CAPÍTULO XIII
Abran sus ojos y observen, el festival de las estrellas los acompañará noche tras noche durante la eternidad.
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-Creo que es asombroso -murmuro un joven alado con largo cabello plateado observando la nueva creación de su señor, envidiando la vida de cada criatura que podía contemplar- Pero, ¿Por qué se ven tan frágiles?
-Ellos son; recuerden estas palabras siempre, mis hijos bienaventurados. No poseen poderes divinos de allí su fragilidad pero es por eso que son especiales -la voz brotaba del santuario de luz, sitio donde solo podían verse los tronos volar de un lado a otro sumergidos por un sol ardiente que nadie más que ellos podían soportar, los arcángeles estaban sentados en círculo frente de la escena con sus ojos muy abiertos- Ellos serán capaces de decidir sus propios destinos
- ¿Acaso son los que debemos proteger? -dijo otro con cabello castaño muy corto contemplando con dulzura la escena que se reproducía dentro de la fuente de vida- Son... sorprendentes.
- ¿Qué son? -cuestiono otro con cabello ondulado de un tono rojizo.
-Los llamaran humanos.
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El aliento de aquella niña estaba entrecortado, corría sin detenerse por el árido desierto escuchado como aquellas bestias que la acechaban se acercaban sin mucho esfuerzo, sus delgados pies se enterraban sobre la arena dificultándole su escape y sus ojos llenos de lágrimas opacaban su visión.
Moriría.
Su destino sería el mismo que el de su familia y hermano, quien en un intento inocente por salvarla se entregó a las fauces de aquellos que alguna vez llamaron manada. De pronto su equilibrio fue errado y su rostro se consiguió con el suelo de forma precipitada, el pecho le ardió y solo en ese instante fue consciente de lo sucedido, una de las bestias la había alcanzado y ahora mordía con fiereza su delicado hombro provocándole gemidos llenos de dolor y suplicas que apenas y eran oíbles.
-Eso es -gruño la bestia siendo adulado por los demás que se reían a carcajadas por su asombrosa atrapada, otro que venía detrás con forma humana lanzo un cuerpo al frente de ambos sin ningún tipo de esfuerzo- Ummm... ¿Esta muerto?
-Sí, yo mismo lo he confirmado -dijo el chico con piel morena, su cabello era largo y trenzado en un tono terracota algo fascinante- Démonos prisa y matémosla a ella también.
-Si... -canturreo la bestia apretando su mandíbula para que su mordida llegara a la clavícula de la chica- Hay que preparar nuestras ofrendas.
Aquella noche aparentaba ser calmada a pesar del grito agudo que pronuncio la pequeña y del rostro inmutable que la observaba al frente, rostro que solo se diferenciaba al de ella por aquel tono plateado de cabello.
-Los dioses deben ser castigados por su traición... -pronuncio el líder de aquellos veinticuatro feroces lobos, había llegado detrás de toda la manada sin muchos síntomas de cansancio ni suciedad, sus ojos verdes y cabello rubio lo hacían resaltar entre los demás- ¿Por qué osan tomar a nuestros descendientes como sus recipientes?
Y aunque aquel niño había estado inerte sobre el suelo con sus ojos desorbitados y ningún tipo de pulso en su cuerpo, sonrió. Todos se pudieron en alerta observando cómo se sentaba de forma tranquila para extender su mano al frente alejando con una energía purpura al animal que mordía a su gemela, dejando a la infante con un gesto de preocupación y al lobo una mandíbula rota.
-¡Agrrrrrrrrrgggwwww!
- ¿Her-hermano? -balbuceo la de cabellos dorados, percatándose de las posiciones defensivas que había tomado todo el clan que los había perseguido tras matar a sus padres y de aquellos ojos plateados que no se parecían en nada a los oscuros de su gemelo, el dolor de la herida paso a un segundo plano de forma instantánea- ¿Q-que sucede?
-Todo estará bien, hermana. Cierra tus ojos y no los abras hasta que te lo pida -le respondió el chico levantándose para romper la distancia que los separaban y abrazarla- Ya he despertado, puedes seguir descansando. Cuando despiertes de verdad te lo explicare.
-Si... -su voz sonó cansada.
