CAPITULO XIV

1445 (En algún lugar cercano a Transilvania)

Los pasos de un desinteresado chico eran resaltados por el silencio de la acrópolis, a esas horas de la mañana siempre cumplía con su función de vigilante y aprovechaba para distraer su mente de lo que posiblemente seria su más anhelado día. Siempre entrenaba con fervor para no defraudar al Sultán y su trato con su padre, evitando castigos aburridos de lecturas poéticas hacia su hermano Radu y extendiendo una confianza plena hacia sus decisiones.

Desde su nacimiento había sido expuesto a una infancia traumática, como príncipe heredero debía ser así pero pese a todo lo que se pensará su mayor sueño había sido liberarse de aquella carga, deseo que se vio realizado cuando en 1444 fue entregado a los otomanos como rehén junto a su hermano, clara muestra de sumisión por parte de su padre con la idea de formalizar una confianza plena entre ambos reinos; si los hijos de dicho dirigente estaban en manos de ellos implicaba que no habrían futuras traiciones, y el Monarca Murat II se vio complacido con el trato ignorando el poco afecto que existía por dicho Rey hacia sus hijos. Aunque supuso que su vida sería una pesadilla se vio en la armoniosa situación de ser tratado como un igual, su puesto de príncipe no fue obviado y más que un rehén se sintió en simpatía con los extraños que supuestamente lo habían alejado de su hogar. Tanto él como su hermano encontraron una familia amorosa que a pesar de ser severos en los entrenamientos y educación les brindaban la suficiente comodidad y protección como para sentirse más animados en aprender de dichos mundos, entablando una fuerte amistad con Mehmed II, hijo de Murat.

Si bien el sol solo tenía unos minutos de haber mostrado su brillo por los alrededores, los aldeanos ya estaban retomando sus puestos de trabajos, ya sea arando los campos que rodeaban la ciudadela o levantando sus tiendas para comenzar a ofrecer sus artículos o víveres en general. Vlad se sentía en plenitud durante sus recorridos, la comparación con su niñez era inmensa, allí era feliz y en gran parte se debía a esa niña de cabellos oscuros que había conocido en el famoso festival de las estrellas, sin hacer de menos los recientes cambios de trato sobre su persona: pasando de ser un niño asustado y nervioso a otro con personalidad decidida y calmada. Justo iba a dirigirse al palacio cuando sus ojos se encontraron con la panadería que tanto amaba aquella chica de cabello ónix, detuvo su marcha y analizo al vendedor con exagerada critica, era un señor que pasaba los cuarenta años, tan regordete que provocaba cierta gracia, el hombre observo su interés y le regalo una sonrisa tan brillante como el sudor que presentaba en su cabeza casi calva.

–Aaaaah, joven Vlad, que gusto verlo por aquí esta mañana. ¡Hay bollos recién orneados! ¿Le interesa alguno? Por tu ejemplar labor podría regalarte varios para que comiences el día con más energía.

El negó con su rostro, no le agradaba la idea de aceptar aquellas ofertas que recibía a diario, las personas estaban muy agradecidas con él porque siempre vigilaba y mantenía a rayas a esos delincuentes que se animaban a provocar algún disturbio y por supuesto, siempre que necesitaban de alguna ayuda no dudaba en ofrecerla.

–Agradezco su ofrecimiento señor Laus pero no brindo mi ayuda a cambio de trueques parecidos además siempre tomo mi comida en presencia de su Majestad –le mostró una sutil sonrisa dejando en claro su punto– Aunque... si me interesaría una docena de ellos, obviamente pagos. Traigo dinero conmigo.

Era su cordialidad lo que lo había convertido en la mano derecha del príncipe.

