CAPÍTULO XII



–Eres bastante bueno pequeño descendiente de los dioses –se escuchó de pronto en el viento una voz sensual dejando al híbrido con los ojos muy abiertos, desde las sombras de un pilar un cuerpo femenino emergió entre humo y alquitrán dejando a la vista un rostro hermoso demasiado pálido con distintas bifurcaciones de venas azuladas y dos largos colmillos sobresaliendo en sus labios pero no eran esas características las que helaban la piel de los humanos presentes sino sus ojos completamente rojos y su cabello bañado en aquel vital liquido carmesí, delatando su naturaleza demoníaca– Veo que no sabes controlar ese poder tuyo. Mejor para nosotros y nuestro señor.

Al decir esas palabras distintos seres fueron apareciendo de la sangre derramada por los suelos, del fuego consumidor que los rodeaba, de las cenizas que caían a borbotones e incluso del agua estancada en los alrededores, seres con cualidades bestiales y distintas apariencias.

–Se ve poderoso para ser solo un polluelo –exclamo el ser que había salido de la sangre, poseía un tono arenoso en la piel siendo demasiado delgado aunque con músculos definidos en las partes estratégicas donde debían estar mostrando además dos cuernos en su frente aunque uno había sido cortado desde la base de forma muy precisa, llevaba una corona con seis elevaciones y un par de alas llamativas con plumas oscuras en su espalda– ¿Puedo quedármelo señora Lilith?

– ¡¿De qué están hablando malditos demonios?! –grito Edward, manteniendo detrás de su cuerpo a sus dos compañeros de combate, murmurándoles de forma suave aunque posiblemente audible para todos– No se les ocurra hacer ninguna estupidez, estos seres no son muertos manipulados por magia. Son demonios verdaderos. Quédense atrás de mí...

Los demás humanos cayeron dormidos uno por uno a causa de un olor somnífero proveniente de alguno de ellos, quedando de pie los dos hermanos y Edward.

–Pero... –Ginebra quiso replicar las palabras del comandante pero Henry la abrazo, tapando su boca con una mano y manteniendo la espada al frente de manera defensiva.

–Haz caso, hermana. Guarda tu alabarda y toma mi escudo. Yo seré vuestro ataque y tu vuestra defensa.

–No deberríamoss jugarr con los ssemi diosessss, Asstaroth... –flameo el espíritu salido del fuego en medio de un gruñido espectral mientras olfateaba el aire como un sabueso experto, parecía un perro con el tamaño de un caballo ardiente con un rabo que se dividía en dos, Edward le miro de manera amenazante– Puedo olerrlo, noss trraerra prroblemass. Tiene la ssangrre de una deidad grriega y la bendicción de un dioss egipccio... no ess prrudente prrosseguirr sin orrdeness mayorress.

La risotada que soltó la segunda mujer fue estridente, ella había emergido de las cenizas y parecía divertirse con el juego de cazar seres más hábiles que los delicados humanos.

–Yo no he podido entender nada de lo has dicho chucho sarnoso. Es normal que el rostro de ricitos de oro se vea tan sexy y cabreado con semejante dialogo Cerberus –señalo al ser de fuego para después observar a Edward, ella tenía un cuerpo de mujer muy atractivo y estaba desnuda. Poseía garras y plumas azuladas en sus piernas y manos aunque su rostro era obviamente el de una bestia, para ser más específico parecía ser algún tipo de ave pero mucho más humano– Ningún semidiós podría lastimar a la legión del oeste ahora que el sello ha sido roto y nuestro señor nos ha liberado de nuestro castigo –el gesto de los dos humanos era confuso mientras que el híbrido se mantenía imperturbable– Por si no lo sabían, él es el semidiós y nosotros la legión –los ojos de Edward no se separaban de aquella cosa que aparentaba ser una fémina– ¡Es tan tierno! ¿Podría comerlo señora? Prometo dejarle toda su sangre para que mantenga la juventud de su cuerpo por otros miles de décadas.

–Que ilusa eres bestia –vocifero Edward con una sonrisa que quería transmitir confianza, muy lejos de lo que sentía. Si esos seres estaban allí era probable que Charlotte hubiera sido devorada o raptada, debía estar seguro para concebir la idea de cómo proceder– ¿Quién es vuestro señor? ¿Para que atacan el palacio si el Rey no está aquí?

