Capítulo Cuatro.
No obtuvo respuesta, no obstante decidió entrar en la estancia. Se trataba de una habitación cuyos principales elementos estructurales eran el cristal y el acero, aunque el suelo era de madera y estaba cubierto con pequeñas alfombras. Había un par de sofás de cuero marrón, un escritorio con dos ordenadores, un fax y una impresora, una televisión enorme, un equipo de alta fidelidad y dos máquinas de videojuegos de las que solo se encontraban en los salones recreativos.
Aquellas máquinas enternecieron a Inma porque eran la señal inequívoca de la influencia que su padre había tenido en Logan. Otra cosa que le gustó fue comprobar, no sin sorpresa, que, a juzgar por su escritorio, el frío Logan Henderson era un tipo bastante desordenado.
Tal pensamiento la hizo sonreír justo en el momento en el que descubrió que una de las paredes estaba adornada con pequeños grabados de diferentes cuentos de hadas: El Patito Feo, La Bella Durmiente, La Princesa y el Guisante...
—¿Qué haces?
Era Logan, que acababa de salir del ascensor con un aspecto increíblemente sexy. Llevaba un suéter gris y unos vaqueros negros, la mandíbula apretada y los ojos oscuros como nubes de tormenta.
—¿Qué hago aquí o qué hago fuera de la cama? —preguntó ella inocentemente.
—Las dos cosas.
—Pues es que me ha entrado un poco de claustrofobia —respondió sonriente—. Ya sabes, allí encerrada en la torre.
—Es obvio que no estabas lo bastante encerrada.
—A ninguna de las dos nos gusta que no nos dejen salir —añadió tocándose el vientre.
La expresión de Logan se suavizó al mirar al vientre de Inma.
—Lo comprendo, pero deberías estar descansando. ¿Es que no te acuerdas de lo que dijo el médico?
—Dijo que podía dar un paseo si me encontraba con fuerzas.
—Inma, no permito que nadie entre aquí.
—¿Ni siquiera para limpiar o...?
—No, de eso me encargo yo.
Inma se volvió a mirar el escritorio lleno de papeles.
—Ya se nota.
Logan emitió una especie de rugido antes de hacerle un gesto para que lo siguiera de vuelta al ascensor.
—Vamos. Inma, ayer estuviste a punto de tener hipotermia.
—¿No crees que estás siendo un poco dramático?
—Lo que creo es que no pienso correr riesgos, así que te voy a llevar de vuelta al dormitorio.
—Qué lástima porque aquí se está muy bien... con todo este desorden —añadió riéndose, pero tuvo que obedecer al ver cómo la miraba—. Está bien.
—¿Qué te parece si vamos a la cocina? Te puedes sentar mientras te hago algo de cena.
—¿Y por qué no nos haces algo de cena a los dos? —sugirió al tiempo que entraba en el ascensor e intentaba no pensar en el maravilloso olor que emanaba el cuerpo de Logan.
—Ya veremos —respondió él sin concederle demasiada importancia—. Segunda planta —murmuró después para darle las instrucciones al ascensor.
—No habría pensado en algo tan sencillo —comentó Inma meneando la cabeza, lo que hizo que él se volviera a mirarla al caer en la cuenta de algo.
—Por cierto, ¿cómo demonios te las arreglaste para subir?
—Tropecé con la palabra por casualidad.
—Pues espero que no haya más tropiezos —advirtió él.
—Pero...
—No hay peros que valgan.
Inma se puso las manos en el lugar donde en otro tiempo habían estado sus caderas.
—Deberías saber que no se discute con una mujer embarazada.
—¿Y quién ha dicho tal cosa?
—Aparece en el libro de normas del embarazo.
—Cuyo autor es...
—¡Vaya! No me acuerdo del nombre.
Entonces se detuvo el ascensor y se abrieron las puertas.
—Qué suerte que has tenido.
Ambos salieron riendo, cruzaron la pequeña selva hasta llegar a una enorme cocina con techo de vigas de madera. Y, como en el resto de la vivienda, las paredes estaban cubiertas de ventanas desde el suelo hasta el techo. Todos los electrodomésticos eran negros y muy modernos, en ninguno de ellos había un solo botón, lo que le hizo preguntarse a Inma cuánto tiempo habría tardado el ama de llaves en aprenderse todas las órdenes que debía dar a las máquinas para que funcionasen.
Lo cierto era que no le extrañaba lo más mínimo que Logan hubiera llegado a ser millonario. Pero lo que más la preocupaba en esos instantes era que estaba muy cansada y que los dolores típicos del último mes del embarazo se estaban intensificando. Necesitaba un buen baño, quizá después de la cena.
—¿Sabes? —empezó a decirle Inma en cuanto estuvo sentada en la mesa de la cocina—. Ese libro también dice que toda embarazada debe recibir una dosis diaria de helado de chocolate seguida de un buen masaje en los pies.