Tras haber pagado su compra y aceptado el préstamo de una canasta de mimbre partió con rumbo contrario al castillo, directo a donde residía su querida amiga. La familia de la joven era dueña de un viñedo y un amplio terreno que cubría gran parte del Este, aunque estaba a 30 minutos del campo podría decirse que era otro reino donde su Soberano; padre de la chica a la que profesaba alta estima, impartía respeto lejos de cualquier orden mandataria y si había sacado bien las cuentas le daría tiempo de visitarla para luego regresar junto con ella y su progenitor al desayuno que se serviría a las 9:30 de la mañana. Ese día se suponía que se reunirían en el centro de la aldea turca para presentarla al príncipe y su hermano, habían estado curiosos por su cambios de rutinas y le habían extendido sus comentarios al magnate quien curioso sobre el tema le extendió la invitación para el banquete y por supuesto así negociar con el dueño de dicho terreno, no podía perder aquella oportunidad de oro o eso le hizo creer.

Al comienzo supuso que el señor Felús se negaría pero extrañamente acepto su propuesta sirviéndose con la excusa de que deseaba que su hija fuera feliz y si ser su amiga y conocer al sultán lo lograba él no se negaría. Una mueca feliz reposo en su mirada, ese día debía ser perfecto y no podría esperar tranquilo hasta que ella llegará al punto de encuentro por eso decidió ir a su hogar, ejercitando así sus piernas en el camino. Se sintió complacido cuando pasando por los cultivos todos le saludaron de forma enérgica e incluso pudo presenciar varios gorriones que le observaban con un interés desconocido. Su rostro estaba calmado cuando diviso la cabaña de Otte, fuera de la misma ya estaban los caballos de sus tíos menos el oscuro ejemplar de su padre, suponía que estaban próximos a salir y que el hombre se adelantó a examinar algún inconveniente pero lo que capto su atención fue el grito exasperado de la chica que salía refunfuñando del interior de su casa dejando incluso la puerta abierta. Ella no lo noto al comienzo, estaba enfrascada en su rabieta dejando en sus mejillas un notorio color rojizo que incluso a la distancia era más que perceptible.

– ¡Ohhhhgrrr! ¡Lo odio, lo odio, lo odiooooo! ¿Por qué no me levantó para irnos juntos! –su voz era dulce aunque su vocabulario fuese algo excesivo, el joven Vlad se detuvo para saludar.

– ¡Buenos días, señorita Otte! –ella no lo observo, subió a su yegua "Espuma" con aparente furia– ¿Cómo... estás? ¿Quieres un poco de...?

– ¡Buenos días, Vlad! –le dijo de forma mecánica sin siquiera prestarle atención, estaba tan enojada que había pasado por alto su visita– Lo siento tanto, se me hace tarde para alcanzar a mi padre y encontrarme con Vlad. Seguramente fue a intimidarlo con sus cuestionamientos antes de visitar el palacio.

El chico ladeo su rostro ante aquel comentario y no pudo evitar sonreír por su acción descuidada. La joven no dijo más y galopo con dirección a los campos, Leah se asomó por la puerta y se apoyó contra el marco de la misma con una sonrisa divertida, al parecer la adolescencia volvía a los humanos un tanto torpes, aunque su "sobrina" solo llevase la mitad de aquella esencia.

–La próxima vez... ¿Si? –grito a lo lejos, el chico se quedó pensativo ante lo ocurrido y le dirigió una mirada llena de incredulidad a la mayor.

–Pero... estoy aquí y... traje bollos de judías.... –no cabía en su mente lo que acaba de ocurrir, no sabía si Otte estaba sacándole el cuerpo con aquella supuesta indiferencia o si de verdad había estado tan sumida en sus emociones que no había caído en cuenta que estaba allí, frente de su hogar– ...están recién horneados.

El joven soltó un suspiro y quiso darse la vuelta para dejarle lo traído a la mujer pero la adulta le señalo a su espalda, provocando que se girara sobre sus talones y distinguiera el caballo de la chica regresar con su dueña muy sonrojada.

– ¡Ahhh, no puede ser! –grito bajándose del caballo que aún no detenía su marcha con una agilidad sorprendente, el pelinegro no sabía que decir– ¡No puede ser! ¡Olvide la mermeladaaaaa!

