Capítulo 7
Su pecho subía y bajaba en un vaivén desenfrenado mientras aquella bestia lo embestía con rudeza. Se había quedado sin voz, sentía la garganta seca, a duras penas podía sostenerse del respaldo de la cama para no acabar con la cara hundida en el colchón. Un gemido ronco, y el orgasmo explotó en su vientre, acabando con las pocas energías que le quedaban. Se dejó caer boca abajo sobre la cama, completamente exhausto. Pestañeó con lentitud, tratando de encontrar la figura de Efialtis en medio de la oscuridad.
—¿Por qué tú…? —quiso formular la pregunta, pero se sentía tan cansado que ni siquiera le quedaban fuerzas para hablar.
—Shh, duerme, Tomás, duerme.
Aquella voz suave, masculina y sensual, lo arrulló de tal manera que acabó profundamente dormido.
. . .
—Tomás… ¡Tomás! Por favor, por favor, ¡despierta! No me hagas esto…
Escuchó la voz desesperada de su amiga como si estuviera muy lejos de ella. Sintió sus manos sacudiéndolo, dándole golpecitos en la cara. Abrió los ojos despacio, y la vio parada al pie de la cama, con el teléfono en las manos. Lloraba desconsoladamente.
—Lu… Lu… —pronunció en un susurro.
La muchacha giró la cabeza y en cuanto lo vio despierto, tiró el teléfono y se lanzó sobre su amigo.
—¡Ay Dios mío, Tomás! —lloraba, abrazándolo—. ¡Creí que habías muerto!
—¿Qué…? —Tomás se removió para sentarse—. ¿De qué estás hablando, Luisana?
—Llevo dos días intentando contactarme contigo, vine varias veces a tu casa pero pensé que no estabas, tampoco ibas a la universidad. Hoy vine y sentí que algo andaba mal, así que forcé la entrada y cuando te vi tumbado… No lo sé, yo creí que tú… ¿Qué fue lo que pasó?
Cuando el llanto interrumpió su discurso, Tomas se apresuró a abrazarla.
—Tranquila, está bien. Todo está bien. Yo solo… me quedé dormido.
—Dos días, Tomás, dormiste dos días —. La muchacha se aferró a la camiseta de su amigo, aún sollozando—. ¿Fue él?
—Regresó, sí…
En ese momento, Tomás cayó en cuenta de que las cosas no estaban bien.
Después del último encuentro con Efialtis, todo lo que recuerda es haberse quedado profundamente dormido. Para él no había pasado más de un par de horas, pero cuando su amiga le contó que llevaba dos días durmiendo, supo que aquel cansancio no solo era producto del sexo. Había algo más, algo que siempre lo dejaba agotado cada vez que Efialtis tenía sexo con él, y a medida que el tiempo pasaba, ese cansancio era cada vez más grave.
Tomás se dio una ducha mientras Luisana le preparaba algo de comer.
Se sentaron juntos frente al computador mientras él engullía el plato de pasta con salsa. El hambre voraz era otro síntoma que había obviado hasta ese momento.
—Estuve buscando por todas partes, y no parece haber ningún indicio del ritual, ni del tal Efialtis, es como si esa cosa no existiera. El único que tenía algo de información era ese blog. Maldita sea, debí haber sacado capturas.
—Hay varios blogs que hablan sobre magia y esas cosas —comentó Tomás—. Vamos a dejar mensajes en todos ellos, tal vez alguien tenga algo de información.
Luisana estuvo de acuerdo con la idea de Tomás, así que, ella desde su teléfono y Tomás desde su laptop, dejaron el mismo mensaje en todos los blogs que encontraron sobre magia negra y rituales. Pasaron investigando toda la tarde, sin mucho éxito, y al llegar la noche, Luisana se rehusó a marcharse, así que Tomás tuvo que aceptar que se quedara a dormir.
—¿Qué tal si aparece?
Luisana, que se había acomodado en la orilla de la cama, junto a Tomás, le hizo una mueca.
—Que aparezca, estaremos alerta. No dejaré que esa cosa te toque un pelo.
—Ni a ti tampoco. Porque te recuerdo que ya probaste un poco de lo que hace.
Luisana suspiró.
Se acomodaron en la cama, abrazados, y conversaron hasta que la madrugada se les vino encima. Luisana fue la primera en quedarse dormida, luego le siguió Tomás.
Por fortuna esa noche, no sucedió nada fuera del otro mundo.
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