- ¡Tengan cuidado con el niño! -grito el mayor señalándolo a los dos- ¡Ninguno debe quedar vivo!
-Siiiii...
El grito de batalla y los aullidos fueron colectivos, solo eran dos niños malditos contra una parte de la alianza del este, en su mayoría alfas entrenados.
- ¡Ataquen!
La niña mantuvo sus ojos cerrados tal como lo prometió, los gritos no tardaron en llegar y de vez en cuando podía sentir como era salpicada con algo cálido, el sonido de armas metálicas chocando, rompeduras de huesos y el zumbido de la alta velocidad hacían que su corazón se estremeciera con miedo, añoraba aquellos días donde compartía llena de felicidad junto a sus padres, donde comía cualquier tipo de dulce y dormía plácidamente al lado de su hermano querido.
- ¡Leham! -advirtió el líder en medio de un salto- A tu izquierda...
- ¿De dónde sa...? -la pregunta fue interrumpida de manera inquietante tras un grito desgarrador- ¡Arrrgggg!
Otro crujido desalentador y alaridos burbujeantes salidos de una garganta llena de líquido y dolor la hicieron temblar, no deseaba estar allí entre tanta oscuridad.
-Bastardo...
Fue todo lo que dijo el dueño de dicho escuadrón, de pronto un sonido seco en la arena sumergió en el silencio aquella noche. Todo regreso a la calma y solo el viento era el protagonista de lo que sucedía porque aunque la niña deseaba saber lo que ocurría no abrió sus ojos en ningún momento.
-Hola de nuevo, pensé que no llegarías -dijo el niño con una seguridad impropia de su edad- Haz crecido bastante...
-Es difícil seguirle el rastro a un dios errante -no reconoció al dueño de aquella voz pero por el tono en que su hermano se refería a él debía de ser un conocido- La última vez que nos vimos fue hace mucho.
-Es cierto pero tú también eres un dios.
-No, no lo soy...
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Los ojos borgoñas de aquel espectral ser se movían de un lado a otro con demasiada curiosidad y un cierto grado de admiración, hacía mucho que había estado planeando aquella situación y no imagino que sería tan sencilla de ejecutar. Tras el nacimiento de aquel hijo suyo que llevó la media bruja en su vientre por los meses correspondientes aquel sello que lo mantenía cautivo se deshizo con una velocidad increíble siendo cuestión de días para que pudiera dar el primer paso fuera de la cueva.
Respirar aquel aire de libertad le dio un apetito voraz que solo fue capaz de evitar después de su séptima víctima, la sangre de los humanos tenía un componente único que lograba apaciguar la sensación de cansancio que le daba el aire del mundo humano. Los siglos de sumisión en aquella prisión solo le habían servido para avivar su odio por esas criaturas amadas por el creador del universo, poco le importaba si su origen provenía de ellos y si sus pensamientos contradecían las enseñanzas de aquel que una vez llamo padre, había pasado tanto tiempo vagando sobre el mundo; solo y perdido, que cuando por fin encontró la entrada al inframundo y pactó con el señor de la oscuridad no se imaginó que luego perdería contra aquel arcángel con espada resplandeciente.
Sus dientes se apretaron en su mandíbula dejando sobresalir aquellos colmillos que le permitían desgarrar la carne y devorar la sangre de sus presas, fuese de la especie o género que fuesen, los recuerdos habían sido un martirio durante su confinamiento casi al punto del delirio. En esa época tuvo una etapa de furia descomunal, maldiciendo todo aquello que pudiese ser maldecido, destruyendo todo lo que se acercarse a su guarida para alimentar sus ideas de venganza pero luego llegó una estación de reconocimiento y análisis donde se percató de su primer y grave error: egocentrismo. Si, pensar que era un ser invencible con magia oscura le había llevado a esa batalla con el arcángel "Uriel", donde de forma vergonzosa fue privado de su libertad y junto con él todo su equipo de legión.
Algo que el gran señor de la oscuridad no se tomó con mucha alegría, permitiendo su castigo y dejándole una única solución para salir de allí.
