2.28 | Idolatría
Las bermejas cortinas se agitaban a consecuencia del aire que se colaba por la puerta abierta que conducía al balcón. Amy se hallaba frente al ventanal, entreteniéndose recortando una hoja de papel blanquecino con sus dibujos plasmados en él, maldiciendo la inexistencia de tijeras para zurdos en la papelería de su vecindario.
Había dibujado un vestido corto de color azul celeste, lo separó del papel restante y lo pegó con cinta adhesiva al cuerpo tridimensional de su muñeca de juguete, luciendo maltrecho y descuidado.
Se levantó del banquillo de plástico que Vanilla había comprado para ella, y emprendió camino hacia la habitación de la coneja, su ahora, figura materna.
Se detuvo en el marco de la puerta, observó su alto y esbelto cuerpo moviéndose de lado a lado mientras tarareaba la música de la radio. En sus brazos, yacía una pequeña de sonrisa gigante.
—Look into his angeleyes —entonó moviendo a la bebé de izquierda a derecha suavemente.
Amy rio divertida por la escena, Vanilla se giró en su dirección, se agachó para dejar a Cream en el suelo, la pequeña dio un par de pasos torpes hasta llegar al mueble sobre el que se ubicaba el radio.
—¿Te gusta? —Inquirió mostrando su reciente invención. La coneja sonrió enternecida.
—Se le ve muy bien, me da hasta envidia —compartió tomando la muñeca en manos. Desvió su vista al rostro malicioso de la eriza, suspiró—. Te ayudo a coserlo —la chica dio un par de saltos—, pero solo si primero vienes a desayunar —condicionó saliendo de la habitación.
—Ven Cream —llamó, Amy la cargó sin esfuerzo alguno y caminó siguiendo a la mayor.
La eriza, con algo de trabajos, ancló su pie al respaldo de una silla y la haló hacia atrás.
—Tú vas aquí —enunció colocando a la infante con una sonrisa. Se ubicó detrás de ella y empujó la silla con cuidado hasta dejarla a la distancia adecuada.
Amy buscó tres platos en la alacena y se dirigió a Vanilla; la mayor asintió con la cabeza lentamente en señal de aprobación y, con una actitud calmada, agradeció el gesto. Sirvió el desayuno y ambas viraron hacia al comedor, donde Cream les esperaba.
Vanilla sujetó el control remoto en su mano derecha, encendió el televisor y cambió de canal una y otra vez hasta hallar el noticiero que veía habitualmente, bajó el volumen y sirvió una cucharada para la bebé.
—¿Dormiste bien? —Cuestionó a la eriza, mientras llevaba a cabo su perfomance hasta hacer de la cuchara, un avioncito.
—Sí, soñé que tenía un concierto de ópera —platicó la rosada, dándole un bocado a su platillo—, pero nadie iba a verme.
—¿Y cantabas bien?
—Nope, quizá por eso nadie iba —bromeó, provocándole una carcajada a la mayor.
La conversación se vio frenada mientras la coneja se concentraba en el desayuno de su hija y Amy terminaba su plato.
La eriza pasó la cuchara sobre del puré de papa, jugando con él, recargó su cabeza en su muñeca izquierda y suspiró. Hace un par de días había sido el cumpleaños de su primo Rob, pero aunque lo quisiera, ella no podía comunicarse con él para felicitarlo.
Se suponía que sería él quien la buscaría hasta hartarla, pero hasta la fecha, no sabía nada de quién ahora mismo era la única familia sanguínea que le quedaba.
—El día de ayer, las calles de un pueblo aledaño a Sunset City atestiguaron un enfrentamiento entre un grupo de civiles y los robots causantes de ataques pasados —pronunció la reportera.
Amy levantó la mirada del plato en cuanto escuchó la nota matutina, la imagen mostraba a una reportera rodeando la zona mientras las autoridades se hallaban recogiendo los restos metálicos del suelo. La eriza sonrió, por fin alguien le había dado su merecido al ser detrás de los ataques, le aborrecía la idea de estar vulnerable.
—Los testigos afirman haber visto tres civiles: un equidna con una fuerza sobrenatural, un zorro con dos colas y un erizo con supervelocidad —entonó incrédula—. Verdad o no, esperamos no tener más avistamientos robóticos en mucho tiempo.
Amy comenzó a toser escandalosamente en cuanto fue consciente de la noticia. Lo más raro que había visto en televisión desde lo ocurrido hace dos años, fue un Call TV a altas horas de la madrugada; definitivamente, un erizo con supervelocidad no es algo que se encuentre todos los días, tendría que ser él.
