1.9 | Decisiones difíciles



Sally.

Recién ayer había cumplido un mes alojándome en Knothole Village. Pese a mi prolongada estancia, aún notaba vestigios de rechazo en ciertos individuos, aunque afortunadamente éstos ya eran una minoría. Había conseguido integrarme con éxito y todo gracias a los esfuerzos de Maurice y Chuck.

Debía admitir que aún me costaba creer en la existencia de un erizo azul más rápido que cualquier automóvil. Por ahora, aquella era la única referencia que tenía a la mano, Maurice seguía incrementando su velocidad a medida que los días transcurrían y encontrar comparaciones se hacía cada vez más difícil. Había llegado a un punto en el que verlo en acción terminaba por ser hipnotizante, admiraba su perseverancia.

—¿Cómo decías que se llama? —cuestionó.

—Nicole.

—¿Y quién te había dado eso? —reí.

—¿Pero es que nunca pones atención? Es la tercera vez que lo repito —él formó una sonrisa nerviosa— ¿Es por lo de hoy? —asintió discreto—. Puedes entrar a esa fábrica sin problema, no te preocupes por ello.

—Lo sé, pero Cyrus dice que los escáneres detectaron mobians prisioneros, seguramente próximos a robotizar —chasqueó la lengua—. Debería de estar salvándolos, no estar paseando por Knothole Village. Si me demoro, no alcanzaré a salvar a todos, cada minuto que paso aquí aumenta las posibilidades de que más se conviertan en robians.

—Pero si no lo planean, no salvarán a nadie y terminarás por ser tú el robotizado —setencié—. La velocidad no sustituye al sentido común —entornó los ojos con aflicción—. Oye, has estado destruyendo las fábricas de Mostachón durante las últimas tres semanas, puedes con otra más —alenté.

Maurice alzó su vista, conectó con la mía y enserió el semblante. Reflexioné las palabras salidas de mi boca, no encontré nada que pudiese malinterpretarse ¿por qué ese cambio de ánimo tan abrupto?

—¿Cómo lo llamaste?

—Mostac- —interrumpió.

—¡Basta, no sigas! Creí haber escuchado mal —rogó dramático—. Es horrible. Ni siendo mi enemigo le pondría ese nombre —barrí la mirada con fastidio—. ¿Has notado que su panza llega a ser tan parabólica que termina formando un huevo? Había pensado en llamarlo Eggman.

—¿Eggman?

—Claro, los archienemigos de los súperhéroes tienen nombres por algo que los caracteriza, no se usa su nombre real. Capitán América tiene a Red Skull, no a Johann Schmidt. Daredevil a Kingpin, no a Wilson Fisk. Spiderman a Green Goblin, no a Norman Osborn —enumeró farfullando.

—Ajá, entiendo el punto.

—¿Y bien? ¿Qué opinas? —preguntó estirando sus brazos.

—Que tuviste mucho tiempo libre y muy pocos amigos como para saber eso—rodó los ojos divertido.

La conversación finalizó, ambos continuamos avanzando a lo largo del refugio. Maurice visoraba el mole derredor con una sonrisa ladina en los labios, la semana pasada habíamos logrado conseguir los recursos y herramientas suficientes para comenzar con la edificación de al menos otra media docena de mesurados asentamientos.

Sin poder evitarlo, subí mis comisuras y curvé los labios. Su actitud noble y desinteresada lo hacía ver como un ser diáfano que únicamente se preocupaba por defender a la libertad y la justicia. 

Loaba su extraordinaria capacidad para mantenerse optimista y alegre; y sí, en ocasiones era necesario una experiencia atemorizante para devolverlo a la realidad, pero en su mayoría conseguía crear un ambiente festivo en un sitio donde solo se presentaba la miseria.

     Sally y Maurice emplazaron sus manos y pies sobre los peldaños de madera de la escalera. Ascendieron y caminaron hasta adentrarse en el espacio de trabajo de Chuck y compañía.

     Lo que hace unos días era una habitación desordenada y sin terminar de construir, hoy en día... Seguía siendo un caos total de piezas metálicas, tarjetas, cables, herramientas y tornillos regados por el piso; pero al menos ya se encontraba limitada por cuatro paredes gruesas que les permitían resguardarse a ellos y sus equipos de las lluvias torrenciales.

