Capítulo 15
—Entonces... ¿cuándo pensabas decírmelo?
Luisana resopló, sin apartar la vista de su teléfono.
Sabía que en algún momento tendría que darle explicaciones a Tomás. Para ella hubiera sido genial pasar toda la situación por alto, pero conocía a Tomás lo suficiente como para saber que él buscaría una explicación en cuanto tuviera oportunidad.
—¿Tenemos que hablar de esto?
—Por supuesto que sí. Creo que es lo justo, ¿no? Quiero decir, estuviste usando mi imagen...
—Efialtis estuvo usando tu imagen, no yo.
—Porque tú se lo pediste.
—¡Yo no se lo pedí! Ya te dije como fueron las cosas, él simplemente supo lo que yo sentía y lo hizo...
—Pero tú lo aceptaste. Es la misma mierda. Hiciste eso a mis espaldas y no fuiste capaz de sincerarte conmigo.
—¿Y qué querías que te dijera? ¿Que estoy enamorada de ti? ¡Eres mi mejor amigo, Tomás! y encima eres gay, por el amor de Dios. Es que no tiene ni pies ni cabeza. Si yo pudiera arrancarme lo que siento y simplemente seguir como estábamos antes lo haría.
—Directamente no tendrías que haber aceptado el trato de ese maldito demonio. Creí que tú eras la más racional de los dos.
—Todo el mundo puede cometer errores. Me dejé llevar, ¿está bien? Lo hecho hecho está. ¿Quieres castigarme y dejar de ser mi amigo por eso?
—No —contestó Tomás, alzando una ceja—. Pero me molesta que tú te enojes cuando el que debería estar enojado soy yo.
—No estoy enojada —dijo Luisana, luego resopló—. Estoy avergonzada.
En ese momento —para fortuna de Luisana—, el teléfono de Tomás comenzó a vibrar. Tomás atendió la llamada y se marchó a hablar al comedor. Luisana solo se tumbó sobre su cama, con los brazos sobre el rostro. Realmente esperaba que su amigo diera por terminada la discusión, no quería seguir poniéndose en evidencia.
—Llamaron del hospital, Anatema ya despertó y dijo que quiere vernos —Tomás apareció nuevamente en la habitación luego de terminar la llamada —. Le dije al médico que íbamos para allá, así que toma tus cosas y vámonos.
El viaje hacia el hospital fue silencioso e incómodo. Luisana sabía que Tomás todavía estaba molesto, pero no podía hacer más que esperar a que el tiempo borrara ese malestar y esa desconfianza que se había instalado entre ellos. Las explicaciones no hacían más que empeorar las cosas.
Cuando llegaron, fueron directamente a la habitación del chico, y al entrar, lo encontraron sentado en la camilla, con una venda cubriéndole casi toda la cabeza, y un circuito en la muñeca. Él los miró de reojo, con esa misma expresión de desconfianza que puso la primera vez que se vieron.
—El médico dijo que querías vernos —comenzó Tomás, sin acercarse demasiado a la camilla.
—Ese día te llamé porque tu número era el último que tenía en el registro de llamadas. No era mi intención involucrarlos en esto.
—Bueno —continuó Tomás—, ahora nos debes una por haberte salvado la vida, así que nos gustaría que nos cuentes qué fue lo que pasó y cómo fue que empezó todo esto.
—Podrías comenzar por tu nombre real —agregó Luisana.
El muchacho exhaló un suspiro pesado.
—Me llamo Pablo. Llevo algunos años en este asunto de los rituales y magia negra, aunque para serles completamente sincero, hasta ahora ninguno me había funcionado de verdad. Un día me encontré este ritual... —dijo, haciendo referencia al ritual que invocaba a Efialtis—. Estaba en un libro. Lo subí a mi blog porque me pareció interesante, y también me surgió curiosidad, así que decidí hacerlo, pensando que no iba a funcionar. Y al tercer día, comencé a tener esos sueños...
—Así es como comienza todo, ¿no?
—Al parecer sí. Efialtis comienza a alimentarse de tu energía sexual para materializarse. Cuando lo logra, los sueños se transforman en encuentros reales, y ahí es cuando comienza a ponerse todo más jodido. Cuando él adquiere la fuerza suficiente para valerse por sí mismo, es mucho más difícil controlarlo.
—Bueno, toda esa parte ya la sabemos, pero ¿Cómo se supone que le quitamos la pulsera?
El chico alzó su mano, enseñándoles el tatuaje que tenía en ella.
—Este símbolo es lo único que inmoviliza a Efialtis. Deben dibujarlo sobre el pentagrama que él usa como portal, luego lo invocan. Este símbolo hace que él pierda fuerza, y como consecuencia, revela su verdadera forma...
Pablo bajó la mirada y se encogió de hombros.
—Lo haremos si eso nos garantiza que podremos deshacernos de él —dijo Luisana—. ¿Pero por qué llevas ese símbolo en la mano?
—Como protección, pero yo no me lo hice. La magia se combate con magia, y este es un recordatorio de que con la magia no se juega, mucho menos con los demonios. Al momento de quitarle la pulsera este símbolo se grabó en mi mano. Creo que fue esto mismo lo que evitó que Efialtis no me matara ese día. Él ya no puede meterse dentro de mí, pero sí puede hacerme daño.
—Entonces estás corriendo peligro.
El chico asintió.
—Ven con nosotros cuando salgas del hospital —dijo Luisana —hagamos esto juntos. De esa manera nos aseguramos de que no termines muerto, y tú te aseguras de que hagamos las cosas bien. ¿Qué dices?
Tomás miró a su amiga de reojo.
—Tu amigo no parece estar muy de acuerdo —comentó Pablo al ver la cara de Tomás.
—No, yo... —Tomás intentó excusarse, pero no se le ocurrió nada coherente para decir—. Está bien... Es decir, si Efialtis quiere matarte lo mejor es que estés en un sitio donde hayan dos personas que puedan defenderte, eso creo.
—Está bien. Acepto. Solo porque me salvaron el pellejo, y para asegurarme de que tengan el valor para acabar con ese maldito hijo de puta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top