Paso por su lado ignorándolo nuevamente, enojando a la mayor que veía con más seriedad el asunto.

– ¡Pero que tonta eres, Otte! –le grito uno de sus tíos que estaba sentado sobre la mesa– ¡Aquí está!

–Gracias tío Roth... –salió por la puerta con intención de irse pero su tía la detuvo cuando paso por su lado tomándola rudamente por su antebrazo, señalándole al joven en cuestión. El rostro de la chica sufrió un golpe de calor cuando rememorando lo que había hecho se percató su insolencia ante él y aunque ambos tuvieran según la misma edad y fuesen amigos le debía el respeto que se merecía por su cargo de príncipe rumano y personal de élite de los otomanos, de inmediato bajo su rostro al suelo e hizo una reverencia marcada sosteniendo contra su pecho aquel envase con contenido rojizo– ¿Vlad...?

– ¿De verdad no lo viste? –Leah le regaño, no caía de su asombro– Me avergüenza tu capacidad para procesar tu entorno. ¿Cómo estas, joven Vlad? –menciono cuando la pequeña no pudo articular palabra alguna– Disculpa a esta niña, al parecer aún le falta mucho para madurar. ¿Qué te ha traído por aquí? Pensé que se verían en la ciudad.

–Era así pero... vi estos panecillos y quise traerlos directamente para todos –le señalo la canasta caminando hasta donde estaban las dos, entregando sus correas a la mayor– Y aprovechar el camino de regreso junto a ustedes.

–Muchísimas gracias, que amable... –dijo forzando una sonrisa– Nosotros no iremos al palacio, solo Otte y su padre. Él decidió adelantarse para llevar un pedido a las cantinas, aprovechando el día pero está niña siempre malinterpreta las acciones de mi hermano. Ya sabes... si iba a estar por esos lados era mejor adelantar pedidos.

–Entiendo –dijo de forma tranquila, su rostro pocas veces mostraba emociones. Otte era la única que conocía aquellas muecas que parecían ser el intento de alguna expresión– ¿Nos vamos?

La joven levanto su rostro y asintió, observando alrededor.

– ¿Dónde está Ume? –no veía el caballo rojizo de su amigo y aquello le extraño.

–En su establo, por supuesto –fue sincero, cuando había ido a la ciudad solo hacia su trabajo como guardián– Como habíamos quedado encontrarnos en la plaza central no lo traía conmigo. Luego cambie de opinión y preferí venir por mí mismo... caminando.

– ¡¿Qué?! Que cansado... –exclamó algo impresionada– No planeo ir caminando así que te tocara subir a Espuma.

El ejempla albino rechino con energía, había tomado agua recientemente por lo que su hocico se encontraba húmedo.

–Por supuesto –acepto caminando hasta la potra, invitando a la pelinegra a subir– Yo las guió.

Sin decir nada más ambos partieron. Al llegar al punto de encuentro su padre los observo con los ojos entrecerrados, Otte sonreía a plenitud mientras que Vlad conversaba moviendo sus manos ajenos a lo que sucedía alrededor de ellos y siendo inconsciente de su discriminación silenciosa cuando estuvieron frente de su localización pero pese a lo pensado no los regaño, tomo de las riendas a ambos caballos y se levantó de la fuente.

–Pensé que sería aquí donde nos encontraríamos –observo con severidad al muchacho– Eso dijiste en la cena.

–Sí, eso dije señor Felús –el joven se bajó y le indico a la chica que permaneciera en el lomo del animal, observando como aquel imponente hombre mantenía el control de los dos animales sumisos ante su presencia– Pero me aburrí de solo pensar que debía esperar y...

– ¡Nos llevó bollos recién horneados, papá! –exclamo la chica atrayendo la atención de ambos, a su parecer solo quería salvarlo del escrutinio de su padre sobre protector quien solo había aceptado su amistad por el vínculo que mantenía con la realeza.

