CAPÍTULO XVII
El viento resoplo con más fuerza y desde la espesura del bosque se deslumbro una esfera de luz verdosa; energía pura que iluminaba la oscuridad que los rodeaba.
"– ¡Llego!"
Aviso el lobo albino, señalando con su hocico la zona donde se manifestaba una hermosa dama, los ojos claros del semihumano se fueron instantáneamente en esa dirección abriéndolos con espasmo. La pelirroja poso su atención al otro lado del campo sin dejar de caminar, podía escuchar los gruñidos de advertencia de uno de los licántropos y aunque no tuviera la fuerza para defenderse de un ataque de ellos poseía su magia, algo que la volvía intocable.
–Helena... –pronunció el híbrido y ella le observo con recelo– C-Cuanto tiempo... eh... ¿Cómo...?
– ¿Qué haces aquí? –preguntó de manera zafia.
–Yo... –observo hacia el suelo, desde lo ocurrido con el secuestro de Charlotte no podía mirarla a los ojos.
–Estamos trabajando –intervino Anubis en su forma humana, su cuerpo desnudo era mucho más menudo que el de la hechicera– Eso es lo que siempre hacemos, ¿Qué te trae por estos lados?
–Rastree una energía infernal algo grande –observó detrás de los campos y señalo unas colinas a lo lejos– Ahora mismo se ha traslado hasta allá pero como note la presencia de Edward quise venir a saludar.
–Pero ya lo has hecho así que te puedes retirar –le dijo un tanto molesta la rubia.
– ¡Anubis! –le regaño el humano, el lobo blanco estornudo y continuo oliendo los alrededores un poco exaltado– ¡Discúlpate con Helena!
Algo se estaba acercando.
– ¡Jamás! –grito acercándose a Edward sin ningún tipo de vergüenza a su desnudes, los labios de la casi bruja se extendieron en un intento de sonrisa– ¡Soy una deidad, no tengo porque rendirle respetos a una hechicera incompleta!
La discusión amenazaba con volverse acalorada cuando de la nada la mujer se interpuso en el medio de ambos empujándolos a su espalda y extendiendo una pared traslucida de un tono verdoso, un ser casi deforme golpeo la barrera y gruño en cólera.
– ¡Te he encontrado! ¡Eres tú, maldito demonio! –los ojos enrojecidos del que alguna vez fue humano transmitían un odio inmenso que casi era asfixiante, Helena supo que estaba influenciado por algún tipo de magia oscura– ¡Te haré pagar! ¡Te haré pagaaaargggrrr! –Edward se levantó veloz cuando escucho el crujido del impacto y observo como Osiris se le abalanzaba al ser, siendo golpeado por una sombra y arrastrado por el impacto unos metros más allá de ellos, de su hocico salió un líquido carmesís por lo que Anubis corrió hasta donde estaba tomándolo entre sus brazos y pidiéndole que detuviera su transformación para poder distinguir la gravedad del impacto. Aquella bestia seguía golpeando la protección sin aparente consciencia siendo rodeado por la misma sombra– ¡Lo pagar...aargggg...!
De pronto aquel cuerpo deforme comenzó a secarse hasta que la piel se pegó a los huesos y los ojos quedaron blancos, sin ninguna señal de vida.
¿Qué estaba sucediendo?
–Gracias por tu trabajo.
Susurro el hombre que comenzaba a desprenderse de la presencia nubosa, dejando caer el cuerpo sin vida a un lado de él pisoteándolo al mismo tiempo que se acercaba a la barrera y con su fina y alargada garra la acariciaba en aparente provocación, eso no simbolizaba ningún obstáculo para él.
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Después de los montículos se encontraba Mefistófeles, desde que la presencia de la hechicera había emergido en aquel desafortunado pueblo se había sentido extraño, Charlotte preocupada por sus expresiones supuso lo que estaba sucediendo.
– ¿Apareció? –él dejó de observar la luna y le miro de reojo, nunca le ocultó su naturaleza o sus motivos por llevarla con él por lo tanto la mujer con apariencia juvenil estaba al tanto de los sucesos aunque podría decirse que algunos datos habían sido distorsionados para su favor.
