Capítulo 16


Pablo dibujó el símbolo sobre el pentagrama con un giz, bajo la mirada atenta de Luisana y Tomás. Ellos se mantuvieron en un rincón, expectantes, con los nervios a flor de piel. A decir verdad, ninguno de los tres quería que llegara el momento de tener que invocarlo, porque no sabían qué tan fortalecido estaba, y a juzgar por lo que había pasado con Pablo, Luisana y Tomás ya tenían más que claro que Efialtis era realmente peligroso.

—Bien, ya está —dijo Pablo, mientras se limpiaba las manos en los pantalones para quitarse el polvo del giz—. Ahora, quien lo invocó por primera vez tiene que llamarlo.

Tomás tragó saliva.

—Espera, ¿qué pasa si esto se sale de control?

—Eso no lo sabremos. Se supone que ese dibujo debería controlarlo, si eso no funciona... Bueno, creo que tendremos un serio problema.

—Mierda, genial —agregó Luisana, pasándose la mano por el pelo—. Bueno, de todas maneras hay que hacerlo ¿no? Quiero decir, no podemos dejar que esté suelto por ahí haciendo lo que ya sabemos que hace. Además está tras de ti, si no lo frenamos va a matarte.

Pablo asintió.

—Bien, hagámoslo.

Tomás tragó saliva, luego exhaló un suspiro pesado antes de comenzar.

—Efialtis —dijo, con la voz temblorosa—, Efialtis —repitió, tratando de que no le temblara la voz —Efialtis.

Cuando pronunció su nombre por tercera vez, la luz de la habitación tintineó. Tomás miró a sus dos acompañantes, y con algo de temor, continuó:

—Efialtis, Efialtis.

En ese momento, sintieron como si el suelo bajo sus pies comenzara a sacudirse. Del portal comenzó a salir un humo negro, tan denso que no podían ver a través de él. Cuando el humo finalmente se disipó, lograron ver la figura del espectro, que parecía estar atado con una especie de soga invisible. Movía su cabeza de un lado a otro mientras emitía un rugido gutural; luchaba contra esa fuerza invisible que le impedía salir del portal.

—¡Voy a matarlos! —rugió.

En ese momento, sus facciones comenzaron a deformarse. Se transformó en varias personas que al principio ninguno de los presentes logró identificar, hasta que, en un momento, se detuvo cuando adquirió la figura de una mujer. Era una chica joven, de pelo negro y ojos marrones. Llevaba puesto un canguro negro un par de talles más grandes, y un pantalón de mezclilla del mismo color.

Pablo reaccionó de inmediato en cuanto la vio, y los chicos supieron de inmediato que esa fue la imagen que Efialtis usó cuando él lo invocó.

—¡No te atrevas a tomar su forma, maldito engendro! —le gritó Pablo.

Luisana y Tomás no comprendían de qué se trataba, pero sabían que Efialtis usaría esa reacción a su favor.

—Pablo, por favor, ayúdame...

Al escuchar su voz, el chico comenzó a llorar.

—No, no eres real, maldita sea, ¡no eres real!

—Pablo, no caigas en su juego —le dijo Luisana, tomándolo del brazo.

Pablo apretó los dientes cuando el dolor de verla nuevamente le arañó el pecho. Él sabía que era una trampa, porque aquel demonio se beneficiaba también con las debilidades de los humanos. Así que, para evitar que sus emociones lo dominaran, apretó los ojos con fuerza para no seguir mirando aquella imagen que le causaba tanto dolor.

—No eres real —repitió entre sollozos —ella ya no está aquí, y no va a regresar. ¡no vas a lograr hacerlo de nuevo!

Justo después de pronunciar aquellas palabras, Efialtis comenzó a gruñir de nuevo. Un gruñido profundo que se mezclaba con la voz dulce de una chica, la cual asumieron, era la persona especial de Pablo.

Luego de eso, sus facciones comenzaron a cambiar otra vez, hasta que logró transformarse por completo. Tomás sintió escalofríos al verse así mismo parado allí. Miró de reojo a Luisana, que se había cubierto la boca con ambas manos.

—Lu, sácame de aquí, esto es doloroso, por favor...

La chica pareció caer en un especie de hechizo al escuchar la voz del falso Tomás. Avanzó hacia el espectro, pero cuando extendió la mano para tocarlo, el verdadero Tomás y Pablo la jalaron del brazo para alejarla.

—¡Luisana, despierta! —le gritó su amigo —. Estoy aquí, ¿me ves? Yo soy el real, ¡estoy junto a ti!

La muchacha pestañeó, confundida.

—No lo miren —dijo Pablo, limpiándose la cara con el dorso de la manga—. Ese hijo de puta juega con tu mente. No permitan que lo haga.

Cuando Luisana logró despertar completamente del trancce, bajó la mirada para evitar el contacto visual con el espectro. En ese instante, para fortuna de la chica, su aspecto volvió a cambiar, pero esta vez comenzó a tomar varias facciones y cuerpos distintos, como si ya no pudiera conseguir una forma concreta. Emitió un nuevo gruñido, y la bombilla de luz reventó. Hubo un breve silencio durante unos instantes; los chicos podían ver una silueta parada sobre el portal; como una especie de sombra que emanaba olor a azufre. De repente, esa sombra tomó una nueva forma. Era una criatura de más de dos metros, con cuernos enormes y puntiagudos, ojos rojos y manos con garras puntiagudas. Luisana y Tomás se espantaron, pero Pablo no parecía sorprendido en lo absoluto.

—Esa es su verdadera forma —dijo.

—¿Y cómo demonios se supone que vamos a quitarle la pulsera? —preguntó Luisana con la voz temblorosa.

—Buscaremos la manera de hacerlo —contestó Pablo. 

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