Era su manera de mostrar respeto aunque sus tierras estuvieran fuera del mandato de ellos, siendo autónomos de cualquier tipo de política pero aceptando sus existencias.

– ¿Bollos? –la voz del señor sonó en cierto punto burlona– Espero que Leah los disfrute.

Su comentario fue despectivo, Otte bajo la mirada comprendiendo la intención, ninguno de ellos comía nada proveniente de los humanos al menos que fuesen su propia carne o su sangre, solo ella era capaz de disfrutar aquellos alimentos que tanto despreciaban sus familiares. Llegaron al palacio sin ningún contratiempo, mucho antes de la hora convenida por lo que pudieron sentarse a socializar un poco con la familia real, aquel sultán reconoció el aura que trasmitía Felús sonriendo complacido con su presencia y luego de presentarse formalmente invitó al mayor a platicar en un lugar más reservado mientras los menores disfrutaban de pequeños aperitivos.

–Dudo que quiera mi servicio para llenar sus depósitos de vino, gran señor –intuyó el demonio, aquel hombre se sentó y lo invito de forma respetuosa a seguir su ejemplo– No estoy cansado, espero no faltarle el respeto si permanezco de pie.

–Claro que no lo hace, Felús –le permitió el atrevimiento– No debe fingir frente de mí, sé quién es.

– ¿Quién soy, según usted?

–El demonio que ha estado provocando muertes extrañas por los alrededores. Aquel que había sido contenido en la montaña galesa y que fue liberado hace casi un siglo y medio –los ojos rojizos del ser se dejaron mostrar, exponiendo su naturaleza maliciosa sin ningún tipo de temor– Nosotros los que nacemos bajo el sol de la realeza comprendemos perfectamente ese mundo que otros ignoran.

–Ya veo... por eso invitó a mi querida hija a su presencia –dedujo consciente de donde se estaba metiendo– Pero déjeme decirle que nada cambiará. No planeo inmiscuirme con ningún reino y le advierto que si mueve un solo dedo en contra de Otte, se arrepentirá. Aunque finge ser una niña posee mucha más experiencia que usted, milord.

–No planeaba hacerlo –le revelo tomando un pequeño reloj de arena que estaba sobre la pequeña mesa– Solo quería asegurarme con quien se relaciona mi querido hijo y como existen tantos rumores acerca de sus tierras quería asegurarme.

–Que astuto... planeabas invadir mis tierras pero en vista de que somos algo mucho más grande que no puedes controlar te retractaras. ¿Qué dicen esos rumores? ¿Desde cuándo están siendo pronunciados?

Con aquella información estaba más que seguro de que pronto tendría visitas indeseadas y ya no huiría de ellas.

No tenía motivos para hacerlo.

–Ya estamos hablando el mismo idioma. Eran los planes de mis consejeros pero mi padre me advirtió que aquellas tierras estaban malditas, que mantuviera mi distancia con sus residentes –le mostró una sonrisa con sorna, aquello le molestaba al monstruo– Sé lo que estás pensado pero mi invitación no fue para comprobar ninguna estrategia en contra de ustedes. Es sabido por todos los de la alta cuna que existen seres poderosos además de los dioses, ángeles y demonios.

–También es sabido que si logras una alianza con algunos de ellos tus linajes son más poderosos –le recordó con descaró, reconocía perfectamente esas enseñanzas porque alguna vez había sido un príncipe mortal– ¿Es eso lo que deseas? Asegurar tu estirpe.

–No, en eso se equivoca. Por el bien de mi familia no intervendré en esa... –se limitó en lo que iba a decir corrigiendo las posibles palabras insultantes–...inocente amistad que ha nacido entre vuestros chicos pero...

–Esto se pone más interesante –le interrumpió, inclinándose al frente para acercar su rostro al otro provocando una leve intimidación– ¿Pero...?

–Pero quisiera pedirte en términos amistosos que retires a tus cazadores de mis territorios.

–Y según tú, ¿Por qué debería de hacerlo? Siempre que no toque a tus súbditos cercanos no debería de afectarte.