–Si...
– ¿Estás seguro? –ella entrecerró los ojos.
–No, su presencia ha cambiado demasiado pero... –introdujo sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón–...si Samael no regresa lo sabremos. Estoy muy seguro.
Lilith salió de la nueva cabaña con sus labios, manos y ropas llenas de sangre, sus ojos parecían brillar de felicidad provocándole una pequeña molestia a la más joven y una mirada reprobatoria del líder de aquella legión.
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Samael observaba la mirada gélida de aquella mujer, se le notaba madura aunque su apariencia siguiera siendo la de una veinteañera, lentamente fue introduciendo la garra dentro de aquel poder haciéndolo lucir como un simple cristal y sin pensarlo comenzó a rajarlo en dos con una sádica provocación.
–Me dieron la orden obligatoria de darte una invitación –le relataba los motivos por él cual habían actuado con tanta presencia.
–No eres un humano –le respondió con simpleza– Por lo tanto, nada me impide que te destruya. Eres algo que merece morir.
– ¡Eso, eso! Entiendo que es repentino y que es muy molesto para ti, Helena –dijo quebrando por completo la protección quedando a dos metros de ella– Pero si así lo quieres, te invitare de otra manera más especial.
Se abalanzo hacia ella con sus garras crecidas y con una tempestad desbordante que de no saber de quien se trataba aquel rival hubiese sido imposible de creer.
Los ojos verdes de Helena brillaron en la penumbra, venía siendo hora de que ella se vengara por todo el daño ocasionado.
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Un trueno destellante se vio a lo lejos, las nubes que se expandían solo daban a entender que la batalla entre Helena y Samael había iniciado, la semidemonio no pudo evitar la preocupación pero Lilith le acaricio la cabeza en modo de calma, recordándole que para eso habían esperado todo ese tiempo, recuperando aquella fuerza que fue sellada milenios atrás y armando una estrategia que los sacara a flote ante cualquier circunstancia.
–Nos encontró antes de lo previsto... –dijo de la nada el azulado espectro, Lilith y Charlotte le miraron sin comprender– Debemos irnos.
– ¡¿Qué?! –se quejó la representación del viento– ¡¿He gastado energía en venir hasta aquí para nada?!
– ¿Se alimentaron? –Mefisto no se tomaría la molestia de responder.
–Cada uno de nosotros –le respondió Astaroth.
–Entonces, sácanos de aquí –ni siquiera se giró a mirarlo.
–Mefistófeles, ¿Qué pasara con Samael? –el ser con un solo cuerno parecía ambiguo.
Charlotte se acercó a su padre y le tomó de la mano transmitiéndole toda su confianza y lealtad.
–Si mi madre está luchando contra él, no regresará –respondió la pregunta que había realizado su tío.
–Entendido...
Entró a la cabaña y tomó un pincel de sus bolsillos llenándolo de la sangre que estaba dentro de un cuñete, trazando en la madera del piso diversas formas y líneas para convocar una nueva puerta.
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– ¡Dime, dime! –le animaba a responder su golpes, Samael lanzaba estocadas y arañazos por el aire siendo todos esquivados por la mujer que ni siquiera levantaba una mano para protegerse– Déjame ver ese poder que tanto anhela el amo. ¡Rápido, hazlo rápido!
Anubis evitaba la transformación para poder curar el cuerpo de licántropo de su hermano, una hemorragia estaba consumiendo la energía del moreno y no podía darse el lujo de abandonarlo para luchar. Edward se acercó a ella para sostenerle la herida dándole tiempo a que sanara tanto por su naturaleza como por la influencia de la gemela pero existía algo que interrumpía la curación.
¿Qué era lo que había dañado de esa manera al hombre?
Estaba al borde de la desesperación cuando noto un objeto brillante dentro de la herida, sin tacto alguno introdujo sus dedos por la desgarradura y saco un fragmento de vidrio.