Logan le sirvió un vaso de leche y se quedó mirándola unos segundos antes de contestar.
—¿Algún marido se lo cree?
Por alguna extraña razón, el ritmo del corazón se le aceleró ligeramente.
—Supongo que si quieren a sus esposas lo suficiente...
—¿Y tu marido tenía una copia de ese libro? —le preguntó sin mirarla.
Una profunda tristeza invadió el corazón de Inma. Seguramente Logan creía que ella y su marido habían tenido una estupenda relación; pero claro, ¿por qué iba a pensar otra cosa? Al fin y al cabo estaba embarazada.
Antes de contestarle, lo miró tímidamente.
—No, no creo que la tuviera.
—Lo siento, Inma —dijo arrepentido—. No pensé lo que decía, no es asunto mío.
—No lo sientas —Inma dio otro trago de leche intentando pensar qué decir. Llevaba tanto tiempo fingiendo que su matrimonio funcionaba a la perfección, que su marido estaba satisfecho con su vida y con ella... Pero ya no podía mentir más—. En realidad a Rick no le gustaba mucho la vida de casado. Creo que yo no fui más que un reto para él: la última virgen de Minnesota. Así que, una vez que me tuvo y se acabó la noche de bodas... —se encogió de hombros mientras notaba cómo se le sonrojaban las mejillas.
La expresión de Logan permaneció impasible hasta que ella terminó de hablar.
—Seguro que olvidó lo afortunado que era.
Inma lo miró sonriente.
—Quizá. Pero yo seguí intentándolo. Como tú sabes, vengo de una familia en la que se permanece unido en lo bueno y en lo malo.
—Sí, lo sé.
Detrás de esas palabras, Inma percibió una cierta nostalgia, pero no quiso presionarlo.
—El caso es que Rick estaba buscando una razón para dejarme, y cuando le dije que estaba embarazada la encontró.
—¿Es que no estabais intentando tener un hijo?
—No, fue un accidente —respondió acariciándose el vientre—. Cuando se marchó me puse tan furiosa, hasta que me di cuenta de que al bebé no iba a hacerle ningún bien tanta furia, así que se me fue pasando poco a poco. Lo cierto es que no lo odio por su debilidad y su cobardía.
—Me parece que eres mejor persona que yo —le sirvió el sándwich de pavo que acababa de hacerle, pero no se sentó junto a ella, sino que se quedó mirándola apoyado en el mostrador de la cocina—. Yo lo odio sin haberlo conocido siquiera. Él te abandonó, Inma.
—Sí, pero mira lo que me dejó —rebatió orgullosa mientras volvía a acariciarse el vientre—. Logan, ¿qué hiciste cuando te marchaste de Fielding? Siempre he querido saberlo.
Logan se quedó en silencio unos segundos, durante los cuales Inma se preguntó si le abriría el corazón del mismo modo que acababa de hacerlo ella. Pero no respondió a su pregunta.
—Escucha, si no quieres...
—Minneapolis —dijo por fin mientras sacaba una cerveza del frigorífico—. Me fui a Minneapolis.
—¿Y qué hiciste allí? Solo tenías diecisiete años.
—Pero sabía cuidarme. Puse en práctica todo lo que me había enseñado tu padre. Aunque él se dedicara a los videojuegos, hizo que mi mente se abriera a un montón de posibilidades —hizo una pausa para dar un trago de cerveza—. Por eso le debo tanto.
Inma sintió la necesidad de preguntarle algo.
—¿Y qué me debes a mí?
—Digamos que tú fuiste mi ángel de la guarda.
Dios, eso no era lo que ella quería ser.
—Mira, Logan, no nos debes nada a ninguno de los dos. Nosotros hicimos lo que hicimos porque nos importabas, no porque esperáramos que nos devolvieras el favor.
—A todo el mundo le gusta que le devuelvan los favores.
—Tú no piensas eso.
—Sí, sí lo pienso —volvió a abrir el frigorífico y se puso a mirar por todos lados—. Ya sea con una compensación emocional, física o económica, todo el mundo espera que le devuelvan los favores de algún modo.
—Puede que eso le pase a cierta gente, pero... —tuvo que dejar de hablar porque el dolor de la espalda se convirtió en unas terribles punzadas que le llegaban hasta las piernas. Tenía que terminar de comer e ir a darse un baño—. Bueno, el caso es que ya has hecho suficiente por mí —añadió por fin—. Y en cuanto acabe la tormenta, estaremos en paz.
—Ya veremos.
—Logan, te prometo que como vuelvas a decir eso...
◈◈◈◈◈♡◈◈◈◈◈
¿Como que Logan es muy cerrado no creen?
Espero les esté gustando.
#FannyFrías
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