Capítulo Cinco.

Algo estaba ocurriendo, aquello no eran simplemente los dolores del octavo mes. Parecía más bien que le estuvieran estallando petardos en el abdomen y se sentía como si le estuvieran clavando decenas de cristales por todo el cuerpo. Se retorció de dolor haciendo que el sándwich se le cayera al suelo.

—¿Qué ocurre? ¿Qué te pasa, Inma? —le preguntó Logan alarmado.

—Tengo que ir... —no podía continuar hablando.

—¿A la cama?

—No. Al hospital. Tienes que llevarme al hospital —lo miró intentando recuperar el aliento para poder hablar—. Estoy a punto de dar a luz.

El autocontrol del que siempre se había enorgullecido Logan amenazaba con desaparecer. Inma había roto aguas y estaba a punto de dar a luz. La línea telefónica se había cortado en algún momento de la tarde y en los alrededores de la casa había casi un metro de nieve. Todo en lo que confiaba normalmente estaba ahora fuera de su alcance, y eso significaba que iba a resultarle imposible llevarla a la ciudad.

Al menos contaba con tres generadores de emergencia y un montón de enciclopedias. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, tenía que confiar en el instinto en lugar de en la tecnología. A pesar de lo inseguro que eso lo hacía sentirse, tenía muy claro que no iba a dejar que Inma lo notara.

Después de varios minutos de angustia, había conseguido llevarla hasta la cama y proveerse de todo lo que creía necesario en esos casos: toallas, agua caliente y agua fría, tijeras, más toallas, un cordón. Entre contracción y contracción leyó todo lo que pudo, y cuando el dolor la hizo retorcerse y gritar todo lo que le daban los pulmones, intentó tranquilizarla sin dejarle siquiera sospechar que lo que estaba viendo lo hacía estremecerse hasta el tuétano.

Estaba avivando el fuego de la chimenea cuando oyó su voz débil que lo llamaba. Cruzó la habitación y se arrodilló al lado de la cama.

—No hay manera de llevarme al hospital, ¿verdad? —le preguntó con los ojos llenos de preocupación.

—Me temo que no.

Inma se quedó en silencio, con la mirada perdida en el vacío; parecía estar concentrándose en algo. Logan no sabía qué hacer, solo sabía que no quería hacer ninguna pregunta estúpida.

—¿Quieres que te traiga algo?

—No se te ocurra moverte de ahí —respondió ella moviendo la cabeza justo antes de agarrar las sábanas y retorcerse de dolor, hasta el punto que gotas de sudor empezaron a mojarle la frente.

—No te preocupes, estoy aquí —tenía que ayudarla de algún modo, hacer que se sintiera a salvo. Le habría gustado sentir parte del dolor que estaba sintiendo ella.

Pero lo que hizo fue ocuparse de las cuestiones prácticas. Agarró un paño húmedo y se lo pasó por la cara y el cuello mientras le susurraba palabras de aliento, asegurándole que todo iba a salir bien.

—¿Cómo estás? —le preguntó cuando hubo acabado la contracción. Sabía que se trataba de una de esas preguntas estúpidas que no quería hacer, pero los nervios lo estaban traicionando.

Ella lo miró con ojos fatigados.

—Como si un camión me estuviera pasando por encima de la tripa.

La sonrisa que dibujó su rostro después de decir aquello volvió a demostrarle que seguía siendo una mujer valiente y muy, muy especial. Allí estaba, enfrentándose con bromas al dolor.

—Tengo que decirte algo, Logan —le dijo mientras buscaba su mano, él la agarró con fuerza.

—Dime, Inma.

—Tengo mucho miedo.

Sin pararse a pensarlo, se llevó su mano a la boca y la besó suavemente.

—Lo sé.

—El bebé llega un mes antes de lo debido.

—Todo va a salir bien —jamás en su vida había sentido tanta impotencia—. Los dos juntos

vamos a hacer que salga bien, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —cerró los ojos y su respiración se hizo más lenta—. Dime algo que me distraiga, cualquier cosa.

—Cualquier cosa.

—Háblame de aquel día.

—¿Qué día?

—El día que llegaste a Fielding —le dijo apretándole la mano—. El día que te marchaste de ese lugar tan horrible.

Logan titubeó unos segundos. Había compartido con Inma y con su padre ciertas cosas de su pasado, pero había algunos detalles que jamás había revelado a nadie, cosas que había jurado no volver a recordar. Sin embargo, en aquel momento habría hecho cualquier cosa por Inma. Cuando empezó a hablar notó la garganta seca.

—Me marché de Youngstown un lunes por la mañana, llevaba cincuenta centavos en el bolsillo y solo la ropa que llevaba puesta. Caminé más de cincuenta kilómetros, hasta que estuve demasiado cansado para continuar y me senté en el arcén de la carretera para hacer autostop —la miró y comprobó que parecía más relajada que antes, eso le dio fuerzas para seguir con su relato—. Era verano y hacía mucho calor, tanto que yo llevaba la camiseta empapada en sudor. Recuerdo que me sorprendió mucho que alguien parara para llevarme.

