19 - 💋JULIETA YAMADA💋

Desperté cuando sentí una leve palmada en mis muslos. El viaje había sido largo y no aguanté el sueño. Lo primero que vi fue la ventana del automóvil, donde edificios se erguían a un lado. Estábamos de vuelta en Techniterra justo cuando comenzaba a amanecer. Dormí tal vez una o dos horas recostada en el hombro de Martín, quien inhaló un poco de Violeta para mantenerse despierto.

Nos habíamos encargado también de sustanciar y abandonar al ex dueño del vehículo en un estacionamiento del primer octante, así que nos habíamos librado de un problema. No sabíamos bien qué hacer con ese sujeto, pues desde el principio solo era una piedra en el zapato. En un momento del viaje Sofía sugirió matarlo y esconder el cadáver, pero luego dijo que era broma. A veces daba miedo.

Andrew y Sofía estaban frente a nosotros, discutiendo cual era el plan.

—¿Mon-Luán? —interrogó Andrew. No había escuchado toda la conversación, pero parecía ser que Mon-Luán y ellos habían charlado en la fiesta de la terraza la noche anterior. Quizá algo tenía que ver con el robo de la joyería.

—Sí. —Sofía cruzó las piernas—. Será nuestra vendedora. Sé que parece algo excéntrica y extraña, pero no se dejen llevar por la primera impresión. Es una mujer muy responsable y tiene contactos. Contactos con gente de la peor y la mejor calaña. Todo el mundo la quiere. Estoy segura de que sabe qué hacer con las joyas.

—¿Qué le darás a cambio?

—El cuarenta por ciento —respondió Sofía, totalmente segura.

—Eso es mucho dinero —contrarió Andrew. Después de todo el trabajo ¿quiere dar casi la mitad?—. ¡Nosotros hicimos el robo!

—El vendedor también está en peligro. —Me miró, que apenas abría los ojos, espantando el sueño—. ¿Cuál es tu comisión por las ventas de mis sustancias, Julie?

—Treinta por ciento —contesté.

—¿Yo solo diez? —dijo Martín, indignado.

—Vos solo cuidás a Julie —explicó Sofía.

—Sigue pareciéndome una millonada —dijo Andrew.

Finalmente el automóvil había llegado al estacionamiento privado de un edificio. Mon-Luán había citado a Sofi a aquel sitio para hablar sobre el nuevo negocio.

—Andrew, me gusta mucho que seas codicioso —señaló Sofía, sonriéndole amigablemente—, pero debés comprender cómo son las cosas. No sabés cómo es el mercado negro. Ella conoce mejor este mundillo de ladrones y sustanciadictos que cualquiera de nosotros.

—Está bien. —Andrew se acomodó en el largo asiento, rendido.

El auto-autómata se estacionó. Había mucho espacio en el lugar. Los cuatro bajamos y ordené a Assistent que cambiara de color. Ahora era un automóvil azul marino con líneas doradas. Tenía una app en el teléfono con el que elegía los modelos. Con eso sería muy difícil identificar al vehículo de los ladrones. Era perfecto.

Subimos hasta el piso treinta y ocho del edificio, buscamos la Sala de Conferencias 14 y preguntamos por Mon-Luán a unos hombres trajeados. Eran guardaespaldas, o al menos eso supuse, pues solo señalaron una puerta y nos dirigimos hasta allí.

¡Toc. Toc. Toc! La puerta se hace transparente. Del otro lado estaba un hombre flacucho, cuya piel marrón oscuro exponía unos ViedoTatoos que Martín envidiaría. Estaba vestido de Drag Queen, con ropa de seda ajustada y mostrando el depilado abdomen. Tenía un peinado al estilo Medusa, pues sus rastas, de tonos blancos y negros, estaban liados por alambres que se movían a su voluntad.

—Quiero esas rastas —murmuró Martín.

Le di un codazo.

—Monli al habla, ¿quién para molestarla? —dijo Mon-Luán. Seguidamente, la puerta transparente se deslizó a un lado. Estaba sentada sobre una mesa larga en una sala que daba a la calle. Tenía una vista grandiosa.

Los chicos pasaron.

—¿Qué es eso de "Monli"? —preguntó Sofía. Acercándose a Mon-Luán para darle dos besos en la mejilla.

