Capítulo Seis.
Mini maratón 1-3.
En ese instante desapareció de ella cualquier rastro de temor. Mientras el viento de la mañana soplaba al otro lado de la ventana y la nieve seguía cayendo, ella luchó por su hijo con la fuerza que le daba la adrenalina y la impaciencia.
—Eso es, Inma. Eso es.
Unos minutos después se podían oír los llantos de madre e hijo. Dejándose caer derrotada sobre la cama, Inma sonrió satisfecha.
—¿Inma?
Abrió los ojos y vio a Logan sujetando al bebé.
—Es una niña.
Una niña, repitió Inma en silencio y con los ojos llenos de lágrimas observando aquel milagro hecho persona.
Logan estaba emocionado, y no sólo porque acabara de asistir a un parto, sino porque estaba siendo testigo del extremo amor de una madre por su hija. Después de cortar el cordón umbilical, limpiar a la pequeña y envolverla en una toalla limpia, se la entregó a Inma, que no podía dejar de llorar y reír al mismo tiempo.
Unos minutos más tarde Inma lo miró.
—Gracias.
Le habría gustado decirle que era él el que estaba agradecido por haber podido ser parte de todo aquello, pero no lo hizo; estaba demasiado confundido por las emociones que estaba sintiendo y que no conocía.
—Has estado increíble, Logan Henderson.
—Tú también —le dijo con los ojos clavados en los de ella—. ¿Cómo la vas a llamar?
—Había pensado ponerle Emily —respondió mirando embelesada a la pequeña.
—¿Por tu padre? —Emmett se habría sentido muy orgulloso de su hija.
—Sí. ¿Qué te parece?
La pregunta lo dejó boquiabierto. ¿Qué derecho tenía él a opinar? Inma le agarró la mano.
—Quiero saber tu opinión. Tú has ayudado a traerla al mundo.
—No, lo has hecho tú todo.
—Eso no me lo creo, ni yo ni Emily —respondió sonriendo a pesar del agotamiento.
Logan miró a la pequeña, que miraba a su mamá con unos tremendos ojos azules. Sabía que la mayoría de los recién nacidos tenían los ojos azules, pero estaba seguro de que pocos tenían esa adorable expresión... o esa madre tan preciosa. No pudo impedir que una sonrisa le iluminara el rostro. No creía haber sonreído tanto en toda su vida.
—Creo que es el nombre perfecto para la niña perfecta —dijo por fin con cierta brusquedad.
—Sí que es perfecta, ¿verdad? —le preguntó ella orgullosa.
Logan se limitó a observarlas maravillado. En pocos segundos madre e hija se rindieron a la extenuación y se quedaron dormidas. Él se dirigió hasta el sillón casi sin poder mover la pierna y se derrumbó sobre él. De todo lo que había hecho en su vida, traer al mundo a Emily y dejarla en los brazos de su madre había sido su mayor logro.
Y sabía que nada de lo que le sucediera a partir de entonces podría siquiera acercarse a la belleza de aquel momento.
••♡••
La tormenta de nieve continuó durante la mañana del día siguiente hasta la tarde tenebrosa. Sin embargo Inma despertó con una increíble sensación de plenitud y satisfacción. A pesar de que le dolía el cuerpo entero, jamás se había sentido más feliz.
Y todo era porque hacía solo unas horas que se había convertido en madre.
Con solo recordarlo se le dibujaba en los labios una enorme sonrisa y hasta se le olvidaba dónde estaba. De pronto le daba igual si no podía marcharse de la casa de Logan, o si se retrasaba la inauguración de la pastelería, solamente quería hacer perdurar mientras pudiera la emoción de aquel momento. Claro que no le vendría mal la visita del doctor Pinta para que este le confirmara que todo estaba como debía. Desgraciadamente todavía tendría que esperar uno o dos días para que eso sucediera.
La pequeña Emily se movió con inquietud entre sus brazos y, con solo mirarla, el instinto de Inma le dijo qué era lo que quería. Aquel era un momento histórico, estaba a punto de darle el pecho a su hija por vez primera, y eso la asustaba. Había leído toda la teoría necesaria pero, como en todo, seguramente la práctica sería muy diferente. Se abrió la bata lentamente mientras colocaba a la niña como se lo había visto hacer a otras madres; no tardó en comprobar que no había ninguna necesidad de preocuparse, porque en solo unos segundos Emily había encontrado el camino hasta el pecho y se había puesto a mamar como si llevara meses haciéndolo. Estaba claro que aquello era lo más natural del mundo.
Y algo que a Inma le habría gustado compartir con alguien.
Alzó la mirada. Al otro lado de la habitación, en el sillón de terciopelo descansaba su caballero andante. Mientras ellas dormían Logan debía de haberse quitado la camisa sucia y no se había molestado en ponerse otra limpia. Por supuesto, a ella no le importaba lo más mínimo que estuviera allí con el torso desnudo. De hecho, se entretuvo en observarlo minuciosamente. Tenía el pelo alborotado, los músculos relajados y la barbilla cubierta de una barba incipiente. A medida que sus ojos iban bajando hacia el pecho, el corazón de Inma se iba acelerando. Se moría de ganas de tocarlo, deseaba tenerlo más cerca por mucho que supiera que debía controlar esos sentimientos.
Merecía el descanso porque había luchado mucho para cumplir su promesa de sacarlas a ella y a su hija sanas y salvas de aquel difícil parto. Y ella jamás podría olvidar la imagen de Logan entregándole a la pequeña Emily.