—Con esa camiseta, seguro que fue una chica —bromeó ella con voz débil.

—Era una mujer de unos setenta años —respondió riéndose.

—¿Se...? —su rostro se puso en tensión ante la llegada inminente de otra contracción—. ¿Seguro?

—No hables, Inma —le susurró Logan—. Intenta respirar y piensa que pronto vas a ser mamá.

Al oír aquello, ella recuperó parte de su fuerza y en sus ojos apareció una expresión de satisfacción.

—Yo puedo hacerlo, ¿verdad?

—Claro que puedes.

Unos segundos después, había pasado otra terrible contracción.

—Entonces... te subiste en el coche de esa mujer y... ¿qué pasó después?

—Pues yo no había desayunado nada y me estaba muriendo de hambre cuando la señora me ofreció unas galletas deliciosas que ella misma había hecho, me dijo que comiera todas las que quisiera, pero a mí me daba vergüenza. Al final me las comí todas, aunque con un gran sentimiento de culpabilidad hasta que la señora me dijo que no pasaba nada.

—¿Fue entonces cuando te diste cuenta?

—¿De qué?

—De que tu suerte estaba a punto de cambiar.

Logan pensó en aquello un momento mientras le daba un suave masaje en el hombro con la mano que no tenía agarrada a la de ella. Lo cierto era que la palabra suerte nunca había figurado en su vocabulario, aunque...

—Supe que mi suerte había cambiado en el momento en que puse un pie en aquella tienda de Fielding donde los chavales empezaron a llamarme... —se le hizo un nudo en la garganta—, lisiado.

En la habitación no había más ruido que sus respiraciones y el chisporroteo de las ramas en el fuego.

—Y entonces aparecí yo con mi pistola de agua.

—Y les disparaste hasta que salieron corriendo.

A Inma se le escapó una sonora carcajada.

—Parecía que se hubieran orinado en los pantalones.

Logan recordó las miradas de aquellos jóvenes que acababan de ser tan crueles con él, y el rostro triunfante de la joven Inma empuñando su pistola de agua como si de una magnum 57 se hubiera tratado. Quizá tuviera razón, quizá existiera algo llamado suerte y fuera ese el día que la suya cambió.

—Sí, fue un buen momento.

—Sí —la mirada de Inma fue como un rayo de sol para él—. Me alegro mucho de que estés aquí conmigo.

Fue como si alguien acabara de clavarle una flecha en el corazón. Confiaba en él para que su bebé llegara al mundo sano y salvo. No iba a defraudarla. Llevaba toda la vida superando retos y aquel iba a ser uno más. Otra explosión de dolor se reflejó en su cara y en todo su cuerpo. Logan no sabía demasiado sobre partos, pero era obvio que las contracciones eran cada vez más frecuentes. El niño no tardaría mucho en nacer.

◈◈♡◈◈

La noche dio paso al alba.

El dolor seguía sin darles tregua y toda la valentía que había demostrado Inma al principio se estaba consumiendo por el agotamiento. No obstante, se negaba a rendirse. Podía notar una extraña conexión con el bebé que le daba fuerzas para continuar, debía de ser la señal de que madre e hijo estaban por fin preparados para conocerse.

—Necesito que empujes fuerte, Inma.

Logan la miró intentando transmitirle su energía. Él también estaba sudando por el esfuerzo y eso hacía que Inma no sintiera la más mínima vergüenza de tener que compartir esos momentos con él, porque sabía que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ayudarla y hacerla sentir cómoda; por su parte ella cada vez se encontraba más unida a él.

—Respira hondo y empuja todo lo fuerte que puedas.

Inma se apoyó en los codos y empujó con la poca energía que le quedaba mientras se mordía el labio. El sabor de la sangre se confundió con la sensación de que la estuvieran abriendo en canal.

—Muy bien —la animó Logan—. Otra vez. Respira hondo y...

—Logan, si me ocurre algo...

—No te va a ocurrir nada —interrumpió él inmediatamente con tono firme—. No mientras yo esté contigo, ¿entendido?

De pronto fue como si el tiempo no hubiera pasado. La ira de Logan había desaparecido y en su lugar surgió la estrecha unión que en otra época había habido entre ellos. Aunque esa vez era ella la que necesitaba de su fuerza.

—Empuja, Inma. Empuja fuerte.

Arqueó la espalda y dio todo lo que llevaba dentro. En su cabeza se mezcló el dolor, el miedo y la impaciencia. En su cuerpo el sudor y las lágrimas. ¿Sentirían todas las mujeres el terrible pánico que se estaba apoderando de ella?

—Dios, Inma.

—¿Qué? —preguntó alarmada—. ¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?

—Nada malo —aseguró Logan—. Puedo verle la cabeza —estaba sencillamente maravillado—. ¿Crees que podrás empujar una vez más?

◈◈◈◈◈♡◈◈◈◈◈

Una disculpa, por no subir los dos capítulos que había dicho, es que no estuve en mi casa todo el día y no tengo celular para poder subirlo en donde estaba, de todas maneras mañana subiré tres, el otro de ahora y los dos de mañana.

Espero que les guste ;)

#FannyFrías

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