–No soy ese tipo de Rey –le aseguro, levantándose con molestia para hacerle frente cosa que impresiono a Mefistófeles. Por primera vez el demonio veía alguien tan valiente que ignorara sus temblores y temores– Me importa mi gente y ustedes están asesinándolos de las maneras más crueles que puedan existir.

– ¿Es eso?

–Solo eso... –bajo su rostro con cierto grado de tristeza– No me opondré a la amistad de nuestros niños pero le pido de favor, por ellos, que extienda su alimentación en otros terrenos.

–Está bien, por primera vez Otte parece muy feliz y es por un humano. Lo haré por ella.

–Se lo agradezco.

–Lo que no comprendo es su cordialidad –le invitó a contestar– ¿Por qué crías como tuyo a los hijos de uno de tus mayores enemigos?

–No es mi enemigo, lo fueron de mis antepasados. Realizamos una tregua y los niños son...

– ¿Crees que eso detendrá a Dracul de no traicionarte? A mi parecer te haces más vulnerable.

–Te equivocas, pedí esa condición por el futuro de esos chicos –el rostro del hombre se ensombreció– Los trataba como si fuesen animales, sentí compasión. Aquí ellos son lo más cercano a su posición.

–Me impresiona tu benevolencia. Solo por eso te daré mi aprobación y aceptare tu petición.

– ¿No lo habías hecho ya?

–Nunca confíes en un demonio... –le sonrió con cinismo regresando a su aspecto humano–...y mucho menos en Dios. Por ahora, solo te doy la tranquilidad de convivir en paz con nosotros. Llevaré a mi legión a otra región.

–Lamento escucharlo pero... solo puedo abogar por mi gente.

Por la puerta entro una mujer que casi parecía ser una musa divina por su belleza, les indico que la mesa estaba servida y se retiró.

–Como podrás saber no podré quedarme a desayunar. No simpatizo con el alimento humano.

– ¿No puede comerlo? –aquel comentario fue más una curiosidad que una pregunta.

– ¡Oh, créame que sí! Pero... lo odio con toda mi existencia –fue sutil en su respuesta– Por lo tanto, excúsame con mi hija y los demás. Espero que regrese antes del anochecer sin ningún tipo de rasguño y que Vlad la acompañe para cenar con nosotros. 

–¿Antes de partir podría decirme su nombre original?

–Hasta luego señor Sultán.

Aquella despedida significaba un no rotundo.


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1447 (Rumanía)

El hocico de aquel lobo estaba olfateando la zona, desde hacía varias semanas habían estado ocurriendo incidentes extraños por la zona y necesitaban encontrar al culpable. Su "amo" había sido contratado para revisar el área y encontrar respuestas a los sucesos. La bestia de pelaje blanco lanzo un aullido llamando la atención de otro canino oscuro y un hombre con aparente armadura plateada.

"–Aquí he encontrado un rastro. Se dirige al interior del bosque." –le hablo directamente a su mente, se había acostumbrado a ese incomodo método divino de comunicación. ¿Quién diría que un dios había tomado prestado el cuerpo inerte de un licántropo? – "¿Debo buscarlo o solo lo ignoraras como la última vez?"

"–Hasta que no regrese nuestro contratista deberíamos mantenernos informados." –le sugirió la otra bestia con un tono más dulce en su voz proyectada por telepatía.

– ¿Sientes el aroma de Charlotte? –fue directo al grano, no le interesaba investigar ningún asesinato si no tenía relación con su tesoro perdido y no estaba su asalariado enterado para pedirle su intervención.

El lobo oscuro se transformó en una dulce chica de cabello dorado muy corto, le sonrió con fascinación y estiro sus manos al cielo en busca de estirar sus huesos.

Su cuerpo desnudo no era algo que impresionara a Edward debido a que la había salvado desde su niñez.

