Capítulo Dos.

Aquella voz tan paternal la obligó a abrir los ojos y comprobar que estaba completamente vestida y cubierta por varias mantas, en una habitación que no reconocía.

Echó un vistazo a su alrededor. A su lado había un hombre de pelo gris y ojos amables que reconoció al instante. El doctor Pinta la miró con dulzura.

—Bueno, nos alegramos mucho de verte despierta. ¿Qué tal te encuentras?

De pronto se le llenó la mente de preguntas y no tardó en hacer la más importante:

—¿El bebé?

—Está bien, tranquila, y tú también estás bien —le respondió sonriendo—. Tuviste muy buena idea al encender esas bengalas.

Inma se llevó las manos al vientre y suspiró aliviada.

—Ha faltado poco, gracias a Dios que alguien te encontró —añadió el médico mirando a su espalda.

Inma siguió su mirada y así descubrió a un hombre sentado en una enorme silla con tapicería de terciopelo verde. Algo se estremeció dentro de ella al darse cuenta de que el caballero andante de su sueño no había sido una visión sino una realidad. Entonces empezó a recordar vagamente cómo alguien la había sacado del coche y la había llevado a otro donde se había quedado dormida apoyada en un pecho fuerte y cálido. El caballero la miró con aquellos ojos marrones que destacaban en contraste con el pelo negro.

—Hola, Inmita.

Solo dos hombres la habían llamado así. Su padre Emmett, que había fallecido hacía casi quince años, y el muchacho de dieciséis años que había llegado a su casa después de huir de un hogar infantil.

A pesar de haber tenido solo trece años, Inma había sabido desde el primer momento que amaba a aquel chico de naturaleza salvaje y mente despierta. Lo amaba todo de él, incluyendo la cojera que había provocado no pocas burlas de los otros muchachos de la ciudad. Pero lo había perdido después de la muerte de su padre, cuando se marchó de Fielding porque Inma se había ido a vivir con su tía y no lo había podido acoger también a él.

Logan Henderson. El rebelde marginado que se había convertido en un genio incomprendido. No le había perdido la pista; incluso había llegado a considerar la posibilidad de ponerse en contacto con él cuando leyó tres años atrás que había regresado a Fielding. Pero entonces ella estaba casada y vivía en Chicago intentando salvar su matrimonio, intentando averiguar el motivo por el que su marido había perdido todo el interés por ella desde el momento que habían dado el «Si, quiero».

—Muchas gracias, Logan —le dijo con una sincera sonrisa.

—No ha sido nada.

—Nos has salvado la vida a mí y a mi bebé, a mí no me parece que no sea nada.

—Me alegro de haber estado allí.

Era obvio que seguía sin aceptar los cumplidos.

—Yo también me alegro. Pensaba que estaba soñando cuando abrí los ojos y te vi. Hace tantos años...

La mirada sombría de Logan se detuvo unos segundos en su vientre antes de contestar.

—Sí, muchos.

Tenía la voz profunda pero amable, aquello le recordó el muchacho brusco que jamás había demostrado la más mínima brusquedad con ella. Inma sonrió al pensar que aquel era el chico al que le habría gustado dar su primer beso... y entregarle su corazón. Se había convertido en un hombre aún más guapo, pero los ojos que antes habían reflejado enfado y confusión ahora brillaban con tremenda frialdad.

Ella sabía algunas de las cosas que lo habían hecho sufrir en el pasado, pero estaba claro que lo que le había ocurrido desde que se marchó de Fielding lo había dejado aún más herido. Inma no pudo evitar preguntarse qué le habría pasado.

—¿Hay alguien a quien podamos llamar? —le preguntó el médico poniendo su mano sobre la de ella.

—No.

—¿Y tu marido? —sugirió Logan con dureza.

Inma retiró la mirada con una repentina sensación de agotamiento.

—Murió hace siete meses.

—Lo siento muchísimo —susurró el doctor Pinta—. ¿Y no hay nadie esperándote en Fielding?

Cuando se casó con Rick cuatro años antes, él insistió en que cortara la relación con la gente de Fielding. Aquello le había roto el corazón, pero le había hecho caso con la esperanza de que aquello ayudara a salvar su matrimonio. Desde que había decidido regresar, se preguntaba qué la esperaría al llegar allí, cómo la recibirían sus viejos amigos.

—No. Me voy a quedar en el hotel una semana más o menos, hasta que consiga volver a poner en marcha la tienda de mi padre —les explicó sin mirarlos a ninguno de los dos—. Tengo la intención de convertirla en una pastelería —por fin miró al doctor Pinta y se dio cuenta de que iba a tener que dar alguna explicación más—. Viviré en el apartamento que hay encima de la tienda. Es el sitio perfecto para el niño y para mí, o lo será cuando lo haya limpiado bien.

—Será un placer tenerte de vuelta, querida. Y será estupendo tener una pastelería en la ciudad. ¿Vas a vender esos pastelitos de canela que solías hacer? —le preguntó el doctor con una risita casi infantil a la que ella respondió asintiendo con una sonrisa.

—¿Cuándo cree que podré...?

—Creo que por el momento deberías quedarte dónde estás —la interrumpió Logan antes de que pudiera terminar la pregunta.