—¿Cómo van? Me urge ir a destruirle otra fábrica a Eggman.

—¿Eggm- —Rotor se vio intervenido por la morena.

—No pregunten —espetó, extinguiendo cualquier intento de réplica de parte del erizo.

     Rotor arrugó la frente, tragó saliva desconcertado y obvió el mote granjeado para el Dr. Robotnik.

—Como sea. Cyrus ya ha hecho sus cosas de nerd informático, en teoría, solo deberías ir hasta la computadora principal de ¿Eggman? —Maurice sonrió petulante—, insertarlo en el puerto USB y esperar, nosotros haremos todo el trabajo desde aquí.

—¿Eso es posible? —indagó.

—Es un escritorio remoto y Cyrus ha hecho un código cerrado, con eso basta para que Robotn-.

—¡Ep!

—Eggman —corrigió—. No consiga darnos una vendetta informática —concluyó curvando los labios.

—Me agrada —aprobó Maurice—. ¿Entonces qué esperamos? Vámonos.

     Cyrus enroscó el periférico entre sus dedos, caminó hacia el erizo y le hizo entrega de éste. Maurice le sonrió intentando transmitirle confianza, sin embargo, el rostro del joven león mostraba seriedad y, en cierto grado, recelo. El chico llevaba días con un comportamiento apático, el garzo supuso que se debería al sentimiento de soledad desembocado de la pérdida de Lionel.

     Pese a haberlo notado, Maurice decidió pasarlo por alto y enfocar su concentración en un problema a la vez, más tarde hablaría con él, ahora tenía que centrarse en salvar a más mobians y acabar con la instalación.

—Sé que para ti será algo difícil de entender pero, no vayas tan rápido —intervino Charles—. Es un muy buen plan, pero deben considerar un margen de error —instruyó—. Para compartir la información, supongo que están tomando en cuenta alguna red.

—Sí —respondió Cyrus—. La clásica red de cableado estructurado.

—¿Y tienen un plan B si es que no funciona? Lo considero un método muy obsoleto para Robotnik.

     El grupo guardó silencio, Maurice se cruzó de brazos y frunció los labios, Chuck tenía certeza en su sopesar. El erizo no podría hacer mucho una vez en el campo, era bueno para correr y luchar, no para ser un pirata informático. Todos habían apostado por un único intento con altas posibilidades de no funcionar.

—Sonic puede ser muy rápido, pero aún no está preparado ni física ni psicológicamente para tener tantas tareas al mismo tiempo, no podrás salvar a todos y acceder al sistema de Eggman en un solo asalto —espetó realista.

—Haré todo lo que esté a mi alcance.

—¿Ya has considerado el hecho de que se te complique sacarlos de allí? ¿Y si te detectan antes de que consigas poner a salvo a todos? No podrás planificar una huida si tienes tantos a tu cargo —vaticinó.

—Yo confió en él, puede hacerlo —terció Cyrus.

    El resto intercambió miradas difusas, hasta terminar por compartir las mismas ideologías que Cyrus, animando a su amigo a lograr las metas establecidas. Chuck se mantuvo silente, observando la sonrisa forzada de su sobrino.

—Chuck tiene razón, no sabemos cuántos mobians hay allí, dudo mucho que sea un grupo pequeño, no podré escapar con todos y al mismo tiempo intervenir en su banco de datos —sentenció—. A no ser que alguien me acompañe.

—¡No! —cortó—. Es decir, no creo que el plan falle, la infraestructura es muy grande como para depender de una radiofrecuencia, la estrategia del cableado es factible —farfulló Cyrus.

—Aún si ese es el caso, no podemos arriesgarnos. Yo te acompañaré —finalizó Charles.

[...]

     El monótono sonido de los rotores de las máquinas ensordecían sus oídos. Maurice y Chuck habían conseguido entrar en las instalaciones de Eggman desde uno de los altos ventanales que ventilaban el sitio.

—Eggman no tardará mucho en darse cuenta de que estamos aquí, nos vemos en treinta minutos exactos.