-Si bien el poder de Uriel no es nada para mí, odio los inútiles -le había dicho uno de los principados del infierno, a quien se le conocía como el más cercano a Lucifer- Si aprendes a no fallar y planificar cada movimiento de tu cuerpo serás de más ayuda. Por eso... ¡No te liberare! Puedes pudrirte en tus fracasos o servir para algo. Mientras tanto, podrás salir de esta cueva por algunos días si un humano te invita a su mundo, así de bajo deberás caer que para poder respirar un pestañeo de libertad. ¿No es gracioso? Deberás suplicarles a tus presas para poder tomar un poco de sol.
- ¡No pueden hacerme esto! -grito con ira golpeando sus garras contra aquella barrera que le impedía salir, sintiendo como la carne cedía por la energía celestial dejando una evidente herida que tardaba en regenerarse dejándole los huesos a la vista y la piel en girones guindando por las articulaciones, sus ojos rojos y su piel azulada llena de grietas oscuras complacían al otro que solo sonreía de lado a modo de burla- He sido fiel, he llevado la muerte, la desesperanza y la destrucción por todo el mundo, he difamado aquel nombre sagrado y tentado a todos sus hijos humanos, ¿Por qué debo permanecer atado a este agujero por un simple error? ¡Responde Belial!
- ¿Un simple error, dices? -el demonio le dio la espalda y camino unos pasos para posar su mano sobre un árbol sin fruto brotando de una de sus ramas una llamativa fruta roja, tomándola con cuidado para darle una mordida de forma tentativa, el sonido provocado fue un chasquido estridente para Mefisto quien no salía de su enojo ante la muestra despectiva- ¡Maldito serás Mefistófeles! Por tu incompetencia están encerrados otros demonios de gran importancia en nuestro ejército. Demonios con más antigüedad que tú y preguntas, ¿Por qué? No me hagas regurgitar la ira que siento en contra de tú cuerpo ahora mismo.
-Puedo solucionarlo... -dijo balbuceando cuando noto como la entidad presente comenzaba a mostrar rasgos bestiales, perdiendo la belleza con la que estafaba la confianza de los mortales, llevándolos a la corrupción y como consecuencia al infierno, lugar resguardado por los jueces convertidos en divinidad- ...lo sé.
-Lo harás, sino estarás toda tu patética vida aquí y créeme; la eternidad en un agujero es en excesivo, delirante. Los demás permanecerán en un sueño debajo de tus pies, no merecen el mismo castigo que tu -le devolvió la sonrisa con la que había estado burlándose de su situación y su semblante volvió al del chico rubio de hermosa musculatura. Extendió su mano al frente cubriendo con su aura aquel poder angelical y los ojos de Mefisto pudieron ver como varias cadenas tejían una red alrededor de la burbuja que lo cubría- ¡Hecho!
- ¡¿Qué has hecho?! -gritó un tercero provocando que sus miradas se desviaran al recién llegado- ¡Tú, demonio...! Has ido en contra de la voluntad de...
- ¿De Dios? -interrumpió Belial- ¿Crees que me importa una mierda lo que tu Dios desee? Ya no pertenecemos a su orden, somos libres.
- ¿Libre? -cuestionó Mefistófeles golpeando de nuevo la red- ¿Quién es libre, maldito?
Las carcajadas de Belial les producían molestia a ambos seres, uno con sangre de demonio y otro con origen celestial.
- ¡Dejad de subirte a las ramas y responde! -exigió- ¡¿Qué has hecho?!
- ¿Yo? -se señaló desviando su otra mano hasta su cabello para acomodarlo detrás de su oreja puntiaguda- Solo he maldecido la energía pura que retiene a este bastardo. Ya sabes, me enviaron para liberarlo pero no me dan ganas de hacerlo. Todos deben aprender de sus errores para no volverlos a repetir.
- ¡Lo sabía! ¡Sácame de aquí!
-He dicho que no -gruño enfurecido, mostrando parte de su apariencia real- Solo la sangre de un hijo tuyo podrá oxidar mis cadenas demoníacas para que puedas salir.
- ¡¿Qué?!
Exclamaron al unísono ambos oyentes.
Los labios de Belial se elevaron en una cruel mueca, rodeándose de corrientes de aire llenas de flamas y electricidad que resquebrajaron al poco tiempo la tierra debajo de sus pies, abriendo una grieta por la cual comenzó a descender, escuchándose los miles de lamentos que provenían desde las extrañas del Hades, lugar donde las almas de los humanos eran llevadas para ser castigadas luego del juicio.
