CAPÍTULO XIX

– ¡Ha llegado la señora Helena!

Se escuchó el grito desde el profundo pasillo, Henry se acercó a los príncipes atendiendo el mensaje traído por la bruja.

–Eso suena aterrador –menciono Mehmed levantándose de su silla, Murat por su parte parecía atormentado con todos esos conflictos– ¡Padre! No es seguro que traigas a la señorita Alana al palacio...

–Al contrario, joven príncipe –interrumpió Osiris desde la puerta donde había permanecido apoyado– Aquí Henry y yo podríamos protegerla, al ser su prometida seguramente le darán caza a su cabeza.

El príncipe trago en seco e imagino una escena bizarra donde su futura esposa fuera atacada y asesinada.

–Que terrible... –susurro sentándose de nuevo.

–Todo estará bien –por primera vez Radu habló, animándolo a confiar en que todo estaría bien.

Al culminar la pequeña reunión le entregaron un sobre a Helena, quien siguió a Henry hasta el jardín para conversar mejor sentándose en una banca de mármol frente a una delicada fuente de agua y muchas flores.

–Esto es un problema –comentó el joven guerrero observando las coloridas plantas y cactus que decoraban el sitio mientras la dama evaluaba el contenido del sobre.

–Sí que lo es, ¿Verdad? –el rostro de la hechicera estaba sereno despegando su mirada de la carta para observar aquel cielo tranquilo que les hacía compañía por esa noche– Esa persona murió por un residuo destilado de su esencia, mismo que lo regresa a la vida mediante la ingesta de sangre. De eso no tengo dudas. Pero... no era como tú, el sol los destruye, quiere decir que desean hacerlos poderosos pero con límites con el cual controlarlos.

–O matarlos –el vampiro torció sus labios y sintió rabia de solo imaginarlo, él había sido el detonante de aquellos nuevos experimentos– Creó que Mefistófeles había querido esto desde hacía mucho tiempo, pensó que engendrando hijos lo lograría pero el resultado no fue el esperado.

Helena ensombreció su mirada y le prestó atención.

–Tu hija es una mezcla extraña entre demonio, hechicero y brujo pero no es lo que él buscaba. Ella fue la llave de su repentina libertad –le revelo algo nervioso– Cuando aquella mujer me mordió llena de su sangre logre sobrevivir por tu intervención pero... ninguno espero que yo mutara ante la mordida y por ese hecho encontraron el método que estaban buscando, un agente interno capaz de modificar los limites humanos y que al mismo tiempo no toca lo infernal. Algo que no es de este mundo pero tampoco pertenece al otro. El solo pensarlo me hace ver lo retorcido que es, me queda claro que no solo busca crear un nuevo espécimen sino que además quiere que el usuario sufra lo suficiente antes de morir y renacer.

Helena se levantó y dio varios pasos deteniéndose debajo de una enredadera floral.

– ¿Y cómo lo evitamos?

–Debes ser sensata, sabes que no se puede –su mirada comenzó a teñirse de rojo, efecto causado por la ansiedad provocada por su apetito inhumano– Si fuera una simple enfermedad seguramente encontrarías su cura pero estoy completamente seguro de que una vez que te transformas no hay vuelta atrás.

– ¿Podrías investigar?

–No, estoy encerrado aquí –le recordó provocándole un suspiro– Sin embargo, lo que se me ocurre ahora es aconsejarte que te cuides de esos nuevos espectros y consigas su debilidad antes de que logren perfeccionar el método utilizados para esos neófitos.

– ¿Y funcionará con el prototipo final?

–No lo sé.

–Necesito que me digas –se giró para enfrentarlo, ambos se miraron con ojos calculadores.

–No puedo saber si algo funcionará si aún no ha sucedido – le recrimino ante su insistente pregunta– ¿O quieres saber que probabilidades creo que tienes?