– ¿Quien dijo que buscamos al Rey? –respondió con desaire detrás de la chica ave el ser del agua, el tono de su piel era idéntico al de un cadáver y su aspecto aceitoso, acuoso y muy deforme. Con dificultad veía y detallaba las manos, pies y cabeza en el pues su cabello abundante y enmarañado se pegaba por toda su longitud– Nuestro señor no desea ni necesita ningún Rey. Su vida era una simple ilusión para mantener contenta a su presa.

– ¡Cierto, cierto!–secundo la enérgica mujer con sus garras, era quien obstaculizaba un poco su presencia– En estos momentos ya debe estar más que muerto, ¿Verdad, Samael?

El salido de las aguas desvió su mirada, parecía abrumado por la forma estridente de su compañera.

–O caminando dormido como los esbirros que has asesinado aquí, exterminando a su propia guardia... –dijo la que llevaba por nombre Lilith–...creando más muertos vivientes para nuestro señor. Por favor Sytry no abrumes a Samael, aun no recupera su humor.

Todos rieron de forma burlona excepto el demonio acuoso y el corazón de los tres soldados latieron desbocados debido a la humillación.

–El Rey no puede estar muerto –murmuro Henry con pesar.

– ¿Edward, que haces aquí? –balbuceo la chica algo incomoda por la postura a la que estaba obligada a estar al lado de su hermano– ¿Dónde está Helena?

–Es cierto, el Rey ha fallecido y Helena continúa al frente de la batalla junto a Roberto.

–No puede ser... –la voz de la chica se desvaneció, cualquier estivo de esperanza que pudo haber tenido se esfumo.

– ¿Qué son estas cosas? –Henry se acercó aún más a Edward, quien había dejado de sonreír y mantenía la lanza hacia el frente en una posición amenazadora– ¿Por qué te llaman semidiós y todas esas cosas extrañas que dicen?

–Son más que monstruos, posiblemente con un rango alto en el mundo de los demonios –dijo Edward agitando sobre su cabeza el arma que había tomado de camino al pueblo para ayudar en la batalla, no sabía a quién había pertenecido pero esperaba que si había fallecido al menos descansara en paz y que los jueces del inframundo no fueran severos con su alma– No comprendo nada de lo que dicen pero al parecer dentro de mis venas no solo corre sangre humana. Por favor no me teman, déjenme protegerlos y luego me juzgan por fingir ser un humano común.

–No es momento de juzgar o culpar, eres nuestro amigo y nunca no has traicionado –Ginebra quiso intervenir pero el varón de los hermanos concluyo su análisis con una simple oración– Edward será Edward siendo humano o un dios así como Helena es Helena, siendo hechicera o bruja.

El hombre les regalo un asentimiento en modo de agradecimiento, gracias a esos seres infernales tenía una pista de su naturaleza y aunque sonara como parte de un cuento de hada sabía perfectamente que podía ser posible. El mismo estuvo frente de poderosos dioses que ejercían su poder como jueces del mundo de los muertos, aquellos con máscaras de animales y alientos lánguido que seguían siendo un completo misterio para su ignorancia.


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¡Oh, quién tuviera esa Musa de fuego que ascendiera al más brillante cielo de la victoria! ¡Quien en dicho reino luchó sobre el escenario, con príncipes y monarcas como actores junto a la magia de su musa, trayendo dioses y demonios a presenciar la enorme escena que sale del mismo infierno! Quien no y entonces, el belicoso Eduardo se presentaría con la apostura de Marte en medio de la terrible contienda. Él, que siguió los pensamientos de los dioses sin saberlo, guiado por una religión y una iglesia que poco pudo hacer en su último suspiro, mismo al que todos estamos exentos a vivir, dueños de ese pecado llamado vida. La fe nos mueve en aquellos mares carentes de vidorria y verdad, llenos de la maldad que ha consumido hasta el último corazón de la humanidad.

Suponed entonces que dentro de ese recinto, de esos muros están confinadas dos poderosas verdades, cuyos frentes amenazantes y contiguos sólo los separa el océano mencionado, peligroso y estrecho. ¿Puede esta arena contener los vastos campos del Inframundo? ¿O podríamos repletar este mito de madera con los cascos mismos que aterraban el aire de Inglaterra? Y permitidnos, al cifrar este gran recuento, acudir a las fuerzas de vuestra imaginación. Reparad entonces nuestras imperfecciones con vuestros pensamientos, porque ellos deberán ahora vestir a nuestros reyes, llevarlos de aquí para allá, saltando sobre las épocas, juntando acontecimientos de muchos años en un cuento para dormir.

Con tal fin, admitidme como el coro de esta leyenda.