– ¡Anubis, olfatea esto! –la chica no despego sus manos del estómago pero husmeo lo pedido.
– ¿Menta? –dijo ella incrédula y ambos se miraron a los ojos con sorpresa, Osiris estaba en medio de un ataque alérgico– ¿Cómo demonios saben que este cuerpo es alérgico a la menta?
Estaba enfurecida, el caballero negó con el rostro y siguió extrayendo cada pedazo de cristal observando como lentamente dejaba de sangrar y recuperaba su don de sanación. Helena por su lado dio un salto evitando otro filoso ataque, Samael se mostraba feroz e inquieto, parecía evaluar su actitud y como ella solo esquivaba se lanzó con otra estocada expulsando una patada a su estómago cuando salto.
– ¡Toma esto, maldita! –golpe certero y aunque pudo haberle roto las costillas y la columna a un humano ella solo arrugo su frente y derrapo por el suelo, levantándose para después contraatacar.
–No eres humano –le repitió con certeza siendo rodeaba por aquel aura fluorescente– Por lo tanto, no tienes perdón y tus pecados siguen extendiéndose. Es por eso que yo haré que purgues cada uno de ellos con la muerte.
La mirada inquieta del ser infernal se vio extasiadas con la idea, para un demonio morir no significaba otra cosa que regresar al Infierno donde su líder o creador le daría otro cuerpo y otra misión a cambio de un castigo terrible y doloroso. Helena dejó que aquel poder la rodeada por completo sacando una espada de energía: ardiente, reluciente y muy filosa.
–No pu-e-do creerlo –balbuceo con notoria excitación, aquella potestad solo podía ser la mezcla perfecta de la magia pura y maldita que corría por su cuerpo junto a la maldición de un demonio– El cuerpo perfecto para cultivar la destrucción de esté mundo si existe...
Las pupilas del demonio se expandieron y sus labios demostraron una felicidad terrorífica, extendió su mano por encima de su pecho y dejó que sus garras se unieran en una única extremidad imitando de esa forma la exactitud de una katana.
– ¡Mefistófeles, si existeeeeeeee!
Se lanzó con la mano sobre su cabeza, Helena blandió su espada al frente para colisionar ambas armas.
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Henry corría entre los árboles, saltando de vez en cuando para lograr una mejor estabilidad y disminuyendo la velocidad cuando lo veía necesario, desde que había llegado a la ciudad otomana se encontró con muerte y desastre; mentiría si no admitía su fascinación insana por el caos, dentro de él disfrutaba con los disturbios ajenos y aunque su objetivo era visitar a Edward, con todos los acontecimientos se animó a revivir su época de cacería.
Observo a su espalda consiguiéndose con un agitado muchacho que corría todo lo que sus pies le daban, para ser un humano común su entrenamiento físico le ayudaba a la hora de resistir aquel camino pero de allí a lograr alcanzarlo era imposible.
– ¡Ve más lento por favor! –se quejaba Vlad con cansancio.
– ¡Tú ve más rápido! –le respondió sin siquiera voltear– Estoy conteniéndome para no ir tan rápido pero ya no puedo disminuir mi ritmo... además, no hables o te quedaras sin aire.
Estuvo a punto de dar otro saltó cuando al frente una esfera de fuego se avivo cortándoles el camino, se sostuvo de una rama desviándose de un salto en retroceso, cayendo de pie y sin ningún ruido justo al frente del humano que no evito golpearse con su espalda.
Un gemido salió de sus labios cuando toco el suelo, si no fuera porque tenía la mirada en lo que había tocado pensaría que una muralla lo había golpeado.
– ¡Adelante chico! –grito saltando dentro del fuego, dando giros con sus manos y piernas para disipar el humo ocasionado– ¡Eh! ¿Qué paso aquí? –repaso de forma rápida la zona asegurándose de que no había nadie con ellos, Vlad apenas había logrado ponerse de pie pero el aliento no regresaba a su pecho– No entiendo...