—Recuerda, sin importar qué, nuestra prioridad número uno es salvar a los mobians —posó su mano sobre el hombro del erizo—. Confió en ti, muchacho.

—Ve con cuidado, Tío Chuck —advirtió antes de partir.

—Lo tendré, asegúrate de que ningún mobian se quede dentro.

     Ambos culminaron su despedida, yéndose en direcciones diferentes.

     Maurice se movió por los prolongados pasillos, corriendo de lado a lado evitando ser visto por las cámaras de seguridad de Eggman. Mientras que Charles mostraba gran experiencia al generar distracciones que le permitían escabullirse por las sombras.

     Las suelas de los zapatos del erizo atronaban el metálico piso, pronto se encontró con una puerta que consideraba era de un tamaño muy pequeño como para ser utilizada por los robots de Eggman.

     Haló la manija cambridge hacia abajo y empujó. La puerta llevaba a una plataforma integrada por enrejillados de latón. Adelantó su pie derecho y observó por los resquicios.

     Presionó el botón emplazado en el costado siniestro del artilugio de su muñeca.

—Am... Sally.

—¿Pasa algo? —Cuestionó la ardilla desde el otro lado de la línea.

—¿Segura que el cuarto en el que estoy es donde tienen a los mobians?

     Sally arrugó su frente y observó el monitor en el que tanto ella como Rotor, vigilaban la actividad de Maurice y Chuck. Ambos erizos aparecían como un punto rojizo en la pantalla, cada uno en sus respectivas zonas.

—Totalmente, ¿por qué?

     El erizo caminó hacia enfrente, colocó sus manos en el barandal y miró hacia abajo. La cámara en la que se encontraba era gigante, construida de manera vertical en forma de prisma cuadrangular, su vista se perdía en la oscuridad profunda antes de poder observar el suelo.

     Sacar de ahí a los mobians querría decir que tendría que considerar el peso de cada uno sobre la plataforma. No podría llevarlos a todos al mismo tiempo, sino por pequeños grupos.

—Me tomará más de treinta minutos sacar a todos de aquí —informó cortando la transmisión. Debía de darse prisa.

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     Chuck siguió la ruta indicada por los tubos propios del sistema de refrigeración de freones. Tal como su intuición se lo había dictado, un ordenador que estuviera a cargo de tantas actividades debería de contar con un gran sistema de enfriamiento para evitar que, literalmente, ardiera hasta explotar.

     Escudriñó la computadora en busca de un puerto USB, era más complejo de lo que esperaba. Su campo de visión se encontraba atiborrado de botones, luces intermitentes y metros de cableado regados por el suelo.

     Conectó el artefacto al computador y maniobró dentro de su base de datos, copiando archivo tras archivo a un ritmo detestablemente lento.

—Rotor, ¿me escuchas? —Preguntó por el radio.

—Fuerte y claro.

—¿Sally y tú reciben los datos? Cyrus tenía razón, Robotnik usa cableado estructurado.

     Walrus dirigió su mirada al monitor ubicado a la izquierda del de Sally, sonrió al vislumbrar una barra horizontal coloreándose de verde a medida que copiaba los archivos. El escritorio remoto de Cyrus había sido una espléndida idea.

—La copia de archivos ya se está cargando —informó sonriente—. Buen trabajo Chuck.

     Diecisiete metros más abajo, Maurice corría frenético de arriba hacia abajo, su cansancio acrecentaba con rapidez, se había topado con muchos mobians malheridos y débiles a tal grado de no poder caminar.

     En el fondo de la construcción se hallaban tres patines hidráulicos aparentemente abandonados. Maurice se debatió sobre qué tanta ventaja le podrían dar. Por un lado, conseguiría transportar más mobians en menos tiempo y con menos riesgos, sin embargo, tendría que buscar el modo de subirlos por las plataformas e intentar no ser detectado por al menos, los primeros seis metros del pasillo.

     Bajó para inspeccionar, percatándose de algo aún más importante. Las celdas conectaban con uno de los túneles usados para arrojar los desechos químicos al exterior y, si no mal recordaba, sus canales confluían con la red de ríos.