– ¡Ay no! –se quejó con cansancio, tocando la planta que subía por la pequeña reja– Si sé tus probabilidades perderé la esperanza.

–Personalmente pienso que sería un milagro de que exista alguna –Henry se levantó con intensión de marcharse, Helena apretó su mandíbula algo molesta.

–Hablas como cualquier humano –espetó de manera cruel provocando un gruñido suave en él– Siempre dices lo mismo.

–Si no te gusta dile a Edward que te ayude a atraparlo antes de que pueda culminar el producto de sus experimentos y los utilice para sus fines malévolos –entró al palacio susurrando– Recuerda que tu hija sigue sus ejemplos...

–Ya te entendí, Henry –refunfuño.

– ¡Helena! –ella observo la oscuridad del pasillo, Henry seguía allí pero sabía ocultarse entre las sombras como cualquier ser nocturno– No me digas que sigues buscándola, ha transcurrido más de un siglo. ¿No has aprendido nada en todo este tiempo? Ella ya no es tu hija, es un demonio como su padre.

–Todavía no la he salvado –balbuceo con una emoción deprimente, tenía la ilusión de que su hija no hubiese sido contaminada con la maldad de su padre.

–Entonces...

–Encontré una pista que me llevará hasta ella.

La mujer desapareció con su magia dando por terminando aquel tema, el vampiro se asomó entre un pilar con gesto iracundo, aquel maldito demonio y su descendencia no merecían tanta filantropía pero la hechicera era muy sentimental por lo que suponía el peor de los escenarios, de pronto el eco de unos pasos capto su atención observando al otro extremo del pasaje contemplando como un nuevo visitante transitaba por el lugar y traía con él a una chica de aspecto aniñado.

–La función aun no comienza...


*


Anubis estaba sentada frente de la fogata con un gesto aburrido observando el vaivén producido en las llamas por el viento cuando Helena apareció de la nada frente de su visión robándole un grito de terror.

– ¡Maldita sea! Deja de hacer eso –la señalo con la mano provocando que la hechicera alzara una de sus cejas.

– ¿Perdón? –comenzaba a comprender la manía que tenía Edward con molestarla– ¿Dónde están los demás?

–Vlad se quedó en la residencia de su... ¿Enamorada? –movió los hombros con desinterés, apoyando luego su rostro sobre su rodilla quedando de forma muy pequeña– Edward armo un grupo de exploración con los soldados de la élite y partió por los alrededores, deberán llegar a la medianoche.

La bruja asintió y busco la esencia de su ex esposo encontrándolo a unos pasos de allí siendo consciente que lo dicho por la licántropo no era del todo cierto, le extendió el sobre conseguido en el palacio y miró la mansión que estaba al frente de ellas.

– ¿Te dejo como guardaespaldas de Vlad? ¡Ah! Esta invitación es para él, regresare más tarde.

La mueca de la chica le respondió la pregunta, desapareciendo al instante sin dejarla mencionar nada al respecto.

–Maldita bruja... yendo y viniendo como se le antoja.

– ¿Helena volvió? –pregunto Edward quien recién aparecía por detrás de unos árboles, la niña chillo y se levantó temblorosa para dedicarle una expresión de alto fastidio. El caballero ignoro su actitud y observó los alrededores en busca de la mujer de ojos verdes– ¿Te asuste? Lo siento... ¿Y... en dónde está?

–Algo así... –estaba aturdida con un poco de nerviosismo y no era por culpa de la mentira dicha a la bruja– Tu esposa se ha marchado de nuevo.

– ¡Comprendo! –no le gusto el tono usado por la chica pero lo ignoro olímpicamente, ella muy bien sabia la historia detrás de su marchito matrimonio– ¿Qué sucede con tu olfato?

–No lo sé pero desde que entramos en aquella chozuela no dejó de percibir el aroma demoníaco de Mefisto –arrugo la nariz con incomodidad extendiéndole el sobre a su amo– Es asqueroso.