Los hechos que narraba el reportaje habían sucedido cerca de Sunset City, eso quería decir que su héroe se había movido por el mundo, al igual que ella.
—¿No es el chico de Mercia? —Interrogó Vanilla, observando la pantalla.
—Debe ser él.
Enunció contumaz, una sonrisa se dibujó en su rostro. Nunca le había podido dar las gracias, pero ahora la vida le acababa de dar una nueva oportunidad y no pensaba desperdiciarla, lo encontraría.
—¿Cuál era su nombre?
La pregunta de la mayor trajo a Amy de vuelta al mundo, era cierto, ¿cómo se llamaba?
—Pues tenía más de un apodo, la mayoría le llamaba Blue Blur.
—Qué pena que se sepa tan poco de él, le debemos mucho.
Vanilla se levantó de su silla, tomó a Cream en brazos y, recargándola sobre su hombro, comenzó a proporcionarle pequeñas palmadas en la espalda.
Las palabras dichas por la madre habían resonado en la mente de Amy. Tenía razón, para ser alguien que admiraba tanto, no conocía nada de él, nadie lo hacía, los medios ni siquiera creían que su sola existencia fuera verdadera.
Los pequeños eructos de la menor llamaron la atención de la eriza, Vanilla rio con suavidad y se giró hacia Amy.
—Hoy tenemos que hacer la compra, báñate.
[...]
Frente a los ojos de la eriza se extendían los largos pasillos de la zona mercadera de la ciudad. La pequeña cargaba en brazos a Cream, mientras Vanilla se detenía en cada puesto a escoger los mejores frutos.
Acoplarse a esta nueva vida no había sido sencillo, el ambiente de la ciudad le encantaba, aunque había días en los que era un entorno completamente atolondrado y efímero, amaba asomarse por el balcón y otear la vida en las calles: automóviles yendo de un lado a otro, oficinistas corriendo a sus trabajos o jóvenes saliendo de sus escuelas. No había similitud alguna con la quietud de Mercia.
En la ciudad había descubierto que amaba mirar a través de la ventana del tren en cada paseo, que aborrecía las películas de princesas, pero le encantaría vestir como una; y que ir a la playa a nadar de vez en cuando era una experiencia magnífica.
La muerte de su padre era algo que a día de hoy la hacía sollozar, pero incluso ante eso, había una inseguridad más grande que la atormentaba día con día. Amy estaba comenzando a dudar de su valor, aún era muy pequeña para entender los motivos por los que Rob y Mari-An la habían dejado ir.
Se consideraba feliz al lado de quienes, de a poco, se convertían en su madre y hermana. Amy no había experimentado el cariño maternal con anterioridad, no tenía idea de cuán cálidas podían ser las palabras y caricias de Vanilla, o lo reconfortante que era ver a Cream crecer.
Pero su plenitud a veces se veía corrompida por el temor de volver a quedarse sin nadie.
Las plantas de sus pies permanecieron firmes y estáticas al pasar delante del puesto de periódicos y revistas, la eriza se quedó quieta, con la mirada fija en un pequeño recuadro escondido entre las páginas del diario.
Un borrón de color azulado, exactamente como lo recordaba.
—Lo voy a encontrar.
La eriza se giró hacia Vanilla, quien había optado por descansar sus brazos un momento y dejar su bolsa en el suelo. Todos los kilos de frutas y verduras dificultaban su traslado.
Amy se acercó a la mayor, palpó un par de veces el brazo de la madre, utilizando su dedo índice. La coneja viró su rostro hacia la rosada, quien mantenía una sonrisa amable en la cara.
—¿Quieres que te ayude?
—No te preocupes, ya nos vamos.
—¿Puedes cargar tú a Cream? —Cuestionó, extendiéndola en brazos. Vanilla, aún dudando de a qué quería llegar, sujetó a su hija, observando como la eriza se aproximaba al bolso y tomaba las asas entre manos.
—¡No! ¡Espera! Está muy pesad- —calló al vislumbrar a Amy levantando el macuto sin problema.
—¿Ya nos vamos?
Vanilla pasó al lado de la eriza hasta adelantarla, observando su conducta en todo momento. Amy no mostraba molestia o esfuerzo alguno.
—¿Hacías algún deporte en Mercia? —Inquirió.
—A veces me correteaban las gallinas.
—Ese no es un deporte.
—Pues debería, es más entretenido que el golf.
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A la orilla del mar, el fuselaje maltrecho de un enorme avión yacía en la arena de una isla aledaña a Emerald Coast.
La aeronave se había estrellado años atrás, y aunque afortunadamente no suposo nada más allá de daños materiales, al tratarse de una isla lejana a la ciudad, las autoridades nunca se molestaron en recoger los restos.