     Destapó la escotilla, el túnel era similar a las estaciones de tren: un andén a cada lado y un sendero por en medio. Sonrió.

—Sally, Rotor —llamó—. ¿Pueden contactar con alguien de la milicia?

—Antoine se llevó uno de los radios, ¿qué necesitas? —Respondió la morsa.

—Dile que se muevan río abajo para recoger a los mobians.

—¿Río abajo? El plan era sacarlos por arriba —inquirió Rotor mientras Sally comenzaba a buscar la frecuencia de Antoine en el radio restante.

—Hay más mobians en las celdas de abajo, aquí arriba todo está desierto, prefiero llevarlos por el alcantarillado. Llevarlos arriba amerita correr, hay más heridos de los que imaginé. Además, estoy seguro que la milicia abrirá fuego apenas ver a un solo robot siguiéndonos, no los pondré en peligro —refutó.

—Será río abajo entonces —accedió Rotor.

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Rotor.

—¿Antoine, estás ahí? Antoine —insistí—. ¡Antoine!

Sally señaló el monitor destinado a la actividad de Chuck, en señal de que me encargara de él mientras ella intentaba establecer una conversación con los militares.

—Antoine —llamó con parsimonia.

—¿Si, princesa? —Respondió inmediatamente.

Acorn me miró divertida, entorné los ojos.

—Tenemos problemas, habrá que hacer un cambio de planes. Recojan a los mobians río abajo.

—¿Ahora? —Clamó—. Todos ya estamos desplegados.

—Pues reagrúpense y vayan río abajo —solucionó.

—¡¿Y por qué me llamas a mí?! Yo no tengo la autoridad para- —suspiró pesadamente.

El radio solo emitió estática, ambas partes permanecieron en silencio por unos prolongados ocho segundos.

—Dile a Sonic que lo veo río abajo, que no tarde —cortó.

Sally volvió a la silla enfrentada al segundo monitor, la observé riendo por su actuación.

—¿Y por qué a mí no me contestó? ¿Antoine no me considera atractivo? —Bromeé.

—Creo le van más las castañas —bufoneó—. A todo esto, ¿dónde está Cyrus?

—Dijo que saldría a tomar aire, pero ya lleva mucho rato afuera.

El desarrollo de la misión continuó en silencio, yo no apartaba la vista del estado de carga de los archivos, el proceso estaba a tan solo segundos de terminar.

Sally torció los labios, pulsó la función de tridimensinal y el plano de la fábrica de Eggman se modificó hasta mostrar una vista 3D. Ella permaneció escrutando la imagen durante un largo rato.

—Rotor —llamó—. ¿Cómo es que supieron que los mobians estaban en esa habitación?

—Cyrus lo hizo a través de los escáneres. ¿Cuál es el problema?

—Según Maurice, las celdas de los primeros pisos estaban vacías, en cambio, las últimas están atiborradas de mobians.

—Ajá.

—Nosotros desconocíamos el hecho de que esa cámara tuviera tantos metros de profundidad.

—Porque los escáneres solo llegaron hasta el primer nivel, no capturaron el —cesé—... fondo.

—Ni siquiera con los escáneres pudo haber sabido dónde se encontraban los mobians, no tiene sentido. Es como si ya hubiera estado ahí —planteó inconscientemente.

Enarqué mis cejas con asombro, Sally estaba en lo cierto, las probabilidades de que Cyrus adivinara la zona en la que Eggman tenía a los mobians eran increíblemente bajas. Y por si fuera poco, había acertado en que Robotnik utilizaba cableado estructurado.

Lo que significaba que, a no ser que Cyrus fuera un profeta, había entrado en la fábrica de Eggman antes que nosotros.

     Cyrus The Lion empujó la puerta con brusquedad, su respiración era agitada y sus mejillas y nariz se hallaban teñidos de rojo, mientras que sus ojos delataban su llanto.

Deben sacarlos de ahí —pidió con lágrimas asomándose entre sus párpados.

—¿Sacarlos? Están a mitad de nuestra misión más importante hasta ahora —defendió Rotor.

—¿Qué ocurre? —Indagó la ardilla.