De aquí en adelante, conocerán la historia de un Rey, una hechicera, un vampiro, un clan de lobos, un humano, un híbrido y muchos seres mitológicos.

Esta es la historia del Rey Eduardo I de Inglaterra, sus descendientes malditos y Helena de Irilia, su decadente pecado.

Hasta aquí, con tosca e inhábil pluma, la humilde historia ha seguido la tradición, confinando en poco espacio a hombres y seres formidables, mutilando, a saltos, el pleno recorrido de su gloria. En este breve tiempo se vivió su mayor grandeza... siguiendo la vida de este astro de Inglaterra por muchos años de su vida. Reuniendo al fin una obra como ésta, que en vuestra benévola opinión, la presente encuentre aceptación. Eduardo I retornó a Escocia con Helena pero sus caminos se vieron separados por un plan muy elaborado que cambiaría la percepción de la dama.

Fue así como murió, repentinamente de una supuesta disentería en 1307 con sesenta y ocho años de edad.

La Fortuna fue su espada, por la cual conquistó los mejores jardines del mundo, de los cuales dejó a sus hijos como muestra lánguida de su conquista y un soberano señor: Eduardo de Carnarvon conocido como Eduardo II, coronado a sus veinticuatros años de edad, comprometido y casado con Isabel de Francia con quien tuvo cuatro hijos, siendo sucedido después por Eduardo III, cuyo Estado tuvo al mando... perdiendo a Francia y desangrando a su Inglaterra.

El reconocido príncipe negro...

Pero esa es otra historia a seguir, pudiendo contar sus fragmentos en otra ocasión. Desde aquí nos dedicaremos a seguir las dificultades que sobrellevó la vida de aquella antorcha que brindo a la grandiosa Inglaterra sus años de laurel y al mismo tiempo maldijo con su desilusión a los descendientes de dicha cuna galesa.


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– ¡Es todo por hoy! –dijo la pelirroja acercándose a la mesa de dormir para apagar la pequeña lámpara con base de media luna– Mañana debes ir a la escuela y también vendrá tu nuevo profesor de guitarra así que, ¡A dormir mi pequeño fantasma!

El niño albino arrugo su frente y apretó la sabanita a su pecho en una obvia muestra del berrinche.

– ¡No es justo señorita Helena! No quiero tener clase de música y... ir a la escuela –sus labios pálidos formaban una línea recta en su rostro– Es mucho trabajo para un niño.

–Primero no se dicen "y ir a la escuela" se dice "eeee... ir a la escuela", no puedes juntar dos ices. Segundo, tú me dijiste que si te contaba una historia accederías a mis peticiones –le recordó la dama, su cabello ondulado y rojizo hacían ver su piel mucho más clara de lo que era– Debes tener más palabra Hazel, los hombres de bien la tienen. Además, tú vives diciéndome que ya no eres un niño porque tienes ocho años.

–Sí, si... como sea. Ni siquiera me has terminado de contar lo que sucedió –replico el infante– Y no has mencionado a Drácula en ningún momento.

–Mi pequeño fantasma... aun tienes muchos años por vivir –le recordó ella con una sonrisa caminando a la puerta donde descansaban sus dos lobos, los meses que llevaban viviendo junto al infante los había acostumbrado a su presencia y ahora incluso lo protegían a él– Te prometo que seguiré contándote la historia de la flameante hechicera de Inglaterra y su encuentro con el temible Drácula.

– ¿De verdad? –ella asintió– Entonces me iré a dormir ahora mismo porque soy un hombre de bien. Hasta mañana señorita Helena, hasta mañana Anubis, hasta mañana Osiris...

Los lobos no se inmutaron por el sonido del niño, movieron sus orejas y siguieron con su postura de descanso. Desde aquel día había adoptado como suyo al pequeño y con su gran fuente de ingreso monetario compro, pago y soborno a todos los entes necesarios para legalizar los transmites, después de todo el pequeño era un niño sin familia al igual que ella.

Al llegar a su habitación contemplo la sombría ventana y más allá del vidrio estaba la luna que había decidido salir después de una vehemente nevada, refulgiendo con todo su esplendor dando la ilusión de luz donde solo reinaba la oscuridad y el frío.

–Como los extraño... –soltó un suspiro, acostándose sobre su cama donde no dormiría ni un minuto en la noche.

Hacía mucho que no dormía como muchos otros seres.

– La vida continúa su cauce sin mí mientras yo sigo estancada en el pasado. ¿Dónde estarás ahora, Edward? ¿Me habrás perdonado por mis decisiones...?


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