El noble reviso el contenido y arrugo su frente.

– ¿Ceremonia de compromiso? –verifico la fecha y se rascó la nuca– ¿Es que acaso creen que estamos de vacaciones? No me interesa lo que hagan en el palacio, no tengo tiempo...

–Ese es un rito de cortejo para agasajar a los futuros esposos –contesto Vlad, sentándose en donde había estado Anubis, la loba apretó su mandíbula al sentirse inútil e indefensa.

Tampoco había notado la cercanía de aquel humano ni la de la chica que venía detrás de él.

– ¿No pueden atrasarlo?

–La boda no puede ser cambiada de fecha por una antigua tradición y ellos no se conocen aún, es en esta celebración es donde los dos podrán verse a la cara por primera vez –le respondió el joven al héroe errante.

– ¡Qué horror! –chillo Anubis al imaginarse en un matrimonio arreglado.

–Cuando encontramos al vampiro tenía un cofre con un anillo de compromiso –concluyó el noble y Vlad asintió dándole a entender que también había caído en esa respuesta– ¿Era una pista para nosotros?

–Me temó que estos demonios quieren atrasar nuestra visita a Transilvania pero... no podemos dejar que ataquen el palacio y conviertan a otros en vampiros –Vlad se levantó de su lugar con gesto atormentado– Su objetivo seguro es la princesa, si la lastiman crearan una enemistad con el otro reino.

–Parece que desean afectar a toda la región –la voz de Anubis por primera vez sonó seria– Estaríamos hablando de un mega desastre.

–Edward, dime por favor ¿Cómo es que ese demonio consiguió transformar a un humano en eso? –el nombrado miro al príncipe y negó con el rostro ante su poco conocimiento en el tema– ¿Cómo es posible? En mi opinión, no es algo muy común de ver.

–La victima que se encontró en el hatillo se llamaba Angelina, tenía dos hijos de los que no se sabe nada –se unió al tema Jeoh, llevaba un chaleco para el frío– Uno de los guardias la reconoció, era viuda y estaba en la ruina.

–Su identidad no importa, lo que me intriga es saber si fue transformada voluntariamente –Anubis estaba repasando los sucesos ocurridos, si los humanos aceptaban aquellos pactos era imposible una intervención celestial y hasta el momento no había percibido ningún arcángel– Además, ¿Dónde están sus hijos?

– ¿Qué quieres decir? –pidió saber con poca amabilidad el noble.

–Necesitamos encontrar esos niños –se cruzó de brazos para aparentar más dureza– Si un demonio daña a un inocente es precisa la intervención celestial pero... no he tenido el placer de toparme con ninguno de sus habitantes divinos. Los dioses no ignoran este tipo de cosas.

–Ya veo, quieres confirmar tus suposiciones para invocar un juicio –culmino con asombro el amo de la loba, Vlad los observaba sin comprender– Jeoh, ¿Podrías encargarte de la búsqueda de los infantes mientras nosotros regresamos para asistir a una fiesta? Debemos indagar si el reino de la prometida de Mehmed tiene alguna relación con los demonios y de ser posible ejecutar algún plan de seguridad.

–Pensé que no te importaba lo que sucediera en el palacio –menciono el príncipe.

–Mi trato con tu padre fue defender a sus herederos –le señalo con descaro– Y para mi mala suerte se me ocurrió dejar a tu hermano en el nido de la serpiente.

–Prometo ser lo más cautelosa con está pesquisa –acepto la princesa.

–Por favor... –Vlad se acercó y le dio un abrazo fraternal, le alegraba saber que estaba con vida porque era parte de su familia– Mantente al margen de todo esto, investiga y no actúes sola. Son peligrosos.

El rostro de la chica se sonrojo de inmediato, Anubis sonrió entretenida con la escena mientras que Edward se daba la vuelta para iniciar su camino de regreso.