—Era la única forma de hacer que liberaran a mi padre —articuló sollozando.

     Sally y Rotor hicieron un fugaz contacto visual, habían comprendido a la perfección el mensaje. Maurice y Chuck habían caído en una trampa.

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     La pantalla se aclaró, la ventana que mostraba el proceso de transferencia había finalizado. Una sutil sonrisa se dibujó en los labios de Charles.

     Asió el dispositivo con su mano y lo extrajo. Leyó la hora en su reloj, era momento de dar inicio a la segunda fase del plan. Colocó el explosivo en uno de los muros, era pequeño pero con una carga arrasadora. Tenía cinco minutos para salir del cuartel.

     Miró en dirección a los pequeños monitores que mostraban la actividad de las cámaras. Enserió su rostro al observar la toma de la cámara número veintitrés, había captado a seis swatbots trotando en el pasillo.

     Rápidamente consultó la computadora principal, buscó un plano en el que se mostrara la disposición de las cámaras. Se exaltó al dar con la respuesta.

     La número veintitrés estaba a la vuelta de la esquina. Lo habían detectado, sin embargo, la alarma no había sonado. Lo estaban esperando, había sido una emboscada.

     Corrió a la salida rogando por ser lo suficientemente rápido como para sacarles una ventaja de al menos diez metros antes de que lo encontraran.

     El par de puertas que conformaban la entrada al nodo se explayaron de manera automática, el cuerpo de Chuck se tensó al percatarse de que los swatbots eran la menor de sus preocupaciones. Frente a él permanecían dos robians esperando su salida.

     Su intento de huir terminó en fracaso, ahogó un grito al sentir un intenso ardor causado por el fortísimo agarre de los individuos sobre su brazo. Inmediatamente una preocupante cuestión recorrió su cerebro, ¿ya habrían atrapado a su sobrino?

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Maurice.

Incliné mi cuerpo hacia adelante y continué tirando del patín, era el último conjunto de heridos que tendría que llevar. Pese a que me desagradaba llevar a alguien en su situación por un sitio tan amenazante para su salud, una herida infectada era mejor que la muerte.

Trotaba por el andén izquierdo, mientras que los mobians saludables cruzaban por el derecho. Debía de supervisar que llegaran a su destino con relativo bienestar.

¡Maurice! —chilló Sally.

Hice una mueca de malestar, la señal se perdía debido a la profundidad en la que me encontraba. Estaba a suficientes metros bajo tierra para tener que batallar para entender las palabras de Sally.

—Aquí estoy —respondí presionando el botón del dispositivo.

—¡Tie... alir de... ya! —torcí los labios.

—No te entiendo, repítelo —pedí frenando mi caminar.

—¡V... te d... llí! —acerqué mi muñeca izquierda a mi oído.

—¿Qué?

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     Cyrus comenzó a buscar con desesperación entre las herramientas. Pensó con rapidez y sujetó un cable coaxial, necesitaba transmitir el mensaje con urgencia.

     Volvió hacia Sally, formó un círculo con el cable y conectó tierra a la antena del walkie talkie. En una de las primeras lecciones que su padre le dio fue sobre las señales de alta frecuencia, si lo hacía correctamente, podría amplificar la señal del radio.

—¿Sally? ¿Me escuchas? —cuestionó.

     Rotor fue poseído por una breve sensación de alivio, la voz del erizo se escuchaba con claridad, Cyrus había mejorado el resultado.

     El nerviosismo de Sally lo devolvió a la realidad, Maurice estaba bien por ahora, pero aún seguía en la mira de Eggman. El león se acercó a la radio con impulsividad, apartó a la ardilla y presionó el botón.

—Perdóname —fue lo primero que formuló— discúlpame por la estupidez que cometí.

—¿Cyrus qué sucede?

—Los llevé a una trampa —soltó tartamudeando—. Eggman los estaba esperando, Chuck no responde... Yo... Para este momento él podría —finalizó quebrando su voz—... Tienes tres minutos para decidir si salvar a los mobians o rescatar a Chuck.

Maurice.

Las palabras murieron en mi garganta. Cyrus me había traicionado. Nos había traicionado.