- ¡No, no puedes dejarme aquí! -el desespero rodeo al condenado golpeando con más intensidad aquella barrera que lo hacían herirse y llenarse de su propia sangre oscura- ¡No, no, nooooo!
El ángel permaneció distante observando lo que acontecía, era prudente al reconocer que con su nivel de divinidad no podría luchar en contra de aquel ser, además él no desobedecía ninguna orden y solo lo habían enviado a vigilar la cueva avisando de cualquier inconveniente.
Y aquel era un inconveniente.
- ¡Ah! Se me olvidaba Mefisto... -se escuchó su voz, el agujero comenzaba a cerrarse sin dejar ninguna muestra que pudiera señalar por donde se había marchado-...el niño debe ser medio mortal pero con cierto nivel de magia. ¡Hasta pronto!
- ¡Beliaaaaaaaaaal!
Un bulto pequeño se posó sobre sus piernas, había estado sentado observándolo ir de un lado a otro con mucha energía pero aquellos sucesos del pasado que lo asaltaban de vez en cuando se habían ganado su atención, por suerte aquella frágil criatura lo devolvía con una facilidad increíble.
- ¿Podemos papi? -dijo la niña con una mueca inocente, él alzo la vista para visualizar a los demás espectros, quienes ahora mantenían una apariencia más amable a la vista de los aldeanos de aquella villa.
- ¿Qué cosa, Charlotte?
-Ir al festival y comer muchos dulces.
-A ti no puedo negarte nada, princesa. Solo procura obedecer a tu tía Leah.
Lilith arrugo su frente, odiaba fingir para mantener contenta a la pequeña pero el desgraciado de su líder se había encariñado con esa cosa mortal y los demás parecían disfrutar con su juego. Claro estaba que tenía otros planes para la infante pero primero está debía crecer por lo tanto sus perfiles debían ser bajos, imitar a los mortales y asesinar lejos de su zona de resguardo.
-Y nada de morder -le advirtió ocasionando un puchero en la pequeña- Si lo haces no volverás a salir de casa.
Solo bastó esa reprimenda para que la niña obedeciera, partiendo con sus "tíos" para disfrutar la pequeña celebración humana, en cambio él prefirió quedarse como siempre lo hacía, inquietando su cerebro con debates amargos que lo hacían parecer cada día más lejano y cansado, pereciendo a sus emociones humanas a la cuales no obedecía desde épocas pasadas y que venían facturándole todo el daño causado por sus errores.
Uriel tenía razón cuando lo comparo con una diminuta hormiga, no era un demonio aunque hubiese pactado con ellos, solo era un simple ser de la noche con una alta astucia que necesitaba de la sangre humana para mantener sus poderes oscuros activos.
- ¿Tu eres la hija de ese hombre?
El recuerdo se materializo en su memoria como si de una grabación se tratará.
-Sí señor, soy la princesa Annette de Francia y dejare atrás mi trono para acompañarle... -le dijo aquella menuda muchacha, su cabello rubio lucia como el trigo debajo de un sol amplio de verano con rulos preciosos que resaltaban su fino rostro y descendían hasta su cintura, Mefistófeles le dedico una mirada llena de incertidumbre descubriendo en sus ojos el mismo color del cielo que tanto había odiado desde su encierro- ...tómeme como un signo de amor a mi pueblo y no se ofenda por mi poca vivacidad. ¡Oh, emperador de la oscuridad, no se ofenda por mi apariencia, soy el pago del pacto de mi padre por lo que puede usar mi propio cuerpo como su...!
- ¿Quién dijo que necesito tu cuerpo, niña? -la joven lo observo con confusión y alivio en su mirada, el demonio desvió sus ojos hacia algún punto incierto de la cueva para no intimidarla más de la cuenta- Le he dado a tu padre el poder para gobernar su pueblo a cambio de su única hija. Es decir, tú.
- ¿Entonces que desea de mí, oh señor...?
- ¡Basta! Pensé que serias especial debido a la mezcla que corre por la sangre de tu padre pero no tienes nada que me sirva. No hay nada en ti que me interese por lo tanto, solo haz lo que desees siempre y cuando vuelvas aquí una vez por año.