Orgulloso. Y tan guapo...
En aquel momento en que la vida parecía perfecta, Inma habría deseado que él fuera su marido y el padre de su hija. Tenía que apartar aquellos pensamientos de su cabeza, debía recordar que Logan era solo su amigo, un hombre que la había ayudado para saldar una deuda que creía tener con ella.
Retiró la mirada de él pero en realidad su caballero no estaba dormido.
Logan tenía los ojos cerrados pero escuchaba todo lo que sucedía en la habitación, llevado por un profundo, y quizás ilegítimo, instinto de protección. Por eso sabía que Inma estaba dando de mamar a la pequeña y se sentía incómodo. No sabía si debía quedarse o marcharse, o si tenía derecho a compartir ese momento tan íntimo. Sin embargo y a pesar de las dudas, su deseo de estar cerca de ellas pudo más.
Justo entonces el dolor en la pierna se hizo tan intenso que tuvo que moverse para poder
estirarla.
—¿Logan?
Lo último que quería era perturbar la paz reinante, pero tampoco podía no contestar.
—¿Sí?
—Pensé que estabas dormido.
—Es que me dolía la pierna.
—Bueno, pues ya que te has despertado —dio unas palmaditas en la cama invitándolo a sentarse a su lado—. Me encantaría tener un poco de compañía.
Se sintió inquieto. Estaba más seguro a unos metros de distancia.
—Vamos, así puedes estirar la pierna.
—¿Estás segura?
—Claro que sí.
Cualquier duda se esfumó al instante. Le daba igual si tenía derecho o no, quería estar cerca de ellas, quería compartir lo que ella estaba dispuesta a darle. Aquella tormenta le había permitido olvidar su pasado y toda la rabia contenida; se había creado de pronto una especie de mundo de ensueño. Al fin y al cabo, ¿quién era él para romper aquel delicioso encantamiento? De hecho, seguramente acabaría rompiéndose sin su ayuda; en un par de días Inma se marcharía con Emily y él volvería a su vida normal. El cuerpo entero se le puso en tensión al pensar aquello.
Decidió no preocuparse con lo que pasaría, así que se levantó y fue a sentarse al lado de Inma, que tenía a la pequeña mamando satisfecha de uno de sus pechos.
—Debes de estar agotado —le dijo ella con dulzura.
—Estoy bien. ¿Tú qué tal estás?
—Genial. Cansada pero genial —al decir aquello miró hacia la ventana—. Parece que la tormenta se está alargando. Me temo que vamos a estar molestándote un poco más.
—Y yo me temo que tú vas a tener que seguir sufriendo mi comida.
Inma respondió con una carcajada y luego volvió a mirar a su hija; sin darse cuenta, Logan hizo lo mismo. La pequeña Emily tenía los ojos cerrados y Inma estaba preciosa, tan natural con el pecho desnudo y una suave sonrisa en los labios. Era lo más dulce que había visto jamás, lo más dulce y lo más...
Se puso en pie inmediatamente y se pasó una mano por el pelo con un gesto de confusión. No se atrevía a poner nombre a lo que estaba sintiendo. Tenía que salir de esa habitación antes de volverse loco por completo.
—Debes de tener hambre. ¿Qué te parece si voy a preparar algo de comer? —sugirió con normalidad.
—Sé que debería estar muerta de hambre, pero no lo estoy.
—Pero necesitas estar fuerte, después de lo de la tormenta y del parto... Es demasiado para solo dos días.
La expresión de Inma se dulcificó aún más.
—No te vayas.
Era como si le clavaran cientos de alfileres en el pecho. Lo que más deseaba en ese instante era quedarse allí con ella y eso lo hacía sentirse nervioso.
Durante toda su vida Logan no había sido ningún monje. Las mujeres siempre se habían acercado a él porque sabían quién era y, aunque tenían ciertas reticencias por su reputación, la curiosidad siempre podía más. Por su parte él solía mantener las distancias y ser franco con ellas, de manera que aquellas que acababan en su cama lo hacían a sabiendas de que él no buscaba relaciones serias. El resumen de todo aquello era que había evitado necesitar a nadie o que alguien lo necesitara. Eso era lo que veía en ese mismo instante en los ojos de Inma, y eso era precisamente lo que le daba tanto miedo. Pero lo que más lo aterraba, y lo que más le costaba admitir, era que también lo notaba en sí mismo. Tenía que alejarse de ella inmediatamente.
—Voy a hacerte otro sándwich —insistió, provocando una expresión de decepción en el rostro de Inma, que enseguida hizo un esfuerzo para que no se le notara.
—Está bien, pero después prométeme que dormirás un rato.
Logan asintió y salió de la habitación. Los pinchazos de la pierna se habían intensificado y, aun asi lo que más la molestaba era lo que sentía en el pecho. Quería que durmiera un poco. Pues si dormía, lo haría en el sillón porque, por muy claro que viera que tenía que alejarse de ella, también sabía que mientras Inma y su hija estuvieran en su casa, eran su responsabilidad y debía velar por su bienestar.
Pero, ¿cómo iba a explicárselo a ella? Y sobre todo, ¿cómo podía explicarse a sí mismo el tremendo sentimiento de protección que ella le provocaba? ¿Cómo iba a deshacerse de tal sentimiento antes de que lo devorara por dentro?
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#FannyFrías
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