Avizoré el entorno, en el andén derecho la caravana iba a un ritmo rápido, pero no lo suficiente.

—¡Aceleren el paso! —Demandé comenzando a correr.

Ellos tendrán que llegar con Antoine sin un guía, debía regresar por Chuck. Pero primero tengo que alejarlos lo suficiente como para que la explosión deje de ser un riesgo.

Me desplacé lo más rápido que mis tripulantes me lo permitieron. Estaba consciente de lo relativamente delgados que eran los brazos del patín hidráulico y, a su vez, lo debilitados que se encontraban los mobians transportados sobre éste.

Avancé ciento cincuenta metros más, apreté los puños al recapacitar mi situación. El arrollo repleto de contaminantes que separaba ambos andenes hacía imposible que alguien me sustituyera.

—¡Continúen en línea recta! —indiqué al resto— Vuelvo en un segundo —le comuniqué a mis pasajeros.

Di la vuelta y recorrí el túnel en sentido contrario. La adrenalina se disparó por mi torrente, sentí mis pies livianos, era casi como si volara.

Si quería rescatar a Chuck y, al mismo tiempo, poner a salvo a los mobians heridos, tendría que duplicar mi velocidad.

Al llegar al final del alcantarillado, subí de plataforma en plataforma concentrando la fuerza de mis piernas en altísimos saltos que me ahorraban tiempo.

Emergí a la superficie, contuve la respiración angustiado. Las paredes contaban sirenas que giraban en intervalos de dos segundos, iluminando los pasillos y habitaciones con luz de color rojo.

Había observado el proceso antes, la alarma se encendía cuando Eggman se percatara de la presencia de un explosivo.

Corrí en dirección a las potenciales salidas de emergencia que pudiesen ser ocupadas por Eggman. Lionel, el padre de Cyrus, me lo había afirmado en su momento "Ivo Robotnik era un hombre de lo más petulante". No dejaría a Chuck morir en la explosión, lo llevaría con él para tenerlo en sus filas.

Si Eggman consigue evacuar a tiempo, perderé a mi tío.

Planté mis talones en el suelo, utilizando la fricción para forzarme a frenar con brusquedad. El ambiente se consumió por el encendido estentóreo de lo que parecía ser una máquina.

Giré mi cabeza en dirección a la fuente del sonido, contrario a lo que pensaba, el ruido venía del núcleo de la central.

Me precipité hacia la cacofonía, mis tímpanos eran atacados por una ruidosa liberación de aire, seguido de un sonido que parecía retraerse y acelerarse constantemente.

Paré asombrado al presenciar la maquinaría de Eggman custodiada por seis swatbots.

Frente a mí se desplegaba una cápsula metálica de forma cilíndrica, rodeada de cables enredados entre sí, neblina remolineante causada por los freones y hazes de luz. La creación de mi tío Chuck estaba en funcionamiento, el roboticizer.

Temiendo lo peor, inicié una pelea contra los guardias robóticos, acabé con ellos en segundos. Revisé el tablero de controles, me sentí superado al solo encontrar botones intermitentes, perillas y palancas. No sabía cómo operarlo.

Desesperado, tomé impulso y cargué un spin dash. Impacté las paredes del robotizador, gruñí de dolor al sentir la temperatura arrasadora sobre mi piel, finalmente atravesé el aparato. Una onda de luz me cegó al instante, permanecí tumbado en el piso.

Me levanté atontado, extendí mis manos y tenté el entorno en busca de la máquina. Mi vista se aclaró gradualmente, alcancé a escudriñar a la víctima del roboticizer.

La abrupta sensación de las lágrimas acumulándose en mis ojos se presentó. Había detenido el proceso de robotización, pero no el de Chuck. En el interior solo yacía una coneja inconsciente con la mitad del cuerpo cubierto de metal.

Apreté la quijada, la tomé en brazos y partí rumbo al túnel otra vez. No tenía el tiempo suficiente para continuar buscando a Chuck.

No importa qué tan rápido me moviera, siempre era el más lento cuando debía salvar a mis seres queridos. Primero mamá y ahora mi tío. Otra vez había fracasado.

Escrito: 30/01/2020.
Publicado:07/11/2020.

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