–No estoy seguro si logre conseguir algo, las aldeas aquí son muy grandes –murmuro avergonzada– Pero haré lo posible para tenerles buenas noticias cuando regresen.

–Gracias...

Vlad fue el último en unirse al grupo, amo y guardián platicaban muy a su gusto ignorando su presencia.

– ¿Qué pasa si nada de esto funciona? –cuestiono la chica mirando sobre el hombro como aquella chica se despedía con las manos de su amado y él ni enterado estaba de su cálido amor– El señor Vlad ya está muerto y tenemos aquí a su verdadero heredero, ¿Para qué salvar a un inútil don nadie?

–Es hijo de él y yo di mi palabra de protegerlos. Si no hay un modo de salvarlos, yo lo creare.

–Uno ya está muerto, no es como si hicieras un gran trabajo –la ironía era palpable en su tono de voz.

–Cuida tu boca, Anubis –le amenazó con hastío– Podrás ser un dios pero aquí; en este plano, tienes un cuerpo que enlaza el dolor con tu alma.

–Sí, si... –se apartó del hombre colocando sus manos detrás de su cuello para marchar recta y desinteresadamente–...algún día me pedirás perdón por todas tus ofensas y ocurrencias.


*


La pequeña ciudadela de las estrellas ayudaban a sus líderes a pintar y decorar sus calles con asombroso esmero, aquella celebración conmemoraba los dioses de la fertilidad y las buenas cosechas por lo que era muy importante cumplirlo con alegría y el festival estaba a solo un mes. Helena tenía dos días en aquel sitio aprendiéndose las melodías que tocarían en absoluto silencio, sus demás compañeros de orquesta se habían retirado dejándola únicamente con los dueños del teatro.

– ¡Oh, sí! –dijo Edmundo bajando las escaleras con su uniforme formal y un bolso en su espalda, escucharla tocar le agradaba– Eres muy buena.

Su padre recién entraba por la sala principal, había salido al exterior a despedir a los demás artista.

–He escuchado que habrá una ceremonia de compromiso en el palacio real –comento con tono preocupado el hombre, el chico culmino de descender para abrazarlo– También dicen que en las fronteras de Transilvania hubo un asesinato, no faltará mucho para que sus conflictos nos involucren como Estado.

– ¡Papa! Estaré bien, me ha tocado vigilar las escaleras del salón principal. No iré a una guerra ni nada por el estilo.

Helena se levantó del piano deslizando su seguro, había olvidado ese detalle y seguramente su grupo de reconocimiento habían llegado al palacio por la tarde, lentamente comenzó a bajar las escaleras del estrado fingiendo tropezar con su vestido y cayendo estrepitosamente por algunos de los diez escalones.

Edmundo corrió hasta donde estaba sentándola con un gesto de preocupación.

– ¡¿Estas bien?! –gritaron ambos hombre, el más viejo llego segundo después presenciando como del rostro de la chica emanaba sangre.

–L-Lo lamento, me he enredado con el vestido –dijo en tono suave, tratando de no mirarlos a la cara– Estoy bien...

– ¿Qué dices? –hablo el anciano– Tienes una herida grave en la cabeza.

–Tranquilos, estoy bien –dijo con tono atolondrado– No me duele.

Edmundo coloco su morral en el suelo y reviso en uno de los bolsillos que estaban del lado exterior, sacando una venda para poder detener el sangrado.

–Y.... listo –dijó cuando acomodo la tira sobre su cabeza, la blancura de la tela se tiño de rojo al instante– Por hoy no sigas practicando, ve a tu casa para que te lleven al curandero.

El señor asintió con lo dicho por su hijo.

–Ed, acompáñala.

–Pero no es tan grave, de verdad... –intento rechazar lo dicho, no le convenía aquella propuesta– No quiero que llegues tarde al palacio.