Restos que hoy en día eran la vivienda de Sonic, Tails y, dependiendo del día, incluso de Knuckles.
El equidna inhaló profundamente y ejecutó cada movimiento con suma delicadeza. Desplazando un marcador negro sobre la cara del erizo cobalto, los párpados de Sonic se hallaban sellados cuál si de metal soldado se tratase; había pasado en vela la noche anterior, se topó a Knuckles jugando a las cartas y, lo que comenzó como un juego amistoso, terminó con un pique entre ambos, uno que se extendió hasta altas horas de la madrugada.
Knuckles había pasado demasiado tiempo a solas en Angel Island, lo suficiente para incursionar en hobbies y actividades recreativas que pudiera realizar mientras resguardaba la esmeralda madre. Le encantaba dibujar, tanto que a veces se salía del lienzo convencional.
El rostro de Sonic ahora contaba con una barba poblada, mostacho, una uniceja y un par de delineados curvos y bien logrados.
Knuckles apretó los labios conteniendo la risa, se acomodó el rotulador entre sus dedos y se inclinó para crear un trazo nuevo, pero se detuvo al notar los ojos abiertos de su contrario.
—¿Qué haces? —El erizo miró el plumón en la mano del rojizo, rodó los ojos y suspiró hastiado— ¡Quítate de aquí!
Knuckles se apartó riendo, Sonic se levantó del sofá y caminó hasta el baño, asió el pequeño espejo cercano al lavamanos y puso especial atención a su reflejo.
—¡¿Me hiciste delineado?!
—Te ves bonita —respondió burlón.
—¡Es la tercera vez en la semana, Knuckles! ¡Tres es mi límite!
El erizo salió del baño enfadado, el equidna corrió hacia afuera del fuselaje, aún preso de su propia risa. El cobalto encogió su torso y adelantó sus brazos abiertos, tacleando a su oponente. Knuckles aguantó algunos de sus golpes en el suelo, luchó por ponerse de pie y se incorporó buscando su guardia.
En un rápido movimiento, la espalda del erizo azotó el suelo, el equidna sacudió sus guantes con una palmada, se cruzó de brazos y oteó al peliazul.
—Tu técnica es horrible.
—Te di más de un golpe.
—No eres malo, pero debes de pulir muchas cosas.
—Yo aprendí sobre la marcha, tú tuviste entrenamiento, podrías enseñarme un par de cosas en vez de burlarte.
—Algún día.
Sonic se giró en dirección al avión, afinó su mirar al percatarse del macuto ubicado en el interior de éste.
—¿Son tus cosas?
—Ya llevo mucho aquí, es tiempo de volver a Angel Island.
—Claro, después de que encontremos a Egg-. —calló al notar que su oyente comenzaba a caminar dándole la espalda—. ¿Te piensas ir hoy?
—Me pienso ir ahora —aclaró enfatizándolo.
—Pero si ya no falta nada para acabar con esto —insistió.
—¿Y tú cómo sabes eso? Solo estamos perdiendo nuestro tiempo en pistas que no llevan a nada.
—No estamos perdiendo el tiempo, ya hemos salvado a muchos mobians de los ataques de Badniks.
—Ya me cansé de pelear con badniks y no con Eggman.
—Mientras lo encontramos, ayudamos a quien lo necesite, ¿acaso eso no cuenta?
—Tenemos perspectivas muy distintas.
—Tienes todos los medios para poder ayudar a los demás, ¿por qué no aprovecharlos?
—No somos iguales, Sonic.
—¡Chicos! —Exclamó el zorro, saliendo del fuselaje del avión a toda prisa—. Tenemos noticias, hace unos días hubo un reporte de una nave no registrada en la zona aérea de Speed Highway, podría ser él.
El rojizo permaneció quieto con la mirada clavada en el suelo, Sonic torció los labios y se acercó a él a paso lento.
—Una última —pidió.
—Bien —suspiró cansado, deshaciendo su cruce de brazos—, una semana más y me largo.
Escrito: 14/09/2021.
Publicado: 23/06/2024.
Me extrañaron?
Yo sé, yo sé, yo sé. Dije que me tomaría unas semanas y tardé más de dos años JAJAJ. También ustedes, por qué confían en un hombre?
La verdad es que había perdido las ganas de seguir escribiendo, pasó a ser más una obligación que una actividad que disfrutara así que, aunque fue un descanso largo, era necesario para volver a sentirme a gusto aquí. No les puedo prometer actualizaciones semanales como hacía antaño, pero estén seguros de que pienso terminar esta historia.
Muchas gracias a las personitas que siguen aquí, les tkm.
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