Capítulo Diez.

—Creo que tenemos más que suficiente —respondió Inma sin dejar de reír.

—¿Te he dicho ya cuánto me alegro de verte?

—Sí, pero no me importa oírlo otra vez.

—Te hemos echado mucho de menos. Las chicas se pondrán muy contentas cuando sepan que estás aquí con la pequeña Emily. Eres muy afortunada, Inma. Herb y yo llevamos intentándolo un montón de tiempo y no hay manera, no conseguimos tener hijos.

—Ya llegará —aseguró Inma—. Cuando menos lo esperéis.

Molly se apoyó en el mostrador y le dijo susurrando:

—Sí, además intentarlo también es divertido, ¿no crees?

La mirada de Inma se dirigió de manera inconsciente a Logan y luego a Emily.

—Claro —dijo por fin sin demasiada convicción.

Logan estaba seguro de que a Molly no se le había escapado esa mirada, y pronto lo sabría todo la ciudad. De hecho, la mayoría de la gente ya se había enterado de que él la había ayudado a dar a luz y eso no le hacía ninguna gracia, porque era consciente de que la noticia de que había algún tipo de relación sentimental entre ellos no haría más que perjudicar la reputación de Inma. Por eso decidió sacar la tarjeta de crédito y montar una pequeña pantomima.

—Como te has dejado la tarjeta, déjame que pague esto yo y ya me lo darás después.

Inma se quedó mirándolo con los ojos abiertos de par en par, y estaba a punto de decir algo cuando Molly se dio la vuelta y Logan pudo decirle en voz muy baja:

—Puedes pagármelo en pastelitos, todas las mañanas.

Al acercarse a ella sintió un escalofrío. Qué bien olía.

—¿Has arreglado ya el apartamento? —le preguntó Molly mientras metía las cosas en bolsas—. ¿Necesitas un sitio donde quedarte?

—No, estoy en casa de una amiga.

Inma respondió sin titubear un segundo, estaba claro que también ella tenía buenos reflejos para esas cosas.

—¿Con Connie? —insistió la dependienta.

—No.

—¿Wendy entonces?

—No.

Molly miró a Logan y decidió que lo mejor era seguir empaquetando las cosas. Claro que Inma era lo bastante lista para darse cuenta de que la otra mujer sabía perfectamente quién era esa «amiga». Solo una cosa seguía siendo igual en ella, seguía siendo una persona orgullosa y con principios y no pensaba poner a Logan en un compromiso.

—Bueno, llámame algún día y nos reuniremos todas.

Inma le dio las gracias y salió de la tienda con su hija en brazos.

—¿Con que con una amiga? —bromeó Logan al tiempo que le abría la puerta del coche—. Creo que sabe muy bien en casa de quién estás.

—En realidad casi no he mentido —después de poner a Emily en su sitio, miró a Logan a los ojos—. Estoy en casa de un amigo, ¿No?

El tiempo se detuvo a su alrededor y ninguno de los dos se dio cuenta. Inma se quedó esperando la respuesta a una pregunta muy sencilla, pero cada vez era más obvio que nada era sencillo entre ellos dos.

—Vámonos a casa —murmuró él repentinamente irritado.

Ella continuó mirándolo unos segundos antes de entrar al coche.

¿Qué estaba pasando?

Logan no lo sabía. Tenía la mandíbula apretada mientras metía las últimas cosas en el maletero y finalmente se ponía al volante. No tenía la menor idea.

—¿Dónde ponemos esto, cariño?

Inma dejó la limpieza de la bañera por un momento para hacer caso a Sara Rogers, el ama de llaves de Logan, que tenía una caja de cartón en la mano. Le echó un vistazo y sintió una especie de ataque de nostalgia al ver el contenido del paquete.

—¿Algo especial?

—Son los moldes para galletas de mi madre —respondió Inma con una tierna sonrisa.

—Vaya, entonces supongo que habrá que ponerlos a buen recaudo —dijo la encantadora señora dé ojos violetas—. ¿Qué te parece el cajón de al lado del frigorífico? Acabo de limpiarlo a fondo.

—Perfecto. Por cierto, ¿te he dado las gracias hoy?

—Sí, cariño, dos veces.

—Bueno, como dicen que la tercera es la que cuenta, muchas gracias.

