Capítulo 6
Todavía seguía sintiendo aquel cosquilleo recorriéndole el cuerpo. El tacto cálido del espectro seguía ardiendo sobre su piel, y no había nada que pudiera quitarle esa sensación.
Luisana estaba completamente decidida a convencer a su amigo de que había algo más detrás de su "maldito adonis". Algo oscuro y profundo que acabaría haciéndole daño tarde o temprano. No sabía exactamente qué tipo de magia tenía, pero incluso ella acabó cayendo bajo el encanto seductor de aquel demonio, y de no ser porque se marchó a tiempo, quizá hubiese terminado tan enganchada como Tomás.
Comenzó a buscar un poco más de información sobre el ritual, pero para su sorpresa, el blog desde donde había sacado la información para hacerlo, había sido eliminado. Luisana supuso que Tomás no fue el único que realizó el dichoso ritual; quizá más personas pudieron comprobar que funcionaba, y el autor del blog acabó asustándose y eliminándolo para no meterse en problemas. Lo buscó en otras páginas, pero todo lo que había parecía sacado de un libro de cuentos. No había ningún ritual parecido, nada que dijera de qué forma se podía deshacer, era como si ese misterioso blog fuera el único con toda la información que Luisana necesitaba, y había desaparecido por completo.
Se frotó los ojos con las yemas de los dedos. Luego de un rato de estar sentada frente a la laptop comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza, así que pospuso su investigación.
No había querido hablar con Tomás sobre lo que sintió cuando Efialtis la tocó. Principalmente porque su amigo seguía completamente maravillado con su "maldito adonis". Pero ella sabía que aquel encanto en el que cayó probablemente fuera la causa de todo. Tomás permitió que aquel espectro fuera más allá, y de alguna manera se había metido de tal forma en su cabeza que parecía prácticamente imposible demostrarle lo peligroso que era jugar de esa manera con un demonio.
Apoyó la espalda sobre su silla de escritorio y dejó caer la cabeza hacia atrás. Cerró los ojos mientras se frotaba el entrecejo con los dedos, luego, dejó caer sus brazos sobre su regazo y se mantuvo allí, con los ojos cerrados.
No supo si lo que sucedió a continuación se trataba de un sueño, o estaba sucediendo de verdad.
Una sensación de placer la envolvió por completo. Sintió un par de manos masajeándole el cuero cabelludo, luego bajaron hasta su nuca, de allí se deslizaron hacia su cuello, y desde su cuello llegaron hasta sus pechos. Luisana dejó escapar un jadeo, pero no fue capaz de abrir los ojos. No tenía las fuerzas para hacerlo, y tampoco quería que aquella deliciosa sensación la abandonara. Aquellas manos masajearon sus pechos con gentileza, pellizcaron sus pezones con suavidad, y luego continuaron su recorrido, colándose bajo los shorts deportivos que usaba como pijama.
Luisana apenas fue capaz de levantar los brazos para aferrarse a los pozabrazos de su silla cuando el placer comenzó a explotar en su ingle. Abrió las piernas de forma inconsciente, y en ese momento, sintió como algo la penetraba de forma brusca. Dejó escapar un sonoro gemido mientras se retorcía sobre la silla, y cuando el orgasmo le sacudió el cuerpo, aquellas manos dejaron de tocarla.
. . .
"Tenemos que hablar"
El mensaje de su amiga lo tomó por sorpresa.
"Claro, te llamo o me llamas tú?"
Luisana no tardó ni un segundo en responderle:
"Estoy yendo para ahí".
Había pasado una semana desde el escandaloso encuentro de Luisana y Efialtis. Ella no quiso hablar del tema en ningún momento, y Tomás prefirió dejar las cosas tal y como estaban, porque sabía que su amiga se iba a poner intensa otra vez, y no quería que la charla terminara en otra discusión. Aun así, Tomás sabía que su amiga seguía inquieta aunque no hubiese tocado el tema.
Luisana llegó a su casa y se metió puerta adentro sin siquiera tocar. Estaba demacrada, lucía cansada, atormentada.
—Esa mierda estuvo en mi casa —soltó sin más, peinándose el pelo atado en una coleta muy desprolija.
—¿De qué estás hablando?
—Anoche estuvo ahí, lo sentí, no sé qué mierda hizo conmigo, yo solo...
Caminaba de un lado a otro como si tratara de ordenar sus ideas.
—Lu, cálmate. ¿Quieres sentarte?
—No. Quiero saber qué mierda está pasando y por qué ese maldito demonio fue a mi casa. ¿Ha vuelto a aparecer?
—No desde la última vez... —respondió Tomás—. ¿Pero te hizo daño?
Luisana soltó una carcajada sarcástica. Le daba muchísima vergüenza contarle a su amigo lo que de verdad había pasado.
—Él me... Bueno, hizo eso que hace contigo. Aunque al menos no me desperté desnuda en medio de la sala.
Tomás sonrió.
—¿Me estás diciendo que Efialtis fue a tu casa y tuvo sexo contigo? ¿Por lo menos fue bueno?
—¡Eso no importa, Tomás! ¿Cómo es posible que esa cosa pueda trasladarse de un lado a otro? ¿Acaso me lo llevé cuando vine ese día? Por Dios... Esto es una puta locura.
—Bueno, no sé qué decirte —respondió Tomás—. Tú eres la que sabe un poco más sobre estas cosas. Yo solo fui tu conejillo de indias. No sé si pueden trasladarse o no. ¿Estás segura de que fue Efialtis? Quiero decir, ¿lo viste?
—No, no lo vi. Solo fue una... sensación. Sentía cómo alguien me tocaba pero no podía abrir los ojos.
—Así comenzó conmigo... —agregó Tomás, pensativo—. Tal vez puede viajar por medio de los sueños o algo así. Como tú tuviste contacto con él la última vez que viniste... No sé qué decirte, Lu.
La muchacha se desarmó la coleta que llevaba puesta. Se peinó la melena castaña con los dedos, para volver a amarrarse el pelo, esta vez, en un moño un tanto desprolijo.
Estaba tan asustada y sorprendida que ni siquiera podía pensar con claridad. Ella era la más astuta de los dos, la que siempre encontraba soluciones, pero toda esa situación la había descolocado por completo.
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