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Ambas espadas eran golpeadas con ímpetu, Helena siendo una guerrera desde su adolescencia tenía un manejo impecable sobre las armas por lo que Samael apenas le seguía el ritmo, acostumbrado más a sus poderes malditos.
–Sí, si... disfrutemos hasta el último segundo –le pedía complacido con el sonrojó que había en las mejillas de la dama, aquel ejercicio comenzaba a agitarla y eso solo lo animaba a proseguir pero entonces en un desliz aquella espada de fuego quebró sus garras irrompibles y le hirió en la mejilla de donde apenas broto un líquido ónix, el aruño comenzó a sanar al instante– ¡Oh, siiii! Esto me gusta, tendré que regresarte el favor. Siente el delicioso dolor que puede ofrecer un cuerpo físico.
Ahora de ambas manos crecieron las garras, formando dos filosas espadas, cruzándolas en X sobre su pecho y sonriendo de manera macabra anticipándose a todo el daño que podría hacerle con ellas.
–En este momento decidí quedarme con tu cuerpo...
Se abalanzo siendo esquivado en los últimos segundos, Helena inclino su cuerpo hacia atrás siendo sostenida con su excelente equilibrio para luego ladearse a un lado y girar sobre sus talones, arremetiendo al frente. El demonio abrió sus ojos con aparente decepción, había caído en el error de confiar en su naturaleza demoníaca sintiendo como la espada radiante de aquella hechicera le atravesaba desde el pecho y salía por un costado de su cuello. Los segundos parecieron detenerse, en esa misma postura el ser nocturno mantuvo su mano extendida al frente sin haber golpeado ningún objetivo, sus espadas volvieron a ser garras mientras que era quemado desde el interior, consumiéndose en medio de destellos titilantes.
Los ojos de aquella chica no pudieron ser más luminosos, ese verde era la viva imagen del terror.
Edward abrió sus labios ante lo ocurrido, Osiris apenas podía respirar con alivio luego de que extrajeran hasta el último pedazo de vidrio y Anubis con desconcierto, no podía creer que un demonio con tan alto rango pudiese ser vencido por Helena. La codicia dentro de su cuerpo había consumido su alma al punto de que ahora podía finiquitar la esencia de un ser malvado.
El grito de Samael fue llevado por el viento, el dolor combinado al miedo se deshizo al instante en que su cuerpo se convirtió en bruma que fue arrastrada por la noche quedando en el aire diminutas esferas de cenizas y fuego, la lluvia se detuvo y la casi bruja enderezo su postura nuevamente extinguiendo el brillo de su espada.
Se dio la vuelta y camino hasta donde estaban los otros tres, les miro con pesar y les señalo la montaña dándoles por entendido lo que haría, desapareciendo al momento.
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Mefistófeles sonrió complacido, una diminuta esfera de luz fue arrastrada por el viento hasta donde se encontraba vigilante extendiendo su mano al frente para sostenerla, cosa que no duro más de un segundo porque la luz se apagó.
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Al amanecer la guardia real y los soldados comunes estaban revisando la zona, el Rey no podía creer que todo aquello estuviese sucediendo en su reinado y las personas que habitaban en la ciudad temían por su seguridad por lo que evitaban salir de sus casas. Edward seguía evaluando el sitio donde aquellos dos se habían enfrentado a muerte, había encontrado diminutos rastros de cenizas y un polvo de escarcha estelar muy interesante, sus lobos corrían de un lado al otro ayudando a los demás a encontrar las posibles rutas utilizadas por aquellos seres y dos de los príncipes se miraban entre si al adivinar lo que sucedió.
–Creo que malinterprete todo esto... –susurro el semidiós, inclinándose sobre unas huellas de batalla– Este era el objetivo principal.
Del bosque emergieron Vlad y Henry, después de aquella muralla de fuego no pudieron seguir avanzando porque no encontraron ningún enemigo y aquel terreno le pertenecía a un demonio de fuego muy peligroso para abordarlo solos. Los ojos del vampiro se posaron en la presencia del combate, por los daños supo que fue antinatural y se arrepintió de haber seguido aquel ligero aroma.