No sabía porque le pedía aquello, no poseía nada que pudiese ayudarlo a salir de aquel agujero pero la soledad de tantos siglos en aquel sitio parecía mellar su voluntad al punto de necesitar así fuese una plática tonta con la mocosa. Una vez al año sería suficiente para no enloquecer, debido a las muertes ocurridas en los años pasados aquellas tierras se volvieron malditas para los humanos y con el rumor sembrado solo debió dormir para que aquellos lo pensaran dos veces antes de dirigirse allí.
- ¿Me está dejando ir?
-Aparte de normal, sorda -se quejó el ser, levantándose de su trono de piedra para ocultarse entre la penumbra, desapareciendo de la vista de la chica- Vuelve en un año y tu padre seguirá contando con mi favor y no olvides traerme una ofrenda.
Su exigencia se debía al apetito voraz que últimamente sentía, al no alimentar sus poderes como era debido solo le quedaba la esencia de la maldición de Lucifer en su ser y solo con ella podía conceder aquellos deseos absurdos que pedían los mortales, quedando unidos a su voluntad.
- ¿Qué tipo de ofrenda?
La muchacha estaba feliz de irse, lo supo por la manera en que estaba latiendo su corazón. Al comienzo había estado tan asustada que supo por sus temblores que cuando su padre le conto sobre aquel pacto no tuvo la valentía suficiente para oponerse, por lo tanto cumplió con lo impuesto y se encomendó al Dios judío para poder volver sana.
Pobre niña, por esa vez cumpliría con las expectativas de la misma.
-Carne cruda... -le respondió, aquello hizo que el precioso rostro de la mortal se contorsionara en un gesto lleno de disgusto- y sangre fresca.
Ella se marchó sin cuestionar su petición, pudo escuchar como cantaba una extraña canción al salir de la cueva y se arrepintió de haberla dejado marchar pero todo el peso de no ver más que rocas y hongos lo estaban ablandando y por supuesto muy conservativo.
Ya no actuaba por instintos sino por lógica y planificación.
Y tal como se lo pidió, la dulce Annette regreso al año siguiente con un becerro bastante hermoso y cuidado, año por año lo hizo. Siempre sonriente, siempre deslumbrante y llena de juventud, es decir con energía y muchas cosas por decir. Le contaba sobre un hermoso festival que celebraban en su pueblo, sobre las danzas realizadas y los deliciosos postres que servían. Le relato lo difícil que eran las clases de etiqueta y lo aburrido que actuaba la señorita Lisa; su nana y profesora de piano. Por supuesto que aquellas cosas no le interesaban pero la escuchaba de toda manera con mucha atención, después de todo solo venia una vez al año y durante su ausencia solo podía entretenerse con alguno que otro animal que se escondía en la ruinosa cavidad y si tenía suerte se hallaba frente a un humano que de no darle nada de provecho devoraba sin dudar.
Aquella rutina se repitió a lo largo de ocho años, la inocente niña se fue transformando ante su curiosa atención, cada año más alta, más voluptuosa y cuando se dio cuenta ya no quedaba nada de la niña sino una radiante y hermosa mujer. Lo admitía, era apetitosa a su vista y más de una vez estuvo tentado a comerla pero se lo impedía un absurdo pensamiento.
"-Si lo hago no volveré a escucharla sonreír."
Siendo motivo suficiente para seguir aquel juego efímero que no duraría más de un siglo, era humana y pronto le llegaría el día de morir.
-Entonces, ¿Te casaras? -le preguntó desde la protección de la oscuridad.
Como siempre el becerro estaba amarrado a un lado de su trono esperando a que se marchara para ser comido, nunca lo hacía frente de ella. La mujer estaba sentada en una roca a un lado de una pequeña fuente natural de donde fluía agua tibia perdiéndose por debajo de la roca y saliendo al exterior en donde se formaba un riachuelo que se perdía en el mar que estaba próximo, sus pies estaban descalzos y sumergidos en el agua, sintiendo la calidez de la misma.
- ¿Me has escuchado siquiera? -le regaño ella, su francés era hermosamente complicado de entender, a pesar de que poseía conocimiento del idioma.