—Bueno, ez que me he dado cuenta de que nadie ze refiere a mí de forma cariñoza... ¡Ashh! —exclamó, mirando a los demás en la sala—. Primero prezéntame a loz niñoz nuevoz, cariño. ¿Perdimoz loz modalez?

Andrew le pasó su mano para que sea estrechada, pero Monli chocó los cinco. Fue algo incómodo.

—Soy Andrew —dijo él.

—Lo zé, a ti te he vizto anoche —afirmó Monli, agitando sus rastas—. Tienez ojeraz, deberíaz dormir máz.

Andrew asintió.

—Tú debez zer Julie —dijo Monli, apuntándome. Luego giró la cabeza para ver a Martín. Gracias a los tacones que llevaba puesto, eran casi de la misma altura—. Y tú erez Martín. Loz amigoz de Zofi zon miz amigoz. Y loz amigoz de loz amigoz de Zofi también. ¿Quieren zervirse algo de beber?

—Sin duda —festejó Martín—. Tengo mucha sed.

—El ezcritorio de la ezquina en realidad ez una nevera. Puedez sacar lo que quieraz, grandulón. —Mon-Luán me miró de nuevo—. ¿Y tú?

—Gracias —dije. Mi estómago estaba doliéndome. Estaba a punto de vomitar—. Estoy con resaca. ¿Me diría dónde está el baño?

—Eztá en la cuarta puerta zobre el pazillo, encanto.

Sofía me miró extrañada, pero salí de la habitación antes de que me interrogara. Sofía solía ser muy preguntona y me ponía nerviosa tantas cuestiones. Me recordaba mucho a la señorita Victoria, mi psicóloga. Solo quería un segundo de calma, es todo. Odiaba que sean tan sobreprotectores.

Entré en la cuarta puerta del pasillo. Era un baño amplio y limpio, como si nunca lo hubieran usado. Olía a aromatizante de uvas.

Corrí hasta el lavado y vomité. No me hubiera dado el tiempo para llegar a los inodoros, menos con la ansiedad que me provocaba todo de repente. ¿Qué ocurría? Cuando bebía parecía tener control sobre esa parte de mí que temía de todo. Cuando el efecto pasaba, volvían las inseguridades, la náusea, el odio hacia mí misma.

—No es nada —me dije a mí misma, mirándome en el espejo. Una baba se deslizaba por mi barbilla, cayendo al lavado—. Es solo el alcohol. No volveré a beber un maldito vaso.

"¿De qué estás hablando?", dijo mi inseguridad. "Sin el alcohol eres una amargada piedra que nadie quiere en sus zapatos".

—Sabe a mierda y envenena mi cuerpo.

"No repitas lo que decía tu madre, niña. Todo lo que sabe mal es divertido. Ayer has probado Violeta por primera vez, ¿recuerdas esa sensación de euforia y excitación?"

—Todo desapareció. Estaba viva.

Lo había olvidado. Era una grata sensación. Mis sentidos habían aumentado, mis inseguridades se habían esfumado, el sexo fue mucho mejor con eso y... Era como si fuera otra persona. Ahora comprendía por qué tanta gente la consumía sin importar el precio.

Abrí el grifo y el agua cristalina se llevó el vómito.

Regresé a la sala de conferencias luego de enjuagarme la boca y masticar una menta (que siempre había en los baños). Me adentré a la sala sin llamar mucho la atención y me puse detrás de Martín para oír la conversación.

—Ayer me moztrazte un arma —dijo Monli—. Zupongo que hizizte lo que creo que hizizte, ¿no?

Sofía asintió.

—Necesitamos dónde esconder todo —agregó Andrew— antes de que comiencen una investigación en los octantes cercanos.

—Son cuatro bolsones llenos.

—Yo calculo que zerán millonez de pinz.

—Somos millonarios, Monli —confirmó Sofía—. Solo necesito que me prestes una de tus camionetas, te deshagas del vehículo que trajimos y un lugar para esconder las joyas.

Mon-Luán se puso en pose pensativa.

—No, no —dijo ella—. Ze tomaron muchaz moleztiaz para traerlaz hazta aquí. Dejen todo a mi cargo. Mañana estaz joyaz ya estarán bien ocultaz y me encargaré de venderlaz a gente de la Tierra. Uztedez vuelvan a zuz vidaz por un tiempo, al menoz hazta que venda la mitad.

NOTA: ¿también tienes voces en la cabeza como Julie?

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