Edward le miro con gesto molesto y le señalo a los príncipes, dándole a entender que debía ir con cuidado con esos niños, Vlad también se dio por enterado y se ofendió por ser tomado como un infantil rival.
–Entonces... ¿Es un caso cerrado? –cuestiono Henry al sentarse al dado del legendario guerrero.
– ¡Por supuesto que no! –se quejó la chica de cabellos dorado, había adoptado su forma humana cuando los vio llegar y se colocó un ligero vestido blanco para no entretener a todo el comando masculino que vigilaba la zona– Es cierto que el demonio del agua ha sido asesinado pero... quedan otros demonios más y ellos no dejaran pasar por alto esa baja.
– ¡No deberían cerrar el caso! –grito el príncipe Vlad, Mehmed observo a su padre comprendiendo la preocupación de ambos, el Rey deseaba tranquilidad para su pueblo pero Vlad debía rescatar a Charlotte aunque dada las circunstancia dudaba que la muchacha no supiese todo lo que escondían sus familiares.
–Vlad... –llamo el príncipe otomano, sus ojos demostraban todos sus sentimientos– Te comprendemos pero... lo más convenientes para nosotros es dejarlo así. Ya no están en nuestros territorios...
– ¡Eso no me convence! –dijo refunfuñando el muchacho.
Radu venia corriendo a ellos con un frasco lleno de un polvo brillante muy bien sellado pero tropezó con un obstáculo cayéndose estrepitosamente, ambos jóvenes le miraron con molestia.
– ¡Fíjate por donde caminas, Radu! –le regaño Murat.
– ¡Ayyyyhhh! Miren... –dijo levantándose del piso consiguiéndose con el frasco roto y todo su contenido esparcido en la arena–...esto.
–Oigan, eso es... –Vlad al darse cuenta de que el polvo parecía moverse por sí solo dio dos pasos en retroceso.
–Imposible... –balbuceo Murat, sintiendo un escalofrío atravesándolo por completo.
Los lobos olfatearon el aroma y corrieron hasta donde estaban ellos, el Rey se levantó de su asiento improvisado y lo miro con repulsión.
¿Qué era esa cosa?
"–Edward, ven a ver esto..." –le llamo Osiris jalando a los chicos detrás de él– "Es sangre... cristalizada."
Edward asintió pero en vez de acercarse al descubrimiento se alejó de los cultivos, acercándose a la casa donde había vivido la niña de sus ojos, aquella criatura que amo desde que nació.
Su pequeña...
–Voy a encontrarte.
Abrió la puerta y contemplo el amplio recibidor, una casa demasiado sencilla para el tipo de seres que la habitaron.
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Helena se sentó en el borde de un risco, la presencia que sintió se esfumo tan pronto como llego, cayendo en un aparente señuelo colocado para alejarla de su hija.
Se sentía burlada, la tuvo tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos.
– ¿Dónde estás mi niña? –cerró sus ojos invadida por la desgracia– Seguiré matándolos sin detenerme hasta que te vuelva a tener a mi lado.
Las lágrimas contenidas en su interior descendieron por sus mejillas siendo visualizadas por un ser alado que recién había descendido a su lado.
Era un joven de cabello crespo muy apuesto.
–Nada evitará que lo haga –mordió sus labios dejando brotar un hilo de sangre por sus comisuras– Continuare hasta que me regresen a mi hija.
Los seres celestiales no poseen presencia maligna por lo tanto Helena ignoro aquella esencia que la acompañaba en arduo silencio.
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Mefistófeles se sentó en su nuevo trono con una sonrisa llena de superioridad, habían secuestrado aquel castillo y lo habían transformado en su nueva guarida.
–Por fin nos volveremos a ver...
Apoyo su mano derecha en el respaldo del asiento y apoyo su cabeza sobre ella, inclinándose un poco.
–Estoy justo aquí... –cerro sus ojos sin perder la sonrisa, Charlotte se colocó a su lado mirándolo con preocupación–...Helena.
Una nueva guerra había comenzado.
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