Capítulo 10
Le llevó un tiempo asimilar sus sentimientos, pero a pesar de que sabía que nunca tendría ninguna chance con él, le había resultado completamente imposible dejarlo ir. Lo que sentía por Tomás era algo que se llevaría a la tumba, porque jamás arriesgaría la amistad que compartían por culpa de eso.
En ese momento, cuando lo vio frente a ella, sonriendo de esa manera, aun sabiendo que ese no era el verdadero Tomás, decidió dejarse llevar y por una vez en la vida, disfrutar del momento. Estiró las manos para atrapar el cuello del muchacho y el movimiento hizo que él cayera dentro de la tina. Luisana atrapó su boca en un beso hambriento, casi desesperado. El agua de la tina comenzó a derramarse hacia el suelo, pero a ella no le importó demasiado el desastre.
El chico la tomó de la cintura, y con una fuerza increíble se incorporó, calzándola sobre sus caderas. Salió de la tina con ella en dirección a la habitación, y una vez allí, apoyó su espalda desnuda contra la pared, retomando aquel beso ávido que quedó a medias en el baño. Luisana luchó para arrancarle la camiseta, y cuando sus manos estuvieron en contacto con su pecho desnudo, lo acarició con ganas, recorriendo cada palmo de piel. Luego siguió con sus pantalones, tirando de ellos para desabrocharlos. El chico la ayudó, dejando que la prenda se deslizara por sus piernas hasta sus pies. Luisana sentía que estaba en otro de sus tantos sueños, porque sí, deseaba a Tomás como hombre, y luchaba contra esos deseos cada vez que el muchacho se desvestía delante de ella o dormían juntos.
—¿Lo quieres? —susurró el chico sobre su oído, mordisqueándole el cuello.
Luisana asintió, mordiéndose el labio.
En ese instante, una sensación de placer la envolvió por completo. Sintió la hombría del chico llenándola, y sus caderas embistiéndola con rudeza, haciendo que su espalda se golpeara una y otra vez contra la pared. Ella se aferró al cuello del chico con sus brazos y apretó las piernas, pero la fuerza de Efialtis era tal, que la hacía sentir segura aunque estuviese sosteniéndola solo con los brazos.
—Mírame, Luisana —ordenó.
La chica, que hasta ese momento se mantuvo con los ojos cerrados, —principalmente porque no se atrevía a mirarlo—, los abrió, para encontrarse con los ojos pardos de Tomás. Aquella mirada tan penetrante no era propia de su amigo, pero Luisana entendió de inmediato que aquella versión de Tomás, era la que ella nunca había conocido.
Una última estocada, y el intenso orgasmo sacudió su cuerpo. Luisana apretó las piernas y ocultó el rostro entre el cuello y el hombro del chico, y allí mismo, cuando el placer finalmente abandonó su cuerpo, se quedó profundamente dormida.
. . .
—Lu, ¿por qué no me atendiste el teléfono? Te estuve llamando toda la mañana.
—Me quedé dormida.
Luisana bebió su café mientras fingía revisar su teléfono. No se atrevía a verle la cara al verdadero Tomás después de lo que había pasado.
—Tú nunca te quedas dormida —continuó indagando su amigo—. ¿Pasó algo que deba saber? Hoy luces más tranquila que los días anteriores.
—Sí, es que me relajé un poco con todo este asunto, ¿sabes? Quiero decir, nos estamos volviendo locos por algo que nosotros mismos hicimos. Y sí, sé que es una completa locura, pero no podemos vivir estresados por esto todos los días.
Tomás pestañeó, sorprendido. La repentina tranquilidad de su amiga le hizo saber de inmediato que había sucedido algo. Conocía demasiado bien a Luisana, había aprendido a descifrarla incluso cuando ella le mentía.
—Bien... ¿Recibiste algún correo de los blogs?
—No, nada aún. Y... ¿Volvió a aparecer en tu casa?
Luisana no sabía exactamente cómo funcionaba el asunto de compartir al mismo demonio, era algo que jamás había escuchado ni leído. Tenía entendido que los espectros solo obedecían a la persona que los había invocado, así que su conclusión final fue Efialtis era diferente.
—No —contestó Tomás—. Pero creo que es lo mejor por ahora. Necesito recuperar un poco de energía. No me he sentido muy bien desde la última vez.
Luisana se mordió el labio.
Estuvo intentando convencerse a sí misma de que tener a Efialtis entretenido ayudaría a que dejara tranquilo a Tomás, pero en el fondo ella sabía que aquello solo era una excusa para no sentirse culpable por lo que había hecho. Su plan era disfrutar de aquella ilusión hasta que hallaran la forma de hacerlo desaparecer, y cuando por fin pudieran librarse de eso, todo lo demás quedaría como un recuerdo. Ella creía que tenía la situación controlada, lo que no sabía, era que todavía tenía muchos secretos por descubrir sobre Efialtis.
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