-Si hablaras con más calma lo haría, vas muy rápido -espeto a lo que ella soltó una risa armoniosa.
-Cuando me emociono se me olvida que tu idioma natal no es el francés -ahora era el demonio el que reía con gracia- ¿Qué ha sido divertido?
-Mi idioma natal nunca fue el inglés, pequeña.
-Nunca me has contado nada de ti, como iba a saberlo -se quejó la chica comprendiendo el juego con el cual pensaba sonsacarle alguna información, admitiendo que la jovencita se había convertido en alguien muy inteligente- ¿Cuál es tu...?
- ¡Para allí! No necesitas saberlo, no creas que puedes venir a estafar mi lengua con preguntas que fingen inocencia -culmino con las ideas curiosas de la chica, insistiendo en el primer cuestionamiento que producía que su pecho se sintiera apresado e inquieto- ¿Con quién ha decidido tu padre comprometerte?
-Con un príncipe bárbaro del norte, ni siquiera le conozco -respondió moviendo sus hombros en una actitud desinteresada- Dijo que no me había comprometido porque los rumores de que soy una bruja se extendieron luego de que a mis catorce años me vieran venir a la cueva.
-Tonterías, ¿Cómo pueden compararte con un brujo? -la ofensa le molestaba, por supuesto que de ser así fuese mejor para él- Y... ¿Quieres casarte?
-Sabes la respuesta -le dijo ella dejando de mover sus piernas en la fuente.
-Entonces niégate -le dijo con un tono demandante que sorprendió a la chica, sus ojos azulados se encontraron con los rojos de él entremezclándose de forma sutil, aunque ella no logro verlo él pudo sentir como su tiempo se detuvo y de pronto su cuerpo se estremeció, ¿Qué era lo que sentía por esa mortal? De pronto se vio en el dilema que había querido esquivar desde hacía unos dos años atrás- Digo... si no lo amas para que complacer a tu padre. Puedes tomar como esposo a quien desees.
- ¿Qué sabes tú de amor? -le regaño con algo de confianza, la dama lo había descubierto a su forma. La vio levantarse y caminar hasta las sombras extendiendo sus manos al frente para conseguirse con la fría y húmeda roca, lo estaba buscando a él y no la hizo esperar, materializo su mano desde el interior de aquella barrera y acaricio sus pálidos dedos- Según tú, ¿Quién podría ser mi esposo?
-Podría serlo yo... -murmuro completando su trasformación, con el manto de la penumbra sentía la confianza necesaria para estar frente de ella- Si te quedas a mi lado no me importa este maldito encierro, podrías darme tu consentimiento y visitar a tus padres para pedir tu mano y luego volver, mi libertad es solo una ilusión, aun con tú permiso sigo atado a estas paredes.
- ¿Dejarías de asesinar humanos si me quedo a tu lado? -le dijo esperanzada y el capturo sus labios con los suyos como única respuesta, ambos inexpertos en aquello que había nacido de forma errónea en sus pechos- Mefis...
-Si con eso me aceptas, lo prometo -podía sentir la burla de sus palabras sobre su mente, había jurado asesinar a cada humano existente y ahora una pequeña y hermosa mortal le había arrebatado la furia de su convicción- Annette, me has atravesado como una daga en el corazón y aunque ya estaba muerto he sentido como mis pulmones se consumen en tu ausencia. Me quema el pecho de solo pensar que dentro de unas horas te volverás a marchar.
-Te he amado desde que tuve conciencia de lo que significa el amor. Dime, ¿Tú me amas también?
- ¿Amor? ¿Qué significa el amor para un mortal? Si el amor es la maldición que sienten mis ojos cuando te ven, añorando tu piel y cualquier contacto con la misma entonces te amo Annette -lo admitió sin culpa, ya no quería esperar más tiempo ni tampoco deseaba romper ninguna cadena, solo la deseaba a ella a su lado y egoístamente se aferraba a la idea de poseerla- He perdido el control y no lo quiero de regreso, estás palabras que salen de mis labios solo son las injurias que he guardado en mi cerebro. Me estoy volviendo débil.
- ¿Y si me negara a tu propuesta?