—Estoy de acuerdo —asintió el médico justo en el momento en el que le sonó el busca—. Vaya, parece que es el día de las urgencias —dijo poniéndose en pie a toda prisa mientras terminaba de leer el mensaje—. La señora Dalton ha tenido un pequeño accidente.

—Espero que esté bien —dijo Inma, algo confundida por todo lo ocurrido.

—Lo siento mucho, pero tengo que irme y no creo que pueda volver hoy; la casa de los Dalton está demasiado lejos.

—No te preocupes, Thomas, yo me encargo de ella —intervino Logan, y esa simple promesa hizo que a Inma le diera un vuelco el corazón.

—No quiero causar ninguna molestia —dijo ella inmediatamente—. Yo puedo irme ahora mismo. El hotel está justo...

—No, no —interrumpió el médico—. Ahora nieva menos, pero sigue haciendo muchísimo frío. No debes moverte en tu estado.

—Te quedarás aquí —afirmó Logan amablemente—. Yo puedo dormir en la habitación de invitados.

Fue entonces cuando Inma volvió a mirar a su alrededor y reconoció multitud de objetos: el reloj de plata que su padre le había regalado a Logan en su decimosexto cumpleaños, pinturas aborígenes decorando las paredes, un libro sobre energía solar.

Estaba en su habitación, en su cama.

Se le aceleró el pulso y notó un sudor frío recorriéndole el cuerpo. Estaba claro que la habían afectado las horas que había pasado en mitad de la tormenta, porque no era normal que tuviera la sensación de volver a experimentar todo lo que Logan Henderson solía provocar en ella cuando no era más que una adolescente enamorada. Se recordó que estaba en Fielding para empezar una nueva vida, no para volver a los sueños del pasado.

—De verdad, no puedo quedarme aquí —insistió de nuevo con voz temblorosa. No podía dormir en su cama, arropada con sus sábanas, que estaban impregnadas de su olor—. Tengo que ir al hotel, estoy esperando a los de la empresa de limpieza que van a ayudarme con la tienda...

—No te preocupes por eso, con este tiempo no van a poder llegar —le aseguró el doctor Pinta—. Lo que tienes que hacer es relajarte. Esta noche no estás en condiciones de enfrentarte a nada. Al bebé no le vendría bien —añadió al tiempo que se volvía hacia Logan—. Si necesitas algo, llámame.

—No lo dudes —respondió él.

—Ahora descansa, Inma —dijo antes de salir de la habitación.

Se sintió inquieta al quedarse a solas en la habitación con el objeto de sus sueños de adolescencia. Iba vestido todo de negro, sencillo pero muy elegante; se acercó a la cama con una cojera más pronunciada de lo que ella recordaba. Lo cierto era que esa pequeña limitación no le restaba ninguna fuerza a su imponente aspecto.

De cerca era aún más guapo que en sus recuerdos. Ojos marrones, piel aceitunada... casi le cortaba la respiración. Era obvio que su impedimento físico no había sido obstáculo para mantenerse en forma porque tenía cuerpo de gladiador.

—Te agradezco enormemente que me ofrezcas tu casa de este modo —le dijo con cierta timidez—. Te prometo que no seré ninguna molestia.

Logan apretó la mandíbula con fuerza.

—Inma, hace quince años tu padre y tú me ofrecisteis vuestra casa y me tratasteis como si fuera de la familia. Es una deuda que nunca he olvidado y que tengo intención de saldar —añadió con una tenue sonrisa que no parecía muy habitual en él—. Me alegro de que estés aquí y puedes quedarte todo el tiempo que sea necesario.

El corazón de Inma empezó a derretirse como el hielo bajo el sol, pero se negó a dejarse llevar por la cálida sensación. Había dejado muy claro que la ayudaba sólo porque creía que se lo debía por lo que su padre había hecho por él.

—Gracias —le dijo con una tranquilidad que no sentía—. Es muy generoso por tu parte, pero no me debes nada. Solo me quedaré esta noche...

—Eso ya se verá —la interrumpió enseguida—. Todo depende de lo que diga mañana el médico.

En ese momento sintió una dolorosa punzada en el bajo vientre que se había hecho demasiado habitual en los últimos días. Estaba claro que su pequeño ya tenía ganas de ver el mundo. «Y mami también se muere de ganas de verte, pero dame un poco más de tiempo».

—Está bien, Logan —respondió, demasiado cansada para rebatirle—. Pero no quiero echarte de tu dormitorio, así que déjame que me vaya yo a la habitación de invitados, eso no me costará ningún trabajo.

—No hay ninguna necesidad —le dijo mirándola detenidamente—. Pareces estar muy a gusto en mi cama.

Inma abrió los ojos de par en par al tiempo que notaba cómo reaccionaban sus pechos. «Una noche. Solo una noche».

—Relájate mientras yo bajo por algo de cena. ¿Qué te parece un poco de sopa?

—Perfecto —respondió, agradecida porque fuera a dejarla sola unos minutos durante los que podría recuperar el aliento.

—El ama de llaves solo viene durante la semana, así que me temo que hasta mañana tendremos que conformarnos con lo que yo cocine. ¿Necesitas algo más?

—Un poco de sol no me vendría nada mal —bromeó ella.

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Segundo capítulo, había estado pensando en subir 2 capítulos por día, uno en la mañana y el otro en la noche, ¿Que dicen?

#FannyFrías

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