–No exactamente –pronuncio la joven mientras que el lobuno blanquecino seguía olfateando, él se dio la vuelta con intensión de retirarse pero la chica lo detuvo sosteniéndolo por el hombro izquierdo– Pero... quien asesino a este humano tiene impregnado un aroma muy similar y te interesaría saber su identidad.

– ¿Estás segura, Anubis?

Después de muchas décadas volvía a tener una pista de la hija de Helena, su hija.

"–Créele, está más que segura." –admitió Osiris, gruñendo con dirección al bosque para correr hacia la esencia captada– "Lo he encontrado. Es sutil pero no hay la menor duda. No te gustará esto."

– ¿Qué has encontrado, Osiris? –Edward se acercó al muerto, reprimiendo un chasquido en su mandíbula por lo fuerte que la apretó en contra de su voluntad–Esto solo traerá más problemas.

Escondido en la espesura de la vegetación se encontraba el cuerpo casi cercenado de un hombre. Tras un simple vistazo pudo comprobar por su costosa y elaborada armadura roja que no se trataba de ningún plebeyo y luego de una revisión más amplia encontró un emblema reconocido por aquellos lugares, se trataba del Rey de Valaquia; Vlad II, su cliente.


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Desde que presento a la chica al sultán fue tratada como una doncella de alta casta e incluso aceptada en los entrenamientos rutinarios de los príncipes, a petición de la misma. Eran estrictos con los horarios por lo que debían levantarse muy temprano para estar justo después del desayuno en los campos. Ese día se le había hecho un poco tarde, acompaño a su familia por la noche hasta la frontera opuesta de aquel lugar para que pudiesen ir a cazar lejos de los terrenos de aquel rey, cosa que alegro mucho a la chica cuando lo supo algunos años atrás.

Se había acostumbrado a ese ritmo de vida y de vez en cuando acudía a las caserías para satisfacer algún antojo o sed. Al llegar, uno de los soldados la observo correr por el terreno con angustia cosa que lo divirtió. Vlad odiaba la impuntualidad y le exigía incluso a sus maestros que fueran exactos en sus horas laborales.

– ¡Buenos días, señorita Otte! –expreso con demasiada alegría aquel muchacho espantándola al instante, llamando la atención de los tres príncipes y varios guardias.

– ¡Cállate! –le grito enojada haciéndole señas con la mano para que no hiciera obvio su atraso, Vlad pudo escuchar cómo se quejaba mientras se colocaba en la última fila, al verse expuesta no le quedo de otra que disimular su vergüenza con una radiante sonrisa– Eh... Hola, buenos días Vlad.

El rostro del chico se fue de inmediato al frente donde su tutor seguía explicándoles sin interrupción los problemas ocurridos esos últimos días, el estricto príncipe de cabello oscuro le señalo a la chica que se colorará a su lado, cosa que dudo hacer al momento pero que finalmente realizo, ninguno de los presentes pareció prestarles atención reconociendo sus castigos si perdían el hilo del tema.

–Hola –le dijo cuándo la tuvo a su lado sin mover su posición recta– Llegaste muy tarde.

El rostro pálido de la chica mostró una sonrisa tierna cosa que los otros príncipes no perdieron de vista, solo ella podía hacer esos desplantes frente del joven.

– ¡Ahí sí, lo lamento de verdad! –expreso con sinceridad, de no ser porque eran ellos los que interrumpían la charla el comandante hubiese tomado el asunto con más crueldad– ¡Ah! –recordó por qué se había atrasado en su camino, revisando un pequeño bolso marrón que llevaba colgando a un lado de su cuerpo, sacando de él un pequeño panecillo–¿No quieres un bollo?

Solo en ese momento se hizo el silencio, hasta el príncipe otomano no podía creer su ocurrencia, sonriendo de lado para no enojar más al estricto muchacho. El adalid hizo una mueca de cansancio esperando algún comentario ácido por parte de Vlad.

– ¡Son de judías!

Desde que había probado aquel alimento lo había adorado y junto a él solía visitar aquella panadería donde los realizaban con mucha frecuencia.