–Vámonos, no tiene caso que continúes así –el muchacho se apretó el puente de su nariz– Aun me queda algo de tiempo, puedo acompañarte. La música no es tan importante si afecta tu bienestar.

– ¡¿Qué dices?! –gruño su padre algo enfadado, Helena les miro asustada– ¿Por qué hablas de la música con ese tono tan indiferente?

– ¡¿Qué?! –respondió exaltado el joven moviendo sus manos en negación– ¡No lo dije con esa intención, padre!

–Grosero...

– ¡Papa, tu siempre te la pasas regañándome! –Edmundo levanto a Helena del suelo asegurándose que pudiera caminar, acercándose a la entrada sin dejar de discutir con su padre.

– ¡Deja de quejarte y cállate!

– ¡Buenas noches!

Susurro la joven observando como el hijo cerraba la puerta detrás de él y le sonreía.

–Me voy a casa, buenas noches... –dijo ella caminando por delante de él, siendo detenida por su mano.

–No te dejare ir sola –sentencio el muchacho, Helena tuvo que suspirar y caminar a su lado, cuando salieron del pueblo y comenzaron a subir la colina el joven le miro extrañado– ¿Dónde vives, Helena?

–Yo... vivo en el palacio –Edmundo palideció deteniéndose al instante– Soy cocinera del príncipe Vlad.

– ¡Oh! –dijo como única respuesta regresando a la marcha habitual.

–No te preocupes, no me dicen nada –se sinceró al ver su rostro más blanco de lo normal.

–He trabajado en el palacio pero no te había visto por allí –le dijo un poco pensativo.

–No salgo mucho, lo hice porque escuche sobre la festividad del pueblo.

–Pero estamos un poco lejos del palacio, a casi tres horas a pie... ¿Cómo puedes ir y venir sin caballo?

–No lo hago... –murmuro tan despacio que el joven no pudo percibir su respuesta.

Una vez en el palacio ambos entraron por las puertas del personal, Edmundo se dirigió a la zona de la guardia real y Helena paso por las cocinas, tomando un rico racimo de uvas para ir en busca de los príncipes, consiguiéndose en el camino con Osiris y Anubis.

–Vaya, apareció finalmente... –dijo Anubis algo molesta, desde que le entrego aquella invitación no la habían vuelto a ver.

– ¿Algún plan para mañana en la noche?

Los dioses les dieron toda la información, aceptando cada una de las ideas y conversando con el Rey sobre algunas modificaciones en sus designios. A la mañana siguiente se unió a la cocina junto a Anubis mientras que Osiris, Henry y Edward entraron como miembros de la guardia real suplantando a tres jóvenes a los cuales les dieron el día libre, mezclándose entre los demás con un hechizo utilizado por Helena.

Ningún humano podría ver sus apariencias reales.

Ya en la tarde cada uno estaba dentro de la sala real, algunos nobles y adinerados personajes habían llegado siendo atendidos por igual, Helena se las había arreglado junto a la diosa para crear un vínculo entre sus pensamientos y los de ella para que de esa forma pudieran comunicarse entre todos, Anubis por su lado había tomado su forma lobuna fingiendo ser una mascota del príncipe Mehmed para poder sintonizar los pensamientos de los demás.

"–Arggrrr... hmmm..."

Cuando Henry iba subiendo con su armadura de gala escucho una interferencia extraña, observando a Osiris quien arrugaba su frente con incomprensión.

"–Nada de comer, Anubis..." –regaño Edward.

"–No pienso hacerlo..."

Frente del príncipe estaba una mesa llena de un delicioso banquete, la pobre diosa había pasado el día entero sin probar bocado por lo que ahora se sentía hambrienta.

"–Suenas como si estuvieras a punto de hacerlo." –reclamo Henry.

"–Es un fenómeno fisiológico producido por los intestinos." –se defendió con tono agraviado.

"–Es la excusa más idiota de la tierra." –el héroe legendario estaba enfadándose.