-Te secuestraria sin dudar -su voz había perdido la amabilidad. Ella no jugaría con un demonio y saldría ilesa de sus acciones- Te arrastraría a mi infierno personal sin dudarlo hasta que finalmente te mueras de hambre, aquí dentro no hay comida para ti y yo no te dejaría partir.
-Que poco romántico eres, Mefis... -canturreo la chica, tocando con sus manos aquel rostro que en vez de darle miedo anhelaba volver a ver- Quiero casarme contigo. Quedarme contigo. No deseo nada más.
-Oh, Annette... -susurro acercando su nariz a su cuello para oler aquella hermosa fragancia que poseía, aferrando sus manos a su glorioso cabello- Que astuta te has vuelto.
Pero todo lo hermoso posee un tiempo de vencimiento y aquel apego que había cambiado sus pensamientos estaba destinado a morir en un corto tiempo de vida. La joven al poco tiempo de haber contraído matrimonio con el demonio quedo embarazada y aunque estaba seguro de que aquel niño no lo liberaría de su encierro estaba contento porque era el fruto de lo que él había conocido como amor.
-No olvides jamás, la felicidad, de poder soñar nuestros cuerpos abrazar aunque tu prefieras amar a alguien más... -cantaba la rubia mientras acariciaba su vientre grávido de siete meses- Sabes que aún al final, tu voz pude recordad y en mi mente imagina, que por siempre sonará. Quisiera dormir y nunca despertar... penas y dolor, de mi soledad, se convertirán en nieve de cristal. Tu mirar situado en la inmensidad... -los ojos de la chica estaban cerrados y el demonio no pudo evitar quedarse embelesado con tan radiante imagen, ella se había convertido en un astro de luz en su vida y próximamente podrían sostener entre sus manos aquel hijo que tanto añoraba y no precisamente para escapar de la barrera maldita, sino para compartir su vida junto a ellos-Si pudiera soñar que tu regresarás y me concederás lo que yo quisiera más. Ven y abrázame con fuerza por última vez.
- ¿Qué clase de canción es esa? -pregunto el demonio desde su actual trono.
Desde que Annette vivía con él algunas cosas habían cambiado en la cueva, tuvo que permitir que su padre; el Rey, enviara algunos lujos innecesarios para que tanto su hija como su nieto estuvieran más cómodos.
-Es una canción de cuna. La he inventado para nuestro pequeño, ¿No te gusta?
- ¿Planeas dormir al niño con esa canción? A veces me asusta tu forma de pensar -el demonio sonrió y se levantó para dejarle un beso sobre los labios deteniendo la acción unos segundos después provocando que Annette le observara con preocupación- Es ella... y no está sola.
- ¿Quién? -ella quiso levantarse pero él la detuvo, encaminándose a la entrada de aquella cueva para encontrarse con varios arcángeles que lo esperaban en la entrada resaltando a su vista la imborrable de Uriel, provocando que su apariencia casi humana se perdiera, dejando ver aquellas garras que lo señalaban como inhumano y los colmillos con los que había acabado a muchos mortales y no mortales- ¿Que sucede, Mefis...?
Una lágrima carmesí descendió por su mejilla, tan pronto los arcángeles supieron la noticia de su hijo se dedicaron a evaluar la situación de manera objetiva y luego de haber destruido un monasterio con la intención de capturar una humana con sangre de bruja decidieron que aquella unión no era aceptada. ¿Qué clase de ser podría nacer de aquella alianza? Ninguno lo sabía.
-Malditos...-pronuncio levantándose de su silla para acercarse a la ventana, había escuchado la risa de su pequeña Charlotte mientras cantaba aquella canción que se sabía de memoria aunque la había escuchado solo una sola vez de su compositora.
"-Ven y abrázame con fuerza por última vez..."
No podía mostrarse ante ella con esa apariencia tan ruin, se obligó a sonreír y salió a recibirla con un grato abrazo dejándola pasar al interior junto con los demás, observando aquella noche llena de estrellas que le recordaban esos días de felicidad que no regresarían pero que nunca olvidaría, cuando juro que la amaría por la eternidad había sido completamente sincero.
-Ahora que soy libre les haré pagar la sangre de mi amada Annette y por la vida de mi pequeño Belmont...
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