– ¿Comes a la hora de un entrenamiento? –le recrimino incrédulo– ¡Que imprudente eres!

No había gritado pero tampoco había movido su postura seria, nadie sabía lo que podía ocurrir debido a que en otras ocasiones la había reprendido e incluso se había asegurado de impartir un castigo a sus faltas de puntualidad. Con los años aquel niño relajado se había vuelto un obsesivo con todo lo que tuviese que ver con la responsabilidad.

–Como les decía... –carraspeo la garganta el mayor, todos regresaron su vista al frente– Se han presentado en las últimas semanas varios asesinatos sin precedentes. El Sultán desea que vigilemos las áreas más cercanas a los puntos de hallazgo para encontrar la conexión de los eventos.

–Vlad... ¿Sabes quiénes son las víctimas? –pregunto curiosa, desde que había sido aceptada en los entrenamientos sentía curiosidad por sus labores, el joven extendió su mano para sacar de su bolso aquel pan que le había ofrecido.

Estaba intrigada debido a que su familia no había cazado por las zonas, tanto que no se percató cuando un hombre con cabello castaño y armadura plateada se presentó ante todos ellos, enmudeciendo a la chica cuando fijo su vista en ella.

–Él es un mercenario reconocido por sus trabajos, fue contratado por el Rey de Valaquia y el Sultán para colaborar con la investigación –el comandante y maestro de aquella tropa prosiguió con su explicación– Tras los incidentes del pasado y la poca confirmación de los mismos se vio en la necesidad de mandarlo a llamar.

Aquel asunto comenzaba a salirse de las manos de la realeza y Mefistófeles le aseguro a su Alteza que aquellas muertes nada tenían que ver con sus compañeros.

Algo extraño estaba sucediendo y necesitaban respuestas.

–Vinculamos todas esas víctimas con los asesinatos ocurridos hace algunos años por nuestra jurisdicción... –respondió Vlad dándole una mordida al pan dejando a más de uno impresionado, parecía no interesarle la presencia del recién llegado– Se le había relacionado a los mismos asesinos. Eso escuche decir a mi padre al Sultán cuando vino hace una semana, en Rumanía venía ocurriendo lo mismo desde entonces pero no encontraban ninguna explicación.

Otte dejo de prestarle atención cuando regreso su vista al frente, aquel hombre la intimidaba porque reconocía en su aura una esencia que no era humana.

–Pero antes de llegar a una explicación, su Majestad aseguro que los asesinatos no podían estar vinculados entre sí y que debía de haber alguna otra disquisición. –Vlad la observo y supo que algo no marchaba bien– Por eso mi padre propuso a este hombre llamado por los altos mandos como el héroe errante legendario.

La chica torció sus labios cuando aquel hombre se aproximó a ella ignorando a los príncipes en cuestión, Vlad le dedico una mirada astuta sin dejar de masticar.

– ¿Héroe errante legendario? –pronuncio conmocionada, sintiéndose empequeñecida con su presencia.

–Lo siento señor, no puede estar tan cerca de los jóvenes prin... –le intentaba explicar el líder del escuadrón mientras otros soldados se ponían a la defensiva, incluyendo a los de la alta élite.

–Oye niño, no te atrevas a tocarme –su voz sonó grave como si llevara años sin usarla.

–Señor debo insistir en que se aleje de los príncipes, es una regla...

– ¿Acaso eres sordo? –demando el joven Vlad llamando la atención de todos al terminar de lamer sus dedos con aparente sadismo– ¿Quién te crees que eres para acercarte a Otte de esa manera?

Los ojos del caballero se ablandaron y una sonrisa sutil se formó en sus labios, ahora estaba seguro de que aquella chica era la niña que tanto había buscado, sentía que su pecho se comprimía de la dicha y podía jurar que pronto volvería a ver en los labios de su Helena aquella sonrisa perdida.

–No te incumbe mis razones para actuar, mocoso –espeto con desinterés sin despegar su mirada de la chica haciéndola sentir incomoda e insegura– Tu y yo nos conocimos hace muchísimos años atrás. No me temas...