"–Entonces es el instinto." –los ojos del lobo estaban fijos en la comida, Mehmed comenzaba a sentirse incomodo al no escuchar ni comprender lo que sucedía con el animal.

"–Debes hacer algo con esos instintos por favor, Anubis. Tu expresión está asustando al joven príncipe." –pidió Helena, caminando con una bandeja llena de aperitivos, Henry sonrió y continuo su camino de vigilancia mientras Osiris y Edward intercambiaban miradas– "Esos pensamientos que tienes no parecen los de un ser inteligente. Es una distracción para todos."

La loba bajo sus orejas y Vlad la miro desde su haciendo, al ser criados por Murat tenían el derecho de compartir la mesa de los futuros esposos pero solo él lo había hecho.

"–Si, si... gracias Anubis por permitirnos comunicarnos sin necesidad de hacer contacto sospechoso." –dijo algo molesta.

Todos iban de un lado al otro, contemplando los rostros de los presentes.

La novia y su representante no habían bajado de su habitación por lo que no había rastro de nada suspicaz o así fue hasta que los presentes exclamaron con asombro, captando los ojos de los inmortales. La princesa bajo con un elaborado vestido ceremonial, capas y capas de telas coloridas la rodeaban por completo y su cabello recogido dejaba a la vista diversas joyas, brillantes y costosas, a su lado estaba otra dama con un atuendo mucho más simple pero con su rostro ataviado en una fina tela que ocultaba sus facciones y plumas cayendo a los lados de sus orejas, era quien llevaba la cola de su vestido.

Los ojos de la chica se concentraron en la mesa donde su futuro esposo le observaba con atención, aquella era la primera vez en la que se veían y por las vibras ambos estaban de acuerdo en algo: se veían bien en aquellos trajes.

Bajo despacio hasta llegar a la mesa, sentándose a su lado sin mirarlo, estaba sonrojada, su dama de compañía se sentó al lado de ella quedando frente de Vlad, desde las escaleras los evaluaba su padre siendo testigo de la sonrisa amistosa del príncipe, la fiesta había iniciado.

Entre los invitados; en uno de los balcones, estaban Charlotte y Mefistófeles, conocían los planes de aquellos ingleses con los egipcios por lo que tenían cuidado para no ser descubiertos, Charlotte se acercó a su padre cuando estuvo entretenido con la pelirroja.

Era por ella que conocían cada mínimo detalle al ser capaz de captar aquella transmisión mental que poseían los licántropos.

"–Anubis, no pierdas de vista a los invitados, cualquier movimiento sospechoso repórtalo." –dijo Osiris mientras se apoyaba en un pilar, su atuendo de escolta real le lucia perfecto.

"–Si, si... si alguien va en contra de la corriente lo reportare como dudoso para que lo rastreen."

"–Toma las decisiones en menos de un segundo, por favor." –recalco el noble inglés, Henry comenzó a bajar los escalones al lado del padre de aquella chica.

"–Por supuesto, amo." –canturreo la loba lamiendo su hocico de forma sonora– "Todo el personal, repórtese."

"–Área veinte seis, todo despejado." –dijo Radu desde uno de los puentes externos.

"–Área dos, todo está despejado." –respondió Vlad, dándole un trozo de carne al animal siendo rechazado con mucho esfuerzo por ella.

"–Lo mismo aquí." –se unió la pelirroja al conteo de personal.

Henry se detuvo al final de las escaleras al observar a dos chicas muy atractivas en el borde de unos de los balcones, una de ellas estaba conversando con un caballero bastante apuesto pero la otra parecía sumergida en sus propios pensamientos, el guardián abrió sus labios y murmuro ciertas palabras que ni el mismo comprendió pero la chica reaccionando a un murmullo traído por los poderes sobrehumanos del vampiro palideció ladeando su rostro hasta donde la presencia varonil le llamaba, creando en ambos un vínculo maldito.

Y él supo que era ella.

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