25 - 💋T4L1A TURN3R💋

Talía Turner, de cabello oscuro y de un sobresaliente estómago, salió de la sala de interrogación con la frente agachada. El hombre al que le habían hecho las preguntas fue golpeado por uno de sus empleados y robado por otro.

El que le dio la golpiza lo dejó hospitalizado por horas hasta que una de las maquinas recuperadoras le reparó todos los huesos rotos. Ambos sospechosos habían huido.

La teniente era de la centralizada. Los oficiales centralizados tenían rango superior a los oficiales octacionales, por lo que el caso debía ser demasiado serio como para que ella se presentase a hacer la interrogación al testigo. Ella estaba a cargo de la investigación de las joyas robadas en el séptimo octante, en la joyería Cristal Celestial. La investigación parecía no tener final, pues apenas encontraban rastro e información sobre lo ocurrido. Sean quienes fueran esos ladrones, eran unos expertos en lo que hacían. Se infiltraron en el sistema de todo un barrio mientras ingresaban a la joyería y salieron de la ciudad antes de que se cerrara.

—No pasa algo así en el domo central desde hace siglos, Hambriento —le dijo la teniente Talía a su asistente Robert Hambul. El hombre se veía viejo, con canas salpicadas en su cabello oscurecido por el tiempo. Tenía ya años en el Ministerio Domal, por lo que ya podía jubilarse.

—Toma —dijo Hambriento mientras le pasaba un teléfono camaleón—. La prensa ya está haciendo sensacionalismo. Ni siquiera tenemos claro cuantas personas fueron las que participaron en esto y ya lo sacan como si fueran los Robin Hood de Marte.

Talía comenzó a caminar hacia la sala central de la comisaría primera del tercer octante. Era un lugar poco espacioso comparado a las oficinas del Ministerio, pero al menos estaba lejos de su escritorio y eso le gustaba. Tal vez la presión de estar a cargo de uno de los casos de robo más grandes de la historia de Marte le generaba cierta duda de su puesto. Sin embargo, si lo resolvía sería tan recordada como sentía que se lo merecía.

—Yo diría que son más como Bonnie y Clyde —musitó ella, retomando su rumbo a la salida—, teniendo en cuenta la declaración de aquel hombre dueño del casino. Digo, dos amantes llevando a cabo actos delictivos solo por la sensación de peligro suena bastante mejor que ladrones robando a los ricos para dárselo a los pobres. Yo sería el Manny Gault que atrape a estos fugitivos.

—¿Bonnie y quién? —Hambriento arqueó una ceja.

—Es una historia muy antigua sobre una pareja de ladrones en la tierra —recordó ella con un suspiro. Caminar le causaba mucha fatiga, por suerte tenía un estacionamiento privilegiado—. ¿No te la contaban de niño? Bueno, no es una historia adecuada para niños, pero es tan desconocida que me parece extraña la coincidencia.

—Cambiemos de tema, ¿Qué te parece?

Talía asintió.

—¿Quiénes son los del incidente en el casino y por qué viniste a hacerle preguntas al dueño? —preguntó Hambriento.

—Eso no es cambiar de tema —se burló la teniente—. Es básicamente el mismo tema. Todo está relacionado. Piensa esto como una historia: una pareja roba una joyería y se hacen ricos de alguna manera, ¿qué hacen luego?

—Salen de Marte —supuso Robert—. Huyen a la tierra.

Ella negó con la cabeza.

—No podrían salir portando tantas joyas. Sería muy obvio.

—¿Entonces?

—Subastan las joyas de forma clandestina.

Salieron de la comisaría. Muchos oficiales salían y entraban de allí como si estuvieran ocupados. Unos los ignoraban y otros los saludaban con respeto. Ellos se dirigían al estacionamiento, hacia donde se encontraba la camioneta autómata de la teniente.

—Estás suponiendo cosas, Talía —dijo Robert—. Si las joyas fueran vendidas encontraríamos un montón de ellas sin documentación y ya hemos buscado mucho. Además es imposible venderlas en una semana: son demasiadas.

—Documentos falsos, amigo —corrigió ella con una sonrisa en el rostro—. Es fácil inventar una empresa de la tierra que importa joyas aquí. Se llama lavado de dinero. Para que una sola empresa no llame la atención de los investigadores ¿Qué hicieron?

Él se detuvo antes de llegar al vehículo.

—Inventar cientos de joyerías extranjeras —respondió el asistente abrumado por la idea—. Eso es mucho papeleo. De solo imaginarlo me da mucha fatiga. ¿Qué clase de loco haría tanto papeleo?

—Uno que ahora es multimillonario, querido amigo.

—¿Crees que esos chicos que golpearon al hombre son tus Bonnie y Clyde?

—Ellos son mis Bonnie y Clyde, Hambriento. No lo creo, lo confirmo, lo afronto y lo calculo. ¿Y sabes qué vamos a hacer ahora? Iremos a techniterra. Aquel barrio es la cuna de todos los problemas que ocurren en el domo central. Nido de ratas y serpientes vestidas de traje y tacón.

—Yo diría que se visten más como prostitutas y caricaturas. Pero bueno, ¿Qué haremos allí.

—Reportaron un secuestro y un auto robado hace unos días, luego el secuestrado apareció diciendo que fue testigo de un robo. El vehículo apareció abandonado en un estacionamiento de ese barrio. Creí que esa pareja no dejaría cabos sueltos, pero esto..., bueno, nos ayudará bastante.

—¿Crees que esto tenga que ver con la famosa sustancia violeta, teniente? Digo, desde que esa sustancia llego hace meses a este domo comenzaron a pasar cosas como incidentes, robos, muertes. El ministerio nunca recibió tantas llamadas de emergencia como en la última temporada.

—Si tu suposición sobre esa relación es verdadera, querido amigo, te prometo que al terminar el caso tendremos un monumento levantado en la plaza de los héroes.

Él se echó a reír.

—Ahora sube al puto coche, Hambriento —ordenó la teniente—. Hay mucho trabajo y creo que no tenemos tiempo. Podrían salir del domo en cualquier momento.

Ella abrió la puerta de su vehículo para poder entrar. Se giró mirando fijamente a Robert Hambriento.

—Quiero una orden de captura para esos chicos.

—¿Cómo se llamaban?

—Andrew Olsson y Sofía Caruso. 

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