– ¡Yo no te conozco! –finalmente se atrevió a pronunciar.

Vlad se había mantenido a rayas por su papel pacifista pero ver a la chica negando sus palabras le saco del quicio tomándolo por el antebrazo para colocar un poco de distancia entre ellos.

–Ha dicho que no te conoce, aléjate de ella –le miro con molestia colocándose al frente, los ojos de todos estaban tan absortos en lo que sucedía que no vieron llegar al Sultán a lo lejos– Señor, quiero que escuche bien, todos tienen prohibido el acercamiento a nosotros, los príncipes. Incluyéndola a ella. Salvo algunos que tienen dicha autorización.

Su rostro se veía afectado por el enojo y aquel errante noble no parecía querer prestarle atención, su rostro estaba fijo en la pelinegra.

– ¡¿Acaso no entiendes o qué?! ¡Deja de mirarla de esa manera... no lo tienes permiti...!

– ¡Oh, vaya! –se animó a pronunciar su majestad para evitar una confrontación, todos giraron a verlo y realizaron la evidente reverencia incluyendo a Vlad– Pero si es nada menos que el héroe legendario. Un placer conocerte, has llegado antes de lo previsto. Pensé que tardarías unos días con Dracul y luego vendrías por aquí. ¿Cómo están en Rum...?

–Vlad está muerto... –su pregunta fue interrumpida con una respuesta tosca por parte del caballero, incluso Vlad sintió un nudo en la garganta con lo escuchado– Por eso adelante mis planes de venir.

– ¿Muerto? –los oídos del joven zumbaban ante la baja de presión que estaba sufriendo, sentía como su cuerpo se tambaleaba pero no aceptaba ceder tan fácilmente ante el malestar en cambio su hermano no sintió nada ante aquella noticia, no le guardaba ningún tipo de aprecio a su progenitor.

–Pensé en marcharme pero ya habían sido pagados mis servicios y en unos de sus costado encontré una nota donde había explicitas instrucciones de venir hasta este lugar –dirigió su vista hasta los príncipes rumanos– Al parecer le inquietaba la seguridad de sus hijos.

–No puede ser... –aquel informe inquieto al mandatario– ¿Qué fue lo que sucedió?

–Toda la tropa que lo protegía fue aniquilada y escuche rumores de que Juan Hunyadi aprovecho aquel suceso para atacar el palacio –les informo por simple cortesía– No creo que hayan sido los mismos causantes de los demás asesinatos, había otra esencia en la escena. Los boyardos al parecer apoyan a Juan y posiblemente Mefistófeles sepa algo de todo esto.

– ¿Quién es ese tal Mefistófeles? –pregunto el soberano.

La joven trago en seco negándose a creer que su padre hubiera podido lastimar a la familia de su amigo, ninguno de aquel reino conocía sus verdaderas identidades a excepción del Rey y aun así él no sabía sus verdaderos nombres.

–Alguien a quien pronto le haré una visita –el rostro de aquel noble seguía estudiando a la chica con una admiración siniestra– No se preocupe, siempre termino mis encargos.

– ¿Mi hermano...? –intervino por fin el joven Radu recordando que en el palacio se había quedado el otro príncipe.

–No regrese por él porque era muy tarde –le dedico una mirada momentánea al joven Vlad– Sus ojos fueron quemados con hierro ardiente a modo de tortura y luego enterrado vivo. No estoy seguro si ya saben la localización de ustedes pero me encargaré de cumplir mi última misión pagada: proteger los hijos de Vlad II.

– ¿Por qué no los detuvo? –grito exasperada Otte, aquello era demasiado cruel para sus oídos y más cuando veía tan afectado a su amigo.

–Como dije, ya era tarde. Los rumores llegaron a mi cuando estaba investigando a fondo sobre el asesinato del Rey Vlad –levanto ambos hombros restándole importancia al asunto– No planeaba regresar por un cadáver.

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