia el héroe– Los hechiceros comprenden mejor a los seres de la noche.

–No, los hechiceros no –comento mientras acomodaba su cabello– Pero un brujo si y yo soy ambas cosas.

Un nuevo caballero entro a la instancia y observo directamente al comandante.

–Comandante, disculpe. ¿Puede acompañarme? Es muy importante que vea algo.

El hombre siguió al recién llegado por el pasillo encontrándose con una puerta secreta detrás de un gran librero que había caído de la nada, Vlad supo el origen del sonido y miró de reojo a la dama de cabello rojo, ascendiendo dentro de aquella puerta por unas escaleras que conducían a un piso oculto, Helena prefirió quedarse en la escena del crimen contemplado aquella masacre con ojo crítico, Mefistófeles era sanguinario y poseía una sed enorme de represalia contra los cielos pero no era fanático de ese tipo de escenas, él prefirió mantenerse al margen y alimentarse de animales, obviamente en honor su esposa.

Aquello no era un asesinato realizado bajo su supervisión, era un ajuste de cuenta.

Los ojos de todos quedaron impactados ante la imagen que veían, el cuerpo de una mujer estaba disecado y sentado sobre una silla con una pequeña caja metálica sobre su regazo con un decorado brillante y una gema verde en su centro, el jefe del escuadrón dio unos pasos hacia aquella momia pero la voz de Anubis le detuvo.

– ¡Cuidado, no te acerques más! –olisqueo nerviosa el entorno– Sigue viva pero apenas y puede moverse por si misma, si logra morderte le darás la fuente de energía que necesita para masacrar a toda una ciudad.

– ¿Sabes qué es? –cuestiono el hombre retrocediendo por precaución.

–Pienso que esto podría ser un...

– ¡Así es! –la interrumpió Helena, quien asomaba su rostro por el mismo agujero por donde había espiado minutos atrás y provocando que tanto Anubis como el comandante saltaran del susto, emergiendo de la grieta utilizo su magia para correr hasta un lado las cortinas negras que oscurecían el sitio y la nueva iluminación les permitió presenciar como estando aquella dama en el medio de la sala justo cuando la luz solar toco su piel está se comenzó a incinerar dejando pequeños alerones de cenizas, chispas revoltosas y el cofre cayó por el suelo abriéndose sin ningún esfuerzo dejando rodar sobre la madera un delicado anillo de compromiso plateado con un hermoso diamante– Es el prototipo de un nuevo vampiro.

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