Sara se puso las manos en las caderas y se quedó observándola unos segundos.

—El señor Henderson tiene razón.

Al oír el nombre de Logan, a Inma se le aceleró el corazón.

—¿En... qué? ¿Qué es lo que ha dicho el señor Henderson?

—Que es usted especial.

—¿Y eso qué significa exactamente? —pregunto abriendo los ojos de par en par.

—No tengo la menor idea, solo sé que en todo el tiempo que llevo trabajando para él, jamás lo había oído decir algo así —respondió la mujer riéndose y después le guiñó un ojo—. Voy a guardar esto y luego voy a limpiar esos fogones.

Inma siguió limpiando la bañera, pero su mente estaba muy lejos de allí; exactamente en casa de Logan.

Ya hacía una semana desde que él la había invitado a ser su huésped, un tiempo que ella había creído más que suficiente para poner en funcionamiento la tienda y hacer habitable el apartamento. Sin embargo parecía que se había equivocado, la casa resultó estar mucho más sucia de lo que ella había pensado en un principio y, aunque Sara era un verdadero ángel, solo estaba con ella unas horas al día. El resto del tiempo estaba ella sola o con algún vecino de Fielding; al menos los primeros días, porque después se había cansado de que todos ellos fueran allí utilizándola como excusa para averiguar cosas sobre Logan y la relación que había entre ellos.

Pero, si tenía que ser sincera consigo misma, debía admitir que esas no eran las únicas razones por las que la puesta a punto se estaba demorando tanto; en realidad, cada vez le costaba más estar alejada de Emily, y cada pocas horas buscaba un pretexto para ir a verla. Logan nunca parecía sorprendido de verla aparecer, incluso parecía alegrarse. No obstante, por las noches seguía recluyéndose en el despacho y tampoco había cambiado su costumbre de comer solo. Lo que más sorprendía a Inma era que siguiera durmiendo en el sillón de terciopelo; nunca le preguntó por qué lo hacía ya que no quería molestarlo con preguntas. Lo cierto era que se sentía cuidada y protegida como hacía mucho tiempo.

Justo en ese momento se oyó la sirena de la escuela, que sacó a Inma de sus elucubraciones Miró el reloj y comprobó que en cualquier momento llegarían Molly y Connie para «ayudarla». En realidad agradecía su presencia y cada día se sentía más a gusto en Fielding, donde todos sus viejos amigos la habían recibido de buen grado después de escuchar lo ocurrido con Rick. Hasta la habían invitado a quedarse en sus casas si quería marcharse de la de Logan. Pero no quería.

Salió del baño para encontrarse a sus dos amigas de pie en el cuarto de estar.

—Nos ha dejado entrar Sara —explicó Connie con una sonrisa en el rostro.

—Es el ama de llaves de Logan, ¿verdad?

—Sí —empezó a temer que había llegado el momento de esquivar preguntas otra vez.

—Justo ahora estábamos hablando del día en el que Henderson volvió a Fielding.

—Solo lo estabas hablando tú, Molly —protestó Connie.

—No finjas que no te ha interesado cuando te he contado que el viejo Alan Olson vio un ascensor en su casa el día que le llevó el piano.

Connie admitió con la mirada que era cierto lo que decía su amiga.

—¿Cómo es ese lugar, Inma?

—¡Qué más da la casa! —intervino Molly—. ¿Cómo es él?

—Pues es inteligente, serio y tiene mucha paciencia —eso era todo lo que estaba dispuesta a decir, cosa que desde luego no satisfizo a las otras dos.

—La verdad es que con los años se ha vuelto muy guapo —empezó a decir Molly con tono malévolo—. Pero desde luego su actitud no ha cambiado.

—¿A qué te refieres? —espetó Inma inmediatamente.

—Pues a que sigue igual que de niño, no quería encajar entonces, ni quiere hacerlo ahora. Lo noté en cuanto entrasteis a la tienda el otro día.

—Eso no es justo, Molly —dijo Connie.

—Digo lo que pienso.

—Claro que intentó integrarse cuando llegó —Inma salió en defensa de su amigo—, pero todos lo rechazasteis. ¿Por qué iba él a enterrar un hacha de guerra que jamás levantó?

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Esa tal Molly quiere que le golpee, que mala es con Logan.

#FannyFrías

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